El pasado fin de semana se celebraron 88 años desde la creación del Partido Revolucionario Institucional. “88 años contigo” fue el eslogan que uso el partido para sus festividades.
Los altos dirigentes y mayores representantes del partido que ha gobernado México por más de 70 años, se reunieron en una de las épocas más oscuras y difíciles que tenga memoria el PRI. Con las elecciones en el Edomex, Nayarit y Coahuila en juego este año y la Presidencial en el 2018, los priistas tuvieron que mostrar una cara de unidad y de esperanza de que puedan derrotar a la oposición este y el año que viene.
En un acto que demuestra la simulación dentro del partido, el presidente de la República, Enrique Peña Nieto, le hizo entrega de la medalla “Luis Donaldo Colosio” al ex dirigente nacional del PRI, Manlio Fabio Beltrones. Desde hace tiempo se habla sobre los desacuerdos y la rivalidad entre Beltrones y el presidente Peña Nieto. Pero para los festejos del 88 aniversario estas rencillas parecen haberse eliminado de momento.
El PRI, debe demostrar que está más unido que nunca, debe de demostrar fortaleza, pero al hacer esto cae en la simulación, en la mentira.
El PRI es el dinosaurio de ochenta y ocho años que tiene la esperanza de vivir otros ochenta y ocho. Tal es la prueba de los discursos de Enrique Ochoa Reza y del Presidente. Ambos personajes tienen la esperanza, o por lo menos quieren transmitir esa fe, de que este año arrasarán en el Edomex, Nayarit y en Coahuila, y que los triunfos también los llevará a ganar en el 2018.
Lejos están de la realidad los dirigentes del PRI Nacional. No se dan o no se quieren dar cuenta que la sociedad mexicana está harta del partido oficial. Este hartazgo se está traduciendo apoyo para la oposición, en específico, para Andrés Manuel López Obrador, al que ellos catalogan como “un peligro para México” y un “retroceso”.
El dinosaurio que nació después de la Revolución Mexicana y dio forma a las instituciones que hoy rigen a México, ciertamente, no morirá, pero tendrá que reformarse. Tendrá que entregar a sus Duartes, Moreiras, Borges, Medinas, si quiere en algún momento volver a Los Pinos.
Tendrá que pedir perdón por sus errores y por todos los muertos que han dejado administraciones como la de Díaz Ordaz, Echeverría y por qué no, Peña Nieto.
La regla es: reformarse o morir.
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