El evidente rechazo a los partidos tradicionales está generando nuevas dinámicas en la política nacional, entre las que destacan tres: la creación de las candidaturas independientes (con limitados éxitos); el surgimiento de Morena como fuerza política de izquierda y el uso de la estrategia de coaliciones entre PAN-PRD -que en otra época hubiesen sido impensables, casi heréticas. Todo lo anterior en un contexto muy particular: el decepcionante regreso del PRI a la presidencia, que pasó del reformismo triunfalista al rechazo unánime y aislamiento político de Enrique Peña Nieto.
Desmenucemos las tres dinámicas mencionadas: la creación de las candidaturas independientes obedeció, primero, al reconocimiento del derecho constitucional de que cualquiera en este país puede votar y ser votado. Después, como alternativa de acceso a los puestos de elección popular, lo cual significa una vía para brindar mayor pluralidad en los cuerpos legislativos, además de proyectos puntuales para puestos ejecutivos. Sin embargo, lo “independiente” es una categoría, no un movimiento, mucho menos una doctrina. Por el contrario, si empieza a darse una organización que “postule” candidatos independientes con discurso e imagen similares, en esencia estaremos ante un partido, aunque no tenga registro ni reciba recursos públicos.
Aunque en 2015 hubo notables resultados a través de la figura con triunfos como el de Jaime Rodríguez en Nuevo León, Pedro Kumamoto en Jalisco y Manuel Clouthier en Sinaloa, 2016 fue un balde agua fría, pues prácticamente ningún candidato independiente fue competitivo en los múltiples procesos de ese año. Hasta ahora, ningún candidato independiente parece tener fuerza suficiente para una candidatura presidencial, aunque queda apenas tiempo suficiente para la emergencia de algún fenómeno.
Respecto al segundo factor, el surgimiento de Morena como fuerza de izquierda está reconfigurando el sistema de partidos. En un principio se habló de que dividiría el voto de izquierda, pero pudiera ser que lo acabe concentrando. La creación del partido fue un paso lógico para AMLO, pues es el único líder político con tintes sociales que podría acercarse a la noción del partido de masas, debido a su constante contacto y convocatoria popular.
En su primera elección federal, Morena obtuvo el 9% de la votación nacional, lo que lo convirtió en la cuarta fuerza política, además de acceder al 8% de los escaños en la Cámara Baja. Otro dato de primera importancia fue su desempeño en la capital del país: se estableció como primera fuerza en la Asamblea Legislativa del Distrito Federal (ahora Ciudad de México) y ganó 5 delegaciones de la Ciudad. El próximo domingo podría dar el campanazo en el Estado de México, lo que cambiaría el tablero electoral 2018 y daría un fuerte impulso a López Obrador, que sigue apareciendo como puntero presidencial en las distintas encuestas.
Morena no solo parece el rival a vencer en la carrera presidencial, sino que buscará ampliar exponencialmente su representación legislativa ahora que ambas cámaras están en juego, aunque difícilmente le alcanzará para generar mayorías, por lo que tendrá que generar alianzas al interior del congreso, pues AMLO no solo debe estar pensando en ganar, sino en cómo gobernará. Sobra decir, ningún “independiente” se acerca siquiera a este avance político en tan corto tiempo.
Tercer factor: la fórmula de coaliciones PAN-PRD. 2016 fue un año de “éxito” para Acción Nacional, pues consiguió 7 gubernaturas para llegar a un total de 11, un máximo histórico para el partido. 4 de ellas fueron en alianza con el PRD. Entrecomillamos “éxito” debido a que esta “ola azul” pareció deberse más a un voto de castigo y una reacción provocada por el tremendo rechazo que enfrenta el Presidente Peña y que habría pasado factura al PRI, que a propuestas frescas o gobiernos exitosos del PAN.
Quizá podría atribuirse a Agustín Basave el impulso a la fórmula de coalición, pues la precaria realidad del partido del sol azteca y su comprensión del parlamentarismo le llevaron por ese camino, que ha resultado un salvavidas para el PRD. De tal magnitud fue el efecto que hace unos días Ricardo Anaya y Alejandra Barrales anunciaron un “frente común” entre ambos partidos rumbo a 2018, que es, para todo fin práctico, la antesala de una candidatura presidencial conjunta.
Veremos cómo los resultados de este domingo 4 de junio mueven las piezas. El juego está abierto.