En la política, como ya se sabe, es costumbre presenciar toda una serie de artilugios que los funcionarios utilizan para no perder o recuperar su credibilidad o bien, conservar su poder; sean por medio de falsas acusaciones hacia los adversarios, de apoyos hacia iniciativas de ley que buscan romper con la forma tradicional de hacer política (como el caso de Margarita Zavala colgándose del estandarte de Kumamoto de “sin voto no hay dinero”), o de “candidaturas independientes”, la clase política busca, y encuentra, el triunfo de la empresa ya estipulada.
Ahora bien, resaltando la última estratagema, las candidaturas independientes si bien representan el triunfo (a pesar de los requisitos que lo complican) de la lucha por el derecho a ser votado, no se escapan de ser utilizadas para fines contrarios al bienestar del pueblo y a la lucha por un país mejor; tal es el caso de diversas situaciones que hemos presenciado en nuestra entidad federativa.
Tras el auge por las candidaturas independientes que resultó del triunfo de Jaime Rodríguez Calderón, no se hicieron esperar los intentos por proyectar, más que un movimiento, una imagen de político sin partido; fue así como los nuevoleoneses pudimos atestiguar una serie de actos desesperados y carentes de congruencia.
Dicho conjunto de acciones comenzó con la diputada Karina Marlen Barrón Perales, y el diputado Marco Antonio Martínez Díaz los cuales, tras haber contendido y ganado la diputación local, fungiendo como candidatos por el Partido Acción Nacional, optan por renunciar a su militancia; tras la renuncia, se abre una nueva bancada bajo el seudónimo de “Bancada independiente”; es ahí donde inicia el show y los baños de pueblo a que ya estamos acostumbrados a ver.
Igualmente, un tiempo después la bancada “independiente” consiguió un nuevo adepto: Jorge Alan Blanco Durán, diputado cuya candidatura por la diputación fue por medio del partido Movimiento Ciudadano.
Al igual que los diputados albiazules, el funcionario Blanco no esperó para sumarse al estandarte de no tener partido (una vez ya habiendo ganado la candidatura por la agrupación política, claro), y eligió el camino de renunciar a su militancia política, fungiendo como el tercer funcionario de la bancada independiente.
Finalmente, hace poco se ha repetido la estratagema, esta vez por parte de un diputado integrante del partido con mayor antigüedad del país: Eugenio Montiel Amoroso.
Al igual que los pioneros que inauguraron dicha práctica, Montiel procedió a ejecutar la misma estrategia: citar diferencias irreconciliables entre él y su bancada, y proceder a su renuncia.
Al ver esta serie acciones, que no parecen más que un circo como cualquier otro en esta tragicomedia que es la política mexicana, yo me pregunto ¿qué tanta desesperación y que tanta hambre de poder se debe tener, como para aplicar estrategias tan carentes de inteligencia? ¿Cómo va a ser independiente aquel que ganó representando a un partido, y posterior a la victoria renuncia a la militancia, y se corona como si desde campaña hubiera contendido sin el respaldo de agrupación política alguna?
Del lado del que lo queramos ver, eso no es ser independiente, eso es ser oportunista y cómplice de lo rancia que está nuestra política; asimismo, esa no es una bancada Independiente, es una bancada mixta en todo caso, pues alberga todo una mescolanza de colores de personas que se les ocurrió dejar su militancia después de haber ganado las elecciones con respaldo de tales colores.
A las cosas hay que llamarlas por su nombre, y ese cuarteto definitivamente no es “independiente”.
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