París es el Mundo: Parte 2

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De entre las pocas buenas noticias por rescatar tras los ataques terroristas perpetuados en París la semana pasada, resulta que la violencia ha logrado acelerar la negociación política sobre el cese de fuegos en Siria y es más probable —que antes— que se llegue a un acuerdo pronto sobre el destino del gobierno de Assad, aunque este sea tan sólo un primer paso.

La respuesta en las redes sociales ha sido un debate por sí mismo, pues resulta evidente lo favorecido que está el occidente en la cobertura de noticias a nivel internacional. El principal argumento, absurdo por supuesto, es que como la violencia es cotidiana en el Medio Oriente, es natural que haya una respuesta más intensa cuando suceden los hechos en el mundo occidental.

París no es sólo París, París es la extensión, lo colateral de un conflicto mucho mayor. Las víctimas de París sufrieron una masacre aleatoria en aras de encender una guerra.

Lo que #PrayForParis demuestra, además una conmovedora condolencia colectiva, es que las vidas de estas personas en medio del conflicto son invisibles. La vida de la víctima del Oriente es tomada por menos, no porque se valore menos su vida, sino simplemente porque vivir en circunstancias, usos, costumbres y religiones incomprendidas nos hace absolutamente ajenos al problema. París no es sólo París, París es la extensión, lo colateral de un conflicto mucho mayor. Las víctimas de París sufrieron una masacre aleatoria en aras de encender una guerra, mientras que los civiles sirios (e iraquíes también, por aquello de que el conflicto sobrepasa fronteras) diariamente están expuestos a bombardeos suicidas, tortura, ataques con armas químicas y fusilamientos por parte del estado, en aras de asegurar un terreno fértil para los grupos extremistas.

Los sirios han quedado atrapados en un cuadro sangriento conformado por el régimen totalitario, grupos rebeldes de oposición, una minoría kurda también violenta y extremistas religiosos.

Los sirios han quedado atrapados en un cuadro sangriento conformado por el régimen totalitario, grupos rebeldes de oposición, una minoría kurda también violenta y extremistas religiosos. Como mexicanos, no hemos conocido jamás una situación similar a la de Siria. Es de agradecerse que por lo menos aquí en nuestro hogar, “violencia sectaria”, “guerra indirecta” (proxy war) son conceptos extraños y lejanos, y que nada apunta a que se conviertan en algo familiar.

El conflicto en Siria está cambiando al mundo como lo conocemos, pues reta las nociones que tenemos sobre minorías religiosas, sobre quién es aliado de quién y quién representa el mayor enemigo, renueva el rostro del refugiado, redefine la escala y las capacidades de los grupos terroristas y parece estar re-dibujando fronteras —territoriales al igual que ideológicas— en su totalidad. Considero más certero el hashtag “El Terrorismo No Tiene Religión”, aforismo que refuerza el argumento de que hay mucho más que comprender dentro del presente conflicto.

Considero más certero el hashtag “El Terrorismo No Tiene Religión”, aforismo que refuerza el argumento de que hay mucho más que comprender dentro del presente conflicto.

París es tan sólo un instante, una fotografía de las fuerzas visibles e invisibles actuando en el problema. Es importante analizar bien esta fotografía, ya que la complejidad de la situación, que he tratado de explicar aquí, favorece las percepciones erróneas de quién “tiene la culpa” y nos puede posicionar en un lado de una balanza que en realidad no debería de existir. Las guerras de hoy son más complejas que antes, puesto que vivimos en un mundo de múltiples polos de poder y una economía global intrincadamente tejida, Siria es un ejemplo perfecto de esto.

El prejuicio contra la población musulmana escala especialmente en Europa, pues crece el miedo de que esta ola de refugiados, más la expansión de los grupos musulmanes extremistas, arrasará violentamente contra el mundo occidental. Pero aún cuando Europa aceptase a los más de 4 millones de refugiados en su territorio, juntos aumentarían tan sólo de un 4 a 5% el porcentaje de musulmanes totales habitando allí. También es cierto que, en indudable e inquebrantable mayoría, casi todos los países del mundo condenan las acciones de ISIS, al-Nusra y demás grupos terroristas. La cuestión es que, salvo estos dos ejemplos, hoy en día es más difícil definir quién es terrorista y quién no; cuestión que se debaten Rusia y Estados Unidos, por ejemplo, y que ha obstaculizado las intervenciones mencionadas.

París nos recuerda que, donde quiera que vivamos, el mundo es un lugar eternamente interconectado e inescapable, y todos somos vecinos de todos.

París nos recuerda que, donde quiera que vivamos, el mundo es un lugar eternamente interconectado e inescapable, y todos somos vecinos de todos. Lo que pase aquí también pasará allá. Los refugiados llegan de Siria a Europa huyendo de la violencia, mientras que en Monterrey llegan los empresarios coreanos en búsqueda de oportunidades para sus jóvenes familias y pasan los migrantes sudamericanos escapando de la pobreza. Assad y sus aliados matan a civiles allá mientras que nuestro estado mata a civiles pobres acá. Las actitudes que tomemos para con nuestros vecinos “diferentes”, que en realidad no son diferentes en absoluto, son esenciales para la construcción diaria de la paz, un tesoro en extremo delicado.

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– “Todos los puntos de vista son a título personal y no representan la opinión de Altavoz México o sus miembros.”

París en Inglaterra

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Criticado por muchos, el balompié muchas veces ha sido pretexto para exacerbar el patrioterismo, pues al final se trata de una confrontación entre representantes de dos naciones, y los sentimientos o resentimientos fácilmente pueden salir a flote. Javier Aguirre alguna vez le llamó: “La guerra sin muertos”.

Al final se trata de una confrontación entre representantes de dos naciones, y los sentimientos o resentimientos fácilmente pueden salir a flote. Javier Aguirre alguna vez le llamó: “La guerra sin muertos”.

A veces estos enfrentamientos no sólo involucran a naciones sino que en ocasiones a ciudades o hasta a barrios de un mismo pueblo. Motivos geográficos, históricos, socioeconómicos o incluso religiosos, enemistan a los seguidores de dos oncenas al grado en que la victoria de un equipo más que ser vista como un triunfo deportivo que en nada cambia nuestras vidas, es percibida como la derrota de la cosmovisión contraria. Les ganamos.

Los partidos entre Serbia y Croacia (repúblicas ex yugoslavas), Fenerbache y Galatasaray (zona europea contra zona asiática de Estambul) Celtic y Rangers (Católicos contra protestantes de Glasgow) desgraciadamente muchas veces han llevado a sus aficionados a conductas violentas.

No olvidemos la “Guerra del fútbol” entre Honduras y El Salvador a finales de los años 60, o a los mexicanos que cantaron “Osama, Osama” en un México contra Estados Unidos en Guadalajara.

Más cerca de nosotros, no olvidemos la “Guerra del fútbol” entre Honduras y El Salvador a finales de los años 60, o a los mexicanos que cantaron “Osama, Osama” en un México contra Estados Unidos en Guadalajara.

Podría decirse que los futbolistas suelen entender mejor que se trata de un juego (o tal vez el temor a suspensiones o lesiones los haga entenderlo mejor) y aunque no pocas veces se han visto rebasados, la realidad es que las agresiones son más comunes y extendidas en la tribuna.

Las colectividades reunidas parecen formar entes que manifiestan ideas o sentimientos de forma simplificada a través de frases breves o conductas más primitivas. No hay diálogo entre los miles de un color y los miles del otro. Además de las obvias imposibilidades físicas, tal vez principalmente porque no se trata del espacio idóneo y porque ahí se siente mucho más de lo que se piensa.

Pero estos entes colectivos de comportamiento precario no siempre han sido violentos, sino que a veces han sido lapidarios al abuchear o rechiflar a mandatarios como Díaz Ordaz o Miguel de la Madrid, o se han hermanado a pesar de la enemistad de sus gobiernos como en el partido entre la Alemania Federal y la Alemania Democrática de 1974, o en el Estados Unidos contra Irán de 1998 en el que los jugadores de ambos equipos se tomaron la foto juntos.

Y todo esto nos lleva al día de ayer en Wembley. Si bien es cierto que la rivalidad entre ingleses y franceses es más bien añeja, seguía pareciendo impensable que una enorme colectividad británica entonara la Marsellesa francesa en territorio inglés, y sin embargo, esto ocurrió antier durante el partido entre Francia e Inglaterra.

Los muertos no tienen la culpa de sus gobiernos y eso ni a través de la “representación popular” puede negarse.

Nadie se detuvo a pensar en para qué serviría, qué cambiarían, si había otros conflictos de mayor relevancia en el mundo, si los gobiernos occidentales han castigado cruel y severamente al Medio Oriente, si hay otros muertos que también merecen importarnos, sino que simplemente así lo sintieron: mostrar apoyo a los franceses por los hechos lamentables de la semana pasada, pues al final, los muertos no tienen la culpa de sus gobiernos y eso ni a través de la “representación popular” puede negarse.

La Marsellesa cantada con francés mal pronunciado no cambia nada, al igual que el abrazo de alguien no te regresará a un ser querido que ha muerto, o las lágrimas no te devolverán a tu perro perdido (a menos que comas comida para perro en exceso, como sugería Homero Simpson). Pero no deja de ser un gesto de apoyo que no debemos privar de su nobleza por el pragmatismo: no sirve de nada pero significa mucho.

La condena a las potencias occidentales por su brutalidad en Medio Oriente —muchas veces disfrazada o callada—, la solidaridad con los sirios, musulmanes o con otros sucesos lamentables no es excluyente de un abrazo a los ciudadanos franceses que fueron víctimas el viernes y a una colectividad dolida más por la pérdida de sus personas que por la vulneración de su gobierno o de sus principios ideológicos. Después de todo, nadie le dedicó nada a sus gobernantes ni les pidió que invadieran o tomarán represalias.

Más allá de los dirigentes del país, de sus representantes deportivos, territorios o incluso lenguajes, los miles de un color sintieron la necesidad de abrazar a los miles de otro color, y la forma que encontraron de hacerlo fue cantando al unísono la misma canción.

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El poder de la información y la necesidad de ser consumidores más reflexivos

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La tecnología se ha desarrollado en estos últimos años a niveles vertiginosos abriendo un espectro de posibilidades jamás imaginadas. La “vorágine tecnológica” puede hacerse más palpable si se tiene en cuenta que un niño nacido en 2010 es un nativo digital y ha vivido sus primeros años de desarrollo en contacto con celulares, tablets y notebooks. Este mismo niño, para la edad de 5 años ya es capaz de manejarlos con total naturalidad. De hecho, este importante salto puede verse en las diferencias que hay mismo dentro de los millenials, generación nacida entre 1980 y 2000. Los nacidos hasta fines de los ’80 probablemente no hayan tenido un celular hasta los 17 o 18 años, en cambio, los nacidos a partir del ’95 para los 11 o 12 años ya eran dueños de celulares y la conexión a internet vía banda ancha ya era una cotidianidad.

Los cambios y avances son extremadamente veloces, y la filosofía que rige parece ser “adaptarse o desaparecer”. Al punto que hoy ser un joven adulto sin conocimientos en computación o internet puede llegar a ser una gran limitante para conseguir un buen trabajo. Y hasta los adultos mayores se esfuerzan para ponerse al día con los avances.

La humanidad está más conectada que nunca, y los tiempos de espera se han acortado. Además de volvernos cada vez menos pacientes, nos hemos acostumbrado al fácil acceso a la información. Hoy basta con poner en Google una palabra para encontrar su significado en pocas milésimas de segundos. El acceso a medios de comunicación y redes sociales es tan simple como prender la televisión, tocar un ícono en una pantalla o dar un click con el mouse. Este aumento de contacto y accesibilidad ha vuelto cada vez más influyentes a los medios de comunicación pero, a pesar de que nuclean un nicho de influencia tremendamente poderoso, no son inmunes a los “frenos y contrapesos” que pueda ponerles la sociedad.

Hoy no hay bien más preciado que la información, y quien la maneje tendrá al resto de las fuerzas a sus pies.

Antiguamente no había bien más preciado que la tierra. Luego fueron los ejércitos, el oro, el poder político, etcétera. Si lo pensamos bien vivimos en un mundo en el que casi absolutamente todo tiene un precio, pero hay algo que es muy difícil de cuantificar en dinero y, sin embargo, se ha llegado a pagar millones y millones por ello. Hoy no hay bien más preciado que la información, y quien la maneje tendrá al resto de las fuerzas a sus pies.

Es bien sabido que los medios de comunicación son un negocio, así como la información que circula a través de ellos hacia los receptores. ¡Pero cuidado! No hay que caer en el enorme y común error de creer que la sociedad es totalmente pasiva y, cual objeto carente de voluntad, internalizará todo sin cuestionamientos. Cada vez más las sociedades reaccionan contra informaciones que difunden los medios, campañas publicitarias, dichos de figuras o políticos. Sin ir más lejos, luego de los atentados en Paris el pasado 13 de noviembre, se difundieron por las redes sociales muchas reflexiones sobre porque los medios de comunicación le dedicaron al tema horas y horas de coberturas especiales, cuando días atrás el Líbano había sufrido un atentado y poco se había difundido. Esto vale para los innumerables horrores que ocurren en el resto del mundo cotidianamente, ya sea el avión ruso que explotó en Egipto producto de una bomba, o los más de 310.000 muertos que, según el Observatorio Sirio para los Derechos Humanos, ya se ha cobrado la guerra en Siria.

¿Cuál es el rol de estos medios en la formación de la llamada y discutida opinión pública?

Ahora, ¿cuál es el rol de estos medios en la formación de la llamada y discutida opinión pública? Antes que nada, vale aclarar que a pesar de que no existe consenso sobre una definición particular de que es la opinión pública, podría sostenerse que se trata de una toma de posición, o juicio, de un grupo social sobre algún tema en particular que se encuentra en la agenda pública y que se difunde por algún canal de comunicación. Volviendo a la pregunta, hay distintos estudios que dan cuenta sobre la poca correlación entre lo que los medios difunden sobre algún asunto particular y lo que los espectadores opinarán del mismo. McCombs y Shaw, a través de su teoría del agenda setting, fueron los responsables de arribar a la difundida premisa que reza: “Los medios no son exitosos, la mayor parte del tiempo, en decirle al público que pensar, pero si sobre que pensar”.

Los consumidores de medios de comunicación cuentan con el poder de la reflexión y es preciso que lo utilicen.

Los consumidores de medios de comunicación cuentan con el poder de la reflexión y es preciso que lo utilicen. Es lógico que tras ser machacados días enteros con determinados temas, sólo podamos referirnos a ellos. Pero esto no justifica que no le dediquemos tiempo a buscar, leer e informarnos por nuestros propios medios. Es momento de ocupar un rol más activo en la cadena de circulación de la información. No se debe caer en el lugar común de creer que la opinión pública es única y extrapolable a toda la sociedad, como sostuvo Pierre Bourdieu: “La opinión pública no existe, en el sentido de suma de opiniones individuales; que constituyen una opinión de la media, unánime.”

En definitiva, todo esto nos lleva a cuestionarnos, ¿cuál es el futuro de la comunicación? Aparentemente hay dos posibilidades. Por un lado, puede que esta faceta de una sociedad reflexiva y contestataria siga desarrollándose, obligando a los medios de comunicación a ser más transparentes, serios y claros con respecto a sus posiciones políticas y líneas editoriales. Y por el otro, es probable que terminen de migrar por completo hacia la oferta de entretenimiento “24/7”, estupidizando y distrayendo de los asuntos importantes. Eso todavía está por verse.

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París es el Mundo

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París no es nuestro traspatio, sin embargo, los desgarradores ataques terroristas del fin de semana pasado se sienten con especial dolor en el mundo occidental. París es un reflejo de lo que está sucediendo en la escala mundial. Hoy, París es el Mundo. Estos párrafos -que de nuevo tuve que escribir en dos partes, ahí dispense- son un esfuerzo por conmensurar el gran panorama de la situación, para permanecer inteligentes ante las circunstancias y combatir el contragolpe de racismo y odio que estos atentados seguramente están propiciando en contra del Islam en el mundo occidental.

Desde hace cuatro años y medio existe una guerra civil en Siria que ha cobrado la vida de más de 250,000 personas, herido a más de 800,000, obligado a por lo menos 4 millones a huir del país en búsqueda de refugio y a 7.5 millones más a desplazarse de sus hogares huyendo de la violencia. Mucha atención se le ha dado a la consecuente crisis de los refugiados, calificada como la peor crisis humanitaria desde el genocidio de Rwanda.

La guerra en Siria es efecto de la llamada “Primavera Árabe”, una serie de protestas, revueltas y guerras civiles en contra de gobiernos autoritarios del mundo árabe con décadas al poder y a favor de una democracia.

La guerra en Siria es efecto de la llamada “Primavera Árabe”, una serie de protestas, revueltas y guerras civiles en contra de gobiernos autoritarios del mundo árabe con décadas al poder y a favor de una democracia. De esta Primavera, algunos países lograron derrocar a sus líderes y salieron relativamente ilesos, como fue el caso de Túnez, Egipto, Libia y Yemen; mientras que otros países como Bahrein sufrieron levantamientos más fuertes. Otros tantos experimentaron protestas que variaron en dimensión. Siria ha sido indudablemente el peor afectado, puesto que las condiciones de división política, social y religiosa, sumados a una desproporcionada represalia a las protestas pacíficas y crímenes de guerra por parte de las fuerzas de Bashar Al Assad, han favorecido un rápido escalamiento del conflicto.

El caso de Siria es en extremo complejo y representa el quiebre de numerosas tensiones preexistentes. De las que puedo enlistar se encuentran la creación de fronteras artificiales en la región del Medio Oriente por los poderes coloniales de Francia y el Reino Unido tras la 1ª Guerra Mundial, que apretujaron arbitrariamente a una diversidad de religiones y grupos étnicos; la promoción (también colonial) de una minoría religiosa para gobernar sobre las demás; el descontento social por la pobreza; la falta de oportunidades laborales; una prolongada sequía a causa del cambio climático que erradicó poblaciones enteras de ganado y cosechas de las poblaciones más vulnerables en los últimos años y la negligencia del gobierno de Assad para atender a estas necesidades, entre otras.

El problema ya no se trata de Assad y sus atrocidades, sino de nuevo de una guerra internacional en contra del terrorismo. ISIS ha probado ser uno de los grupos terroristas más violentos y exitosos de nuestros tiempos.

La situación no termina de complicarse, pues aprovechándose de la violencia y la división política en Siria, grupos militantes y yihadistas como ISIS (Estado Islámico en Irak y Siria) y el Frente al-Nusra (una rama nueva de Al Qaeda) embisten en medio del conflicto con la misión de establecer un califato islámico totalitario, hasta el punto en que el problema ya no se trata de Assad y sus atrocidades, sino de un revival de la guerra internacional en contra del terrorismo, otra demostración del choque de las civilizaciones de acuerdo a la teoría propuesta por Samuel P. Huntington en los noventa. ISIS ha probado ser uno de los grupos terroristas más violentos y exitosos de nuestros tiempos, y es aquí donde se comprende por qué Francia fue atacada. Previo a los ataques en París, Francia había incurrido directamente en dos bombardeos, uno en septiembre y otro a principios de noviembre, en contra de ISIS en Siria… causa y efecto, o un caso de estudio más de la aplicación del modelo racional de las Relaciones Internacionales.

De momento las intervenciones extranjeras disfrazadas de apoyo y amistad política no hacen nada más que prolongar el conflicto. La idea de que se busca estabilidad en la zona es también ridícula, puesto que vuelve a ser relevante el dicho de que “la cura a veces es peor que la enfermedad”. Observamos de nuevo un esquema parecido al de la Guerra Fría, en donde potencias extranjeras financian la milicia de un lado u otro de las facciones contendientes, inspirados por intereses económicos en la región y por la necesidad de demostrar una fuerte influencia política en las zonas de mayor conflicto a nivel global.

Se quede Assad o no, lo comprobado una y otra vez en las experiencias de vacíos de poder es que la guerra civil puede prolongarse aún más dadas las divisiones entre los diferentes grupos de oposición.

En este caso, mientras que los Estados Unidos, Francia y otros países europeos apoyan la salida del presidente Bashar Al Assad, afirmando que ha sido éste el responsable del estallido de la guerra, Rusia e Irán apoyan la idea de que retirar a Assad del gobierno va a causar mayor conflicto del que ahora existe. Ambos lados actúan con información imperfecta debido a la complejidad de la situación y una inhabilidad por poner un rostro claro al enemigo. Independientemente del resultado, se quede Assad o no, lo comprobado una y otra vez en las experiencias de vacíos de poder es que la guerra civil puede prolongarse aún más dadas las divisiones entre los diferentes grupos de oposición.

Se necesitarán décadas de conciliación estudiada y gran asistencia para la recuperación económica antes de lograr la estabilidad en un país tan destrozado como éste. Además de que queda la tarea de recuperar el sueño y las expectativas de la Primavera Árabe.

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El Royalazo de París

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El día de ayer, mañana y en estos días se ha estado comentando sobre los atentados terribles y funestos que acontecieron en la ciudad de París. Las investigaciones siguen y la psicosis también. Saltan culpables, víctimas, héroes y villanos que participaron en un atentado de lo más triste e inadmisible. Ayer mismo platicaba con un familiar acerca de esto y me decía: ¿qué tanta probabilidad existía de que esto pasara en México? Yo le contesté que esto ya pasó, y sí, el Royalazo, la tragedia más hiriente, que llena de rabia y la más dolorosa en la historia de Monterrey.

El Atentado al Casino Royale guarda algunas similitudes con el ataque al teatro Bataclan. Si bien es cierto, los asesinos no mataron a sangre fría uno por uno en Monterrey, sí atentaron con alevosía y ventaja estuviese quien estuviese… La sangre fría de ambos asesinos, fanáticos islámicos o no, franceses o mexicanos… fue la misma. No importó quien estaba adentro, mujeres, hombres, embarazadas, estudiantes, médicos, ancianos, músicos, staff, edad, nacionalidad, preferencia sexual o clase social. Estos asesinos en su irracional vulgaridad atentaron contra un grupo de personas que no tenían la más mínima relación con la causa o lucha que ellos persiguieron.

El gobierno francés está accionando su artillería justificada por la opinión pública, la cual ocasionará masacres en igual o más número de personas de lo de París, que sin lugar a dudas no suma sino divide más.

Más allá de los factores que motivaron estos ataques, la respuesta debe ser la misma. Total repudio y total rechazo a actos similares. Así como respuestas frontales y prontas de las autoridades civiles encargadas de resolver estas contingencias.
El gobierno medinista respondió con una acción tibia de cancelar concesiones de casinos y prometieron resolver el problema que produjo algunas detenciones y líderes caídos del cartel de los Zetas. Por otro lado, el gobierno francés está accionando su artillería justificada por la opinión pública, la cual ocasionará masacres en igual o más número de personas de lo de París, que sin lugar a dudas no suma sino divide más.

Hay que tener cuidado de lo que uno lee en prensa porque es susceptible a distorsiones, y lo que hay que evitar a toda costa es caer en la histeria colectiva.

Hay que tener cuidado de lo que uno lee en prensa porque es susceptible a distorsiones, y lo que hay que evitar a toda costa es caer en la histeria colectiva, la histeria inquisidora que sólo genera cacerías de brujas para calmar a los más radicales.
Francia dedicará numerosos memoriales y eventos conmemorativos por los héroes y las víctimas de estos terribles hechos. Presidentes y miembros de todos los partidos tendrán que unirse en torno a esto por muchos años. En Monterrey, aún esperamos el memorial, esperamos la bandera a media asta ese día y esperamos que alguien se decida a destruir ese edificio que sólo significa un monumento a la incapacidad en la lucha contra el narco. El gobierno estatal y su prensa amiga siguieron la táctica del olvido y el sacarle la vuelta al asunto. Como dijo Cicerón: “Un pueblo que olvida su historia es un pueblo sin futuro, ya que está condenado sin remisión a repetirla”.

Como dijo Cicerón: “Un pueblo que olvida su historia es un pueblo sin futuro, ya que está condenado sin remisión a repetirla”.

Foto fuente: eldiario.deljuego.com.ar

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LE HEMOS PERDIDO EL RESPETO A LA MUERTE

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Durante la historia de la humanidad, la guerra y la paz han sido ejes fundamentales para el desarrollo del ser humano en su condición de animal. Organizar a una sociedad tan plural, fanática y extrema ha resultado tema de debate entre las naciones. Unos pugnan por el petróleo, otros lo hacen por ganar territorios y algunos más locos por simple poder.

Por si no fuera poco, con la llegada de las redes sociales la voz popular (más popular que informada) ha decidido formar parte de los asuntos internacionales como uno de sus deportes favoritos.

Están los que se quejan por quejarse. Estos seres capaces de criticar a todo aquel que se mueva a la derecha, a la izquierda o al centro, con el único fin de poder escribir en sus deterioradas redes sociales.

Les acompañan los “intelectuales”, aquellos que toman un bando y lo defienden a muerte en su gran mayoría con ningún argumento que los respalde.

Entre guerra permanente en regiones como Siria, homicidios estratégicos en Ayotzinapa, atentados terroristas en París o delincuencia organizada (muy organizada), el mundo le ha perdido el respeto a la muerte.

Y están los peores, esos seres que se quejan de las quejas de las personas. Parece de risa, pero existen, tal cual lo diría Facundo Cabral: “Les tengo miedo porque son muchos”.

Entre guerra permanente en regiones como Siria, homicidios estratégicos en Ayotzinapa, atentados terroristas en París o delincuencia organizada (muy organizada), el mundo le ha perdido el respeto a la muerte.

El ser humano es el mayor peligro para su propia raza.

A decir verdad, la muerte ya forma parte de nuestra rutina. Es normal leer sobre atentados en los principales periódicos del mundo, ver las noticias repletas de sangre o caminar frente a cementerios cada vez más grandes mientras las librerías cierran en grandes cantidades.

El ser humano es el mayor peligro para su propia raza, y no sólo por el hecho aparentemente normal que contempla personas malas viviendo en el mismo mundo que personas buenas; sino porque su ambición de poder le ha llevado a destruir ciudades y practicar canibalismo social.

La religión no puede ser objeto de disputa, de exagerada creencia y mucho menos la razón de asesinar en nombre del omnipotente que creas.

La religión no puede ser objeto de disputa, de exagerada creencia y mucho menos la razón de asesinar en nombre del omnipotente que creas. Los niños no pueden cargar armas en lugar de libros, las mujeres no deben ser objetos sexuales —aún y cuando el más idiota libro “sagrado” lo diga— y los hombres no nacieron para morir en la guerra sino para vivir y construir un mejor mundo.

Debemos recuperar el respeto a la muerte, y aún sabiendo que a todos nos llegará, esperar el momento ideal para recibirla con agrado. Hay que educar para la paz, aunque estemos preparados para la guerra.

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