OEA acusa a Maduro de forzar el exilio de Edmundo González Urrutia

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La Organización de los Estados Americanos (OEA) acusó este domingo al “régimen autoritario” venezolano de haber “forzado el exilio” del opositor Edmundo González Urrutia, al que el organismo considera el ganador de las elecciones presidenciales que se celebraron en el país suramericano el pasado 28 de julio.

“El régimen no solo ha fallado en producir la menor evidencia del resultado electoral (…), sino que ha forzado el exilio del candidato Edmundo González”, quien “indudablemente” ganó las pasadas elecciones, señaló la Secretaría General de la OEA en un comunicado.

La OEA tacha en su declaración de “no fundamentadas” las citaciones emitidas por la Fiscalía venezolana contra González Urrutia y de “condenable y repudiable” la acción del “régimen” de Nicolás Maduro.

González Urrutia llegó este domingo a España, donde el Gobierno le concederá asilo, después de refugiarse un tiempo en la residencia de la embajada española en Caracas y también en otra legación europea, la neerlandesa, y evitar ser detenido en su país.

La justicia de Venezuela había ordenado la detención del opositor después de que desatendiera tres citaciones de la Fiscalía, que lo acusa de varios delitos por la publicación de actas de votación en internet que le darían el triunfo a él en las elecciones presidenciales del pasado 28 de julio.

El Consejo Nacional Electoral, primero, y el Tribunal Supremo, después, avalaron el triunfo del presidente venezolano, Nicolás Maduro, en los comicios de julio, mientras que la oposición denunció un “gran fraude electoral” y defiende una clara victoria de González Urrutia.

La OEA recordó en el comunicado que “todo ha sido conforme se esperaba de ellos” , después de que hace unos días esta organización internacional panamericanista dijera que “era ridículo que se hubiera esperado elecciones libres, justas y transparentes de ese Consejo Nacional Electoral (CNE)”.

De igual manera, continúa la OEA, resulta “ridículo” esperar justicia del sistema judicial venezolano.

En esta situación, prosigue la OEA, González Urrutia “hizo solamente lo que correspondía”, ya que Venezuela “no necesita ni una víctima más de violaciones sistemáticas de derechos humanos”.

Aseguró la OEA que este “proceso electoral no ha terminado” y que “debemos seguir trabajando para que el verdadero ganador de las elecciones del pasado 28 de julio asuma la Presidencia de la República Bolivariana de Venezuela” en enero de 2025.

La líder opositora de Venezuela María Corina Machado afirmó este domingo que seguirá luchando desde Venezuela mientras que el candidato del antichavismo, González Urrutia, lo hará “desde afuera”.

“Que esto quede muy claro a todos: Edmundo luchará desde afuera junto a nuestra diáspora y yo lo seguiré haciendo aquí, junto a ustedes”, dijo Machado a través de X.

El opositor venezolano y expresidente interino Juan Guaidó, exiliado en EE.UU., celebró también este domingo que “el presidente electo por los venezolanos” Edmundo González Urrutia, recién llegado a España, esté “seguro”.

El excandidato presidencial venezolano de la Plataforma Unitaria Democrática (PUD) viajó este domingo a Madrid acompañado de su esposa, Mercedes de González, tras volar en un avión de las Fuerzas Aéreas españolas, según confirmó el ministerio español de Asuntos Exteriores.

El alto representante de la Unión Europea para Asuntos Exteriores, Josep Borrell, dijo que el líder de la PUD “ha tenido que pedir asilo político” ante “la represión, persecución política y amenazas directas contra su seguridad y libertad”.

(Fuente: EFE)

México cierra unidad élite de investigación antidrogas tras 25 años de operación con Estados Unidos

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México detuvo la operación de la unidad antidrogas más importante que tiene la DEA para combatir el narcotráfico a nivel internacional. Fue en abril del año pasado cuando, derivado de una orden del presidente Andrés Manuel López Obrador, se impidió a la SIU división México, seguir operando en nuestro país. 

Milenio confirmó que México detuvo la operación de la Unidad de Investigaciones Sensibles de la DEA en nuestro país, como reportó primero la agencia Reuters. La unidad en México fue la primera en fundarse junto a las de Bolivia, Perú y Colombia, en 1997. 

De acuerdo con el último reporte de presencia de unidad de la SIU en México, en 2007 había 184 miembros divididos en dos unidades. 

Se trata de una división de élite de la agencia antidrogas estadounidense que opera en varios países del mundo, como Brasil, Ecuador, Guatemala, Pakistán y Uzbekistán. Los agentes que pertenecen a esta unidad tienen certificados y entrenamientos especializados en las oficinas centrales de la DEA en Quantico, Virginia, y en otros centros, como Río Hato, Panamá. 

Además de tener en varios casos reconocimientos y entrenamientos por parte de agencias de inteligencia de Estados Unidos, de la Organización de los Estados Americanos (OEA) e incluso de policías de otros países.

(Fuente: Luis Cárdenas MX)

Aclara Ebrard que México no quiere “acabar” con la OEA, solo transformarla

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El canciller Marcelo Ebrard aseguró este martes que México no ha propuesto que la Organización de los Estados Americanos (OEA) se elimine, sino que el objetivo es que se transforme en un organismo más robusto.

“Lo que hemos dicho es que debe sustituirse por un instrumento superior del cual deben ser parte Estados Unidos y Canadá. La OEA debería evolucionar hacia otro tipo de organización, porque el modelo debe adaptarse a una nueva geopolítica mundial; se necesita otro tipo de acuerdo entre los países de las Américas más paritario, más respetuoso, será posible y es deseable”, explicó Ebrard durante su comparecencia ante el Senado.

Sobre la relación de la OEA con la Comunidad de Estados Latinoamericanos (CELAC), aseguró que no es que sean incompatibles, sino que responden a distintas realidades y por lo tanto deben coexistir.

Sobre la CELAC el canciller aseguró que no fue un encuentro de países con afinidades ideológicas, “de la CELAC nadie se levantó, Brasil no ha participado en los últimos años, esperamos que en un futuro se reincorpore. Sí estuvo Chile, no asistió el presidente porque tenían un día nacional”, explicó el funcionario federal.

Aseguró que desde su punto de vista participaron todos los países de América Latina y el Caribe que así lo desearon.

‘Va por México’ acusa a gobierno y crimen organizado de intervenir en pasadas elecciones

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La coalición ‘Va por México‘ acusó al actual gobierno y al crimen organizado de haber intervenido en las pasadas elecciones.

«En el pasado proceso electoral, hubo complicidad del gobierno de México con el crimen organizado, pues lamentablemente durante todo el proceso electoral no hubo una sola acción para garantizar la seguridad en la República, dejando que ocurrieran amenazas, secuestros y asesinatos de operadores, líderes políticos así como también de candidatas y candidatos, unos incluso en actos públicos», aseguró Marko Cortés, dirigente nacional del PAN. 

Cortés recalcó también que «esos hechos reprobables hicieron que se viviera uno de los procesos más violentos en la historia de nuestro país».

El Quinto Informe de Violencia Política en México 2021 de Etellekt Consultores, presentado por el PAN, registró 737 víctimas, de las cuales 89 perdieron la vida en atentados; 35 eran candidatos.

La oposición informó en un comunicado que presentarán ante la Organización de los Estados Americanos (OEA) una relatoría y denuncia sobre estos hechos que supuestamente “atentan en contra de la democracia, que ponen en peligro las instituciones, la libertad y pluralidad en nuestro país”. 

Finalmente, Marko Cortés, representante del PAN, Alejandro Moreno, líder del PRI, y Jesús Zambrano, presidente nacional del PRD, coincidieron que el gobierno federal intervino principalmente en la costa del Pacífico donde Morena tuvo gran ventaja. 

(Fuente: Luis Cárdenas MX)

México y el Cambio Ambiental

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El medio ambiente es un tema complejo debido a que un pequeño cambio puede alterar todo el sistema. Bajo esta perspectiva, en el año de 1988 la Organización Meteorológica Mundial (OMM) y el Programa de las Naciones Unidas para el Medio Ambiente (PNUMA) crearon el Panel Intergubernamental de Expertos sobre el Cambio Climático (IPCC por sus siglas en inglés) con la responsabilidad, entre otras, de investigar el proceso del cambio climático. Este grupo determinó entre otras cosas las siguientes consecuencias del cambio climático generado por las actividades de la humanidad: 1) Aumento de la temperatura promedio global de los océanos y superficie terrestre, 2) Aumento promedio mundial del nivel del mar, 3) Modificación de los patrones naturales de precipitación, 4) Sequías más prolongadas y 5) Disminución de la productividad agrícola por mencionar algunos.

Las investigaciones sobre el cambio climático México demuestran por ejemplo que se ha vuelto más cálido desde 1960 y que la precipitación ha disminuido en la porción sureste desde hace medio siglo. Debe subrayarse que todas las naciones del mundo experimentan los efectos del cambio climático, es algo de lo que simplemente nadie se puede sustraer, y las pérdidas son  públicas y globales.

En este entorno primero se estableció el Protocolo de Kyoto que se adoptó  en el año de 1997 y entró en vigor en 2005, el cual no lo ratificó los Estados Unidos, el mayor emisor de gases de invernadero a nivel mundial. Posteriormente en la Conferencia Internacional sobre Cambio Climático que se celebró París en el año 2015, donde se logró que por primera vez casi todos los estados se pusieran de acuerdo sobre los métodos para reducir el cambio climático, Inclusive el papa Francisco publicó la encíclica Laudato si que llama a la acción contra el cambio climático. Puede apreciarse que se trata de un esfuerzo multilateral en el orden mundial, donde México participa con una agenda precisa, y donde su papel es relevante en el concierto de las naciones al ser la quinceava economía mundial.

México firmó el Acuerdo de París, el titular de la Secretaría de Medio Ambiente y Recursos Naturales (SEMARNAT) Rafael Pacchiano Alamán lo hizo en representación del Presidente Lic. Enrique Peña Nieto. Posteriormente en diciembre del año 2016 en la Cumbre Mundial de la Biodiversidad COP 13 se estableció un compromiso que incluyó más de 110 países para incorporar criterios de biodiversidad en políticas forestales, agricultura, pesca y turismo.

México es un Estado a la vanguardia en estos procesos, donde destaca la Nueva Estrategia de Biodiversidad 2016-2030 que eleva a 37% el presupuesto para conservar la biodiversidad en México; en contraste permanece la interrogante sobre el papel de los E.U., dado que su Presidente no ratificó el Acuerdo de París, incluso con la presión de la OTAN, la Unión Europea, el grupo G7, y el Vaticano. 

Los nexos entre la política multilateral de México y la agenda de seguridad nacional es clara en el caso del medio ambiente; somos un actor global responsable que honra su compromiso como miembro fundador de los principales foros multilaterales, esto es, la Organización de las Naciones Unidas (ONU) y la Organización de los Estados Americanos (OEA), entre otros no menos relevantes. Más aún cuando es conocido a escala mundial que aplicar políticas que consideren el medio ambiente y la biodiversidad es tema de Seguridad Nacional, por los efectos que el cambio climático supone para poblaciones, ciudades, biodiversidad e inclusive para el desarrollo de los Estados.

Ahora el Presidente de los E.U. enfrenta cuatro problemas: 1) el cuestionamiento de la comunidad internacional; 2) las criticas a su visión sobre seguridad nacional y seguridad global; 3) las dudas sobre si E.U. podrá sustraerse a la generación de energías limpias; 4) el impacto económico que se derivará de la mayor competitividad de las economías que utilizan energías limpias; la sociedad abierta hoy se cierra ante la historia, página difícil en que ni las agencias de inteligencia de los Estados Unidos muestran capacidades para procesar la información de que disponen para proteger a su ciudadanía y explicársela a su Presidente.

Talón de Aquiles: Paz en Colombia: ¿Colombia en Paz? De la Guerra Verdadera Hacia Una Paz Fragmentada

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Los tambores de guerra han callado. En la calle, líderes sociales afirman que la paz es inminente. Y sin embargo, queda todavía tela por cortar: el rol de las Fuerzas Militares en el post-conflicto no fue discutido durante este proceso de paz, el Ejército de Liberación Nacional (ELN) sigue activo, y no queda claro si el Estado colombiano entrará a generar legitimidad a aquellas zonas hasta hoy controladas por las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia–Ejército del Pueblo (FARC-EP). En esta segunda entrega del “Talón de Aquiles” dedicado al proceso de paz en Colombia, exploro el concepto de “paz fragmentada”, y completo el sobrevuelo de los procesos de paz en ese país.

Una paz fragmentada: procesos de paz en Colombia (segunda parte)

El régimen político colombiano entró en un nuevo periodo en 1991 con la aprobación de la nueva constitución que sustituye la de 1886. El nuevo orden formalizó la eliminación de los rezagos institucionales del Frente Nacional y permitió la incorporación al sistema político del M-19, del Ejército Popular de Liberación (EPL), del Movimiento Armado Quintín Lamé (MAQL) y de la Corriente Renovación Socialista (CRS).




El proceso es considerado como “exitoso”, a pesar de que el nuevo marco democrático y pluralista colombiano no impidió la continuación del conflicto armado. El ELN siguió activo y las FARC-EP experimentaron un crecimiento como nunca antes visto.

Además, aunque la historia oficial indica que el EPL se desmovilizó en 1991, 20% de sus efectivos se negó a hacerlo.

En 2013 todavía existían remanentes activos (cerca de 200 combatientes) en Catatumbo (Norte de Santander). Y también se expandieron los paramilitares quienes, de la mano de su líder, Carlos Castaño, fundaron en 1997 las Autodefensas Unidas de Colombia (AUC).

Algunos acercamientos, en Caracas (Venezuela) y Tlaxcala (México), tuvieron lugar en 1992 y 1993. Sin embargo, son dos los procesos de paz que se desarrollaron en los quince años posteriores a 1991. El primero, con las FARC-EP, fue liderado por el Presidente Pastrana (1998-2002) y fue acompañado por gobiernos de diversos países, organizaciones internacionales, y miembros de la sociedad civil.

El mismo, que fue considerado durante años como la última oportunidad de las FARC-EP para salir de la guerra, terminó en un rotundo fracaso. En febrero de 2002, luego de casi cuatro años de diálogos caracterizados por sabotajes (por parte de las FARC-EP, el ELN, y paramilitares), de desconfianzas del Ejército (ante la desmilitarización de una zona para adelantar las conversaciones), de presiones de Washington (que ya pensaba en un “Plan Colombia”), el Presidente dio por concluido el proceso.

La gota que derramó el vaso fue el secuestro por parte de las FARC del senador Jorge Géchem. Queda deslegitimado así el diálogo, como de hecho lo demuestra la popularidad alcanzada por la mano dura defendida por Álvaro Uribe en la campaña electoral de 2002. El segundo proceso de paz, desarrollado durante el primer periodo presidencial de Uribe (2002-2006), permitió la desmovilización de cerca de 30,000 efectivos de las AUC. El proceso generó severas dudas, pero fue acompañado por la Organización de los Estados Americanos (OEA).

Durante este tiempo, se vivió en Colombia, en el mejor de los casos, una “paz fragmentada”, es decir un contexto en donde se logró desarmar, desmovilizar, y reinsertar (DDR) varios de los actores armados mientras que otros se reforzaron y continuaron con el conflicto armado. A decir verdad, la tal “paz fragmentada” es en realidad un eufemismo, pues no hay paz cuando actores armados siguen usando la violencia para avanzar sus objetivos políticos.

Un proceso serio

Se sabe que el gobierno de Álvaro Uribe, por medio del Comisionado de Paz, Frank Pearl, buscó negociar clandestinamente con las FARC en condiciones similares a las actuales (sin cese al fuego y creando zonas de distensión). Sin embargo, es en 2011 que el Presidente Juan Manuel Santos (2010-2018) anuncia a las FARC-EP su intención de retomar los acercamientos, lo cual desemboca en dos reuniones exploratorias, secretas, que tienen lugar en Cuba.

El Gobierno y las FARC-EP elaboraron una agenda para establecer los parámetros que regirían encuentros posteriores. El Gobierno nombró entonces a Frank Pearl, Sergio Jaramillo, Humberto de la Calle, y a Enrique Santos en su delegación; más adelante, se sumó Luis Carlos Villegas, Jorge Enrique Mora y Óscar Naranjo.

Las FARC designaron a Iván Márquez, Mauricio Jaramillo, Marcos Calarcá, Rodrigo Granda, y Andrés París. Luego, se designó a Cuba y a Noruega como países garantes y se solicitó a Venezuela y Chile fungir como facilitadores. Entre febrero y agosto de 2012 se organizaron diez sesiones preparatorias y en septiembre, el Presidente Santos dio a conocer a la luz pública estos intercambios.

La agenda de negociación se articuló alrededor de cinco puntos: política de desarrollo agrario integral; participación política; fin del conflicto; solución al problema de las drogas ilícitas; y determinar quienes son víctimas del conflicto armado. El primer acuerdo parcial, el de la política de tierras y desarrollo agrario, se logró seis meses después de iniciado el proceso, el 26 de mayo de 2013.

Se discutieron problemas como el acceso y uso de la tierra, la formalización de títulos de propiedad, la protección de reservas, el diseño de programas de desarrollo (infraestructura, salud, educación, vivienda, erradicación de la pobreza) con un enfoque territorial.

El segundo acuerdo, que versa sobre la participación política de las FARC-EP en el post-conflicto, llegó luego de 16 rondas de negociaciones, el 6 de noviembre de 2013. Se trata, entre otros, de garantías de protección para los exguerrilleros que deseen vincularse a la política.

El 16 de mayo de 2014 se alcanzó un acuerdo en el tema del narcotráfico y cultivos ilícitos. Entre los puntos debatidos se encuentran el desminado, la entrega de rutas, estrategias para bajar el consumo de drogas, la implementación del Programa Nacional Integral de Sustitución de Cultivos de Uso ilícito, y la suspensión de las fumigaciones con glisofato.

El 23 de septiembre de 2015, como parte del punto relacionado al “fin del conflicto”, se acordó crear un sistema de justicia transicional con una jurisdicción especial de paz que investiga, juzga, y sanciona delitos relacionados al conflicto armado. El objetivo es que haya verdad, justicia, y reparación a las victimas, es decir, que no haya impunidad. El 23 de junio de 2016 se firmó el acuerdo sobre el cese al fuego bilateral y definitivo.

Poco se sabe sobre el proceso en sí, lo cual no es extraño. Las negociaciones de paz que han sido exitosas en otras partes del mundo han contado con una estrategia de relaciones públicas que limita la circulación de la información. O sea, contrariamente a otros procesos colombianos, en esta ocasión no se hizo un “espectáculo público”.

El proceso ha sido serio, ha sido apoyado por partidos políticos colombianos de (casi) todo el espectro ideológico, entre ellos el Polo Democrático Alternativo, Marcha Patriótica, y otros movimientos progresistas, el Partido Liberal, el Verde, campesinos, estudiantes, indígenas, empresarios, y líderes religiosos.

Solo el “uribismo” (corriente política a favor del expresidente Álvaro Uribe) y algunos sectores afines al partido conservador se han manifestado en contra, aduciendo que no se puede negociar si no se solicita como prerrequisito un cese al fuego y que el Marco Jurídico para la Paz podría eximir a guerrilleros acusados de crímenes de lesa humanidad de sus responsabilidades.

Pero dichos grupos se encuentran aislados, no solo a nivel nacional sino también internacional: 47 países (incluyendo los cinco miembros permanentes del Consejo de Seguridad de la ONU) han manifestado su apoyo al proceso de paz. Del mismo modo, entidades como la Unión de Naciones Suramericanas (UNASUR), la Unión Europea, y organizaciones como Human Rights Watch, ven con buenos ojos las negociaciones.

La firma del acuerdo no solo es un punto de llegada; también es un punto de partida

Para varios observadores, la “verdadera Guerra” de las FARC-EP inició en 1982 cuando, durante su séptima conferencia, el grupo guerrillero se planteó convertirse en un ejército popular. Durante los siguientes veinticinco años, las FARC-EP crecieron exponencialmente.

Pero también ascendieron los paramilitares, el narcotráfico se convirtió en una problemática transversal (que afectó a todos los actores en conflicto, incluyendo al Estado), y la población se cansó de hablar de paz. Hacia 2008, luego de la desmovilización de las AUC, de la muerte del líder fundador de las FARC, Manuel Marulanda “Tirofijo”, de la captura de varios miembros del Estado Mayor Central, y de la persistente imagen que borraba la diferencia entre guerrilleros y narcotraficantes ante la opinión pública nacional e internacional, quedó claro que los “mejores tiempos” de las FARC-EP habían quedado atrás. La negociación se convirtió en una necesidad.

El proceso de paz actual excluye al ELN, y por ello es difícil argumentar que tiene la posibilidad de generar una “paz integral”. A pesar de ello, este intento es inédito al menos a dos niveles. Primero, el congreso aprobó el “Acto Legislativo para la Paz”, que permite que se incorporen rápidamente los acuerdos al régimen legal y constitucional, posibilitando que el Congreso simplemente apruebe o repruebe las reformas que presente el Presidente.

Segundo, se prevé un mecanismo de refrendación, el cual se hará por medio de un plebiscito que debe tener lugar antes que acabe el año 2016. El umbral aprobatorio se ha establecido al 13% (4,5 millones de votos).

Este es el siguiente round de los luchadores por la paz: asegurarse que los acuerdos de paz definitivos sean apoyados por la población. La batalla no está ganada, como lo demostró Guatemala en 1999, cuando se perdió el referéndum que validaba muchas de las reformas pactadas por los acuerdos de paz de 1996.

En Colombia, si bien la mayoría manifiesta actualmente que votará a favor de los acuerdos, debe recordarse que la popularidad de Santos está por los suelos – se sitúa actualmente en el 25% – y que la mayoría se ha manifestado en contra del proceso de paz. Los colombianos prefieren hoy aprobar un “mal acuerdo” a que continúe una “buena guerra” que, desde hace tiempo se sabe, nadie era capaz de ganar.

Cali (Colombia) y Ciudad de México (México), Julio y agosto de 2016

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– “Todos los puntos de vista son a título personal y no representan la opinión de Altavoz México o sus miembros.”

EL TRATADO DE COMERCIO DE ARMAS CONVENCIONALES

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El Tratado de Comercio de Armas (o Arms Trade Treaty, ATT) es un acuerdo internacional que entró en vigencia en diciembre de 2014, y que busca regular el comercio internacional ilegal de armas convencionales a escala planetaria. El objetivo del acuerdo es evitar el trasiego de “armas pequeñas”, es decir de revólveres, rifles, carabinas, fusiles de asalto, etc., de minas terrestres y marítimas, y de todas las armas que no son de destrucción masiva. Las bombas (y las bombas de racimo), los cohetes, y todo tipo de misil, pueden entonces ser considerados como “armas ligeras”, siempre y cuando no lleven, por supuesto, ojivas biológicas, nucleares o químicas.

Criticado por unos treinta Estados que siguen reclamando, con un anacrónico discurso antiglobalización, la primacía de su soberanía en el sistema internacional sobre la de los tratados internacionales (de seguro como excusa para proteger intereses ligados a la compra de armas) y por diversos actores sociales de derecha, que ven en él una amenaza a la libertad a la autodefensa–esto sucede sobre todo en los Estados Unidos (p.ej. la National Rifle Association) pues en América Latina los grupos sociales más bien presentan el tema como una cuestión humanitaria, el ATT merece nuestra atención. No solo los datos de la Oficina de las Naciones Unidas para el Crimen y el Delito (UNODC, por sus siglas en inglés) señalan que al menos el 41% de los crímenes que se cometieron en el 2013 fueron perpetrados con armas pequeñas, sino que América Latina y el Caribe sigue siendo la zona más insegura del mundo. En 2015 once de los veinte países más violentos del orbe se encontraban en América Latina y el Caribe: Honduras, Venezuela, El Salvador, Guatemala, Jamaica, Colombia, y Trinidad y Tobago son más inseguros que República Democrática del Congo (RDC); Ruanda es más seguro que Brasil, y la violencia letal en México es más alta que la de Nigeria, Guinea Ecuatorial, Botsuana, y Namibia. Debe entonces ser de nuestro interés conocer, investigar, y darle seguimiento a cualquier iniciativa que, de una forma u otra, pueda contribuir a poner freno a la inseguridad que viven los ciudadanos latinoamericanos y caribeños.

En 2015 once de los veinte países más violentos del orbe se encontraban en América Latina y el Caribe: Honduras, Venezuela, El Salvador, Guatemala, Jamaica, Colombia, y Trinidad y Tobago son más inseguros que República Democrática del Congo (RDC); Ruanda es más seguro que Brasil, y la violencia letal en México es más alta que la de Nigeria, Guinea Ecuatorial, Botsuana, y Namibia.

De la institucionalización del régimen de regulación del comercio de armas

Desde los años 1990s, sectores sociales en diversas partes del mundo se movilizaron para denunciar la existencia de un comercio internacional no regulado de armas. El tema saltó a las prioridades en la agenda internacional porque el fin de la guerra fría marcó el término del “equilibrio del terror”, aquella “estabilidad” resultante de la amenaza de un cataclismo mayor (en caso de que alguna de las superpotencias accionara el gatillo nuclear). La prioridad en términos de seguridad pasó entonces a cuestiones de desarme y de control nuclear. Algunos expertos podrán indicar, no sin razón, que la popularización del paradigma de la “seguritización”, según el cual la seguridad debe ser entendida como una construcción social y una disputa política (ver, por ejemplo, Carla Álvarez Velazco, 2016), explica el aumento de interés en el control de armas convencionales.

Pero lo cierto es que objetivamente se registró a partir de los años 1990 un aumento en las muertes por homicidio en la mayoría de países en vías de desarrollo.

En 1997, premios Nobel de la paz como Oscar Arias, Elie Wiesel, Jody Williams, el Dalai Lama, y José Ramos-Horta, apoyados por organizaciones como Amnistía Internacional, presentaron la idea de establecer estándares éticos para el comercio de armas. En 2001 se adoptó una iniciativa (voluntaria), por parte de la United Nations Conference on the Illicit Trade in Small Arms, llamada “Programme of Action to Prevent, Combat and Eradicate the Illicit Trade in Small Arms and Light Weapons in All Its Aspects” (PoA) y en 2007 se creó un grupo de expertos para elaborar un reporte de factibilidad que llevó a la aprobación, por parte de la Asamblea General de las Naciones Unidas, el 2 de abril de 2013, del ATT. Al respecto, hay que señalar que este instrumento legal debe apenas ser considerado un primer paso en la larga reglamentación del comercio de armas, pues claramente no interfiere en el comercio de armas a lo interno de los Estados, y no reglamenta nada en torno al derecho ciudadano a portar armas. Tampoco prohíbe la exportación de tipos específicos de armas ni cuestiona regulaciones nacionales existentes. El tratado solo obliga a sus signatarios a monitorear el movimiento del comercio de armas, para asegurarse que se respeten los embargos existentes y que las armas comerciadas no terminen en manos equivocadas.

Tres retos de la cooperación interamericana en la materia

Es claro que cualquier intento por regular el comercio de armas convencionales se enfrentará a poderosos intereses económicos de las industrias de los países exportadores más importantes, que son los miembros permanentes del Consejo de Seguridad de la ONU (China, Estados Unidos, Francia, Reino Unido, y Rusia). Pero más allá de lo obvio, desearía resaltar que en la actualidad, Brasil, Chile, Colombia, Guatemala, Haití, Honduras, Surinam, todos países firmantes, no han ratificado el tratado. Dos países, Nicaragua y Venezuela, ni siquiera aparecen como signatarios. Un primer reto para América Latina y el Caribe consiste entonces en asegurarse que el conjunto de países firmen y ratifiquen el tratado, a pesar de las presiones económicas nacionales e internacionales que pueden existir para debilitar su implementación.

Un primer reto para América Latina y el Caribe consiste entonces en asegurarse que el conjunto de países firmen y ratifiquen el tratado, a pesar de las presiones económicas nacionales e internacionales que pueden existir para debilitar su implementación.

En segundo lugar, se deben fortalecer los diferentes escenarios de cooperación regional y sub-regional, desde la ONU hasta la Organización de los Estados Americanos (OEA), pasando por la Unión de Naciones Suramericanas (UNASUR), el Sistema de Integración Centroamericano (SICA), y la Comunicad de Estados Latinoamericanos y Caribeños (CELAC). Así como en otras épocas se denunció la “condicionalidad cruzada” al referir a los requisitos bancarios exigidos por diversos organismos internacionales para otorgar préstamos a los países aquejados por la crisis económica de los años 1980s, ojalá podamos pronto referir a la “cooperación cruzada” para señalar redes horizontales de cooperación transnacional. Y para evitar escaramuzas políticas, tal vez lo mejor sea privilegiar la cooperación técnica. Al fin y al cabo, deben existir estrategias consistentes, objetivas, y no-discriminatorias que aseguren la vigencia del tratado. Las partes deben establecer y mantener sistemas nacionales de control para generar datos comparables con otros Estados, no solo por transparencia–las listas nacionales son remitidas y compartidas con las otras partes–sino también para permitir evaluar el avance en su cumplimiento. Deben también designar un punto nacional de contacto para compartir información, y considerar medidas de reforzamiento de la confianza para reducir los riesgos a la paz y a la seguridad internacionales y, finalmente, tomar medidas para que las armas comerciadas no sean desviadas. Los escenarios multilaterales antes mencionados pueden, en su conjunto, ayudar a establecer y a implementar criterios técnicos que permitirán alcanzar grados de eficacia de la cooperación en la materia.

En tercer lugar–y esto puede ser más complicado–se trata también de darle contenido a la declaración de la Segunda cumbre de la CELAC (2014), según la cual América Latina y el Caribe son una “zona de paz”. Ello puede toparse con dos obstáculos mayores. Por un lado, los Estados no tienen la capacidad institucional para hacer valer el imperio de la ley en todo su territorio. La ausencia estatal es más fuerte en las zonas fronterizas, alejadas de los centros urbanos y políticos. Mientras esta siga siendo la regla, seguirá el comercio ilegal floreciendo sin dificultad, no por intención de las autoridades, sino por omisión en el control de las actividades ilícitas. Este problema no será resuelto mañana, pero su complejidad no es excusa para no avanzar en una solución. Por el otro, algunos de los gobiernos actuales en la región tienen concepciones diferentes sobre cómo reforzar su seguridad. Sin buscar discutir las mutaciones recientes y el significado actual de la noción de “seguridad”, debo señalar que en abril de 2016 se anunció la adquisición a Rusia, por parte de Nicaragua, de 50 tanques de guerra T-72B, 12 sistemas de defensa antiaérea ZU-23-2, dos helicópteros Mi-17V-5, un lote de vehículos blindados, lanchas patrulleras y coheteras, y otros. El gobierno de Ortega, que maneja un discurso de paz, de lucha contra el narcotráfico y de reforzamiento de las capacidades del Ejército para la atención de desastres naturales, no ha explicado las razones y objetivos de dicha compra. Lo mismo puede ser argüido en el caso de Venezuela, que, según el Instituto de Investigaciones de Paz, ocupa el 18 lugar a nivel mundial en cuanto a países compradores de armamentos, y que habría gastado en 2015 USD 162 millones en compras de armas a China (147 millones), Estados Unidos (6 millones), Austria (5 millones) y Holanda (4 millones).

Deben también designar un punto nacional de contacto para compartir información, y considerar medidas de reforzamiento de la confianza para reducir los riesgos a la paz y a la seguridad internacionales y, finalmente, tomar medidas para que las armas comerciadas no sean desviadas.

Conclusión: lo importante no es inventar la rueda, sino hacerla rodar

El comercio internacional de armas abarca tanto transferencias legales (generalmente en el marco de acuerdos gubernamentales), ilegales (si autorización gubernamental), y las que se encuentran en “zonas grises” (cuya legalidad es incierta pero su ilegalidad es dudosa). El ATT busca reglamentar un fenómeno mundial que se concentra en donde existen conflictos armados, violencia, y crimen organizado. Por ello es que América Latina y el Caribe son regiones especialmente interesadas en darle seguimiento a la implementación de este nuevo instrumento de cooperación multilateral. Hasta ahora, 85 Estados han ratificado el ATT, y 47 más están en proceso de hacerlo. Desde su entrada en vigencia, se organizó la primera conferencia de los Estados parte, que tuvo lugar en Cancún (México) del 24 al 27 de agosto de 2015. En esa reunión, se logró tomar decisiones básicas como escoger una sede para la Secretaría del tratado (Ginebra), pero no logró adoptar las plantillas de documentos necesarias para que los Estados completaran su reporte inicial de implementación en diciembre de ese año. Es decir, a los obstáculos políticos y propios a la región latinoamericana, se añaden los obstáculos técnicos propios a la implementación de nuevos regímenes de cooperación internacional. La segunda conferencia de Estados parte del tratado tendrá lugar durante el segundo semestre de 2016, y sus resultados deberán ser analizados con detalle.

El ATT busca reglamentar un fenómeno mundial que se concentra en donde existen conflictos armados, violencia, y crimen organizado. Por ello es que América Latina y el Caribe son regiones especialmente interesadas en darle seguimiento a la implementación de este nuevo instrumento de cooperación multilateral.

Las compras de armas de Nicaragua y Venezuela son transacciones legales. Y aunque no lo fueran, estos países no aparecen como signatarios del tratado, por lo que no están sujetos a sus disposiciones. El ATT representa, sin duda, un paso en la dirección correcta, pero se trata también de un muy tímido progreso, pues la problemática relacionada a las armas de fuego no tiene que ver únicamente con las armas que son comerciadas ilegalmente–es cierto que el trasiego ilegal es un problema–sino también con aquellas que son comercializadas legalmente. Es aquí, me parece, en donde se encuentra el meollo del asunto. La lucha será entonces intensa, no solo contra las cúpulas de poder locales que pueden usar la compra de armas como un botín político, sino también contra la industria manufacturera, que gana billones anualmente. Y si se habla de construir una cultura de paz, entonces habrá también que trabajar a nivel local en cada uno de los países signatarios para forjar usos y costumbres que vayan más acorde con el espíritu de este esfuerzo de reglamentación.

Fernando A. Chinchilla
New York City (Junio 2016)

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