Financiamiento Público a Partidos Políticos 2018

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En los últimos días, un tema que ha venido tomando relevancia en medios nacionales es el presupuesto aprobado por el INE para el financiamiento público de partidos políticos en nuestro país, que alcanza una cifra record desde que se tiene registro. Se aprobó una bolsa acumulada (30% distribuido equitativamente entre partidos y 70% en proporción con los votos obtenidos en la última elección federal) de 6,788 millones de pesos para repartir entre los partidos políticos ($1,689,000,000 para el PRI, $1,281,000,000 para el PAN, 773 millones para el PRD, 650 millones para MORENA, 578 para el verde y 537 para el Movimiento Ciudadano, entre otros.

Esta bolsa además no contempla los recursos que recibirá a nivel local cada partido de parte de los OPLES lo cual eleva la bolsa acumulada a un gasto de 11,904 millones de pesos en total para el 2018. El INE argumenta que se trata del presupuesto más alto de la historia porque la Ley General de Partidos Políticos estipula una fórmula donde se multiplica la Unidad de Medida y Actualización (en 2016 reemplazó al salario mínimo) por el número de ciudadanos en el padrón. Este monto además se incrementa en un 50% si hay elección presidencial o 30% si son elecciones intermedias. Esta misma fórmula aplica desde 2014 gracias a la Reforma Político-Electoral en todos los estados del país a nivel local, por lo cuál el incremento será aún mayor. Dato curioso si consideramos que desde la Reforma Electoral del 2007 los partidos políticos ya no gastan en spots de radio y televisión lo cual antes les consumía hasta la mitad de sus presupuestos en los casos más extremos.

Contrario a lo que pudiésemos pensar, si existen argumentos de porque debiese de haber financiamiento público para partidos políticos. De hecho de los países de la OCDE, 34 de 35 dan financiamiento público a partidos (todos excepto Suiza), además el 65% obliga a los institutos políticos a transparentar el gasto de los mismos. 17 de estos 35 países prohíben donaciones anónimas a partidos y 13 las regulan con límites, 10 naciones no permiten aportaciones de los ciudadanos y 14 establecen límites para estas. El financiamiento público para partidos políticos tiene como fin incentivar la participación dándole oportunidad a las fuerzas políticas menores y buscando generar condiciones más parejas para las distintas fuerzas políticas para evitar cacicazgos de partido que pudiesen darse en algunos estados.

Lamentablemente en nuestro país la realidad que vivimos es muy distinta, la gente esta cansada de los partidos políticos y la confiabilidad que tienen en ellos es muy poca, según estudios y encuestas realizadas a nivel nacional por distintas instituciones. Este aumento programado desde hace tiempo del gasto público en partidos viene a ser todavía más polémico si consideramos que somos un país con más de 57 millones de pobres y que desde la caída en el precio del barril de petróleo en 2013 los gobiernos federal, estatales y municipales han estado pugnando por medidas de austeridad que han venido perjudicando inversiones importantes en infraestructura y programas sociales.

Soy un convencido que la discusión debería estar más enfocada en cual debería de ser el esquema de financiamiento y los mecanismos para transparentar el gasto en este rubro. Debemos de evitar caer en el discurso populista de eliminar el financiamiento público a partidos políticos pero también hay que evitar el otro extremo y defender las cosas como están. Considero que los partidos políticos tienen un gran reto y creo que combatiendo a la corrupción y con políticas más sociales pueden recuperar la confianza de la gente y talvez obtener su aprobación para que parte de sus impuestos se gasten en este tipo de actividades.

Fuentes: El Norte, INE, OCDE.

#ContraPortada: “Una Luz al Final del Túnel: El Sistema Nacional Anticorrupción”

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La corrupción es el problema más grande que tiene México, según la percepción de los ciudadanos. El INEGI afirma que en el país se realiza un acto de corrupción cada 3.5 segundos, vaya rapidez.

A pesar de haber aumentado el presupuesto asignado para combatir la corrupción en el país, la realidad es que año con año ocupamos los primeros puestos del ‘corruptómetro’ en comparación con otros países de la OCDE.

Sí, es la época donde Javier Duarte se ríe de las autoridades mexicanas mientras desfalcó a Veracruz y lo convirtió en un cementerio de periodistas. Sí, es la época donde Rodrigo Medina hundió las finanzas de Nuevo León y se pasea por el mundo sin un gramo de preocupación. Sí, es la época de las casas blancas, de los yates de los junior de la política, la época donde la riqueza se muestra en redes sociales sin importar el origen donde provenga.

Hay una relación directa entre los resultados que se obtienen en la prueba PISA sobre matemáticas, lectura y ciencias entre los países con las peores calificaciones en la percepción de corrupción. En ambas, México ocupa las peores calificaciones.

Entre el 2014 y 2016 aumentó un 94% el presupuesto asignado al combate a la corrupción para las instituciones públicas, mientras el INE pierde estrepitosamente su credibilidad con las acusaciones de fraude en las elecciones de Coahuila y el Estado de México.

Lo cierto es que como nunca antes hemos integrado esfuerzos de diversos elementos sociales que, luego de un hartazgo profundo y de una conciencia cada vez más activa, que ahora se traduce en un cúmulo de exigencias capaces de articular el Sistema Nacional Anticorrupción.

Un Sistema Nacional Anticorrupción que es aún demasiado perfectible, pero que nos genera una luz, aunque todavía opaca, al final del túnel. Una luz que hemos creado sociedad, IP, gobiernos con voluntad o por necesidad y un inevitable ajuste a las exigencias ciudadanas por derrumbar, piedra por piedra, el monstruo de mil cabezas llamado corrupción.

¿DÓNDE QUEDÓ EL “MEXICAN MOMENT”?

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Al inicio de la gestión del actual presidente de México, era “inminente” la llegada de una época mexicana repleta de gloria económica, mejores condiciones sociales y un paquete de reformas estructurales que transformarían al país.

Hoy, a cuatro años, el ‘mexican moment’ se ha pulverizado.

Y, como siempre, los ciudadanos- que de ciudadanos solo tienen el nombre- han decidido cargarle la totalidad de la culpa a Enrique Peña Nieto y su gabinete. Y seguramente tienen parte de razón, las reformas han entregado pocos o nulos resultados, la economía ha sufrido un fuerte golpe y la violencia no para.

Pero ¿quiénes son los otros culpables de la desaparición del mexican moment? Los más de 120 millones de mexicanos que habitamos un país necesitado de nuevos y mejores líderes sociales. No nos hemos detenido a pensar que le estamos entregando al país a los peores ciudadanos; esos que ven a sus papás darle mordida al tránsito, que se metan a la fila del banco, los que te ven comprando cerveza en depósitos clandestinos, pasarte un semáforo en rojo o quejarte todos los días de “tener que trabajar”, como si todos tuvieran ese privilegio.

Sin embargo, hoy más que nunca estoy convencido de la calidad de líderes jóvenes con los que contamos y las redes sociales nos han permitido conectarlos poco a poco para trabajar en conjunto. Hoy la mujer se refleja en “lady matemáticas” y no en las actrices de telenovelas, los jóvenes apuestan por emprender e innovar y no les da miedo enfrentarse a retos. ¿Qué más podemos perder?

El mexican moment no se ha ido solo porque un grupo de analistas haya dictado que la volatilidad económica, la caída del petróleo, el bajo desempeño de la reforma fiscal o el poco impulso del gobierno a la innovación sepulten las esperanzas de un país tan grande como sus ciudadanos lo crean.




Ya no nos quejamos del empleo o de la mano de obra más barata de la OCDE, ahora emprendemos y generamos nuestros propios empleos. Las mujeres autodenominadas “chingonas” que pretendían ser la mejor versión de cenicienta y que las mantuvieran sin ningún esfuerzo han quedado atrás y en su lugar estamos rodeados de una generación de mujeres talentosas que se preparan para dirigir el rumbo de México.

Hoy más que nunca, veo la posibilidad de cambiar la conversación y encumbrar un verdadero “momento mexicano”, los Mario Molina y Alejandro Gónzalez Iñarritu nos han dejado claro que el límite no es más que una barrera mental que nosotros nos ponemos.

Estamos siendo testigos de un grupo de rebeldes y aventureros descarados que no le temen al riesgo y que disfrutan la adrenalina del todo por el nada. Que venga el momento mexicano, porque como buenos mexicanos lo queremos ahora y lo queremos a nuestra manera.

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– “Todos los puntos de vista son a título personal y no representan la opinión de Altavoz México o sus miembros.”

LA POBREZA A MUCHA HONRA

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En los últimos reportes de la OCDE la cantidad de personas en condiciones de pobreza o extrema pobreza ascendía a más de 60 millones, prácticamente uno de cada dos mexicanos vive en estas condiciones. Además, México ocupa el deshonroso lugar #2 entre los países más desiguales de Latinoamérica.

A muchos estas cifras ya les parecen “normales”, para la clase alta y media alta de la población mexicana representa un daño colateral inevitable a causa de tener una economía tan endeble y para nuestros políticos es la dictadura perfecta porque la pobreza es asegurarse votos a cambio de miserias.

Pero, ¿qué piensan los pobres de esta situación?: En México se corre y canta la frase “Pobre, pero a mucha honra” y para muchos de los que la padecen representa un sinónimo de humildad, de esfuerzo, de orgullo e incluso de naturalidad.

…¿qué piensan los pobres de esta situación?: En México se corre y canta la frase “Pobre, pero a mucha honra” y para muchos de los que la padecen representa un sinónimo de humildad, de esfuerzo, de orgullo e incluso de naturalidad.

Estamos repletos de televisión basura que mediante su teatro estelar (las telenovelas) retratan la esperanza de nacer y morir felices a pesar de sus condiciones, lo proyectan como una condición divina e incluso despiertan esperanzas mal fundadas en la suerte de “algún día la cenicienta encontrará a un hombre rico que se enamorará y le propondrá matrimonio” y con ello se acaba la pobreza.

En el cine se han ofertado en cartelera películas muy populares como “Nosotros los nobles” o recientemente “¿Qué culpa tiene el niño?” que entre risas siguen concibiendo a la pobreza como una condición de honra y orgullo.

Lo cierto es que la pobreza en México es una de las principales causas de corrupción, delincuencia, desigualdad social y retroceso educativo y para nada puede ser tomada como una condición honrosa en un país con tanto capital humano, con perfectas condiciones geográficas y con la esencia del trabajo duro en nuestras venas.

…la pobreza en México es una de las principales causas de corrupción, delincuencia, desigualdad social y retroceso educativo y para nada puede ser tomada como una condición honrosa en un país con tanto capital humano, con perfectas condiciones geográficas y con la esencia del trabajo duro en nuestras venas.

Vaya, no critico en lo absoluto la esencia de vivir al máximo con lo que tienes, pero mientras la conversación de pobreza no cambie, nuestros grandes problemas se irán acrecentando hasta llegar al colapso.

La condición de pobreza debe representar la necesidad de crear y aprovechar oportunidades, de trabajar duro, de capacitarse y preparase, de buscar aumentar mi calidad de vida y la de mi familia. La conversación debe girar en torno a un país donde aún cuando la mitad nacen en condiciones de pobreza, se encuentra en construcción para salir de ella. El trabajo de gobierno, del sector privado, de la academia y de la misma sociedad debe estar encaminado en disminuir la pobreza, crear oportunidades y establecer las condiciones necesarias de crecimiento y desarrollo.

Que a partir de hoy el “pobre pero honrado” se transforme en “próspero en construcción” porque si nuestra única esperanza de crecimiento y de eliminación de la pobreza es un gobierno perfecto y honesto, millones seguirán naciendo y muriendo en condiciones deplorables.

Nadie tiene la culpa.

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– “Todos los puntos de vista son a título personal y no representan la opinión de Altavoz México o sus miembros.”

Pensiones: un problema latente

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Los avances en materia de salud han elevado la esperanza de vida, que aunado a la existencia de una mayor planificación familiar han derivado en que la estructura poblacional comience a tener forma de pirámide invertida; es decir, que la proporción de adultos mayores en relación al número de jóvenes se incremente considerablemente. Lo anterior exige que los gobiernos tengan un plan de largo plazo para prevenir el pago de pensiones, que a pesar de ser un problema para grandes economías, los países no realizan los esfuerzos necesarios para atender la contingencia, sino que reaccionan hasta que el problema se hace evidente.

En México, gran parte de las pensiones están a cargo del IMSS, el cual deberá destinar 68 mil mdp a este concepto en 2016. Esto representa una presión fuerte para el instituto, y atender el pago de pensiones significará destinar menos recursos para el sistema de salud. México ha realizado diversas reformas en el sistema de pensiones que no han eliminado el problema que este tema significa para las finanzas del país. Muchos estados prevén que el periodo crítico para el pago de pensiones serán los próximos 8 años, y después la carga para el gobierno disminuirá, esto como consecuencia de la reforma de pensiones de 1997.

Es importante que la legislación de nuestro país no solo contemple la realización de aportaciones para el retiro, sino que esta sea lo suficiente para garantizar que las personas puedan atender todas sus necesidades.

En nuestro país la aportación al sistema de pensiones es del 6.5% del salario base del trabajador, pero esto no garantiza que existan los recursos necesarios para otorgar una pensión suficiente para la manutención del adulto mayor. Según estimaciones de la OCDE es necesario elevar el porcentaje de aportación a un rango entre 13% y 18%. Si en la edad de retiro los trabajadores no cuentan con una pensión suficiente para satisfacer sus necesidades básicas, se agudiza la presión al gobierno para incrementar los recursos destinados a los programas sociales que atienden a este sector de la población, lo cual se traduce en un costo para toda la sociedad.

Es importante que la legislación de nuestro país no solo contemple la realización de aportaciones para el retiro, sino que esta sea lo suficiente para garantizar que las personas puedan atender todas sus necesidades. Para ello es importante que el ahorro de los trabajadores sea invertido de forma eficiente, buscando alcanzar el máximo rendimiento posible, sin poner en riesgo el patrimonio adquirido.

En nuestro país la aportación al sistema de pensiones es del 6.5% del salario base del trabajador, pero esto no garantiza que existan los recursos necesarios para otorgar una pensión suficiente para la manutención del adulto mayor.

En nuestro país no hemos desarrollado por completo la cultura del ahorro voluntario para la edad del retiro, muchas personas no piensan qué pasará cuando ya no estén en condiciones de trabajar. En algunos sectores del gobierno ni siquiera existe un estudio actuarial que estime el tamaño de la contingencia, y esto hace que sea muy difícil planear. Tanto el gobierno, las empresas, como la sociedad tenemos que tomar acciones que permitan garantizar los recursos necesarios para que las personas en edad de retiro puedan tener una vida de calidad.

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¿Vivir para trabajar o trabajar para vivir?

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“Dan las seis y Zutanito desaparece, se nota que no tiene compromiso con el jale”; esta es una frase que se escucha en los escritorios de no pocas organizaciones en Monterrey. En lugares así, donde la cultura de trabajo es motivo de orgullo y uno de los aspectos más importantes de la vida, estas conductas pueden llegar a abundar y alcanzar matices indeseados.

Quedarse a trabajar horas extra, sin esperar remuneración alguna es una demostración de que tenemos “puesta la camiseta”; pedir un pago por ellas es casi un pecado. Con ello se construye un juego de suma cero alrededor de la auto explotación: no trabajar extra es mal visto y en el largo plazo puede costar el empleo u oportunidades de mejora pero, al tener los trabajadores esto en cuenta, los esfuerzos de unos y de otros se anulan, creando un mercado de horas extra cuya única recompensa es que a las 12 de la noche, el tráfico a casa es inexistente.

México es el país de la OCDE donde la gente trabaja más horas al año, el problema es que pocas veces, las horas adicionales son remuneradas.

México es el país de la OCDE donde la gente trabaja más horas al año, el problema es que pocas veces, las horas adicionales son remuneradas. Tenemos la segunda peor calificación en equilibrio entre vida personal y laboral, sólo por detrás de Turquía. Del total de asalariados en el país, 28.8% labora más de 50 horas a la semana y dos tercios de este personal no recibe pago adicional alguno por este trabajo.

La falta de un ingreso por las horas extras no es el único costo derivado de esta práctica, existe también un efecto dominó que se extiende a los aspectos personal, laboral y económico.

Como consecuencia de las largas horas de trabajo, la persona ve su calidad de vida disminuida; pasa menos tiempo con su familia y sus amigos, se estresa y enerva con facilidad, tiene el trabajo constantemente en la cabeza.

Primero, como consecuencia de las largas horas de trabajo, la persona ve su calidad de vida disminuida; pasa menos tiempo con su familia y sus amigos, se estresa y enerva con facilidad, tiene el trabajo constantemente en la cabeza y, como advierte la Organización Internacional del Trabajo, su salud se ve perjudicada, especialmente cuando este abuso laboral cierne la amenaza del despido sobre quienes se niegan a trabajar horas adicionales sin retribución.

Incluso, cuando existe un pago por horas extra, se ha demostrado que este no es suficiente para compensar el desequilibrio en aspectos de salud y tiempo libre. A su vez, como consecuencia de los efectos del trabajo extra sobre la salud y el tiempo de la persona, este verá su productividad y capacidad de innovación decrecer considerablemente.

Haciendo un cálculo prudente, si cada empleado que trabaja horas extra lo hace cuando menos 1 hora y si sólo le pagaran el mínimo, esto significaría más de 60 millones de pesos al día que no se retribuyen.

Finalmente, está el aspecto económico. Al trabajar horas extra sin que sean remuneradas o cuando se abusa de la figura, se crea un costo de oportunidad para la derrama económica. Haciendo un cálculo prudente, si cada empleado que trabaja horas extra lo hace cuando menos 1 hora y si sólo le pagaran el mínimo, esto significaría más de 60 millones de pesos al día que no se retribuyen. Por otro lado, estas horas alcanzarían para generar al menos 1 millón de nuevos empleos de jornadas normales. De igual forma, más tiempo en la oficina es menos tiempo libre disponible para realizar otras actividades que, por lo general, implican un gasto (ir al cine o por un café), lo cual reduce los ingresos de actividades dentro de la economía del ocio.

La presión de empresas y la cultura de (auto) explotación crean un perfil distintivo en la ciudad. Nunca como en Monterrey había encontrado en tantas ocasiones, personas que dijeran que un día antes se habían ido a la una, pero de la mañana. Habría que preguntarnos entonces: ¿vivimos para trabajar o trabajamos para vivir?

Khublai Villafuerte
Prospectivista. Intento desenmarañar la realidad para mejorar nuestro entorno.
Twitter: @Khu_89

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