El uso indebido de los recursos públicos, un problema de la región

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Campaña #RecursosTransparentes

Aquello que es considerado como un recurso público no varía demasiado de país en país y, generalmente, es entendido como todo aquel patrimonio que permite al Estado funcionar.

Al tratarse de acervo común, sería esperable que los funcionarios públicos efectuaran rendiciones de cuentas periódicas sobre el uso de dichos recursos y que esta información sea accesible a la ciudadanía.




Sin embargo, esto se da en raras ocasiones llevando a un desconocimiento total de cómo son usados los recursos públicos por los gobernantes.

De la misma manera, la ciudadanía, al encontrarse con poca información y casos recurrentes de corrupción, pierde el interés de involucrarse en la vida democrática. Este panorama es típico de las democracias latinoamericanas donde predomina un debilitamiento de la línea que separa el interés personal o partidario del interés público, tanto entre funcionarios como para la sociedad.

Estas son prácticas que afectan a toda la comunidad, vulneran derechos, debilitan a las instituciones y limitan la vida democrática. Y este debilitamiento se expresa claramente, en la extensión de diversas modalidades de uso indebido de recursos públicos.

Estos modos van, desde un funcionario que se apropia de algún recurso público para enriquecerse a sí mismo o a su partido político, pasando por la utilización de recursos públicos de manera irresponsable, irregular o sin justificación, hasta un funcionario que, si bien dirige el uso de los recursos públicos para la prosecución de fines públicos, en la comunicación de estos actos toma fuertes connotaciones partidistas. Cuando esto sucede se altera la competencia electoral, se violan las leyes, se incurre en hechos de corrupción y se atenta contra la ética pública.

Por esto, afirmamos que el uso del patrimonio del Estado para fines contrarios a los públicos debe ser desnaturalizado, denunciado y sancionado.

Para que esto sea posible, la ciudadanía debe tomar conciencia del problema, involucrarse, exigir la erradicación de estos comportamientos y demandar el funcionamiento íntegro y ético de las instituciones democráticas.

Es por este motivo que desde diversas organizaciones de la sociedad civil latinoamericana se ha decidido lanzar la campaña “Recursos Transparentes”, que tiene por objeto sensibilizar a la ciudadanía para que pueda reconocer y denunciar estos usos indebidos de recursos públicos pero, además, que pueda involucrarse cada día un poco más en el control de las instituciones democráticas. Aquí puede consultarse el video de la campaña.




La presente iniciativa se está llevando a cabo en Argentina, Bolivia, Ecuador y Venezuela a través de Poder Ciudadano, Fundación Construir, Fundación Ciudadanía y Desarrollo y Transparencia Venezuela.

Para leer más sobre la iniciativa “Recursos Transparentes” puede consultarse aquí el documento de posicionamiento.

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– “Todos los puntos de vista son a título personal y no representan la opinión de Altavoz México o sus miembros.”

El empoderamiento ciudadano como la mejor solución

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“Todos roban”

“Los honestos se extinguieron”

“Los políticos son todos corruptos”

“El poder corrompe”

“Ningún honesto puede ganar elecciones”

Estos pensamientos están más arraigados de lo que pensamos en la ciudadanía latinoamericana. Ahora, la pregunta es, ¿la corrupción ha absorbido a la política y por ello hay un descreimiento generalizado o, por el hecho de que se ha arraigado una desvalorización de la política en general esta se ha podido ir alejando de cualquier regla ética o moral?

Jamás hay que olvidar que para que las instituciones democráticas funcionen como deben el ojo controlador de los ciudadanos no debe dar respiro, porque es cuando se mira para un costado que quienes tienen la obligación de gobernar en pos del bienestar común se sienten cómodos para actuar de forma indebida.

Si quienes depositan la confianza en un candidato sólo recuerdan que su participación en la vida democrática es necesaria cada cuatro años, luego no tienen derecho moral a reclamar o quejarse cuando dicho funcionario abandona su puesto con varios millones en su maletín y un desastre irreparable en su cartera.

Siguiendo con las frases populares podríamos recordar la famosa “La culpa no es del chancho sino del que lo alimenta”. ¿Por qué motivo se cree que aquel rostro que aparece sonriente en una boleta o en un spot propaganda será un ser angelado y honesto que se desvelará por las noches alimentando a los desnutridos y abrigando a los sin hogar?

Tal vez sería algo que nos podría responder un psicólogo o un sociólogo, tal vez responde a la misma necesidad que ha tenido la humanidad desde tiempos inmemoriales de adorar a Dioses perfectos capaces de recompensar o castigar a su antojo. Sobre todo, Dioses a los cuales se les pueda reclamar cuando las cosas tomen un curso diferente al esperado, a modo de deshacerse por completo de la responsabilidad propia.

En definitiva, no puede exigirse lo que uno no está dispuesto a dar, casi como en una relación amorosa. Difícilmente un funcionario se ocupe de lo que le preocupa a un ciudadano común si este no se involucra ni se informa esforzándose por comprender una lógica de poder en la que cada vez hay menos lugar para los desentendidos.

La clásica división entre el ámbito privado y el público ya queda obsoleta, hoy en día ya no pueden pensarse estas relaciones pendulares sin considerar el lugar, cada vez más influyente, de la ciudadanía y los medios masivos de comunicación. Estamos ante una ciudadanía que se empodera y exige, esta parece ser la única y la forma más efectiva para enderezar las instituciones democráticas de América Latina.

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– “Todos los puntos de vista son a título personal y no representan la opinión de Altavoz México o sus miembros.”