Amenaza AMLO la independencia judicial en México, alerta director ejecutivo de Human Rights Watch

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El director ejecutivo para América de Human Rights Watch (HRW), José Miguel Vivanco, dijo que el presidente Andrés Manuel López Obrador “amenaza la independencia judicial en México”, esto mediante un hilo en Twitter donde explicó su postura respecto a la ampliación del mandato de Arturo Zaldívar como ministro presidente de la Suprema Corte de Justicia de la Nación (SCJN).

Vivanco señaló que el jueves 15 de abril, senador de Morena aprobaron el proyecto de la Ley Orgánica del Poder Judicial de la Federación para extender en 2 años el mandato de Zaldívar, un proyecto que anunció desde recibir el visto bueno de la Cámara de Diputados.

Sin embargo, el directo ejecutivo para América, destacó que dicho proyecto viola el Artículo 94 párrafo 4 de la Constitución Política donde se estipula que cada cuatro años el Pleno de la DCJN elegirá de entre sus miembros al presidente, quien “no podrá ser reelecto para un periodo inmediato posterior”.

Además, destacó que Arturo Zaldívar es también, uno de los 7 miembros del Consejo de la Judicatura Federal (CJF), los restantes son elegidos: uno por el presidente de la República, para el caso AMLO; 2 por el Senado que en este momento tiene una mayoría de Morena, el partido gobernante; 3 elegidos por la SCJN.

Por otro lado, alerta que el problema principal de que López Obrador tenga una “mayoría automático” en el CJF es que con 4 votos se podrían “tomar decisiones trascendentales”, como el retiro forzoso de los jueces, mientras que con 5 tendría una “mayoría calificada” para “nombrar, sancionar y remover jueces”.

En ese sentido, el director ejecutivo de Human Rights Watch (HRW) para América, recordó el caso del intento de sanción de AMLO a un juez que falló en su contra debido a la suspensión de la reforma eléctrica.

Adicional a ello, Vivanco recordó que Arturo Zaldívar -ministro presidente de la Suprema Corte de Justicia de la Nación (SCJN) también funge como presidente del CJF, lo que le otorga facultades para fijar el orden del día de las discusiones y dirigir los debates.

Finalmente, José Miguel Vivanco recuperó una declaración del propio presidente AMLO donde se pronuncia a favor de la reforma a la Ley Orgánica del Poder Judicial de la Federación, así como externar su confianza en Zaldívar: “es necesario que se amplíe su permanencia sobre todo en el Consejo de la Judicatura”, según dijo porque ahí se pueden realizar los cambios.

Acusa Human Rights Watch que propuesta para regular redes sociales es una “aberración”

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El director para las Américas de Human Rights Watch, José Miguel Vivanco, aseguró que el proyecto de ley que propuso el senador de Morena, Ricardo Monreal, sobre redes sociales, es una aberración.

En una publicación hecha a través de su cuenta de Twitter, Vivanco detalló que la reforma le otorgaría al Instituto Federal de Telecomunicaciones diversas facultades como: a qué redes sociales pueden pertenecer los mexicanos, el contenido que pueden publicar y cuándo puede ser suspendido un usuario.

Por su parte, el senador Ricardo Monreal aseguró que recibirá los comentarios de expertos, académicos, especialistas e internautas sobre su proyecto de iniciativa para regular las redes sociales.

El morenista detalló que no presentará dicho proyecto hasta que reciba las opiniones y que, basándose en ellas, lo mejorará.

Dijo que se ha reunido con representantes de las redes sociales en México y que sus opiniones también serán escuchadas.

Aseguró que está en la mejor disposición de mejorar la propuesta, pero que no la abandonará y no quitará el dedo del renglón.

HRW acusa a China de aumentar detenciones contra quienes informan sobre COVID-19

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La organización Human Rights Watch (HRW) acusó a las autoridades chinasde intensificar las detenciones de periodistas y activistas que informan “sobre la pandemia del COVID-19 u otras cuestiones o critican al Gobierno”.

Según un comunicado de HRW difundido en Nueva York, las autoridades chinas han llevado a cabo nuevos arrestos de periodistas y activistas “sin aportar información creíble que sugiera que esos individuos han cometido delitos legalmente reconocibles”.

“Detener a periodistas y a activistas no hará que desaparezcan los verdaderos problemas de China”, dijo el investigador de HRW para el país asiático, Yaqiu Wang, citado en la nota.

Para Wang, “el Gobierno chino parece no haber aprendido nada de su represión de la información después del brote de COVID-19″.

En este sentido, la organización de defensa de los derechos humanos asegura que “las autoridades chinas han tratado de controlar la narrativa de la pandemia del coronavirus silenciando a los reporteros independientes, junto con el uso de software especializado, ‘trolls’ y censores de Internet”.

HRW recoge en su nota la detención de tres personas, el activista Ou Biaofeng y los periodistas Hze Fan, que trabaja para la agencia Bloomberg, y Du Bin, fotógrafo colaborador del periódico The New York Times.

“Desde el brote de coronavirus en Wuhan a finales de 2019, las autoridades chinas también han detenido a un número de activistas y ciudadanos periodistas por informar de manera independiente sobre la pandemia”, denunció la ONG, que aseguró que mientras algunos han sido liberados, otros permanecen bajo arresto o su situación no ha sido hecho pública.

El 28 de diciembre, la periodista china Zhang Zhan se enfrentará a un tribunal que podría condenarla a hasta cinco años de cárcel por informar sobre el estallido del brote de coronavirus en la ciudad de Wuhan bajo la acusación de “provocar altercados y crear problemas”.

Zhan fue detenida en mayo, después de haber viajado a Wuhan en febrero para informar sobre el brote de coronavirus.

El abogado de Zhang dijo a los medios de comunicación que los funcionarios la han estado alimentando a la fuerza desde que inició una huelga de hambre poco después de su detención y que su salud se está deteriorando, tal y como recoge HRW.

HRW reprueba actitud de AMLO ante coronavirus

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La organización internacional Human Rights Watch (HRW) descalifico la actuación del Presidente Andrés Manuel López Obrador ante la pandemia de COVID-19.

A través de un comunicado, el organismo acusó al Mandatario de no proporcionar información precisa sobre el coronavirus, lo cual, advirtió, pone en grave peligro al pueblo de México.

Además, lamentó que López Obrador se niegue a seguir los consejos de salud pública y se resista a brindar información precisa al público sobre la gravedad del problema.

Destacó que el Mandatario ha contradicho directamente las recomendaciones de las autoridades de salud, alentando a los mexicanos a seguir saliendo en público mientras los funcionarios del sector piden que se queden en sus casas.

De igual forma, criticó que continúe con eventos públicos y saludando con acercamiento físico a sus simpatizantes a pesar de las recomendaciones.

“El comportamiento del Presidente López Obrador frente a la crisis de Covid-19 es un ejemplo profundamente peligroso que amenaza la salud de los mexicanos”, aseveró José Miguel Vivanco, director para las Américas de Human Rights Watch.

“Ha demostrado una escandalosa falta de voluntad para proporcionar información precisa y basada en la evidencia sobre los riesgos de un virus que ya ha matado a miles de personas en todo el mundo”.

El resto de las dependencias del Gobierno federal, según reprochó HRW, en sintonía con el liderazgo de López Obrador, han tomado acciones de manera lenta.

Incluso, hay protestas por parte del personal médico del sector público de salud ante la falta de protocolos para enfrentar al virus.

La asociación también lamentó que el Mandatario mexicano señale que algunos medios de comunicación están aprovechándose del COVID-19 para distorsionar y alarmar en apoyo a la oposición a su Gobierno.

HRW advirtió que la situación de riesgo que se tiene en las estaciones migratorias y en la prisiones del país.

Y no sólo eso, sino que hizo especial énfasis en los altos índices de sobrepeso y obesidad que prevalecen en el país, además de las tasas de diabetes que hay en México.

“En un momento de una pandemia de salud sin precedentes, como COVID-19, los líderes deben cumplir fielmente su obligación de garantizar que las personas tengan acceso a información precisa y basada en evidencia, esencial para proteger su salud”, dijo Vivanco.

“No hacerlo no es solo una violación del derecho a la salud, sino que también conducirá a muchas muertes evitables”.

En ese contexto, esta mañana el López Obrador asegura que él no puede entrar en aislamiento, pues tiene que atender la emergencia.

Además, reiteró que se trata de una situación controlada y no hay desbordamiento de la epidemia. 

“Yo estoy cumpliendo con el protocolo de la Secretaría de Salud y desde luego exhorto a toda la población a que acatemos las disposiciones, nos conviene, hasta ahora hay una situación controlada, no hay ningún desbordamiento del coronavirus. 

“Yo no me puedo poner en cuarentena, no me puedo aislar, como también los médicos, los integrantes del Ejército, de la Marina, los que abastecen el agua que consumimos, en fin, nos tenemos que quedar cumpliendo con las recomendaciones”, afirmó el Mandatario en conferencia matutina. 

(Fuente: El Mañanero Diario)

Talón de Aquiles: Paz en Colombia: ¿Colombia en Paz? De la Guerra Verdadera Hacia Una Paz Fragmentada

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Los tambores de guerra han callado. En la calle, líderes sociales afirman que la paz es inminente. Y sin embargo, queda todavía tela por cortar: el rol de las Fuerzas Militares en el post-conflicto no fue discutido durante este proceso de paz, el Ejército de Liberación Nacional (ELN) sigue activo, y no queda claro si el Estado colombiano entrará a generar legitimidad a aquellas zonas hasta hoy controladas por las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia–Ejército del Pueblo (FARC-EP). En esta segunda entrega del “Talón de Aquiles” dedicado al proceso de paz en Colombia, exploro el concepto de “paz fragmentada”, y completo el sobrevuelo de los procesos de paz en ese país.

Una paz fragmentada: procesos de paz en Colombia (segunda parte)

El régimen político colombiano entró en un nuevo periodo en 1991 con la aprobación de la nueva constitución que sustituye la de 1886. El nuevo orden formalizó la eliminación de los rezagos institucionales del Frente Nacional y permitió la incorporación al sistema político del M-19, del Ejército Popular de Liberación (EPL), del Movimiento Armado Quintín Lamé (MAQL) y de la Corriente Renovación Socialista (CRS).




El proceso es considerado como “exitoso”, a pesar de que el nuevo marco democrático y pluralista colombiano no impidió la continuación del conflicto armado. El ELN siguió activo y las FARC-EP experimentaron un crecimiento como nunca antes visto.

Además, aunque la historia oficial indica que el EPL se desmovilizó en 1991, 20% de sus efectivos se negó a hacerlo.

En 2013 todavía existían remanentes activos (cerca de 200 combatientes) en Catatumbo (Norte de Santander). Y también se expandieron los paramilitares quienes, de la mano de su líder, Carlos Castaño, fundaron en 1997 las Autodefensas Unidas de Colombia (AUC).

Algunos acercamientos, en Caracas (Venezuela) y Tlaxcala (México), tuvieron lugar en 1992 y 1993. Sin embargo, son dos los procesos de paz que se desarrollaron en los quince años posteriores a 1991. El primero, con las FARC-EP, fue liderado por el Presidente Pastrana (1998-2002) y fue acompañado por gobiernos de diversos países, organizaciones internacionales, y miembros de la sociedad civil.

El mismo, que fue considerado durante años como la última oportunidad de las FARC-EP para salir de la guerra, terminó en un rotundo fracaso. En febrero de 2002, luego de casi cuatro años de diálogos caracterizados por sabotajes (por parte de las FARC-EP, el ELN, y paramilitares), de desconfianzas del Ejército (ante la desmilitarización de una zona para adelantar las conversaciones), de presiones de Washington (que ya pensaba en un “Plan Colombia”), el Presidente dio por concluido el proceso.

La gota que derramó el vaso fue el secuestro por parte de las FARC del senador Jorge Géchem. Queda deslegitimado así el diálogo, como de hecho lo demuestra la popularidad alcanzada por la mano dura defendida por Álvaro Uribe en la campaña electoral de 2002. El segundo proceso de paz, desarrollado durante el primer periodo presidencial de Uribe (2002-2006), permitió la desmovilización de cerca de 30,000 efectivos de las AUC. El proceso generó severas dudas, pero fue acompañado por la Organización de los Estados Americanos (OEA).

Durante este tiempo, se vivió en Colombia, en el mejor de los casos, una “paz fragmentada”, es decir un contexto en donde se logró desarmar, desmovilizar, y reinsertar (DDR) varios de los actores armados mientras que otros se reforzaron y continuaron con el conflicto armado. A decir verdad, la tal “paz fragmentada” es en realidad un eufemismo, pues no hay paz cuando actores armados siguen usando la violencia para avanzar sus objetivos políticos.

Un proceso serio

Se sabe que el gobierno de Álvaro Uribe, por medio del Comisionado de Paz, Frank Pearl, buscó negociar clandestinamente con las FARC en condiciones similares a las actuales (sin cese al fuego y creando zonas de distensión). Sin embargo, es en 2011 que el Presidente Juan Manuel Santos (2010-2018) anuncia a las FARC-EP su intención de retomar los acercamientos, lo cual desemboca en dos reuniones exploratorias, secretas, que tienen lugar en Cuba.

El Gobierno y las FARC-EP elaboraron una agenda para establecer los parámetros que regirían encuentros posteriores. El Gobierno nombró entonces a Frank Pearl, Sergio Jaramillo, Humberto de la Calle, y a Enrique Santos en su delegación; más adelante, se sumó Luis Carlos Villegas, Jorge Enrique Mora y Óscar Naranjo.

Las FARC designaron a Iván Márquez, Mauricio Jaramillo, Marcos Calarcá, Rodrigo Granda, y Andrés París. Luego, se designó a Cuba y a Noruega como países garantes y se solicitó a Venezuela y Chile fungir como facilitadores. Entre febrero y agosto de 2012 se organizaron diez sesiones preparatorias y en septiembre, el Presidente Santos dio a conocer a la luz pública estos intercambios.

La agenda de negociación se articuló alrededor de cinco puntos: política de desarrollo agrario integral; participación política; fin del conflicto; solución al problema de las drogas ilícitas; y determinar quienes son víctimas del conflicto armado. El primer acuerdo parcial, el de la política de tierras y desarrollo agrario, se logró seis meses después de iniciado el proceso, el 26 de mayo de 2013.

Se discutieron problemas como el acceso y uso de la tierra, la formalización de títulos de propiedad, la protección de reservas, el diseño de programas de desarrollo (infraestructura, salud, educación, vivienda, erradicación de la pobreza) con un enfoque territorial.

El segundo acuerdo, que versa sobre la participación política de las FARC-EP en el post-conflicto, llegó luego de 16 rondas de negociaciones, el 6 de noviembre de 2013. Se trata, entre otros, de garantías de protección para los exguerrilleros que deseen vincularse a la política.

El 16 de mayo de 2014 se alcanzó un acuerdo en el tema del narcotráfico y cultivos ilícitos. Entre los puntos debatidos se encuentran el desminado, la entrega de rutas, estrategias para bajar el consumo de drogas, la implementación del Programa Nacional Integral de Sustitución de Cultivos de Uso ilícito, y la suspensión de las fumigaciones con glisofato.

El 23 de septiembre de 2015, como parte del punto relacionado al “fin del conflicto”, se acordó crear un sistema de justicia transicional con una jurisdicción especial de paz que investiga, juzga, y sanciona delitos relacionados al conflicto armado. El objetivo es que haya verdad, justicia, y reparación a las victimas, es decir, que no haya impunidad. El 23 de junio de 2016 se firmó el acuerdo sobre el cese al fuego bilateral y definitivo.

Poco se sabe sobre el proceso en sí, lo cual no es extraño. Las negociaciones de paz que han sido exitosas en otras partes del mundo han contado con una estrategia de relaciones públicas que limita la circulación de la información. O sea, contrariamente a otros procesos colombianos, en esta ocasión no se hizo un “espectáculo público”.

El proceso ha sido serio, ha sido apoyado por partidos políticos colombianos de (casi) todo el espectro ideológico, entre ellos el Polo Democrático Alternativo, Marcha Patriótica, y otros movimientos progresistas, el Partido Liberal, el Verde, campesinos, estudiantes, indígenas, empresarios, y líderes religiosos.

Solo el “uribismo” (corriente política a favor del expresidente Álvaro Uribe) y algunos sectores afines al partido conservador se han manifestado en contra, aduciendo que no se puede negociar si no se solicita como prerrequisito un cese al fuego y que el Marco Jurídico para la Paz podría eximir a guerrilleros acusados de crímenes de lesa humanidad de sus responsabilidades.

Pero dichos grupos se encuentran aislados, no solo a nivel nacional sino también internacional: 47 países (incluyendo los cinco miembros permanentes del Consejo de Seguridad de la ONU) han manifestado su apoyo al proceso de paz. Del mismo modo, entidades como la Unión de Naciones Suramericanas (UNASUR), la Unión Europea, y organizaciones como Human Rights Watch, ven con buenos ojos las negociaciones.

La firma del acuerdo no solo es un punto de llegada; también es un punto de partida

Para varios observadores, la “verdadera Guerra” de las FARC-EP inició en 1982 cuando, durante su séptima conferencia, el grupo guerrillero se planteó convertirse en un ejército popular. Durante los siguientes veinticinco años, las FARC-EP crecieron exponencialmente.

Pero también ascendieron los paramilitares, el narcotráfico se convirtió en una problemática transversal (que afectó a todos los actores en conflicto, incluyendo al Estado), y la población se cansó de hablar de paz. Hacia 2008, luego de la desmovilización de las AUC, de la muerte del líder fundador de las FARC, Manuel Marulanda “Tirofijo”, de la captura de varios miembros del Estado Mayor Central, y de la persistente imagen que borraba la diferencia entre guerrilleros y narcotraficantes ante la opinión pública nacional e internacional, quedó claro que los “mejores tiempos” de las FARC-EP habían quedado atrás. La negociación se convirtió en una necesidad.

El proceso de paz actual excluye al ELN, y por ello es difícil argumentar que tiene la posibilidad de generar una “paz integral”. A pesar de ello, este intento es inédito al menos a dos niveles. Primero, el congreso aprobó el “Acto Legislativo para la Paz”, que permite que se incorporen rápidamente los acuerdos al régimen legal y constitucional, posibilitando que el Congreso simplemente apruebe o repruebe las reformas que presente el Presidente.

Segundo, se prevé un mecanismo de refrendación, el cual se hará por medio de un plebiscito que debe tener lugar antes que acabe el año 2016. El umbral aprobatorio se ha establecido al 13% (4,5 millones de votos).

Este es el siguiente round de los luchadores por la paz: asegurarse que los acuerdos de paz definitivos sean apoyados por la población. La batalla no está ganada, como lo demostró Guatemala en 1999, cuando se perdió el referéndum que validaba muchas de las reformas pactadas por los acuerdos de paz de 1996.

En Colombia, si bien la mayoría manifiesta actualmente que votará a favor de los acuerdos, debe recordarse que la popularidad de Santos está por los suelos – se sitúa actualmente en el 25% – y que la mayoría se ha manifestado en contra del proceso de paz. Los colombianos prefieren hoy aprobar un “mal acuerdo” a que continúe una “buena guerra” que, desde hace tiempo se sabe, nadie era capaz de ganar.

Cali (Colombia) y Ciudad de México (México), Julio y agosto de 2016

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