Son las 9.30 de la mañana, es miércoles, el tráfico en la ciudad es moderado y voy rumbo al aeropuerto por la avenida Morones Prieto. Llego a los límites de Monterrey con Guadalupe y recuerdo que este municipio acaba de implementar de manera oficial el sistema de fotomultas después de haber pasado por un mes de socialización en que se estuvo probando y se aplicaron solo avisos preventivos a conductores que circularon a exceso de velocidad.
Desde antes de llegar al municipio de Guadalupe he circulado a 60 kilómetros por hora que es la velocidad máxima permitida pero al llegar al primer punto preventivo que anuncia el sistema de cámaras de monitoreo con llamativos anuncios amarillos me cercioro de ir a la velocidad permitida. Hay casi un kilómetro entre el primer anuncio preventivo y el lugar en que están instaladas las cámaras con al menos otros tres anuncios intermedios.
Desde el primer anuncio hasta el momento de cruzar las cámaras, todos los autos a mi alrededor me rebasaron, algunos a velocidad notoriamente excesiva. De nueva cuenta al llegar a la avenida Miguel Alemán me encuentro con los anuncios de aviso del monitoreo y velocidad permitida y sucedió lo mismo, fui rebasado por todos los autos a mi alrededor.
Al llegar al municipio de San Nicolás la velocidad de los autos, camiones de carga y transporte público se incrementa y ya en municipio de Apodaca fui rebasado por el acotamiento por un transporte privado de pasajeros en pésimas condiciones que además tuvo que esquivar a un camión recolector de basura estacionado.
Este es el día a día de una ciudad que considera que la aplicación del reglamento de tránsito es un tema recaudatorio. Sólo el municipio de Guadalupe reporta siete mil hechos de tránsito al año, muchos de ellos con exceso de velocidad y lo más lamentable: mucho de ellos con personas fallecidas. Todos los días vemos atropellos en donde se culpa al imprudente peatón pero nadie menciona el exceso de velocidad con el que fue atropellado.
La ciudad se ha convertido en una pista de carreras para desahogar el estrés que se olvida de las consecuencias que puede tener una distracción propia o ajena en las calles. Lo menos que podemos hacer ante un nuevo sistema de monitoreo de velocidad es respetar los límites de velocidad antes de presuponer que es una medida recaudatoria.
Bajar la velocidad no cuesta nada y si salva vidas.
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