“Los que más daño le han hecho al País, son los que supuestamente tienen más conocimiento del manejo de la economía, son los que han acabado con el País,. Hay uno de ellos, que yo le llamo el “padre de la desigualdad moderna” que estudió en Harvard…”
Hace algunos días, despotricaba contra intelectuales y periodistas que se atrevieron a formular un llamado para derrocarlo en las próximas elecciones. Después de estos pronunciamientos del presidente, ya no cabe duda que México está en malas manos y rumbo a un abismo del cual tardará cincuenta años mínimo en reponerse y recuperar el tiempo que se está perdiendo. Después de este vómito de odio y de resentimiento, se pregunta uno cómo pueda haber todavía egresados de universidades, ingenieros, licenciados, doctores que sigan apoyando a este individuo para que maneje los destinos de México.
¡Cuanta frustración e impotencia revelan esta declaración de un hombre que tardó 14 años en graduarse de la UNAM, cuanto desprecio para el conocimiento que no se la ha dado entender, cuanto cinismo de un político que sentenció que gobernar no era nada complicado, que era simplemente un asunto de sentido común.
Por esto, todo se reduce a frases demoledoras, “abrazos y no balazos”, “becario y no sicario”. Porque pretender tener más de un par de zapatos viene siendo contrario al sentido común y porque el rol de las mamás y de las abuelas para controlar los malitos es fundamental en la estrategia de seguridad pública de un gobernante que odia el conocimiento, huye del saber hasta destrozar las estructuras científicas y tecnológicas de avanzada del CONACYT, para promover la creación de 100 universidades Benito Juárez cuyo propósito, con toda seguridad, será la destrucción del conocimiento, malo y generador de todos los problemas de desigualdad desde los tiempos de Carlos Salinas de Gortari.
Declaraciones de este tipo, tomando en cuenta los CV de la mayor parte de los integrantes de su gabinete debería generar un éxodo masivo de seudo políticos formados en el extranjero. Mínimo, deberían eliminar las referencias a sus títulos para no incomodar a su jefe, y evitar exhibirle, sin hablar de ponerlo en vergüenza.
Este se complace en la ignorancia . Que ahí se quede revolcándose; algún rector de las universidades Benito Juárez recibirá, algún día, instrucciones para darle un doctorado “Honoris Causa” en ignorancia superior. Faltaba más.