El empoderamiento ciudadano como la mejor solución

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“Todos roban”

“Los honestos se extinguieron”

“Los políticos son todos corruptos”

“El poder corrompe”

“Ningún honesto puede ganar elecciones”

Estos pensamientos están más arraigados de lo que pensamos en la ciudadanía latinoamericana. Ahora, la pregunta es, ¿la corrupción ha absorbido a la política y por ello hay un descreimiento generalizado o, por el hecho de que se ha arraigado una desvalorización de la política en general esta se ha podido ir alejando de cualquier regla ética o moral?

Jamás hay que olvidar que para que las instituciones democráticas funcionen como deben el ojo controlador de los ciudadanos no debe dar respiro, porque es cuando se mira para un costado que quienes tienen la obligación de gobernar en pos del bienestar común se sienten cómodos para actuar de forma indebida.

Si quienes depositan la confianza en un candidato sólo recuerdan que su participación en la vida democrática es necesaria cada cuatro años, luego no tienen derecho moral a reclamar o quejarse cuando dicho funcionario abandona su puesto con varios millones en su maletín y un desastre irreparable en su cartera.

Siguiendo con las frases populares podríamos recordar la famosa “La culpa no es del chancho sino del que lo alimenta”. ¿Por qué motivo se cree que aquel rostro que aparece sonriente en una boleta o en un spot propaganda será un ser angelado y honesto que se desvelará por las noches alimentando a los desnutridos y abrigando a los sin hogar?

Tal vez sería algo que nos podría responder un psicólogo o un sociólogo, tal vez responde a la misma necesidad que ha tenido la humanidad desde tiempos inmemoriales de adorar a Dioses perfectos capaces de recompensar o castigar a su antojo. Sobre todo, Dioses a los cuales se les pueda reclamar cuando las cosas tomen un curso diferente al esperado, a modo de deshacerse por completo de la responsabilidad propia.

En definitiva, no puede exigirse lo que uno no está dispuesto a dar, casi como en una relación amorosa. Difícilmente un funcionario se ocupe de lo que le preocupa a un ciudadano común si este no se involucra ni se informa esforzándose por comprender una lógica de poder en la que cada vez hay menos lugar para los desentendidos.

La clásica división entre el ámbito privado y el público ya queda obsoleta, hoy en día ya no pueden pensarse estas relaciones pendulares sin considerar el lugar, cada vez más influyente, de la ciudadanía y los medios masivos de comunicación. Estamos ante una ciudadanía que se empodera y exige, esta parece ser la única y la forma más efectiva para enderezar las instituciones democráticas de América Latina.

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– “Todos los puntos de vista son a título personal y no representan la opinión de Altavoz México o sus miembros.”

Superman y otras hierbas

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No. No se trata del mundialmente reconocido y fortachón súper héroe. Hoy se trata lisa y llanamente de drogas.

El narcotráfico es una de las industrias que mueve más dinero, y para ello se sirve de redes que se conectan a través de todo el globo terráqueo. Redes de las que forman parte desde políticos poderosos, empresarios, fuerzas policiales, ejércitos, hasta mujeres y niños que ofician de mulas. También han llegado a cooptar a muchos organismos que se encargan, en teoría de acabar con ellos; como ha quedado más que claro tras los repetidos hechos de corrupción en los que se ha visto involucrada a la DEA (Drug Enforcement Administration).

Las redes de narcotráfico ya no implican solamente la venta o el tráfico. Su accionar se ha ido complejizando, y por qué no, profesionalizando. Obtención de insumos, fabricación, distribución y venta; son sólo algunas de las partes de este intrincado proceso que lleva la droga cada rincón del mundo.

Las redes de narcotráfico ya no implican solamente la venta o el tráfico. Su accionar se ha ido complejizando, y por qué no, profesionalizando. Obtención de insumos, fabricación, distribución y venta; son sólo algunas de las partes de este intrincado proceso…

Según el Informe Mundial sobre la Drogas 2014 de la ONU, los laboratorios de droga se las rebuscan cada vez más para no ser impedidos. Es así como ante el reforzamiento mundial de la fiscalización de precursores (sustancias que son necesarias para sintetizar las drogas, como por ejemplo la efedrina) ahora forman parte de un intrincado proceso para la obtención de ellos. De esta manera se sirven de los países con sistemas de fiscalización débiles, como por ejemplo a través del establecimiento de empresas ficticias para ocultar importaciones ilegales. También utilizan preparados farmacéuticos (en particular los que contienen efedrina y seudoefedrina) y buscan nuevos precursores no sujetos a fiscalización, incluidos varios preprecursores de fácil conversión en los precursores necesarios.

Otro de los eslabones principales de las redes de narcotráfico es, lamentablemente, la política. Este involucramiento se puede dar desde la negligencia o cobro de sobornos, hasta el cumplimiento de un rol activo facilitando la adquisición de los precursores o el ingreso o egreso de la droga a través de las fronteras.

A la desidia y la corrupción se le suman las políticas públicas débiles o ineficientes, fronteras sin vigilar, falta de transparencia, desidia, abandono; y por supuesto, en América Latina, la más que clásica distribución desigual de las riquezas. Estos factores hacen un país más permeable a la instalación y propagación del narcotráfico.

Otro de los eslabones principales de las redes de narcotráfico es, lamentablemente, la política. Este involucramiento se puede dar desde la negligencia o cobro de sobornos, hasta el cumplimiento de un rol activo facilitando la adquisición de los precursores o el ingreso o egreso de la droga a través de las fronteras.

Además de la conocida marihuana, y las drogas más comunes, últimamente el debate público se ha enfocado en las drogas de diseño, más precisamente pastillas como la mediatizada “Superman”. Tanto la Superman como las Love, Luna o NBOMe, son drogas que son habitualmente consumidas en fiestas electrónicas. Más precisamente Superman fue la responsable de la muerte de cinco jóvenes que asistieron a la edición argentina de la fiesta electrónica Time Warp. Otros cinco quedaron en terapia intensiva y difícilmente se logren recuperar por completo.

Este hecho abrió la puerta a una serie de debates que se centraron básicamente en: ¿La culpa es del chancho o de quién lo alimenta? ¿Los culpables fueron los narcotraficantes por no proveer un buen producto o de los consumidores por no tomar más recaudos a la hora de consumir sustancias?, ¿O tal vez fue su culpa por drogarse?

Es hora de tomarse esta discusión con mayor seriedad para poder comenzar a reflexionar sobre la complejidad del tema.

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Rousseau tenía razón

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Uno de los grandes problemas que aqueja a América Latina es el de la falta de vivienda. Millones de familias sufren por la ausencia de políticas públicas de desarrollo y asistencia habitacional y, en consecuencia, terminan padeciendo situaciones desesperantes.

Suertudos somos quienes jamás nos ha faltado un techo por las noches o una cama caliente en invierno. Como siempre supo ser en nuestros queridos países, los suertudos son minoría. La emergencia habitacional está frente a nuestros ojos día a día, cuando vamos trabajar y nos cruzamos con un hombre que duerme junto a sus hijos bajo un árbol en una plaza o, cuando las villas de emergencia que circundan las grandes ciudades crecen a ritmos estrepitosos.

Quizás en algún momento deberíamos plantearnos como ciudadanos, como sociedad, ¿En qué nos equivocamos? ¿Qué hicimos mal como para que unos pequeños metros de concreto valgan sumas irrisorias?

Aunque funcionarios públicos crean que cercando y vallando las plazas se acabará este problema, la realidad es que se requieren políticas públicas mucho más profundas y que, idealmente, se piensen con plazos mayores que hasta las próximas elecciones. ¿Qué latinoamericano no ha escuchado más de una vez esas curiosas historias donde políticos o punteros locales prometen viviendas a familias carenciadas antes de las elecciones y luego milagrosamente lo olvidan? Tal vez pierdan las llaves, nunca lo sabremos.

La solución a todos estos males es algo que pocos tienen, muchos desean y una gran mayoría alquila, ella es la propiedad. Según el diccionario de la Real Academia Española la palabra “propiedad” hace referencia al “derecho o facultad de poseer alguien algo y poder disponer de ello dentro de los límites legales”. Ahora, ¿cómo y por qué existe este “derecho”?

Quizás en algún momento deberíamos plantearnos como ciudadanos, como sociedad, ¿En qué nos equivocamos? ¿Qué hicimos mal como para que unos pequeños metros de concreto valgan sumas irrisorias?

La emergencia habitacional está frente a nuestros ojos día a día, cuando vamos trabajar y nos cruzamos con un hombre que duerme junto a sus hijos bajo un árbol en una plaza o, cuando las villas de emergencia que circundan las grandes ciudades crecen a ritmos estrepitosos.

En Argentina el sueldo mínimo de un trabajador asciende a 500 dólares por mes y el valor de mercado de un departamento en la Capital Federal en la provincia de Buenos Aires, para una familia tipo con dos habitaciones y en los barrios más accesibles, asciende a 110.000 dólares…

No hay que ser muy bueno con las matemáticas como para darse cuenta que estamos frente a un problema.

Pero el problema data de tiempos inmemoriales, desde el momento en que alguien decidió apropiarse de un pedazo de tierra y reclamarlo para sí. Por eso creo que no se equivocó Jean-Jacques Rousseau cuando allá por 1755 escribió en el Discurso sobre el origen y los fundamentos de la desigualdad entre los hombres que: “El primero a quien habiendo cercado un terreno, se le ocurrió decir ‘esto es mío’, y encontró gente tan simple como para creerle fue el verdadero fundador de la sociedad civil”.

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Argentina: se viene la reforma electoral

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macri

Dicen que los presidentes disfrutan de una suerte de “luna de miel” al asumir sus funciones que les permite implementar políticas que tal vez en otros contextos no podrían o por lo menos les costaría mucho más. Es durante estos breves meses que se suelen dar las medidas de shock y Mauricio Macri, claro está, no se quedó atrás en este sentido.
 

Una de las tantas promesas de campaña de la coalición Cambiemos (Propuesta Republicana y Unión Cívica Radical) fue la de llevar adelante una reforma del régimen electoral.

Desde el gobierno no quieren demorarse mucho en este asunto, es así que rápidamente se comenzó a armar un equipo encargado de llevar adelante dicha reforma. El soldado que eligió el presidente para esta empresa fue Adrián Pérez, abogado y Secretario de Asuntos Políticos y Fortalecimiento Institucional del Ministerio del Interior, obras públicas y vivienda.
 
Si bien no se puede afirmar que se haya dado un gran debate en torno al tema, hay tres aristas que han sido repetidas hasta el cansancio por el Gobierno. Ellas son:
 
1.Boleta única (tanto electrónica o papel)
2.Unificación en todo el país de las fechas de votación.
3.Creación de un organismo autónomo del poder ejecutivo.
 
Ahora, ¿Qué significan estos puntos y qué fines persiguen?
 
Bajo el pretexto de estar persiguiendo mejoras en cuanto a rapidez en el recuento de votos, mayor transparencia y reducir la cantidad de fiscales necesarios en las mesas de votación y en el posterior recuento, el gobierno propone significativos cambios.
 
La propuesta de la utilización de una boleta de votación única es algo que viene dando vueltas hace muchos años. Los principales detractores de las múltiples boletas se centran en que implican un gran despilfarro de dinero y alientan al robo y rotura de las mismas, y cuando no, hasta la quema de las urnas como sucedió recientemente en las elecciones de la provincia de Tucumán. Los que se resisten al voto electrónico esgrimen que los sistemas son fácilmente vulnerables y también han habido quejas sobre la reciente implementación del sistema de boleta única electrónica en la ciudad de Buenos Aires por las irregularidades en la licitación de la empresa adjudicataria de los sistemas. En cuanto a la boleta única, basándose en la experiencia de la provincia de Santa Fe, se ha manejado que requiere tiempos de escrutinio mucho más extensos.
 

Por último, se habla de la creación de un organismo autónomo del poder ejecutivo. Aquí se busca reemplazar a la Dirección Nacional Electoral.

El segundo punto, la unificación de las fechas de votación en todo el país, persigue el objetivo de evitar las numerosas y sucesivas fechas en las que se vota, para contrarrestar las quejas que despertó en los ciudadanos, el año pasado, las numerosas ocasiones en las que debieron acudir a las urnas. Un detalle no menor es que cada provincia es quien debe elegir las fechas en las que se llevarán a cabo los comicios, esto implicaría un duro trabajo de negociación con los gobernadores.
 
Por último, se habla de la creación de un organismo autónomo del poder ejecutivo. Aquí se busca reemplazar a la Dirección Nacional Electoral, que actualmente depende del gobierno en turno, por un ente idealmente imparcial, menudo objetivo.
 
Una vez elaborado el proyecto de ley será preciso que sea aprobado por una mayoría especial en el Congreso, esto implica 129 votos a favor en la Cámara de Diputados y 37 en la Cámara de Senadores. Para ello, la coalición gobernante deberá acordar con el Frente Renovador y el ahora fracturado kirchnerismo.
 
De más está decir que las reformas electorales favorecen siempre a quienes las llevan adelante y son, en su mayoría, hechas a medida de los intereses del oficialismo en turno.

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El empleo público en Argentina

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Desde que Juan Domingo Perón, allá por 1950, ingresó en el escenario político nacional, el rol que ocuparon los trabajadores en la historia cambió y marcó un quiebre para siempre. Así como los obreros se fueron agrupando en gremios y haciéndose más fuertes, la sociedad toda comenzó a organizarse y de a poco surgieron nuevas demandas que el Estado no estaba tal vez del todo capacitado para satisfacer.

El fortalecimiento de la clase trabajadora fue de la mano con el fomento de la industria nacional, y esto produjo que el país se desarrollara económicamente.

El fortalecimiento de la clase trabajadora fue de la mano con el fomento de la industria nacional, y esto produjo que el país se desarrollara económicamente. Las masas populares se fortalecieron y al ser reconocidos sus derechos (laborales, civiles) sus demandas comenzaron complejizarse como es lógico en un país en desarrollo.

Así, el Estado se fue expandiendo a través de diversos órganos e instituciones para poder contener y responder a las exigencias propias del momento histórico. Oszlak y O’Donnell hablaron de “la cuestión”, este concepto enmarca perfectamente el significado de las “demandas” a las que me refiero. Para ellos, la cuestión se trataba de “necesidades y demandas socialmente problematizadas por distintos grupos que promueven su incorporación a la agenda (pública) de problemas socialmente vigentes”.

La respuesta más común que tomó el Estado argentino fue la de ir respondiendo a estas cuestiones a través de la creación de nuevos ministerios, secretarías, órganos descentralizados, etc., que pudieran ir resolviendo las necesidades sociales.

La respuesta más común que tomó el Estado argentino fue la de ir respondiendo a estas cuestiones a través de la creación de nuevos ministerios, secretarías, órganos descentralizados, etc., que pudieran ir resolviendo las necesidades sociales. Por supuesto que al expandirse fue necesitando ir cubriendo una cantidad enorme de empleos. Fue así que lentamente se fueron multiplicando los funcionarios administrativos, más conocidos como “empleados estatales”.

Entre los vaivenes políticos el Estado se agrandó, se achicó, se desmanteló, para luego volver a expandirse para absorber una cantidad impresionante de personas que habían quedado desempleadas producto de años de malas políticas y malas decisiones.

Muchos cambios políticos se dieron en el país durante los últimos 60 años, entre ellos dictaduras atroces, restauración de la democracia, un gobierno neoliberal, un período de fuerte crisis económica y social, una década de un gobierno que se autodenominó “nacional y popular”, y ahora, uno que plantea ser todo lo opuesto a su antecesor. Entre los vaivenes políticos el Estado se agrandó, se achicó, se desmanteló, para luego volver a expandirse para absorber una cantidad impresionante de personas que habían quedado desempleadas producto de años de malas políticas y malas decisiones. Durante los ’90 se vivió tal vez el peor cimbronazo para el empleo público, ya que Carlos Saúl Menem decidió acatar la receta del Consenso de Washington. Esta incluyó una serie de “recomendaciones” de organismos internaciones, como el Fondo Monetario Internacional (FMI), para que los países latinoamericanos pudieran lograr un desarrollo económico exitoso. Entre dichas recomendaciones se encontraban la reducción o reordenamiento del gasto público, la privatización de la empresas estatales y la “flexibilización” laboral (que más bien debería ser precarización). Estos puntos fueron seguidos a la perfección, adelgazando la estructura estatal. Años más tarde, lleno de ansias de reactivar una economía golpeadísima luego de la crisis del 2001, el kirchnerismo utilizó el empleo estatal para dar techo y pan a una gran cantidad de personas y poder reactivar la parada economía a través del consumo interno.

De las crisis se salió, las recaudaciones aumentaron, y el Estado continuó expandiéndose de forma estrepitosa. Muchas veces ya no para solucionar una situación de emergencia sino, que para poner en práctica una lógica clientelar que demostró cumplir su cometido en numerosas oportunidades.

El empleo público está tan arraigado a nuestra historia política y social que, como de costumbre, se pueden escuchar voces a favor y en contra. También se han difundido muchos estereotipos sobre los empleados públicos. Solo algunos de ellos se refieren a “lo poco que trabajan”, que son “ñoquis” (término que se utiliza para referirse a quienes sólo acuden en fin de mes o el día 29 —día del ñoqui— a cobrar el sueldo), que tienen tareas insignificantes como “poner sellos” para justificar sus puestos y no ser echados a la calle, entre muchos otros.

Hoy, un nuevo presidente ocupa el sillón de Rivadavia y con su “cambio” impulsa una purga del Estado. Un Estado hipertrofiado y que tal vez dejó hace mucho tiempo de ser eficaz pero que, a pesar de todo esto, muchos (no todos) son ciudadanos que cuentan con su sueldo a fin de mes para poder subsistir, alimentar a sus hijos o proporcionarse una vivienda. Una consecuencia más de decisiones políticas cortoplacistas y tomadas sin pensar en el futuro de los trabajadores, que es mucho más largo que los 4 años que pueda durar un mandato presidencial.

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La relación entre la representación política, los partidos y discurso

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¿De qué se trata cuando se habla de “crisis de representación política”? Generalmente se hace referencia cuando la ciudadanía no ve representados sus intereses en los políticos y se diluye el respeto por los partidos o cuando éstos toman medidas poco populares. En las jóvenes democracias latinoamericanas son comunes las muestras masivas de descontento, principalmente a través de manifestaciones callejeras, que pueden ser pasivas o no, para exigir la toma de alguna medida o la eliminación de alguna otra.

Si no se ejerce desde la sociedad civil una suerte de control y llamados de atención a los representantes, se corre el riego de ser pasados por encima.

Primero debe tenerse en claro que la forma representativa de gobierno implica que los puestos de toma de decisiones serán ocupados por personas elegidas a través del voto popular en elecciones periódicas. Una vez depositado el voto en la urna muchas veces el ciudadano cree que ha concluido con su obligación y se retira a su vida privada. He aquí un problema, ya que si no se ejerce desde la sociedad civil una suerte de control y llamados de atención a los representantes, se corre el riesgo de ser pasados por encima. Muchas veces sucede que los representantes congregan en su figura mucho poder y, si no son controlados atentamente, pueden actuar en pro de sus intereses privados.

Los votantes cada vez menos parecen elegir a sus representantes siguiendo lineamientos ideológicos o partidarios sino que se inclinan por figuras conocidas, que se muestran en medios de comunicación.

Comenzando con el predominio de los personalismos, los votantes cada vez menos parecen elegir a sus representantes siguiendo lineamientos ideológicos o partidarios sino que se inclinan por figuras conocidas, que se muestran en medios de comunicación y cuyos nombres aparecen poco relacionados a sus partidos de pertenencia. Por otro lado, los partidos buscan ampliar sus bases de apoyo vaciándose de contenido ideológico y se vuelven cada vez más partidos “atrapa todo” (“Catch all party”, concepto introducido por Otto Kirchheimer en 1966). Finalmente, los medios de comunicación toman un rol cada vez más importante en la esfera pública imponiendo agenda con base en sus intereses privados. A su vez, hay enormes sectores de la población que son invisibilizados al no contar con representación política, uno de los más numerosos es el de los inmigrantes ilegales, pero también puede tratarse de minorías étnicas.

Los partidos buscan ampliar sus bases de apoyo vaciándose de contenido ideológico y se vuelven cada vez más partidos “atrapa todo”.

Si se buscan los orígenes de la representación política a lo largo de la historia, es imprescindible comenzar por la polis griega. El nomos (ley) era producido en espacios públicos como la asamblea a través del debate público y la persuasión. Por supuesto que sólo tomaban parte quienes contaban con tiempo y medios para dedicarse a dicha actividad. Ahora, nos encontramos frente a estados modernos que han construido toda una estructura de funcionamiento alrededor de la representación y los representantes del pueblo.

Un politólogo que ha tratado el tema de representación con gran puntería ha sido Bernard Manin. Estableció cuatro principios clásicos de los gobiernos representativos. Estos son: la independencia en la toma de decisiones de los representantes electos, la libertad de opinión pública, elecciones periódicas y, finalmente, el debate para la toma de decisiones públicas. Los últimos dos puntos son los que suelen funcionar mejor, mientras que los dos primeros son los que menos se respetan.

A lo largo de la evolución política, el discurso ha sido la forma predominante de comunicación de la representación. La importancia ascendente de los medios de comunicación durante el siglo XXI es innegable, no sólo como nexo entre la ciudadanía y los eventos relevantes, sino también, marcando la agenda pública de debate. El primero de ellos fue la prensa escrita, alrededor del 1800, que surge inicialmente como un vehículo complementario del discurso para luego transformarse en un discurso en sí mismo. De esta manera, la opinión se diversificó en oral y en escrita. Años más tarde, y gracias a la revolución tecnológica, apareció la radio y más tarde la televisión. El último de estos cambios ha sido el internet.

Ante todas estas transformaciones, los partidos políticos, otro elemento central que hace a la representación política, se han visto obligados a ir adaptándose a estos nuevos medios. Como punto de partida de su expansión se puede tomar a la Revolución Francesa. A partir de este momento histórico, se dio una proliferación y consolidación de partidos de todo tipo, de inspiración religiosa, integrados por diversas fuerzas sociales, etc.

Una de las maneras que la ciudadanía aplica a modo de “sanción” cuando sus representantes no cumplen son sus promesas de campaña o se desempeñan mal en sus cargos, es el denominado “voto castigo”. Así, el desempeño anterior de los políticos es tenido en cuenta a la hora de emitir el voto.

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El poder de la información y la necesidad de ser consumidores más reflexivos

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La tecnología se ha desarrollado en estos últimos años a niveles vertiginosos abriendo un espectro de posibilidades jamás imaginadas. La “vorágine tecnológica” puede hacerse más palpable si se tiene en cuenta que un niño nacido en 2010 es un nativo digital y ha vivido sus primeros años de desarrollo en contacto con celulares, tablets y notebooks. Este mismo niño, para la edad de 5 años ya es capaz de manejarlos con total naturalidad. De hecho, este importante salto puede verse en las diferencias que hay mismo dentro de los millenials, generación nacida entre 1980 y 2000. Los nacidos hasta fines de los ’80 probablemente no hayan tenido un celular hasta los 17 o 18 años, en cambio, los nacidos a partir del ’95 para los 11 o 12 años ya eran dueños de celulares y la conexión a internet vía banda ancha ya era una cotidianidad.

Los cambios y avances son extremadamente veloces, y la filosofía que rige parece ser “adaptarse o desaparecer”. Al punto que hoy ser un joven adulto sin conocimientos en computación o internet puede llegar a ser una gran limitante para conseguir un buen trabajo. Y hasta los adultos mayores se esfuerzan para ponerse al día con los avances.

La humanidad está más conectada que nunca, y los tiempos de espera se han acortado. Además de volvernos cada vez menos pacientes, nos hemos acostumbrado al fácil acceso a la información. Hoy basta con poner en Google una palabra para encontrar su significado en pocas milésimas de segundos. El acceso a medios de comunicación y redes sociales es tan simple como prender la televisión, tocar un ícono en una pantalla o dar un click con el mouse. Este aumento de contacto y accesibilidad ha vuelto cada vez más influyentes a los medios de comunicación pero, a pesar de que nuclean un nicho de influencia tremendamente poderoso, no son inmunes a los “frenos y contrapesos” que pueda ponerles la sociedad.

Hoy no hay bien más preciado que la información, y quien la maneje tendrá al resto de las fuerzas a sus pies.

Antiguamente no había bien más preciado que la tierra. Luego fueron los ejércitos, el oro, el poder político, etcétera. Si lo pensamos bien vivimos en un mundo en el que casi absolutamente todo tiene un precio, pero hay algo que es muy difícil de cuantificar en dinero y, sin embargo, se ha llegado a pagar millones y millones por ello. Hoy no hay bien más preciado que la información, y quien la maneje tendrá al resto de las fuerzas a sus pies.

Es bien sabido que los medios de comunicación son un negocio, así como la información que circula a través de ellos hacia los receptores. ¡Pero cuidado! No hay que caer en el enorme y común error de creer que la sociedad es totalmente pasiva y, cual objeto carente de voluntad, internalizará todo sin cuestionamientos. Cada vez más las sociedades reaccionan contra informaciones que difunden los medios, campañas publicitarias, dichos de figuras o políticos. Sin ir más lejos, luego de los atentados en Paris el pasado 13 de noviembre, se difundieron por las redes sociales muchas reflexiones sobre porque los medios de comunicación le dedicaron al tema horas y horas de coberturas especiales, cuando días atrás el Líbano había sufrido un atentado y poco se había difundido. Esto vale para los innumerables horrores que ocurren en el resto del mundo cotidianamente, ya sea el avión ruso que explotó en Egipto producto de una bomba, o los más de 310.000 muertos que, según el Observatorio Sirio para los Derechos Humanos, ya se ha cobrado la guerra en Siria.

¿Cuál es el rol de estos medios en la formación de la llamada y discutida opinión pública?

Ahora, ¿cuál es el rol de estos medios en la formación de la llamada y discutida opinión pública? Antes que nada, vale aclarar que a pesar de que no existe consenso sobre una definición particular de que es la opinión pública, podría sostenerse que se trata de una toma de posición, o juicio, de un grupo social sobre algún tema en particular que se encuentra en la agenda pública y que se difunde por algún canal de comunicación. Volviendo a la pregunta, hay distintos estudios que dan cuenta sobre la poca correlación entre lo que los medios difunden sobre algún asunto particular y lo que los espectadores opinarán del mismo. McCombs y Shaw, a través de su teoría del agenda setting, fueron los responsables de arribar a la difundida premisa que reza: “Los medios no son exitosos, la mayor parte del tiempo, en decirle al público que pensar, pero si sobre que pensar”.

Los consumidores de medios de comunicación cuentan con el poder de la reflexión y es preciso que lo utilicen.

Los consumidores de medios de comunicación cuentan con el poder de la reflexión y es preciso que lo utilicen. Es lógico que tras ser machacados días enteros con determinados temas, sólo podamos referirnos a ellos. Pero esto no justifica que no le dediquemos tiempo a buscar, leer e informarnos por nuestros propios medios. Es momento de ocupar un rol más activo en la cadena de circulación de la información. No se debe caer en el lugar común de creer que la opinión pública es única y extrapolable a toda la sociedad, como sostuvo Pierre Bourdieu: “La opinión pública no existe, en el sentido de suma de opiniones individuales; que constituyen una opinión de la media, unánime.”

En definitiva, todo esto nos lleva a cuestionarnos, ¿cuál es el futuro de la comunicación? Aparentemente hay dos posibilidades. Por un lado, puede que esta faceta de una sociedad reflexiva y contestataria siga desarrollándose, obligando a los medios de comunicación a ser más transparentes, serios y claros con respecto a sus posiciones políticas y líneas editoriales. Y por el otro, es probable que terminen de migrar por completo hacia la oferta de entretenimiento “24/7”, estupidizando y distrayendo de los asuntos importantes. Eso todavía está por verse.

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Argentina elige presidente

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La vía pública está totalmente empapelada de afiches con las caras de los candidatos. Los spots de campaña inundan la televisión, la radio y las redes sociales. Los programas de análisis político ya se cansaron de entrevistar a los candidatos, y las encuestadoras ya publicaron sus últimas estimaciones. La sociedad está expectante, ya casi es el día.

Faltan solo tres días para que la ciudadanía Argentina acuda a las urnas, y elija a quien será su Presidente por los siguientes cuatro años.

Faltan solo tres días para que la ciudadanía argentina acuda a las urnas, y elija a quien será su Presidente por los siguientes cuatro años. El domingo 25 de octubre se elegirá también al vicepresidente, 24 senadores nacionales (por Catamarca, Córdoba, Corrientes, Chubut, La Pampa, Mendoza, Santa Fe y Tucumán), 130 diputados nacionales (por todas las provincias y por la ciudad autónoma de Bs As), 19 parlamentarios del Mercosur por distrito nacional y 24 por distrito provincial, uno por cada provincia y uno por la ciudad autónoma de Bs As.

Luego de las Primarias Abiertas Simultáneas y Obligatorias (PASO), establecidas por la Ley 26.571, los candidatos que competirán por los votos son seis. Daniel Scioli (Frente para la victoria – FPV), Mauricio Macri (Cambiemos), Sergio Massa (Unidos por una nueva alternativa – UNA), Margarita Stolbizer (Progresistas), Nicolás Del Caño (Frente de izquierda y de los trabajadores – FIT) y, Adolfo Rodríguez Saá (Compromiso federal).

Según los Art. 97 y 98 de la Constitución de la Nación Argentina, para ganar en primera vuelta, la fórmula presidencial necesitará obtener más del 45% de los votos afirmativos; o deberá alcanzar al menos el 40% de los votos afirmativos y superar a la segunda fórmula en al menos “diez puntos porcentuales respecto del total de los votos”. Caso contrario las dos fórmulas más votadas se volverán a enfrentar a fines de noviembre en segunda vuelta o ballotage. Hay grandes expectativas ante esta última posibilidad, ya que jamás se ha dado en la corta historia democrática argentina.

Las posibilidades que tiene el candidato del oficialismo, Daniel Scioli, de ganar en primera vuelta son cada vez más certeras.

Según las últimas estimaciones publicadas, las posibilidades que tiene el candidato del oficialismo, Daniel Scioli, de ganar en primera vuelta son cada vez más certeras. Hace pocos días “La Borra”, un emprendimiento de politólogos y analistas políticos para el monitoreo y análisis de encuestas, publicó un análisis de las estimaciones de 23 encuestadoras sobre los posibles resultados del próximo domingo. El promedio final para Scioli fue de un 39.0%, para Macri 28.8%, para Massa 20.2%, Stolbizer 4.6%, Del Caño 2.9% y Rodríguez Saá 2.0%.

Se ha hablado mucho de la posibilidad de ballotage, y de cómo se reordenarían los votos en cada escenario hipotético. En el caso de una segunda vuelta entre Scioli – Macri, el ganador de seguro será el candidato del kirchnerismo, ya que hay un amplio porcentaje de la ciudadanía que tiene a “Macri como su límite”, por considerarlo de derecha/centro derecha. En ese sentido, el escenario sería distinto en un posible enfrentamiento entre Scioli – Massa, dado que el candidato de UNA, se identifica como peronista y ha migrado desde el kirchnerismo. Pero algo es seguro, con la asunción del nuevo Presidente se cerrará un ciclo que quedará marcado para siempre en la historia argentina: será el final de tres mandatos consecutivos del matrimonio Kirchner.

Ante este escenario Macri y Massa apuntan sus último esfuerzos a captar el voto de los indecisos. El “voto flotante” o “frágil” se calcula que es del 20%, porcentaje de gran peso para éstos candidatos que están luchando para conseguir una segunda vuelta. También intentan convencer a los dudosos de que votarlos a ellos es lo más lógico y llaman a la ciudadanía a ejercer un “voto útil”. La idea de que si desean que gane la oposición, no deben “desperdiciar” su voto con Solbizer, Del Caño o Rodríguez Saá ya que ninguno de éstos tres cuentan con ninguna posibilidad de ganarle a Scioli.

Pero ya sólo quedan tres días para que todas estas deliberaciones se conviertan en certezas, y se sepa finalmente si habrá un resultado final en octubre, o de lo contrario, en noviembre luego de una segunda vuelta.

Pero ya sólo quedan tres días para que todas estas deliberaciones se conviertan en certezas, y se sepa finalmente si habrá un resultado final en octubre, o de lo contrario, en noviembre luego de una segunda vuelta.

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