“La forma de aplastar a los burgueses es moliéndolos entre las piedras los impuestos y la inflación” – Vladimir Lenin
El fenómeno inflacionario no tomó protagonismo en la vida socioeconómica cotidiana sino hasta principios del Siglo XX. Por ejemplo, la Alemania de 1923, que quedó llena de deudas y costes de reparación luego del Tratado de Versalles a consecuencia de la Primera Guerra Mundial, tenia una tasa de inflación diaria de 21%, es decir, los precios se duplicaban cada 3 días y 17 horas. Siendo este tema preámbulo, por cierto, de interesantes choques argumentativos entre pensadores y líderes de la época como J.M. Keynes y Vladimir Lenin.
Y a todo esto, ¿qué es la inflación?
La definición de libro de texto explica que es el fenómeno que consta del aumento generalizado de precios en una economía. Esto tiene como consecuencia que el poder adquisitivo de las personas en dicha región se merme, por lo que la misma cantidad monetaria alcanzará para menos. Ahora, como distinción para una futura publicación, será importante diferenciar a la inflación (que es un ritmo de crecimiento) con los niveles absolutos de precios. Por lo tanto, podemos tener economías de muy alta inflación como Venezuela o Argentina, pero con un nivel de precios relativos sumamente bajos; caso contrario con los países como Japón o Suiza.
Ahora, ¿por qué es deseable una inflación estable y no nula? ¿Por qué una destrucción del poder adquisitivo y el nivel de ahorro de las personas es preferible? La inflación desde un punto de vista conceptual nunca será deseable, sin embargo, lo es desde un punto de vista práctico. Existen deficiencias en la medición de la inflación por elementos como mejoras en la calidad y eficiencia que no pueden ser fácilmente capturados, de tal manera que un incremento ligero pueda acomodar estos cambios ligeros en ámbitos de productividad de la economía.
En el momento en el que se acelera la pérdida del poder adquisitivo y las tasas de inflación, siendo esta mayor al objetivo (3% para el caso de México), se convierte en un efecto distributivo. No todos los segmentos de la población tienen las mismas capacidades para protegerse de estos incrementos en los precios. He de ahí el dicho de que la inflación es el impuesto a la pobreza.
México y América Latina no son ajenos a episodios de hiperinflación. Durante la presidencia de Miguel de la Madrid, en un contexto de extrema fragilidad de la economía luego de la crisis de 1982, el lunes negro en la bolsa americana de valores trajo como respuesta una devaluación de más de 40% en el peso mexicano y como consecuencia una profunda crisis llegando a una inflación de 176.8% en enero de 1988.
La inflación en contexto actual
El siglo XXI ha sido en lo general una época de baja inflación. Se dice que 6 de cada 10 mexicanos ha tenido la fortuna de no vivir o recordar la llamada década perdida (80’s), hasta ahora.
A diferencia de presiones inflacionarias en décadas pasadas, el contexto post pandémico viene a dar un toque especial a esta crisis. En gran medida, el atasco en los puertos y en las cadenas de suministro que transportan los productos por los mares del planeta, hacen que la demanda de estos no pueda ser saciada. A este problema se le suma el aumento de precios en los energéticos luego de la guerra entre Rusia y Ucrania, además de falta de semiconductores para fabricar autos, computadores o celulares; y un exceso de moneda en circulación por las medidas de estimulación en la economía tomada en países como Estados Unidos, quien otorgó más de 1.9 billones de en ayudas (otro caso digno de ser indagado más a profundidad).
La inflación en los Estados Unidos se ubicó en 8.2%, niveles que no se habían visto desde 1982, y es en ese contexto es que la Reserva Federal deberá combatirla, al tiempo que la economía se encuentra en un momento de fragilidad particular. Una situación similar enfrenta México también, puesto que para octubre ubicó la inflación anual en 8.4% (por primera vez siendo mayor la general a la subyacente).
El futuro
Al ser un fenómeno global, las soluciones locales deberán depender de lo que pase en el resto del mundo. Son claves la evolución de la pandemia, la guerra y la cadena de suministro. Muchos países ya han optado por el aumento en las tasas de interés, induciendo a un costo implícito mayor por el dinero.
En un momento en el que las economías tratan de respirar de nuevo luego de un sombrío inicio de la década, el crecimiento económico es muy bajo y la subida en las tasas de interés inducen a un nuevo periodo de recesión.
¿Será momento de pensar en alternativas tanto en políticas para enfrentar la inflación como en la naturaleza de las monedas que la originan?