Por un Instituto Catastral Ciudadano

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En las últimas semanas, los alcaldes de diversos municipios de Nuevo León han sorprendido a la ciudadanía con anuncios de aumentos al predial que van del 10 al 30 por ciento, un incremento muy por encima de la inflación, la cual apenas ronda el 4 o 5 por ciento este año.

Estos aumentos exorbitantes no son nuevos; cada ciertos años, y sobre todo, cada cambio de administración municipal se convierte en una oportunidad para ajustar este impuesto a conveniencia, sin importar las repercusiones en la economía familiar.

Lo que esto refleja es que hay una falta de regulación en los valores catastrales, donde parece no haber reglas claras que limiten los incrementos y protejan a los ciudadanos de decisiones arbitrarias.

Hace tres años, cuando la economía apenas se recuperaba del impacto devastador de la pandemia por COVID-19, se hablaba de incrementos que llegaban hasta el ¡40 por ciento!

En ese momento como diputado local voté en contra de todos los aumentos, con la firme convicción de que la situación económica de las familias debía ser prioritaria y desde ese entonces planteé que era necesaria una regulación que impidiera estos abusos.

El predial debe aumentar, sí, pero no de acuerdo a caprichos ni como solución inmediata a problemas financieros de los municipios.

A lo largo de los años, los gobiernos municipales han utilizado los mismos argumentos, culpando a la “falta de aumentos previos” o a “las finanzas públicas limitadas” como justificación, cuando en realidad son resultado de la irresponsabilidad y demagogia de administraciones pasadas. Es un ciclo de decisiones políticas, no de omisiones de la ciudadanía.

A esto se suma el hecho de que la mayoría de los municipios apenas logran recaudar el 50 por ciento del predial actual. Entonces, ¿no debería el esfuerzo estar enfocado en ampliar la base de recaudación antes que en imponer nuevos aumentos?

Esta es una pregunta que los alcaldes y la ciudadanía deben considerar: ¿hasta cuándo las familias en Nuevo León tendrán que pagar por las insuficiencias de sus gobiernos?

Como diputado local propuse la creación de un Instituto Catastral autónomo y ciudadano que determine los valores catastrales con transparencia y en función de las necesidades reales de cada municipio, no de los intereses de quienes ocupan los cargos.

Pese a que han pasado tres años, esta iniciativa sigue siendo vigente y urgente, y es mi compromiso volver a plantearla con los diputados locales de la bancada de Morena, PT,PVEM en el Congreso Local.

No hay justificación para estos aumentos, ni hace dos años ni hoy.

Harris vs Trump: Una batalla por el alma de América

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Faltan solo un par de días para que EE. UU. vuelva a enfrentarse a uno de los espectáculos políticos que retoma viejas tensiones y abre nuevas divisiones. Kamala Harris y Donald Trump son la encarnación de dos visiones políticas muy distintas, pugnando por la atención de un país cuyo electorado ya se encuentra fuertemente polarizado.

Harris, con su mensaje de unidad y justicia social, y Trump, con su “Make America Great Again” y un combo de políticas nacionalistas, se dirigen a diferentes segmentos del espectro político. Sin embargo, es un hecho que las últimas tendencias reflejan un electorado que ha ido desplazándose hacia extremos más determinantes, particularmente desde la contienda del 2016.

Trump sin duda sigue siendo una figura altamente polarizada y, durante sus dos candidaturas anteriores, demostró ser capaz de movilizar una base sólida de electores que se sienten identificados con su postura nacionalista y autoritaria. Para sus seguidores, Trump significa una postura en contra de un grupo de poder político que perciben como el responsable del débil desempeño político de la nación y de políticas progresistas que amenazan con destruir los valores tradicionales del país.

Por otro lado, Kamala Harris, representa la renovación del partido demócrata hacia una postura inclusiva y progresista, especialmente en materias de justicia racial, de derechos civiles y salud pública. Su historial como exfiscal de California y primera mujer afroamericana y de ascendencia asiática en la vicepresidencia le da una fuerte identidad que resuena en los sectores progresistas del país quienes buscan una narrativa de cambio e igualdad de oportunidades.

Sin embargo, en esta elección, la capacidad de persuasión sin duda será crucial, y los dos candidatos están recurriendo a la retórica para fortalecer su mensaje central. Trump se ha mantenido su enfoque en redes sociales y eventos de campaña que recurren al descontento de ciertos sectores, con un discurso que posiciona a los demócratas como una amenaza directa a la libertad individual y los valores tradicionales. Esta retórica busca reforzar la lealtad de sus seguidores y persuadir a los indecisos a través de un enfoque de “nosotros contra ellos”, aprovechando los temores y resentimientos que persisten en temas como la inmigración y el manejo de la pandemia.

En cuanto a Kamala Harris, ha optado por una estrategia persuasiva que pretende acercarse a las mujeres y jóvenes que se han convertido finalmente en un bloque importante. Su núcleo se basa en la justicia social y la inclusión. Utilizando su posición como Vicepresidenta para posicionar su trabajo en temas de impacto social y polarización que su rival ha contravisto.

Trump sigue una estrategia que ha dado resultados en el pasado: movilizar a votantes desencantados, especialmente en estados clave del medio oeste y el sur del país. En elecciones anteriores, el voto rural y el de clases trabajadoras blancas le otorgaron una ventaja en el Colegio Electoral, incluso cuando perdió el voto popular. Las encuestas más recientes muestran que este patrón se mantiene en 2024; muchos de sus seguidores ven en él un defensor de sus intereses en contra de la “élite” política de Washington.

En cambio, Harris necesita construir una coalición diversa que incluya a las minorías raciales, mujeres, jóvenes y votantes urbanos progresistas. Esta es una estrategia que depende no solo de movilizar a estos grupos, sino de asegurar un índice de participación alto, especialmente en estados como Florida, Arizona y Georgia, donde la demografía ha cambiado y el voto de estos sectores puede inclinar la balanza. Sin embargo, esta es una tarea compleja, pues estos votantes suelen tener poca participación en las urnas, lo que representa un desafío para la campaña de Harris.

Basado en las tendencias actuales, el resultado de las elecciones de 2024 dependerá de la capacidad de ambos candidatos para movilizar a su base y ganar la confianza de los indecisos en estados clave. Trump sigue teniendo una ventaja en cuanto a la lealtad de su base, y su retórica populista ha demostrado ser efectiva en momentos de crisis. No obstante, los esfuerzos de Harris por presentarse como una figura de cambio e inclusión podrían resonar en un electorado que está cansado de la constante confrontación y busca una salida más unificadora.

Es difícil predecir un resultado con precisión, pero la historia actual ha demostrado que Trump posiblemente podría recuperar los estados que perdió en 2020 si logra mantener su participación. Y Si Harris logra movilizar a los votantes jóvenes y progresistas, probablemente podrá lograr una victoria bastante ajustada.

Al final, esta contienda se ha convertido en un reflejo de un país dividido en el que no solo se están disputando los votos, sino también la legitimidad de su visión del futuro.

La pregunta que queda es si los votantes finalmente optarán por un líder que promete estabilidad y continuidad, o si preferirán un líder que ofrezca cambio al enfrentar de manera directa e incisiva al sistema, sin duda ideologías que penetrarán para el futuro de Estados Unidos.

Dos años perdidos y un nuevo acuerdo en favor de Nuevo León

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Después de 2 años de nula relación entre el Poder Ejecutivo y Legislativo, hace un par de días, se reunieron los coordinadores de todas las bancadas con el gobernador Samuel García en Palacio de Gobierno.

A lo largo de estos dos años, fuimos testigos de múltiples reuniones y negociaciones que parecían augurar la tan necesaria reconciliación entre poderes. Sin embargo, una y otra vez, los compromisos asumidos fueron traicionados por el propio Ejecutivo, profundizando la desconfianza de la oposición. En lugar de encontrar puntos en común, el gobernador priorizó agendas personales, dando lugar a una parálisis política que afectó a cada ciudadano de Nuevo León.

La consecuencia es clara: han sido dos años perdidos. Dos años en los que se pudo haber avanzado en temas cruciales como infraestructura, movilidad, agua, seguridad, etc. Dos años en los que la energía invertida en disputas y confrontaciones personales pudo haberse utilizado para mejorar la calidad de vida de los nuevoleoneses. El tiempo perdido es irrecuperable, pero lo que sí podemos evitar es que este tipo de crisis se repita, desafortunadamente no tengo muchas esperanzas en ello.

El día de ayer, el Gobernador Samuel García, al concluir la reunión señaló, y cito textualmente: “démosle a Nuevo León 2 muy buenos años, y ya en octubre de 2026 que empiece lo electoral, vemos……” Es decir, Prácticamente nos avisa que este acuerdo es temporal, que va a volver a romper la relación, que va a volver a violar la ley interviniendo en el proceso electoral y que se olvidará de Nuevo León como lo hizo estos 2 años para concentrarse en la campaña….

Es imperativo que el gobernador entienda que Nuevo León no puede seguir siendo rehén de caprichos personales o cálculos partidistas. La civilidad política no es una opción; es una obligación. No debe ser temporal; debe ser permanente. Los acuerdos deben dejar de ser meras estrategias para calmar las tensiones momentáneas y convertirse en compromisos reales que se cumplan en beneficio del estado.

Esta reunión es un buen avance, una vez más la oposición da un voto de confianza y se llegaron a acuerdos, especialmente en el tema del presupuesto de 2025. En lo personal, confío en que aún es posible recomponer la relación entre poderes y devolverle a Nuevo León la estabilidad política que tanto necesita. Sin embargo, esa confianza no es incondicional ni infinita, debe ir acompañado de resultados concretos y de respeto a los acuerdos alcanzados.

Es hora de poner fin a las confrontaciones estériles y abrir paso a una nueva etapa de colaboración institucional. El tiempo apremia, y espero que este no sea un acuerdo más que tenga fecha de caducidad y se pierda una oportunidad histórica para enmendar los errores del pasado.

LA SEGURIDAD NO SE POLITIZA

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La seguridad en México y en cada uno de los Estados del país es un asunto que debe ser prioritario para cualquier gobierno, es un asunto de acciones permanentes. Siendo un tema tan importante, se agrava aún más cuando en lugar de establecer planes, acciones, estrategias, los responsables de proveerla ponen por encima de la seguridad la política y, peor aún, intentan legitimarse a través de ella.

Observando a la distancia los tiempos del Gobierno de Felipe Calderón y su secretario de Seguridad, Genaro García Luna y su tan famosa Guerra contra el Narco, y luego de conocer las historias de contubernio con los líderes de los Cárteles de la droga, no queda más que sentirnos decepcionados por haber aceptado esa lucha que suponíamos era por el bien de los ciudadanos y que al final, solo se trató de un acuerdo plagado de corrupción.

Esperar que Calderón desconocía los acuerdos de su secretario de seguridad es de una ingenuidad insultante, pero más allá de ello lo que más preocupa es que el tema de la seguridad se use solo con un afán de legitimarse en el poder, el simple ego de un gobernante, más allá de lo que un país como el nuestro y sus familias necesitan.

Obvia decir que pasar de la Guerra contra el narco a Abrazos no balazos de ninguna manera solucionan la grave problemática de la inseguridad. Estrategias, coordinación entre la Federación, el Estado y los municipios, acciones conjuntas y, sobre todo la aplicación de la ley pueden ser la respuesta para obtener mejores resultados.

Todo esto siempre será mejor que politizar la seguridad.

Los desastres no son naturales

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“Convenga usted que la naturaleza no construyó las 20 mil casas de seis y siete pisos, y que, si los habitantes de esta gran ciudad hubieran vivido menos hacinados, con mayor igualdad y modestia, los estragos del terremoto hubieran sido menores, o quizá inexistentes”. Carta de Rousseau a Voltaire, a propósito de un terremoto en Lisboa en 1755.

Normalmente, cuando nos referimos a desastres, hablamos de eventos únicos en el tiempo: el momento en que ocurrió un terremoto, las horas dentro de un huracán o los años que duran las guerras. Sin embargo, hablar del desastre es hablar de sus consecuencias: las muertes, los desaparecidos, los heridos, pero también las miles de casas perdidas, los hospitales, las escuelas y otros daños a la infraestructura de los territorios que experimentaron “el desastre”.

Pasamos, con justa razón, investigando qué se perdió durante esos momentos. Sin embargo, la mayor pérdida no suele ocurrir durante el desastre, sino después de él. Grandes segmentos de la sociedad se encuentran en una situación sumamente vulnerable, por lo que cualquier imprevisto los deja desamparados. En un plano social y personal, sobreponerse a situaciones como estas resulta complejo, pues no solo se requiere dinero público para la reconstrucción, sino que el contexto socioeconómico, institucional y el estado de derecho también condicionan la eficiencia de su aplicación. Siendo fatalistas, para psicoanalistas como Viktor Frankl, los momentos posteriores a un trauma causan desencanto, en donde “el sufrimiento que se tuvo (…) no fue el máximo, sino que se puede sufrir más al ver que todo ha cambiado y que nunca nada será igual…”.

De acuerdo con diversas investigaciones, la aparición de fenómenos climatológicos se ha vuelto hasta tres veces más común durante los últimos treinta años. Tan solo en el último mes, territorios como el sureste de los Estados Unidos han vivido ya dos huracanes de categoría 3 y 4: Helene y Milton, respectivamente.

Este periodo de desastres naturales ha sido el más mortífero para Florida desde el huracán Katrina. A falta de confirmar el cálculo de los daños, se han registrado más de 250 decesos, cientos de desaparecidos y pérdidas superiores a los 200 millones de dólares, superando las del evento de 2005.

Anualmente, millones de personas se ven expuestas, de forma directa o indirecta, a desastres naturales. Según el CRED (Centre for Research on the Epidemiology of Disasters), entre 2001 y 2020 ocurrieron en promedio 347 desastres cada año en el mundo. En 2021, se registraron 432 desastres que provocaron más de 10,000 pérdidas humanas e impactaron a más de 100 millones de personas. El CRED estima que la frecuencia de estos eventos seguirá en aumento y afectará a un número mayor de personas.

El verdadero desastre, sin embargo, ocurre en la reconstrucción. Más allá de los eventos, las consecuencias no son las mismas para todos los países, territorios o incluso para la población dentro de estos. No solo depende de la intensidad del evento, la extensión territorial, el número de personas afectadas o el impacto en la infraestructura; el factor más importante para determinar la magnitud de las consecuencias es la vulnerabilidad social. Esta es el resultado de las desigualdades que enfrenta la población para acceder a las oportunidades que brindan el mercado, el Estado y la sociedad, así como la falta de entornos equitativos que permitan aprovecharlas para desarrollar su potencial, lo cual incrementa la susceptibilidad de una persona, comunidad o grupo a sufrir los impactos de los desastres naturales.

Acuérdate de Acapulco…

México es un claro ejemplo de lo que explico en los párrafos anteriores. Los desastres naturales, mal que bien, suceden con una cadencia casi aceptada y resignada por la población mexicana; sin embargo, conforme pasa el tiempo, es cada vez más difícil volver a levantarse. Toma más tiempo y ha permitido que nos demos cuenta de cuán capaz es la clase política de aprovecharse económicamente de la vulnerabilidad social.

Hace exactamente un año, Acapulco vivía momentos de tensión con la llegada del huracán Otis, categoría 5. Las imágenes transmiten el inmenso vacío en el estómago que provoca vivir el abismo de una catástrofe de tal magnitud. Por supuesto que dolieron, y siguen doliendo, los retratos de la bahía entre escombros y el silencio del día después del impacto. Hoy, Acapulco no solo resintió el impacto del huracán, sino también la invertebrada respuesta de las autoridades.

De acuerdo con las cifras oficiales, Otis dejó más de 60 fallecidos, aunque la falta de credibilidad en las autoridades lleva a la población a pensar que en realidad fueron cientos de víctimas fatales, más de 350 según las funerarias del estado. De acuerdo con agencias como Bloomberg, la estimación de los daños económicos superó los mil millones de dólares (El Universal). Para cubrir esta obligación, el Gobierno Mexicano no cuenta con margen de maniobra. En 2021, el Gobierno Federal decidió eliminar el Fondo Nacional de Desastres, convirtiéndolo más en un programa de asistencia social que en un fondo de infraestructura, pero ese es otro tema.

México cuenta con recursos insuficientes para afrontar este tipo de situaciones: hoy el FONDEN tiene más de 18 mil millones de pesos, una línea presupuestal de más de 10 mil millones de pesos y 485 millones de dólares en un bono catastrófico manejado por el Banco Mundial. Todos estos recursos serían apenas suficientes para afrontar una tragedia como la de Acapulco, y nos quedaríamos sin presupuesto para enfrentar una nueva. El problema no son solo los recursos, sino también cómo se ejecutan y cuál es la columna vertebral de la estrategia y el accionar de las autoridades.

Sin poder pararse…

En México, los fenómenos naturales se han vuelto excusas para justificar infraestructuras obsoletas y potencialmente mortales. Las recuperaciones son tan improvisadas que Acapulco volvió a sufrir los estragos de una mala reconstrucción tan solo un año después.

En septiembre pasado, las calles se convirtieron en ríos nuevamente en Acapulco, y muchas casas se han perdido. Esta vez no fue Otis, sino John quien afectó a miles de personas y dejó en evidencia la ineficiencia en los operativos desplegados hace menos de 11 meses.

John revivió el trauma de miles de acapulqueños, pero también sepultó su esperanza. La verdadera tragedia no está solo en Otis o John, sino en la incapacidad de sobreponer una agenda política a una reconstrucción con sentido, a atacar problemas de raíz, no solo en la infraestructura, sino también en la lucha contra la vulnerabilidad de millones de mexicanos, susceptibles al desastre. No hace falta un huracán, sino un leve ventarrón, para destrozar los bienes materiales, los sueños y las esperanzas de la gran mayoría fuera del círculo privilegiado. A eso llamamos vulnerabilidad.

Sin planes de contingencia claros y un presupuesto especializado para hacer frente al desastre, es difícil volver a levantar una ciudad que ha visto apagarse sus luces desde hace un par de décadas. Reitero: no es solo el desastre, sino lo que viene después. Hoy, hay poco espacio en la agenda política para siquiera pensar en reconstruir una ciudad que compartió vida con el país.

Los estragos de la destrucción de los cimientos sociales y de infraestructura en la ciudad no se verán pronto, pero cuando se muestren, será demasiado tarde para enderezar este roble que crece descuidado, improvisado y en las garras de un grupo de interés que se aprovecha de la tragedia ajena.

*Las opiniones descritas en este texto corresponden exclusivamente al autor y no a sus enlaces profesionales

Más diálogo y menos politiquería

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En últimas días en Nuevo León se escuchan con más frecuencia las palabras “diálogo, acuerdos, conciliación”. Quien tuvo la iniciativa de buscar este reencuentro fue el Gobernador, Samuel García, en su afán por avanzar en aquello que requiere una urgente solución: transporte de calidad, cobertura universal de salud, seguridad, y un sin fin de asuntos que por décadas quedaron archivados por los gobierno del PRIAN y que ahora se han tomado con seriedad para solucionarlos.

Los discursos de odio del PRIAN expresados desde la Tribuna del Congreso nos dan una muestra del grado de confrontación originada desde el Poder Legislativo en contra del Poder Ejecutivo. Estas actitudes, que incluso involucran a la misma representación del Congreso en voz de Lorena de la Garza resulta vergonzoso, pues quien debería por ley asumir un papel institucional y de respeto, golpee, insulte y denigre a quienes por fortuna no pensamos como ella y actuamos de manera responsable frente a la ciudadanía.

De nosotros depende dejar de padecer las consecuencias que hemos vivido en el pasado por quienes deciden apostar por el fracaso del gobierno en turno. Veremos quién está a la altura de lo que Nuevo León merece. La disposición al diálogo está abierta.

¿Ustedes qué opinan?

Más Allá de los Mandatos

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En un entorno político donde las administraciones cambian y los ciclos de poder se renuevan, los jóvenes como tú y yo enfrentamos un desafío crucial: mantenerse activos y comprometidos con el servicio público. Este compromiso no debe fluctuar con los cambios de mandato, sino que debe ser una constante que guíe sus acciones y decisiones.

La política es, por naturaleza, un campo de diversidad de ideas y perspectivas. Sin embargo, es precisamente esta diversidad la que enriquece el diálogo y fortalece la democracia.

Para los jóvenes, el reto es no dejarse atrapar por divisiones ideológicas que puedan limitar su capacidad de colaborar y contribuir al bien común.

En lugar de ello, deben buscar puntos de encuentro que les permitan trabajar juntos, más allá de las diferencias.

El cambio de administraciones puede traer consigo nuevas políticas y prioridades, pero los valores fundamentales del servicio público permanecen.

Los jóvenes deben recordar que su misión principal es continuar trabajando por un futuro mejor, utilizando su energía y creatividad para abordar los problemas más retadores de la ciudad.

Además, los jóvenes tienen la capacidad única de ser catalizadores de cambio. Su disposición para cuestionar el statu quo y explorar nuevas soluciones es vital para el progreso.

Al mantenerse involucrados en lo público, tienen la oportunidad de influir en las decisiones que afectan sus vidas y las de las generaciones futuras.

Es esencial que los jóvenes vean más allá de los mandatos y se enfoquen en lo que realmente importa: el impacto positivo que pueden tener en su entorno. Esto requiere un enfoque colaborativo, donde las diferencias se convierten en oportunidades para aprender y crecer, en lugar de ser barreras que dividen.

Por lo tanto, a todos los jóvenes: continúen participando, continúen alzando sus voces. No permitan que los cambios de lo público definan su compromiso con el servicio.

En su lugar, utilicen estas experiencias como una plataforma para desarrollar habilidades de liderazgo y fomentar un espíritu de colaboración y unidad.

El futuro de nuestro país depende de la capacidad de los jóvenes para mantenerse firmes en su compromiso con el servicio público. Con valentía y determinación, pueden superar las divisiones y trabajar juntos para construir un mundo más justo e inclusivo para todos.

La Violencia Digital Contra las Mujeres: Lo Virtual También es Real

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Hace unos días, la senadora Andrea Chávez, del grupo parlamentario MORENA, fue víctima de un ataque de violencia digital cuando se difundió en redes sociales una imagen manipulada que fusionaba su cuerpo con el de otra mujer en una pose degradante. Aunque algunos han intentado justificar su difusión bajo el argumento de la libertad de expresión y la crítica hacia una persona servidora pública, este tipo de ataques trascienden el ámbito político y entran en el terreno de la violencia de género. No importa si no estamos de acuerdo con sus posturas políticas, la violencia y la humillación nunca deben ser toleradas como formas legítimas de crítica.

La libertad de expresión, como bien sabemos, no es un derecho absoluto. Tiene límites cuando atenta contra la dignidad humana, incita a la violencia o fomenta la discriminación, tal como lo establece la Relatoría Especial para la Libertad de Expresión de la Comisión Interamericana de Derechos Humanos. Disfrazar la violencia de género como “crítica política” no es válido ni legítimo.

No caben excusas como “esa imagen ya circulaba por Internet” o “yo solo la subí”. Este tipo de violencia digital es una extensión de la que muchas mujeres enfrentan en su entorno físico. Lo que ocurre en el espacio digital también es real, y aunque los cuerpos o rostros de las víctimas no coincidan con las imágenes manipuladas, estas agresiones afectan profundamente su identidad y dignidad. Las repercusiones son tangibles: desde el daño a su reputación hasta el impacto en su bienestar emocional y profesional. Estos ataques no solo deshumanizan, sino que buscan silenciar las voces femeninas que ocupan espacios de poder o influencia pública.

Más allá de las implicaciones políticas, lo preocupante es cómo se ha normalizado este tipo de agresiones. Según ONU Mujeres, las formas más comunes de violencia en línea incluyen la difamación, el ciberacoso y el discurso de odio. En su estudio de 2022, advirtieron que la violencia digital está creciendo de forma exponencial, afectando especialmente a mujeres que ocupan posiciones de liderazgo político, periodístico y social.

Es un error considerar la violencia digital como algo distante de la violencia estructural que enfrentan las mujeres diariamente. Las agresiones en línea generan estrés, vulnerabilidad y, en muchos casos, fuerzan el alejamiento de las mujeres de los espacios de poder. Con la proliferación de programas de edición digital y la creciente disponibilidad de herramientas impulsadas por inteligencia artificial, las mujeres están expuestas a nuevas y peligrosas formas de violencia. No es solo la imagen distorsionada lo que está en juego; es su dignidad y su derecho a participar plenamente en la sociedad.

Aceptar la difusión de una imagen como esta es aceptar que la violencia puede ser justificada por diferencias de opinión o, peor aún, por ser mujer. Criticar a figuras públicas es legítimo, pero la crítica nunca debe transformarse en violencia de género. Mientras que los ataques hacia políticos hombres suelen centrarse en su desempeño, los dirigidos a mujeres tienden a centrarse en su género, reforzando un patrón de violencia de género.

En México, la Ley Olimpia representa un avance crucial en la protección contra la violencia digital. Sin embargo, muchas mujeres se encuentran con un camino lleno de obstáculos cuando intentan denunciar estos crímenes: desde la falta de conocimiento sobre sus derechos, hasta el miedo a represalias y la ineficacia del sistema de justicia. Aunque figuras públicas como Andrea Chávez cuenten con respaldo institucional para proceder legalmente, muchas otras mujeres en México no tienen el mismo privilegio ni acceso a justicia.

Es crucial que el caso de Andrea Chávez sea investigado y resuelto por las autoridades de justicia penal en México, ya que no solo se trata de su dignidad como servidora pública, sino también de enviar un mensaje claro de que este tipo de violencia no puede quedar impune. Sin embargo, no podemos ignorar que la mayoría de los casos de violencia digital, especialmente aquellos que no alcanzan la visibilidad mediática, rara vez llegan a una resolución favorable para las mujeres que denuncian. El acceso a la justicia para quienes no tienen una plataforma pública sigue siendo limitado, y muchas mujeres enfrentan largos procesos judiciales que a menudo terminan en la revictimización.

La justicia no debería depender de la visibilidad mediática ni del capital político de las víctimas. El caso de Andrea Chávez es solo un reflejo de un problema más amplio: la violencia de género no solo está en los agresores, sino también en la falta de respuesta adecuada por parte del sistema de justicia.

LOS ACUERDOS ENTRE POLÍTICOS NO ESTÁN POR ENCIMA DE LA LEY

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Imagina que en los espacios donde realizas tus actividades cotidianas te enfrentaras con personas que rompen las reglas y pasan por encima de tu dignidad. ¿Cuál sería el resultado? Seguramente un caos, imposible transitar.

Si te digo que esto se vive en el Congreso por una mayoría creada por el PRIAN y MORENA que busca imponerse más allá de lo que la Ley permite. Sí, esto ocurre, es real.

La Ley Orgánica del Poder Legislativo señala quién debe presidir la Mesa Directiva y no es el PRI ni Lorena de la Garza, le corresponde a MC. La Ley señala quién debe dirigir la Comisión de Coordinación y Régimen Interno y no es MORENA y Anylu Hernández. También dice cuántas Comisiones debe presidir cada Partido de acuerdo al resultado electoral y no, ni PRIAN ni MORENA pueden presidir más comisiones que MC.

Esto ocurre en el Congreso, caos y confrontación que no es provocada por MC como te han hecho creer, es provocada por el PRIAN y MORENA al violar la Ley.

En MC apostamos por el respeto a la ley y terminar este abuso de poder. Recuperemos el orden y la legalidad en el Congreso y en la política de Nuevo León.

(Las opiniones vertidas en este editorial son de exclusiva responsabilidad de quien las emiten y no representan, necesariamente, el pensamiento de Altavoz MX o su equipo)

Ella Llegó, Pero Aún Faltamos Nosotras

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Es un hecho histórico. Por primera vez en la historia de México, tenemos una PresidentA. No solo eso, por primera vez, dos mujeres fueron las principales contendientes en una elección presidencial. Dos perfiles completamente diferentes, liderando propuestas políticas aún más divergentes, pero al final, dos mujeres. Y hoy, una de ellas se encuentra al frente del poder ejecutivo. Esto no es un detalle menor, especialmente en un país donde aún nos cuesta trabajo aceptar el uso del género femenino en nuestro lenguaje, mucho menos un lenguaje inclusivo que abarque a todas las personas. Decir “PresidentA” es un acto político, un acto de resistencia, porque nombrar es existir. Y ella es una PresidentA, no una PresidentE.

Pero no confundamos este hito con la llegada de todas las mujeres al poder. El hecho de que una mujer ocupe la silla presidencial no significa que la agenda feminista esté garantizada, ni que los derechos de todas las personas en México, incluyendo las diversidades, estarán automáticamente en el centro de su gobierno. Ser mujer no es sinónimo de ser feminista, ni asegura una perspectiva de derechos humanos. Sin embargo, el simple hecho de que una mujer haya alcanzado el más alto escaño de la política mexicana es histórico, y eso es digno de celebrarse.

Aun así, no debemos dejar de lado nuestras exigencias. Yo quiero una presidenta feminista, una que entienda que la estructura misma del poder que ahora ocupa puede perpetuar las violencias de género. Hemos avanzado un enorme paso, al tener una mujer como PresidentA, pero ese no debe ser nuestro destino final. La verdadera meta es la distribución equitativa del poder y las oportunidades, que no solo Claudia llegue, sino que lleguemos todas. Su llegada es un recordatorio de que el camino hacia la verdadera igualdad de género es mucho más complejo de lo que se nos hace creer.

Es también necesario dejar de replicar discursos violentos que la reducen a ser un simple “títere” de hombres. No importa si no estamos de acuerdo con sus políticas, es innegable que es una mujer que ha llegado por sus propios méritos a la cima de la política mexicana. Criticarla es necesario, como es necesario con cualquiera persona servidora pública, pero no desde la violencia de género. No es adecuado tachar de “dama de hierro” ni que llamarle fría, porque cuando un hombre se comporta de la misma manera, lo llamaríamos líder.

La fuerza de este momento histórico también se refleja en quienes la acompañan. Ifigenia Martínez, líder de la Cámara de Diputados, quien nació 28 años antes de que las mujeres en México pudieran votar, fue quien colocó la banda presidencial a nuestra primera PresidentA, después de que 65 hombres la portaran antes. Este acto, simbólico y poderoso, nos recuerda que, aunque la llegada de una mujer a la presidencia es significativa, no estamos en un momento en el que los derechos humanos y la equidad de género estén asegurados. Vivimos en un país donde la violencia feminicida sigue siendo normalizada, donde 10 mujeres son asesinadas cada día, y donde aún la violencia sexual es ocho veces más común contra niñas y adolescentes que contra sus pares varones.

Tener mujeres al mando de los tres poderes del Estado es un gran logro, pero eso no significa que la lucha por la equidad de género haya terminado. Nos recuerda que ser mujer en el poder no es suficiente; necesitamos más. Queremos una PresidentA que comprenda cómo el poder puede perpetuar las violencias que estamos tratando de erradicar.

Han pasado 203 años desde la consumación de la independencia de México, 108 años desde el primer Congreso Feminista en Yucatán, 71 años desde que las mujeres pudimos votar, y hoy tenemos una PresidentA. Sin embargo, el país que liderará Claudia aún enfrenta enormes desigualdades. Las mujeres seguimos ganando menos por el mismo trabajo, solo 2 de cada 10 empresas tienen mujeres en sus consejos de administración, y la paridad, al ritmo actual, no se alcanzará hasta el 2052.

Claudia dijo que no llegó sola, que llegamos todas, pero la realidad es más compleja. Llegaste tú, Claudia, pero aún faltamos muchas. Y lo que deseo para ti y para México es que uses tu poder para mejorar la vida de todas las personas. Que inviertas en escuelas, en transporte público, en clínicas. Que escuches a las madres buscadoras y no las ignores, que no fortifiques el Palacio Nacional cuando salgamos a protestar, porque seguiremos exigiendo que nos protejas, que nos unas y que nos defiendas.

PresidentA, tu llegada es un paso histórico, pero no el final del camino. Nos recuerda que aún queda mucho por hacer para que realmente lleguemos todas, para que cada mujer y persona en este país tenga acceso a las mismas oportunidades, derechos y libertades. El poder que ahora sostienes debe ser una herramienta para construir un México más justo, donde no solo una mujer pueda alcanzar la cima, sino donde todas las personas podamos caminar hacia adelante sin miedo. No es suficiente haber llegado tú; necesitamos que uses esa fuerza para abrir el camino para las que aún faltamos. Porque solo entonces podremos decir que, verdaderamente, llegamos todas.