La crítica, la confrontación de ideas y la democracia

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“En una democracia es necesario que la gente aprenda a soportar que ofendan sus sentimientos”

-Bertrand Russell

A raíz de los recientes posicionamientos en contra de las pretendidas reformas al artículo cuarto respecto al matrimonio igualitario, se ha observado una postura, por parte de diversos colectivos, la cual establece que “debe respetarse su manifestación de ideas”, al momento de criticarse esta misma. De esta forma, ante tal situación resulta inevitable recordar algo que, no se ha llevado a cabo desde hace tiempo en nuestro país: la crítica y la confrontación de ideas.

Y es que un sano ejercicio de la libertad de expresión, el cual va de la mano con una democracia real, implica una discusión de ideas, implica además una confrontación por parte de las mismas; por esto mismo, resulta propiamente pobre el terminar, ante una opinión distinta a la que se sostiene, el recurrir al “respeto”, para terminar con dicha discrepancia.

Es necesario recalcar que, respetar las posiciones contrarias en torno a un tema determinado (cualesquiera que sea), no quiere decir que uno deba quedarse callado, sino que el respeto debe referirse más, hacia una valoración de la dignidad de la persona que emite su postura; de esta manera, habría de entenderse el respeto a los posicionamientos opuestos como el no coartar el derecho del otro, ni menoscabar su persona.

Mientras esto prevalezca, no se tendría problema en llevar una discusión, con el fin de desarrollar y enriquecer al intelecto humano, pues más ganamos cada uno de nosotros con una confrontación de ideas distintas, a con un pensamiento uniforme.




Por lo tanto, si queremos conseguir un sentido progresivo de la libertad de expresión, así como de la democracia, es necesaria la creación de más espacios para los debates de cualquier tipo de ideas (religiosas, políticas, sociales), con el fin de generar un intercambio de concepciones sobre distintos tópicos, así como la creación de proyectos ligados al llegar a un punto medio de parte de los participantes en dichas intervenciones.

Igualmente, ante dicha propuesta se implica un avance en el sentido de la tolerancia, entendiéndose esta, como una valoración la cual no impida el ejercicio de la libertad de expresión, ni impida el ver al ser humano como lo que realmente es: un ser que merece un trato digno, sin importar su etnia, ideas, orientación sexual o religión.

Asimismo, el progreso en la libertad de expresión, implica algo que no ha llegado a ver en su totalidad el país: una crítica autentica, hacia el gobierno en turno. Esto, se entendería como el tener todos los medios disponibles (televisivos, de radio, etc) para poder establecer una crítica (también, por qué no, una sátira) real hacia los poderes de la unión, sin temor a ser censurado.




Finalmente, al considerar esta libertad de expresarse, de criticar y de confrontar, se podrán ver materializados los frutos de este derecho, lo cual se traduce a la concepción de una democracia más sana, más congruente, en la que no solo se respete la libertad para explayarse del otro, sino que se consagre el ciudadano a aquella máxima (equivocadamente atribuida a Voltaire) de la autora Evelyn Beatrice Hall: “No estaré de acuerdo con lo que dices, pero defenderé con mi vida tu derecho a expresarlo”.

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Ni perdono ni olvido: a dos años de la desaparición de los normalistas de Ayotzinapa

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México es, probablemente, uno de los países con el mayor número de heridas abiertas infringidas por su propio gobierno; Tlatelolco, Acteal, Aguas Blancas o Atenco, nos demuestran que la brutalidad es y sigue siendo el arma predilecta del estado para mantener bajo control a la población. El caso más reciente de ello es Ayotzinapa, caso que, como todos los previamente mencionados, sigue sin aclararse.

Ya han pasado dos años desde aquella desaparición forzada por parte del estado, la cual llegó a abrir los ojos de los jóvenes más alejados de la realidad social. Mediante marchas, concentraciones, mítines y eventos artísticos, la juventud de México mostró un espíritu de lucha y una solidaridad, que llevaba tiempo de no verse.

Igualmente, no solo estos se movilizaron, pues inclusive, adultos mayores formaron parte de las filas de indignación hacia el estado por tal crimen de lesa humanidad. Tal espíritu de unidad y de lucha soportó el mayor cinismo del gobierno, el cual no hizo más que fortalecer esta unidad al hacer declaraciones exentas de toda consideración, como las hechas por Murillo Karam, con su famoso “ya me cansé”.

Desde el norte hasta tierra caliente, todo mexicano y extranjero que estuviera al tanto de lo que sucedía, podía presenciar cómo iba tomando forma un movimiento similar al de los estudiantes de los 60’. El presenciar a diversas generaciones juntas bajo la consigna de “vivos se los llevaron, vivos los queremos”, llegó a llenar de esperanza a muchísimos que llevaban tiempo en la lucha por un mejor.

Hoy, tras estos dos años cumplidos de la desaparición forzada de los normalistas, no puede negarse que, lamentablemente, el movimiento no tiene la misma cantidad de personas que poseía en el año anterior.

No obstante, a pesar de disminución del número de integrantes de tal movimiento, la fuerza de voluntad se mantiene, y será esa fuerza la que habrá de brindar justicia y que hará relucir la verdad. A su vez, será esta unidad del pueblo, la que traerá una dignidad que tanto le falta a este mismo, para que pueda ser visto como lo que realmente es: la autoridad verdadera, de la cual proviene el poder.

Podrá actualmente, haber una oscuridad que desanima a aquellos que antes marchaban rumbo a la obtención de respuestas y al descubrimiento de la verdad, podrá seguir el gobierno con su nula respuesta respecto al esclarecimiento de lo ocurrido y de su responsabilidad con esto mismo; pero a su vez, seguirán luchando los mexicanos para lograr el México que merecen, y saber de unas vez por todas que les ocurrió a sus hermanos aún desaparecidos.

Este es un camino difícil, pero es el único camino que vale la pena recorrer, sin importar los riesgos que se presenten, pues este camino es el mismo que trazaron nuestros héroes que nos dieron patria, y que ahora nosotros llevamos. Morelos, Victoria y Madero están en nuestra memoria y en nuestras acciones y en nuestra sangre, pues el espíritu de lucha es algo que comparte, todo México.

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De la democracia electoral a la democracia participativa

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Desde que se nos ha inculcado sobre el significado de la democracia, se ha tendido a poner todo el peso de la misma en el sufragio universal. Si bien esto ha llegado a contribuir en el sentido de comprometer a la ciudadanía a ejercer su derecho de votar por sus representantes, tanto del poder ejecutivo como legislativo, a la vez ha acortado el sentido democrático a esto mismo: al simple hecho de votar cada tres años, cuando la democracia significa muchísimo más que eso.

Esto, aunado a la hegemonía que actualmente poseen los partidos políticos sobre los procesos electorales y legislativos (los cuales deberían contar con una mayor injerencia de la sociedad civil), pone en evidencia el hecho siguiente: hoy, no contamos con la democracia representativa que estipula la constitución; desde el momento en donde el pueblo mexicano, queda a merced de unos funcionarios públicos que solo ocupan de este cada cierto tiempo, para legitimarse como agrupaciones políticas (reunir el porcentaje mínimo de votos para seguir existiendo como tales), la representación queda supeditada por una evidente democracia electoral.

Dicho en otras palabras, de cumplir con lo dictado por la carta magna, referente a la representación del pueblo, se anteponen los intereses particulares de los partidos políticos, los cuales únicamente alientan a la participación de la sociedad al momento de haber procesos electorales.

Ahora bien, ¿qué puede hacerse para enfrentar tal situación? ¿Cómo se debe consolidar una auténtica democracia, en donde intervenga la mayoría, más allá del voto?

Considero que, además de luchar por eliminar los privilegios de las agrupaciones políticas, así como de los funcionarios públicos, es necesaria la creación de una democracia que supere la representación; para ello, es imperdible la conformación de una democracia de carácter participativo. Pero ¿Qué habría de entenderse por “participativa”? Pues bien, entiéndase dicho término como aquella facultad del pueblo para tener una injerencia directa, en la elección de su propio destino.

Sea en nuestro caso, con la recientemente aprobada Ley de Participación Ciudadana, se podrán varios pasos para llegar a dicha meta; con ayuda de las herramientas establecidas en este cuerpo normativo, como la revocación de mandato, el presupuesto participativo o las juntas vecinales, se contribuirá a la organización social y con ello, a la consolidación de un auténtico poder del pueblo.

Queda claro que para cumplirse la realización de este ideal, se necesitará mucho esfuerzo, y probablemente, mucho esfuerzo por parte de cada uno de nosotros. No obstante, si auténticamente queremos, de una vez por todas, construir el México que soñamos, debemos tomar las riendas por nosotros mismos, y no permitir que los grupos de siempre se apoderen de este para sus propios fines.

Es hora de crear días mejores, donde se tengan los servicios públicos necesarios, donde se tenga un gobierno que merecemos, y donde cada mexicano pueda vivir dignamente sin tener que mendigarles nada a los partidos políticos que, él mismo financia por medio de los impuestos.

Es ahora o nunca, el momento para cambiar nuestro gobierno para nuestra gente del presente, del futuro, y en conmemoración para aquellos de días pasados que precisamente entregó su vida en favor de un mañana mejor.

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La importancia del estado laico

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Con el paso del tiempo, México ha conquistado diversas características que hoy definen su estructura estatal y gubernamental; entre dichos aspectos puede mencionarse la democracia representativa, la cual ha sido defendida, con el costo de vidas humanas, de regímenes autoritarios como el Porfiriato.

De igual forma, es destacable el carácter republicano que pasó por diversos periodos históricos para consolidarse como tal; asimismo, resalta la laicidad en lo que se refiere a una característica de la forma en que se encuentra constituido nuestro país, la cual no solo fue difícil conquistar, sino que es aún más difícil de mantener hasta nuestros días.

Entiéndase, en primera instancia, laicidad como aquel principio por el cual un estado no sostiene religión oficial alguna, sino que al contrario, garantiza el libre ejercicio de la libertad religiosa y de conciencia, para que cada ciudadano pueda elegir la que más le convenza en un espacio de apertura y de respeto.




En lo que respecta al principio del estado laico en México, se sabe que el principal promotor fue el presidente Benito Juárez, que comenzó con el largo camino de la separación entre la iglesia y el estado, por medio de la llamada Ley Juárez.

A través de esta ley, se buscó eliminar los privilegios eclesiásticos en lo referente a la materia civil. Siguiente a la legislación implementada por el presidente originario del estado de Oaxaca, le siguieron otros estatutos, como la Ley Lerdo, la Ley Iglesias, e igualmente, la Constitución de 1857.

Fue gracias a estos primeros pasos por llegar consolidar un país secular, que más adelante, tras diversos capítulos como la ardua lucha contra los conservadores, los mexicanos de otras épocas pudieron atestiguar los frutos de aquella lucha contra el poder desmedido de la iglesia.

Sin embargo, a pesar de contar actualmente con la continuidad del estado laico, reflejado en aspectos como una educación pública que establece entre sus características la laicidad, así como unas prohibiciones expresas en lo relacionado a ostentar cargos públicos con la condición de haber renunciado (en caso de serlo) al cargo de ministro de algún culto religioso, es apreciable la actual fragilidad de dicho principio en estos tiempos.

Desde un congreso de la unión secuestrado por las declaraciones de figuras eclesiásticas como el cardenal Norberto Rivera al momento de legislar sobre diversos temas, hasta eventos penosos como el suscitado el lunes en el Estado de Nuevo León, donde se usaron las instalaciones del congreso local, para una conferencia con fuertes alusiones religiosas y con la presencia de ministros de culto, se concibe el evidente peligro al que se encuentra expuesto el estado laico.

Si México desea crear un progreso considerable en sus leyes, debe desembarazarse de una vez por todas, de la iglesia, y no permitir que esta le diga que hacer a sus legisladores, mucho menos dejar que se repita lo sucedido en Nuevo León.

Es cierto que el estado laico es un principio de la concepción que tenemos de nuestro estado, pero incluso los principios requieren de cierta reglamentación; por esto mismo, entiendo como imprescindible la creación de un cuerpo normativo que regule abiertamente los alcances de la religión respecto con el estado, para que de esta manera, se respeten los recintos como el congreso, en donde se debe legislar, no a impartir conferencias sobre religión.

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Peña Nieto: el presidente que le quedó grande ser mexicano

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Ya han pasado poco más de cuatro años desde aquel día donde los mexicanos, fueron testigos del regreso del Partido Revolucionario Institucional a la presidencia, por medio de Enrique Peña Nieto. En medio de un considerable escepticismo ciudadano, y de un desencanto hacia la oposición, que se había incorporado al sobreestimado “Pacto por México”, comenzaron (para EPN) y volvieron a iniciar (para el PRI en su conjunto) los días dentro de Los Pinos; dejando a un lado los errores en sus discursos, los cuales se referían a información que todo servidor público decente debería saber, la presidencia de Peña inició con el pie izquierdo: fomentando una reforma energética que desmantela los logros de Cárdenas por mantener nuestros recursos dentro de la esfera soberana.

Igualmente, continuando una reforma educativa, la cual, requiere de forma urgente modificaciones para convertirse en algo más que una iniciativa de reforma al sistema laboral de los profesores pertenecientes a escuelas públicas; las políticas regresivas de recaudación, como el aumento desproporcional del IVA, constituyen un argumento más para afirmar la política decadente que desde un inicio manejaba el aún ejecutivo.

Ahora bien, encima de la mala gestión inicial, resulta imposible no tocar el tema de los escándalos del presidente y compañía (familia y su gabinete) si se desea hablar de este sexenio por concluir (afortunadamente); la casa blanca de su cónyuge, Angélica Rivera, y el cínico video donde ella trata de justificarla, el avión presidencial, el reciente descubrimiento del plagio a su tesis profesional, las nada creíbles disculpas presidenciales respecto a la casa blanca, la “otra casa blanca”, de su secretario de hacienda Luis Videgaray, los departamentos de su esposa, y más recientemente la invitación a Trump. Todo esto es lo que sucede cuando se elige a un candidato de papel.

En cada uno de estos escándalos, las justificaciones rodeaban de incredulidad a la mayoría de la sociedad: que Videgaray había adquirido sus millonarias propiedades vendiendo obras artísticas que se negaba a mostrar, que si el avión presidencial valuado en millones no podía cancelarse porque resultaría en un mayor gasto, que si Angélica Rivera mencionaba que se habían metido con su familia con el reportaje de su inmueble.

En fin, todo un espectáculo de excusas que ni siquiera ellos se creían llegó a nosotros durante estos años, en los que algunos verdaderamente deseábamos que el escándalo del momento fuera el ultimo, en razón de rescatar la poca dignidad que le quedaba a México en el ámbito internacional.

Hoy, tras haberse suscitado nuevos escándalos, como el plagio de Peña Nieto (el cual se atreve a afirmar descaradamente que se trata de un error metodológico), y como la invitación al candidato republicano, Donald Trump (la cual se consagra como la burla suprema del presidente hacia la nación entera), no solo queda claro (hasta al más fiel militante del PRI), la nula capacidad intelectual, ética y direccional de Peña, sino también nos revela que este personaje, además de quedarle muy grande la investidura de jefe de estado, le queda mucho más grande la de mexicano; pues un mexicano, por más poca capacidad que tenga en los distintos campos, no va a poner de rodillas a su país como lo hizo con Trump recientemente; un mexicano no mancilla de esa manera la bandera y el orgullo de su nación con estos actos tan deplorables que presenciamos en este sexenio por terminar.
Peña, no solo ha sido el presidente que no merecemos ni necesitamos, sino que también ha sido la persona que no merece tener el honor de decirse mexicano.

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Frente Nacional x la familia ¿Homofobia enmascarada?

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“La vida buena está inspirada en el amor y guiada por el conocimiento”
Bertrand Rusell

A raíz de que el presidente, Enrique Peña Nieto, diera a conocer las iniciativas de ley en materia del matrimonio igualitario, adopción homoparental y certificado de género, diversos grupos comenzaron a expresar inconformidad ante estas propuestas legislativas, bajo el discurso de la defensa del matrimonio tradicional y de “nuestros hijos”.

Entre dichos colectivos, se encuentra el llamado “Frente Nacional x la familia”, el cual se destaca por buscar promover el mantra previamente mencionado, a través de la programación de movilizaciones por todo el país; al ciudadano no alineado a estos colectivos, le resulta inevitable preguntarse ¿por qué motivo se menciona “en defensa”, del matrimonio tradicional? ¿No se supone que, para defenderse, primero uno debe ser atacado? ¿De qué se están defendiendo?

Francamente, no comprendo como el hecho de que el matrimonio logre ampliarse constitucionalmente, para que las parejas del mismo sexo tengan permitido unirse legalmente, funja como un factor que vulnere los matrimonios heterosexuales.

Tal posición me resulta equivalente a concebir una escena de siglos atrás, donde los estadounidenses simpatizantes de los estados confederados observaban la libertad de los afroamericanos como una amenaza para la libertad propia, cerrando de esta forma, su corazón hacia la bondad y la solidaridad que todo ser humano debería tener en común con sus hermanos.

Por otro lado, me resulta inconcebible que aquel grupo hondee la bandera de protección hacia los hijos, ya que ¿dónde estaban ellos, cuando la violencia azotaba nuestro estado y comprometía la seguridad de los menores?; O bien ¿por qué no están defendiendo a sus niños, protestando contra los escándalos de pederastia llevados a cabo por sacerdotes? ¿Y qué hay de la desnutrición infantil a la que un gran número de infantes de nuestra nación se enfrentan todos los días? ¿Por qué no protestan por estas problemáticas, las cuales verdaderamente arruinan la infancia de los niños?

Analizando esta ausencia de movimiento ante conflictos pasados y actuales, que realmente se conciben como un calvario para los más chicos, se entiende que este lema es tan solo una máscara, la cual oculta una intolerancia hacia la homosexualidad.

Asimismo, la oposición frente a estas banderas no solo habrá de provenir de la defensa hacia la igualdad en derechos humanos, sino que también hacia la defensa del estado laico pues, ¿Cómo es posible que, después de tantos años de haber separado la religión del estado, se observe tanta dificultad en legislar en favor de la progresividad de derechos, debido a la moral religioso?

Simplemente no debe permitirse que una nación que defiende lo secular de sus instituciones gubernamentales y poderes, caiga en dicho juego y titubee al momento de garantizar la ampliación de las garantías individuales.

Finalmente como país que instituyó en sus bases el hecho de ser una nación laica, no debe dejar que se limite la educación sexual (como se observó en nuestro estado no hace mucho tiempo por parte de otro grupo de corte conservadora), pues la educación pública debe fundarse sobre bases científicas, libres de ideas religiosas.

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La importancia del seguimiento legislativo

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Hoy en día, se puede apreciar un hartazgo general hacia las instituciones debido a la corrupción, ineficiencia y falta de opacidad de las mismas; a raíz de este hartazgo, surgen grupos ciudadanos que buscan plantar cara y cambiar la situación actual en la que el país se encuentra inmerso.

Entre las consignas que son llevadas por la bandera del cambio, podemos recalcar la defensa del medio ambiente, la búsqueda de la incorporación de herramientas para la realización de una democracia participativa, y finalmente, el seguimiento legislativo.

Este último ha sido de gran relevancia últimamente en Nuevo León, estado donde se han creado organizaciones ciudadanas como Observemos al Congreso y Curul 43. Estas mismas tienen un objetivo en común: difundir lo más posible las labores realizadas por el congreso local, y de esta forma, llevar a la realidad el carácter público que deben tener las actividades llevadas a cabo por nuestros diputados.

Ahora bien, indudablemente más de uno vendría a preguntarse ¿por qué esto resulta relevante? ¿En que beneficia a la ciudadanía la existencia de tales colectivos? Para responder dichas preguntas, convendría explicar primero lo que significa vivir en una democracia representativa; a pesar del evidente hartazgo social, parte de la población aún no aprecia lo que significa vivir en una democracia del carácter antes mencionado, y no en la que las mismas autoridades nos han hecho pensar: en una democracia electoral.




La primera implica un compromiso continuo en llevar el poder del pueblo y las decisiones que estos deliberen, desde el voto hasta el último día de funciones del servidor público electo por medio del sufragio, mientras que la segunda nos remite únicamente a llamar democracia, el hecho de votar cada 3 años por un político que ejecutara su voluntad sin tomar como determinante la voz de la sociedad.

De esta forma, la democracia representativa que designa nuestra constitución como la forma de gobierno, comprende algo más que depositar una papeleta en una urna, para elegir quien hará su voluntad por tres o seis años. La democracia representativa se entiende como el hecho de trascender el ejercicio democrático diariamente, y esto significa una subordinación de los servidores públicos electos a la voluntad de la mayoría, así como una obligación de estos mismos por hacer públicas sus actividades y dar a conocer toda información concerniente al quehacer parlamentario mediante la mayor transparencia y accesibilidad posible.

Desafortunadamente, a consecuencia de la desinformación sobre la naturaleza de dicho modelo democrático, no existe el ejercicio adecuado por parte de la ciudadanía por dar a conocer a su representante legislativo la voluntad dela mayoría de su sector, y mucho menos existe un deber de gran parte de los funcionarios públicos en lo referente a invitar a la sociedad civil al hecho de apreciar las actividades diarias, así como difundir de manera sencilla lo realizado.

Debido a esto, organizaciones como las antes mencionadas (Curul 43 y Observemos al Congreso) son un puente que nos hará ver hacia que donde debemos concentrar nuestras fuerzas por cambiar al país, lo cual puede ser logrado, mediante un riguroso ejercicio de seguimiento de los servidores públicos y sus actividades.

Hoy, más que nunca, debemos defender, no solo que el poder dimane del pueblo, sino que este mismo permanezca en el pueblo, y no nos sea robado por parte de los políticos corruptos.

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Fernando Elizondo ¿Dispuesto a quedarse cinco años más dentro del “broncogobierno”?

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Hace más de un año que los nuevoleoneses fuimos testigos, no solo de la primera victoria por parte de un candidato no militante de un partido político, sino de aquella alianza consolidada por Fernando Elizondo hacia Jaime Rodríguez, la cual tuvo respuestas de todo tipo; decepción por parte de algunos que veían con malos ojos al candidato independiente, asombro por parte de los no tan familiarizados con el ámbito político, e igualmente, admiración por parte los ciudadanos que poseían una fe suficiente hacia su persona como para confiar en tal decisión.

¿Cuál fue el resultado de dicha alianza? Hablando desde una óptica personal, pero con el atrevimiento de pensar que dicha visión es compartida por más personas, la repercusión de esta mancuerna Jaime-Elizondo desembocó en una victoria aplastante, en comparación con los votos obtenidos por los demás aspirantes a gobernador.




Ahora bien, posterior a la esperanza cumplida de la sociedad en cuanto a romper con el bipartidismo mediante el triunfo de una persona no afiliada a una agrupación política, el papel del ex candidato a gobernador como elemento imprescindible para la empresa previamente mencionada, era apenas la punta del iceberg; Fernando Elizondo, al fungir como enlace y coordinador de las distintas secretarías de estado, ha demostrado que el espíritu de aquel gobernador interino no ha desaparecido a pesar del tiempo, sino que, al contrario, los años han fortalecido su voluntad para servir al pueblo.

Sea a través de juntas con los funcionarios públicos, o con la ciudadanía en los eventos públicos o bien, en mesas de diálogo junto a los distintos sectores de la población, como los pueblos originarios que residen en Nuevo León, hemos podido observar en él una actitud de resiliencia frente a los desencantos del actual gobierno comandado por el ex priísta, ahora independiente.

No obstante, bajo esta realidad (desde mi punto de vista) que vive Nuevo León de un desengaño, de una desilusión consecuente de haber esperado un gobernador que fuera a cambiar todo el estatus quo del estado, no está de más preguntarse lo siguiente: ¿El señor Elizondo, permanecerá en el barco independiente?

Lo anterior se menciona en virtud de que, si bien Elizondo ha logrado contribuir a mantener la cohesión dentro del grupo, han sido numerosos los desencantos por los que ha atravesado en este año cumplido de ejercicio gubernamental; casos recientes como lo ocurrido con Rodrigo Medina (acusado de un solo delito), parecieran inclinar la balanza a lo anteriormente dicho. Asimismo, abundan actualmente rumores que tienen la misma inclinación sobre dicho supuesto de una probable renuncia.

¿Estaría mal vista la dimisión de Barragán? Más que una visión, considero que, a pesar de que probablemente su dimisión desemboque en un entierro de la formula independiente, él está en todo su derecho, pues él fue quien se atrevió a declinar en favor del actual ejecutivo, haciéndole ganar las elecciones, por lo que su dimisión sería una especie de retribución, o mejor dicho de cobranza hacia lo realizado.

Finalmente, considero que este escenario que muchos imaginan (algunos desde mucho tiempo atrás) era imposible de no concebir, pues no es más que una posible repercusión de lo que sucede cuando un político fantoche tiene a su disposición un funcionario que necesita, pero que no merece.

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La historia se repite: Primera dama con departamento de lujo en Miami

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Han transcurrido casi dos años desde que fue descubierta la famosa “casa blanca”, inmueble situado en Lomas de Chapultepec en el DF con escrituras a nombre la primera dama, Angélica Rivera; desde ese acontecimiento se han encontrado nuevos casos que revelan aquella nefasta complicidad entre la empresa Grupo HIGA, con el ejecutivo y compañía.

Sea con Videgaray y su casa en Malinalco (supuestamente pagada con obras de arte que el Secretario de Hacienda aún no se ha dignado a revelar), o con la otra “casa blanca” perteneciente al Secretario de Gobernación, Osorio Chong, el conflicto de intereses entre la empresa de Juan Armando Hinojosa Cantú y el poder ejecutivo raya en el máximo cinismo.

Verdaderamente, el hecho de fungir como la constructora de las casas de la primera dama, del Secretario de Hacienda y del Secretario de Gobernación, es, sin lugar a dudas, una burla hacia el pueblo de México.

Ahora bien, remontándonos a lo ocurrido con Angélica Rivera y el inmueble que, supuestamente adquirió gracias a las millonarias remuneraciones que le otorgó la empresa TELEVISA por su trabajo como actriz, parece ser que no es la única propiedad que esta posee gracias a “su sueldo”. Recientemente, se ha descubierto, que Rivera es también propietaria de un departamento de lujo ubicado en Miami, valuado en dos millones de dólares.




¿Nuevamente el Grupo HIGA relució como la empresa facilitadora de tal empresa? Esta vez, no fue requerida dicha compañía para defender a capa y espada el estandarte del conflicto de intereses, sino que fue ahora la empresa, Grupo Pierdant, el que se encargó de ondear dicho estandarte.

Ahora bien, la historia no termina aquí: no solo se sabe que la persona moral, Grupo Pierdant, se encuentra compitiendo para conseguir concesiones en diversos puertos de México, sino que también, la hasta ahora, actriz mejor pagada de todo México parece haberle surgido la vocación por mantener una relación aún más directa con las empresas; esto, al encontrarse su departamento bajo el nombre de la empresa UNIT 304 OTO, INC.

Si bien era un cinismo colosal lo suscitado con la casa blanca, este nuevo escándalo resulta aún más deplorable: una cosa es adquirir un inmueble a nombre propio y no poder corroborar el origen de los recursos monetarios con los que se adquirió dicha propiedad, pero otra cosa es el, no solo no poder declarar la procedencia de dichos recursos, sino que utilizar el nombre de una empresa como dueño en vez de a nombre propio.

No comprendo cómo llegará el gobierno a justificar dicho suceso, ni tampoco como la gente permanecerá inmóvil después de lo ocurrido, pues me resulta inaudito que, después de tantas humillaciones y engaños, siguiéramos en el silencio y aceptáramos esta clase de situaciones que no son más que una traición a cada uno de los mexicanos.

Finalmente, no merecemos este tipo de gobierno experto en engañar y encubrir, en corromper y en saquear y realizar tratos bajo el agua con empresas que son parte de este compadrazgo. ¿Cómo cambiarlo? Preguntarán algunos. Pues bien, el cambio consistirá en que todos salgamos a las calles, a exigir y luchar (de forma no-violenta) por ese México que merecemos.

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