Hoy, en México, todos están enojados con todos. El Presidente con los ciudadanos malhumorados que no lo entienden y no quieren aceptar que su casa blanca es producto del arduo esfuerzo de la Gaviota en su trabajo con Televisa. Los ciudadanos con el Presidente por su insensibilidad y su terquedad en afirmar que la corrupción es un asunto cultural (¿quién habla de problema?).
Los Senadores con los ciudadanos por querer imponer la transparencia cómo regla de juego para los políticos (¿entonces dónde está el beneficio de ser político?), y los ciudadanos con los Senadores por burlarse de su iniciativa y trasquilarla sin piedad. De paso, los Senadores se vengaron de los ciudadanos más a la mano, los empresarios, y les dieron unas patadas en los tobillos que pretenden dejarlos calladitos y sumisos, sin pena de quedarse sin los jugosos contratos del gobierno (la ocurrencia de la madrugada).
De paso, los Senadores se vengaron de los ciudadanos más a la mano, los empresarios, y les dieron unas patadas en los tobillos que pretenden dejarlos calladitos y sumisos, sin pena de quedarse sin los jugosos contratos del gobierno (la ocurrencia de la madrugada).
El Consejo Nuevo León, con el Gobernador Rodríguez Calderón, al cuál le reclama dedicarse a cosas sin importancia cuando ellos quisieran fijarle la agenda de acuerdo con lo que determinaron en su Plan Estratégico 2015 – 2030. El gobernador y su nuevo equipo (trabajosamente armado para satisfacer su círculo íntimo y cercano) enojados con el Consejo Nuevo León, porque no le entienden a sus exigencias y que no los deja enfocarse a sus negocitos largamente planeados.
Los ciudadanos con los diputados locales porque no se concentran en lo que más importa que es el rechazo de las cuentas públicas infames de Rodrigo Medina para los años 2013 y 2014 (¡está cuenta maravillosa que tiene una observación que señala 1,100 millones de pesos de gastos sin comprobar!). Y los diputados locales con los ciudadanos porque no los dejan dedicarse a sus juegos perversos (y jugosos) y que nadie le da importancia a un juicio político contra Samuel García, promovido por el amigo del pueblo, Gilberto Lozano, por unos asuntos irrelevantes.
Los ciudadanos contra los alcaldes porque se les ocurrió que no tenían suficiente presupuesto de donde robar (o para obras faraónicas) y que quieren inventar nuevos impuestos (con el apoyo de los diputados locales muy dispuestos a apoyarlos), y los alcaldes contra los ciudadanos porque no se dejan robar en silencio y protestan por cualquier bachecito en sus calles o por cualquier robo en sus casas (cómo si no fuera normal que haya robos en las casas y baches en las calles).
Los ciudadanos con los diputados locales porque no se concentran en lo que más importa que es el rechazo de las cuentas públicas infames de Rodrigo Medina para los años 2013 y 2014 (¡está cuenta maravillosa que tiene una observación que señala 1,100 millones de pesos de gastos sin comprobar!)
El México de hoy necesita en forma urgente un terapeuta capaz de hacer sentir a los unos y a los otros que su enojo impide que el país encuentre soluciones a sus problemas reales, que son la pobreza extrema, las remuneraciones insuficientes, la dependencia exagerada de las remesas de los paisanos para sostener el poder adquisitivo, la corrupción y más corrupción y todavía más corrupción, una clase política que perdió el contacto con la sociedad civil de la cual proviene y que solamente aspira a robar más antes de que se le acabe el veinte.
¿Alguien podrá serenar el país? ¿Alguien sabrá proponer en lugar de reclamar? ¿Alguien es capaz de proyectar una visión de un México exitoso y no quejoso? Faltan menos de dos años para que se dé a conocer este personaje mítico. Si no aparece, nos esperarán seis años más de lo mismo. ¿Qué producirán seis años más de enojo colectivo? Peligro, mucho peligro.
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