Rumbo 2018: Los Jóvenes y la Política

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Como primer artículo para Altavoz MX quise escribir sobre un tema que en lo personal me interesa mucho y considero es fundamental para hablar de la política mexicana del siglo XXI, la participación de los jóvenes en la política. Contextualizando un poco, México es un país de jóvenes, la edad promedio es de 27 años, 38.3 de los aproximadamente 127 millones de mexicanos somos jóvenes. Nadie puede negar el papel que tenemos los jóvenes en la vida democrática de nuestro país, de entrada, considerando el peso electoral que representamos y aunque históricamente hemos sido el sector que menos participa vemos como en procesos electorales recientes en diversos estados del país cada vez somos más las nuevas generaciones que salimos a votar y a opinar sobre los asuntos públicos.

Uno de los problemas más recurrentes es creer que hablar de participación política es únicamente votar, cuando en realidad debe de ir más allá y debe de extenderse a proponer, involucrarse en los asuntos de la comunidad e inclusive en la labor gubernamental. Por el otro lado, las nuevas tecnologías de la información y la comunicación han traído consigo una mayor interacción sobre todo en las generaciones más jóvenes lo cual ha propiciado el debate, la crítica y por ende la participación en los asuntos públicos, pero también vemos como en muchos de estos medios así como hay exceso de información también hay mucha desinformación que aprovechando la energía y la efervescencia de los jóvenes terminan a veces por generar una mayor inconformidad y un menor razonamiento a la hora de tomar una decisión política como escoger por quien votar, decidir si involucrarse en alguna asociación, etc.

Un problema recurrente a la hora de intentar involucrar a los jóvenes en política es realizar las mismas actividades y conservar muchas de las malas practicas del pasado que solo terminan por generar más apatía en la política. Con la misma fórmula no se puede llegar a resultados diferentes, para que los jóvenes se interesen en participar, la agenda la tienen que definir los propios jóvenes, dejar atrás ese viejo esquema que el joven que quiere participar en política tiene que actuar y hacer lo mismo que el político grande, sino por el contrario innovar y darle un respiro al sistema político de nuestro país de manera responsable.

Según una encuesta del Índice Nacional de Participación Juvenil 2014, el 89.6% de los jóvenes expresa estar nada o poco interesado en política, pero vemos por el otro lado como hay movimientos estudiantiles, organizaciones de la sociedad civil, iniciativas y proyectos que aglutinan y operan con el apoyo de muchísimos jóvenes a nivel nacional. Yo estoy convencido que esto se debe principalmente a la concepción errónea que se suele tener asociada con la palabra “política”. Mucha gente piensa que la política solamente es el funcionario, el legislador o el dirigente de partido, cuando en realidad la política está presente en todos los ámbitos de nuestra sociedad, desde el maestro que pone reglas en su salón de clases, el representante de los trabajadores de una empresa que representa, etc. En pocas palabras considero que no es una falta de interés sino más bien la desinformación y la mala canalización que se le da a la participación de los jóvenes que termina por generar parte de la desconfianza en el sistema.

Como jóvenes tenemos la obligación de involucrarnos en asuntos públicos sin importar si queremos dedicarnos o no al servicio público. Los problemas de la comunidad se revuelven en comunidad, no le dejemos toda la responsabilidad al gobierno, nosotros también tenemos que participar y sumar de una manera responsable y propositiva. Quejándonos en redes sociales no vamos a llegar a ningún lado, es hora que nos sumemos independientemente de nuestra ideología, condición socioeconómica, religión, etc. Para construir una agenda en común y contribuir a la construcción de un ambiente idóneo para que los jóvenes podamos participar en 2018.

Roger Stone: el siniestro Forrest Gump de la política americana

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Se describe a sí mismo como un agente provocador. Un hombre de farándula. Un hombre de poder. Veterano de la consultoría política. Pionero de la guerra sucia. Todo vale mientras se gane, siempre y cuando no se rompa la ley. Todo eso es Roger Stone, uno de los hombres importantes de la política estadounidense.

En días recientes Netflix estrenó el documental Get Me Roger Stone, filme donde se narra la trayectoria del hombre que visualizó, convenció y ayudó a Donald Trump a alcanzar la presidencia de los Estados Unidos.

Stone rompe con el mito de que los asesores políticos deben estar detrás del candidato. Casi como profesionistas de oscuridad. Roger, quien ha sido descrito como un “canalla de primera” es un hombre de medios. Él entiende la necesidad de la imagen. En sus palabras “es mejor ser infame que nunca ser famoso”, ya que la “política es para valientes, el perdedor no gobierna”.

Bajo la lógica de que no existe la mala publicidad, Roger Stone ha logrado superar diversos escándalos. Se vio involucrado en el caso Watergate. Aseguró que Barack Obama había nacido en Kenia. Acusó a la familia Clinton de abuso a mujeres. Y el último, se le investiga por una posible colaboración con los rusos y WikiLeaks para apoyar la campaña de Trump. A todos los afronta con una sonrisa, casi maquiavélica, fortaleciendo un ego que parece enfermizo.

Roger no es ningún ingenuo. Analistas políticos lo describen como uno de los actores que mejor entiende la democracia americana. Roger sabe que tiene que convencer a las mayorías y ese es su objetivo: comprender sus deseos internos, sus necesidades, sus aspiraciones.

Hombre de lealtades. Acérrimo fan de Richard Nixon. Roger Stone forjó desde la década de los 80s el proyecto presidencial de Donald Trump. Más allá de ser su asesor, su amigo. Stone identifico las capacidades interpretativas del actual presidente. Tenía presencia, tomaba decisiones, era líder, se veía presidencial. Roger sabía que el votante promedio no tenía la capacidad de separar a la política del entretenimiento, así, menciona que “la política es el espectáculo de los feos”. Y esa era la gran oportunidad para el protagonista del programa El Aprendiz, Stone intentó convencer a Trump de candidatearse en cada proceso electoral.

La vida se hizo para trascender. Para dejar un legado. O ese es el pensamiento de Roger Stone. Él sabe que se ganó enemigos, pero cada uno de ellos lo vale. Stone logró escalar a los más altos niveles de la política estadounidense. Stone convirtió a Donald Trump en el hombre más poderoso del mundo.

Roger Stone sabe que pasará a la historia como uno de los hombres más odiados de la política americana. Y no lo discute, incluso asegura que disfruta del odio, ya que, si no fuera efectivo su trabajo, no lo odiarían. Es una señal de éxito.

Hombre de medios y de política, Roger Stone cuestiona la ética en la consultoría política. A él no le importa que digan que no tiene principios. Que es un hombre de trucos sucios. Al final… todos ellos son unos perdedores y para ganar, tienes que hacer todo lo que puedas.

Agradezco al Dr. Jesús Rubio Campos por la recomendación.

#Espaciowiki: Asaltar las Instituciones

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Un fantasma recorre Nuevo León: el fantasma de Wikipolítica.

Contra este fantasma se  unirán todos lo que no quieren hacer política de manera diferente, los que no les gusta hacer política entre todos, aquellos que creen que hacer política es cosa de esos señores elegantes que se pasean por el Congreso, Ayuntamientos e Instituciones del Estado con sus trajes  caros y sus camionetas  blindadas.

A todo  ellos  no les  va a gustar este fantasma, porque creen que la política solo se puede hacer con poder y con  dinero, con estructuras clientelares, compra de votos o pactando con los  grandes  Intereses financieros y empresariales.

Porque a esta “calaña” no le da miedo el  partido político de oposición, ni  al candidato Independiente, a lo que en realidad le tiene miedo, es al fantasma de la gente común organizada, de la gente común haciendo política.

Los de la “calaña” nos hacen creer que solo ellos pueden , que no nos involucremos porque “es un marranero”, que no nos acerquemos porque “comoquiera todo seguirá igual”, nos engañan con su  puertas giratorias donde  simulan un cambio, con sus candidatos  “Independientes” reciclados  para que todo siga  igual y el poder político se quede entre los mismos, y así es como nos roban el sentido común, la democracia  y las Instituciones.

Así es como se  fomenta la corrupción , esa forma de  Gobierno donde mandan los que no se presentan a las elecciones: transportistas, contratistas, constructores, que compran la voluntad popular.

Todo este  engaño se resume en lo que acontecido en las elecciones del 2015, donde se reflejó la máxima expresión democrática y de descontento en la historia el Estado, pero esto solo se ha traducido en  mayores recortes sociales a costa del pago de la deuda ilegal (no lo digo yo, lo dice el mismo Gobierno del Estado de Nuevo León), perpetrada por estos personajes que están ocupando estos espacios políticos que se abrieron y que no les corresponden.

Pero, ¿porque la calaña y no nosotros está tomando estas decisiones tan trascendentales?; La respuesta es muy sencilla, si tu no haces política otros vendrán a hacer política por ti.

Bajo esta coyuntura y ante el declive del aparato Gubernamental,  la falta de credibilidad de todos los actores  políticos y el nulo apoyo a una mayoría social, solo nos queda organizarnos e incidir en la política local para no seguir teniendo un papel testimonial  y así poder ocupar espacios políticos que se abren, que, como dijo  Gramsci: “Nos podemos dar cuenta  cuando una crisis política  se está  gestando, es por que lo viejo no termina de irse y lo nuevo no termina de llegar, y es cuando aparecen los peores  monstruos  a ocupar esos espacios que se abren”.

Depende de nosotros que esos lugares  sea ocupados por gente decente que permita feminizar la política, hacer visible lo invisible para una mayoría social,  y convertir  este protagonismo individualista  en el protagonismo de la gente.

En Wikipolítica soñamos, pero a diferencia de ellos, nosotros nos tomamos muy enserio nuestros sueños, porque venimos a ocupar la ciudad  y habitar el gobierno, venimos  a disputar la Democracia y asaltar las Instituciones.

Porque el cielo no se toma por consenso, el cielo se toma por asalto.




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– “Todos los puntos de vista son a título personal y no representan la opinión de Altavoz México o sus miembros.”

#HojadeRuta: La república de la sospecha

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En corredores y a calle abierta; en las bocinas de los teléfonos y cada letra digital e impresa; entre las mesas y el tintinear de tazas, están los murmullos. “Renunció porque según quería dedicarse a x, pero realmente quiere y”; “se le ve demacrado, dicen que está enfermo y por eso mintieron del motivo de su operación”; “ya sabían dónde estaba. Lo agarraron ahorita porque vienen elecciones y porque ya negoció que no toquen a los suyos”.

Corría septiembre de 2004 cuando el entonces titular de la SEGOB, Santiago Creel, hizo su contribución más duradera a la política nacional al invitar a “dejar atrás la cultura del sospechosismo”. Aunque la academia se ha resistido a abrir los brazos del diccionario al peculiar término, la realidad es que a las y los mexicanos nos hizo perfecto sentido su existencia.

Si la cultura se define como el conjunto de modos de vida y costumbres, por supuesto que en este país existe tal cosa como la cultura del sospechosismo. Quizá sea un sinónimo informal de “desconfianza”, pero que conlleva una carga política muy particular: la idea de que en lo público no puede creerse.

Las traiciones políticas son tan viejas como las dagas que los senadores le clavaron a Julio César, pero en México la cosa va más allá: en un país donde el 70% de la gente dice que no se puede confiar en los demás, la desconfianza se ha vuelto parte del sistema. Y ese es un problema grave.

Ya en otras ocasiones hemos mencionado que el maestro Zygmunt Bauman definió la actual crisis global de la democracia como “el colapso de la confianza”. Desde luego que si existe tal nivel de suspicacia entre nosotros es porque no éramos ariscos, nos volvieron. Años de tradición oral, decepción ante la impunidad y amargas experiencias en carne propia, nos han curtido a ser recelosos. Pero aquí viene lo interesante: la desconfianza debería llevar al cuestionamiento, la reflexión y finalmente, al sentido crítico.

Sucede que el efecto es contrario: hoy, de acuerdo al barómetro de confianza de Edelman, que mide a 28 países (incluido México) confiamos más en “una persona como usted” que en oficiales de gobierno, directores de empresas y representantes de organizaciones civiles. Y ahí tenemos una dificultad seria: si nos creemos lo que dice mi amigo(a) de la primaria que no veo hace 20 años pero que me encontré en Facebook y le doy share a su noticia que relata como el líder norcoreano Kim Jong-un detonó 30 bombas nucleares y se ha declarado nuevo emperador del universo.

La duda, decía Borges, es uno de los nombres de la inteligencia. Y lo es, siempre y cuando esa duda no se quede en mero sospechosismo, pues dudar de todo pero creerse a pies juntillas las oleadas de “fake news” nos pone en el peor de lo mundos: el de los que no saben que no saben, y eso, paradójicamente, no lo sospechan.




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#EspacioWiki: La política “A la Wiki”

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Dicen por ahí que la ignorancia es la madre de todos los males. Bueno, con licencia creativa les escribo: la costumbre es la madre de todos los males y todos los “bienes” públicos.

Las actitudes individuales que con el tiempo se van enquistando como comportamientos inamovibles, terminan por marcar nuestra relación con la política y lo público.

¿Será hora de retar esas costumbres? ¿Habrá forma de irlas modificando para que nos lleven hacia mejores resultados?

Desde Wikipolítica Nuevo León pensamos que sí y nos planteamos nuevas formas de organizarnos; es decir, nuevas formas de hacer política y participar en las decisiones gubernamentales y legislativas.

 

Del “yo quiero” al “nosotros queremos”

Hacer política no se trata de lo que cada individuo quiere para sí. Hacer política se trata de un grupo de individuos que deciden buscar puntos de común acuerdo que generen beneficios totales mayores de los beneficios que pudieran generarse individualmente.

Entender este como el primer cambio de hábito es indispensable. De esta forma, conseguimos ver más allá de la basura que se acumula en la banqueta de nuestra casa o la luminaria fundida en nuestra calle. Comenzamos a ver entonces los problemas compartidos, como que quizá el servicio de recolección de basura es deficiente en esa colonia o que las luminarias de tres cuadras están también en malas condiciones.

Al cambiar este hábito de nuestra comprensión de lo público, empezamos a reconocer al otro como ser humano con los mismos derechos y persona con las mismas complicaciones que uno mismo.

Para lograrlo, debemos comenzar a hablar cara a cara y exponer nuestras opiniones con el objetivo de llegar a acuerdos, no de imponer una visión sobre otra.




Además, esto implica un primer voto de confianza. Se espera que uno sea franco y consecuente con los acuerdos alcanzados. Si no somos capaces de generar esas relaciones de confianza entre nosotros, será muy difícil lograr incidir en decisiones administrativas y legislativas.

El encontrar disposición para este primer paso en un grupo amplio de personas ya es un gran avance por sí mismo.

 

Del “líder único” a los “liderazgos fluidos”

Estamos acostumbrados a que la política necesita de liderazgos fuertes que consigan mantener a ese primer grupo de personas del que hablamos cohesionados y que logre imponer consenso. Estos liderazgos son prácticos, pero al final, terminan por debilitar al grupo en su conjunto porque dependen de una persona para conseguir sus objetivos.

La política a la wiki elige otra estrategia. Suponen un interés real de todos los miembros por colaborar con sus capacidades particulares y su tiempo.

El nuevo hábito busca generar liderazgos fluidos, los cuales son temporales y por “proyecto”. Los líderes levantan la mano o son propuestos para dirigir un proyecto con base en su capacidad y su disponibilidad de tiempo. De esta forma, los que conocen más el tema por estudios o experiencia y los que cuentan con más tiempo para invertir en coordinar ese grupo de trabajo, se convierten en líderes.

Importante destacar que estos liderazgos no suponen permanencia ni lealtad sin posibilidad de crítica. Cada responsable de proyecto es apoyado por un equipo de trabajo que puede ser tan crítico como debe serlo para asegurar el éxito del proyecto.

Este marco de nuevas actitudes también supone que cada miembro del equipo involucrado en el proyecto tiene una participación activa y cumple un rol de apoyo para el liderazgo temporal. De esta forma no se castiga la crítica, al contrario, se premia la iniciativa de cada uno de los miembros, inclusive si implica cuestionar al líder.

Sin embargo, esta forma de organizarse y hacer política cuenta con mayor capacidad para adaptarse en el tiempo. No importa si el líder actual se debe ausentar porque su disponibilidad de tiempo se modificó, cosa muy común en el trabajo de incidencia pública. Como cada miembro del proyecto está activamente involucrado y no se castiga la crítica, habrá alguien más que pueda tomar el rol de liderazgo para mantener el proyecto en marcha.

 

Del “el gobierno no sirve” al “tomemos el control”

La última costumbre que ha hecho estragos en nuestras poblaciones y con nuestra cultura política es la sentencia irremediablemente repetida “el gobierno no sirve”. Esta cuenta con variaciones como “todos son unos corruptos” y “lo público es de mala calidad”.

El convencimiento en esta última actitud parece unánime e inamovible. Sin embargo, hay un par de cosas para dejar claras. Si el gobierno no sirve, ¿nunca ha servido?, ¿nunca servirá? O mejor preguntarnos, ¿hay algo en lo que el gobierno sí sirva?

Para poder pensar bien en esto, hay que superar esa imagen de EL GOBIERNO como si fuese una hidra de mil cabezas o un Leviatán destructor. Cuando digamos gobierno, hay que saber de qué estamos hablando.

¿Será del ayuntamiento de un municipio? ¿Quizá de una secretaría de gobierno estatal? ¿Podría ser de una empresa pública, como Metrorrey, o un servicio concesionado a particulares, como rutas urbanas en Monterrey? ¿Tal vez una Comisión del Congreso Local?

Más allá de identificar el área gubernamental, legislativa o de impartición de justicia que no está funcionando, habrá que acercar mucho más la lupa y averiguar quién evita que las cosas funcionen. Justo es esta la revelación necesaria, saber que detrás de cada “el gobierno no sirve” hay un “Nombre y Apellido tal está haciendo mal su trabajo”.




Habrá muchas cosas más que aprender del funcionamiento del gobierno para conseguir apretar los botones indicados y llevar con éxito cualquier proyecto de incidencia pública desde las organizaciones comunitarias.

Sin embargo, el entender que la actividad gubernamental se organiza en instituciones específicas y que éstas son operadas por personas con nombre, apellido, capacidades e intereses personales, es un gran primer paso.

Hay algo curioso con los espacios de poder y toma de decisión. Dicen que nunca están vacíos. Alguien se levanta de la silla y en ese mismo instante, alguien más la ocupa. Hay que estar bien atentos porque si hay alguien que desde gobierno no esté haciendo su chamba, ahí es en donde metemos el pie en la puerta y conseguimos mayor capacidad de tomar el control.

Al final de cuentas, los únicos que podemos decidir si el gobierno hace bien su trabajo somos los ciudadanos que seguimos de cerca los logros y fracasos de su gestión en cada una de sus dependencias e instituciones.

Los mismos ciudadanos que buscamos organizarnos a través de liderazgos fluidos que nos den la oportunidad de adaptarnos y sostener un proyecto por suficiente tiempo para concretarlo con éxito. También, los mismos ciudadanos que sabemos que el nosotros queremos tiene mucha más capacidad de modificar la realidad que el yo quiero.




Estos son solo tres de quizá decenas de costumbres que podemos identificar e ir modificando de forma colectiva. Puedes estar de acuerdo o no con ellos, de cualquier forma, las costumbres “a la wiki” dejan abierto el tema a discusión para pensar en colectivo.

En lo que creo sí podemos estar de acuerdo es que preferible lograr que la costumbre nos dé más bienes que males. ¿O no?

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– “Todos los puntos de vista son a título personal y no representan la opinión de Altavoz México o sus miembros.”

 

 

 

Espacio Wiki: “Devolver los Partidos a las Personas”

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Max Weber decía que “la dirección de un Estado o de un Partido debe ser por personas que, en el sentido económico, viven para la política y no de la política”. Para Weber, los partidos políticos existirían solamente cuando una comunidad ha alcanzado un nivel organizativo o de socialización de alta complejidad. Dada esta condición, se origina un sistema que mantiene el orden social y permite a los partidos tener influencia en el mismo, participando en su conducción.

En México, los partidos políticos tienen su origen en los grupos masónicos que se disputaron el poder político desde los primeros años de vida independiente, hasta la época de la Reforma, en la que empiezan a tomar forma como clubes de debate.  Es con la expedición de la Ley Electoral de 1918 que se empiezan a tomar la forma que conocemos actualmente, hasta que en 1929 nace el Partido Nacional Revolucionario.

Durante los 88 años de existencia que tiene el actual sistema mexicano de partidos, hemos visto cómo la fuerza del ideal se ha ido comprometiendo cada vez más por la presencia de intereses de carácter privado, en su mayoría económicos, desplazando así a la búsqueda del mayor bien para todas y todos.

Fue la reforma político-electoral del año 1996, de cara a las elecciones federales del año siguiente, la que otorgó el financiamiento a los partidos bajo el esquema que actualmente nos rige. Es decir que desde hace veinte años, cada mexicana o mexicano con credencial de elector vigente, otorga a los partidos políticos la cantidad de $47.50 pesos por el simple hecho de aparecer en el padrón electoral, sin importar si acude a votar o no; sumando un monto total de 4 mil millones de pesos que son destinados al financiamiento de sus actividades.

Ante la severa crisis que vive nuestro país, derivada de diversos factores internos y externos en los terrenos de lo político, económico y social; y frente una clase política incapaz de poner un freno a sus excesos y que prefiere revirarnos un “¿Y Ustedes qué hubieran hecho?”, en Wikipolítica hemos decidido cambiar resignación por esperanza.

Pedro Kumamoto, diputado independiente en el Congreso de Jalisco, y miembro de esta red nacional llamada Wikipolítica, es quien ha llevado ante el Congreso de la Unión la iniciativa denominada #SinVotoNoHayDinero, la cual busca cambiar la fórmula con la que se calcula el dinero que se le otorga a los partidos políticos; pues actualmente se calcula con base al número de credenciales para votar existentes y no con el número de personas que votaron válidamente en las últimas elecciones, como sí sucede en varios países.

Lo que nosotras y nosotros planteamos, en voz de Kumamoto, es que ese monto se calcule con base en los votos emitidos válidamente en la elección, lo cual representa un ahorro de más de 2 mil 200 millones de pesos (tomando en cuenta la votación emitida en el año 2015).

Esto es importante, porque los partidos políticos hoy en día ni nos representan ni nos rinden cuentas. Necesitamos devolverles los partidos a las personas y reconstruir el vínculo entre partidos y ciudadanía. #SinVotoNoHayDinero permite a las personas evaluar el desempeño de los partidos y determinar su financiamiento a través del voto en un mecanismo de participación ciudadana directa, más allá de las elecciones como tal. Esto significaría que los partidos deben mejorar, pues el voto duro no basta para que sigan sosteniendo el financiamiento que poseen hoy en día.

Eliminar por completo el financiamiento público dejaría a la política y a la democracia en manos de sólo unas cuantas personas, provocando que los puestos públicos se llenen de Trumps, Macris o Piñeras que puedan comprar cada cargo público.

Aunque hoy el financiamiento público de los partidos político es exagerado y no responde a ninguna rendición de cuentas para la población, ni se maneja con transparencia ni equivale a la representatividad que tienen los partidos; sería muy riesgoso dejar nuestra democracia sin subsidio y en manos del capital.

Los partidos son un gran negocio que en épocas electorales buscan el voto suficiente para que sus candidatos sean elegidos. Es urgente cambiar esto y convertir a los partidos en herramientas de participación ciudadana, de fortalecimiento de la democracia y en espacios públicos y políticos para que las personas sean representadas.

El abstencionismo siempre será el argumento de quienes no apoyen nuestra iniciativa. El miedo al voto nulo o a la no participación electoral es un riesgo que deben de dejar de asumir las y los ciudadanos y que debe preocupar a los partidos.

Hoy por hoy, los partidos no hacen nada para que la gente no abstenga su voto porque ellos recibirán exactamente el mismo dinero votemos por quien votemos. Con #SinVotoNoHayDinero si no se esfuerzan y mejoran, los partidos sólo recibirán el dinero del 40% de las personas, es decir que el abstencionismo y el voto nulo les pegaría directamente en los bolsillos lo que significa que esta iniciativa es un incentivo para que los partidos se ganen los votos de la ciudadanía.

Llegó la hora de estar unidos y no soltarse. #SinVotoNoHayDinero será una realidad en la medida que nos movilicemos y demostremos al Congreso de la Unión que estamos juntos y que tenemos muy claro lo que queremos: si ellos buscan nuestro dinero, que se ganen nuestro voto.

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– “Todos los puntos de vista son a título personal y no representan la opinión de Altavoz México o sus miembros.”

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Acerca del autor: José Antonio Hernández Griego es Licenciado en Ciencias Políticas y Administración Pública por la Universidad Autónoma de Nuevo León. Es Presidente y fundador de Monterrey Ciudad Olímpica A.C. con la cual ha encabezado las candidaturas de la ciudad de Monterrey por los Juegos Olímpicos de la Juventud en 2014, 2018 y 2023.

También se ha desempeñado como asesor durante la LXXII Y LXXIII Legislatura Local. Participó como Diputado Juvenil en el 2do. Parlamento de la Juventud organizado por el H. Congreso del Estado en 2008, y ha trabajado como activista en los temas de juventud, deporte, cultura de la legalidad, rescate de espacios, entre otros. 

En 2012 participó como Precandidato a Diputado Local, y en 2015 fue Precandidato a Diputado Federal. Ha coordinado diversas áreas en campañas políticas a la Presidencia de la República, Gubernatura, Alcaldía y Diputación Federal. En 2015 renunció a su militancia en un partido político, y desde entonces hace labor desde las organizaciones de la sociedad civil de forma independiente.

Ha impartido cátedra en la Universidad José Martí de Latinoamérica y tiene estudios en Gestión Urbana, Cultura de la Legalidad, y fomento de Organizaciones No Gubernamentales.

También se ha desempeñado como Conferencista, Articulista, Observador Legislativo y ha realizado diversas publicaciones sobre Política y Deporte Olímpico en algunos medios de comunicación.

En la actualidad se encuentra consolidando la plataforma de participación y confluencia ciudadana denominada “Ganemos Monterrey” y es miembro fundador de Wikipolítica Nuevo León.

 

No te hace independiente renunciar a tu partido

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En la política, como ya se sabe, es costumbre presenciar toda una serie de artilugios que los funcionarios utilizan para no perder o recuperar su credibilidad o bien, conservar su poder; sean por medio de falsas acusaciones hacia los adversarios, de apoyos hacia iniciativas de ley que buscan romper con la forma tradicional de hacer política (como el caso de Margarita Zavala colgándose del estandarte de Kumamoto de “sin voto no hay dinero”), o de “candidaturas independientes”, la clase política busca, y encuentra, el triunfo de la empresa ya estipulada.




Ahora bien, resaltando la última estratagema, las candidaturas independientes si bien representan el triunfo (a pesar de los requisitos que lo complican) de la lucha por el derecho a ser votado, no se escapan de ser utilizadas para fines contrarios al bienestar del pueblo y a la lucha por un país mejor; tal es el caso de diversas situaciones que hemos presenciado en nuestra entidad federativa.

Tras el auge por las candidaturas independientes que resultó del triunfo de Jaime Rodríguez Calderón, no se hicieron esperar los intentos por proyectar, más que un movimiento, una imagen de político sin partido; fue así como los nuevoleoneses pudimos atestiguar una serie de actos desesperados y carentes de congruencia.

Dicho conjunto de acciones comenzó con la diputada Karina Marlen Barrón Perales, y el diputado Marco Antonio Martínez Díaz los cuales, tras haber contendido y ganado la diputación local, fungiendo como candidatos por el Partido Acción Nacional, optan por renunciar a su militancia; tras la renuncia, se abre una nueva bancada bajo el seudónimo de “Bancada independiente”; es ahí donde inicia el show y los baños de pueblo a que ya estamos acostumbrados a ver.

Igualmente, un tiempo después la bancada “independiente” consiguió un nuevo adepto: Jorge Alan Blanco Durán, diputado cuya candidatura por la diputación fue por medio del partido Movimiento Ciudadano.




Al igual que los diputados albiazules, el funcionario Blanco no esperó para sumarse al estandarte de no tener partido (una vez ya habiendo ganado la candidatura por la agrupación política, claro), y eligió el camino de renunciar a su militancia política, fungiendo como el tercer funcionario de la bancada independiente.

Finalmente, hace poco se ha repetido la estratagema, esta vez por parte de un diputado integrante del partido con mayor antigüedad del país: Eugenio Montiel Amoroso.

Al igual que los pioneros que inauguraron dicha práctica, Montiel procedió a ejecutar la misma estrategia: citar diferencias irreconciliables entre él y su bancada, y proceder a su renuncia.

Al ver esta serie acciones, que no parecen más que un circo como cualquier otro en esta tragicomedia que es la política mexicana, yo me pregunto ¿qué tanta desesperación y que tanta hambre de poder se debe tener, como para aplicar estrategias tan carentes de inteligencia? ¿Cómo va a ser independiente aquel que ganó representando a un partido, y posterior a la victoria renuncia a la militancia, y se corona como si desde campaña hubiera contendido sin el respaldo de agrupación política alguna?

Del lado del que lo queramos ver, eso no es ser independiente, eso es ser oportunista y cómplice de lo rancia que está nuestra política; asimismo, esa no es una bancada Independiente, es una bancada mixta en todo caso, pues alberga todo una mescolanza de colores de personas que se les ocurrió dejar su militancia después de haber ganado las elecciones con respaldo de tales colores.

A las cosas hay que llamarlas por su nombre, y ese cuarteto definitivamente no es “independiente”.

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EL MARKETING DE LOS OBAMA

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En pocos meses la familia Obama terminará uno de los mandatos presidenciales más populares en la historia política no solo de Estados Unidos, sino del mundo entero.

A pesar de algunos sin sabores durante su gestión, decisiones un tanto intransigentes y varias crisis de todo tipo en el país norteamericano, Barack Obama se convirtió en el presidente favorito de millones de personas alrededor del globo.

Como mercadologo político, me gustaría analizar la magnífica campaña mercadológica de los Obama al frente de la nación más poderosa del mundo en 5 puntos:

Capacidad de conciliar: En un país con enfrentamientos constantes, invasiones y guerras, Barack logró conciliar con enemigos políticos históricos. Su más grande logro lo realizó en su visita a Cuba después de casi sesenta años de una relación congelada y hostil entre ambas naciones. Su discurso en La Habana, le dio la vuelta al globo.

Humildad: En un perfecto aprovechamiento de la era digital, Obama apareció incansablemente chocando el puño con algún jardinero, saludando a los trabajadores en plena Casa Blanca e incluso sirviendo la cena en la noche de Navidad; esto le valió ser el presidente de la “sencillez”.

Sentido del humor: Ser presidente es una tarea estresante, una vida muy ocupada y un trabajo bastante serio, pero Barack no perdió jamás la oportunidad de contar sus mejores chistes durante las conferencias de prensa presidenciales, situación que lo colocó en la preferencia de millones de personas en Estados Unidos y cientos de millones más en el mundo.

Sensibilidad: Estados Unidos suele ser considerado como un país increíblemente poderoso, pero sobretodo repleto de personas frías e indiferentes. Barack dio su cara más sensible en las masacres, crisis, asesinatos, hambruna y discriminaciones hasta el grado de soltar lágrimas en repetidas ocasiones. Y claro, jamás faltó una cámara para capturar el momento y compartirlo en sus redes sociales.

Michelle Obama: El punto clave más importante de la gestión presidencial, Michelle Obama se ganó los corazones del mundo entero. Bailando en programas de televisión, haciendo bromas, vistiendo ropa barata como cualquier ciudadano común e incluso entregando premios en festivales importantes aunado a una capacidad oral increíble, un portafolio académico y profesional destacado, así como la realización perfecta del papel de primera dama, lograron colocarla como la mejor primera dama de los últimos 100 años en encuestas realizadas por diarios estadounidenses.

La pareja Obama que aparece en una foto viral viviendo de manera humilde y que años después se convertirían en los líderes de la nación más poderosa del mundo, lograron transformar su popularidad en votos para reelegirse.

El que hoy sean la pareja presidencial más popular del mundo se debe a un elemento vital para los políticos actuales: la mercadotecnia política.

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El empoderamiento ciudadano como la mejor solución

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“Todos roban”

“Los honestos se extinguieron”

“Los políticos son todos corruptos”

“El poder corrompe”

“Ningún honesto puede ganar elecciones”

Estos pensamientos están más arraigados de lo que pensamos en la ciudadanía latinoamericana. Ahora, la pregunta es, ¿la corrupción ha absorbido a la política y por ello hay un descreimiento generalizado o, por el hecho de que se ha arraigado una desvalorización de la política en general esta se ha podido ir alejando de cualquier regla ética o moral?

Jamás hay que olvidar que para que las instituciones democráticas funcionen como deben el ojo controlador de los ciudadanos no debe dar respiro, porque es cuando se mira para un costado que quienes tienen la obligación de gobernar en pos del bienestar común se sienten cómodos para actuar de forma indebida.

Si quienes depositan la confianza en un candidato sólo recuerdan que su participación en la vida democrática es necesaria cada cuatro años, luego no tienen derecho moral a reclamar o quejarse cuando dicho funcionario abandona su puesto con varios millones en su maletín y un desastre irreparable en su cartera.

Siguiendo con las frases populares podríamos recordar la famosa “La culpa no es del chancho sino del que lo alimenta”. ¿Por qué motivo se cree que aquel rostro que aparece sonriente en una boleta o en un spot propaganda será un ser angelado y honesto que se desvelará por las noches alimentando a los desnutridos y abrigando a los sin hogar?

Tal vez sería algo que nos podría responder un psicólogo o un sociólogo, tal vez responde a la misma necesidad que ha tenido la humanidad desde tiempos inmemoriales de adorar a Dioses perfectos capaces de recompensar o castigar a su antojo. Sobre todo, Dioses a los cuales se les pueda reclamar cuando las cosas tomen un curso diferente al esperado, a modo de deshacerse por completo de la responsabilidad propia.

En definitiva, no puede exigirse lo que uno no está dispuesto a dar, casi como en una relación amorosa. Difícilmente un funcionario se ocupe de lo que le preocupa a un ciudadano común si este no se involucra ni se informa esforzándose por comprender una lógica de poder en la que cada vez hay menos lugar para los desentendidos.

La clásica división entre el ámbito privado y el público ya queda obsoleta, hoy en día ya no pueden pensarse estas relaciones pendulares sin considerar el lugar, cada vez más influyente, de la ciudadanía y los medios masivos de comunicación. Estamos ante una ciudadanía que se empodera y exige, esta parece ser la única y la forma más efectiva para enderezar las instituciones democráticas de América Latina.

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– “Todos los puntos de vista son a título personal y no representan la opinión de Altavoz México o sus miembros.”

El fantasma del populismo

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En la política, bien se sabe de la técnica del discurso descalificador, que lleva por objetivo atacar a aquellos individuos o grupos que contrarían los ideales propios y representan un peligro para estos mismos. Ejemplos como la conocida frase “eje del mal”, mencionada por George Bush en un discurso realizado en el 2002, (por medio del cual pretendía designar a una serie de países como “aliados del terrorismo”), hasta casos más recientes como el del partido político español PODEMOS, acusado por diversos agentes de ser pro ETA, muestran la clara vigencia de este recurso. Ahora bien, actualmente es apreciable un calificativo particular utilizado con frecuencia, mismo que pretende agrupar a un conjunto de personajes con rasgos aparentemente similares; se trata del conocido “término”: populismo.

Ahora bien, actualmente es apreciable un calificativo particular utilizado con frecuencia, mismo que pretende agrupar a un conjunto de personajes con rasgos aparentemente similares; se trata del conocido “término”: populismo.

Sin embargo, aquellos lectores no muy familiarizados con dicho término se preguntarán ¿en qué consiste el populismo? Pues bien, si se empieza a analizar lo dicho por diversas figuras del mundo político, el populismo podría resumirse en lo siguiente: acervo de discursos y actitudes, que encaminan a concebir un adversario (entidad colectiva en gran parte de los casos) como el responsable de la mayoría de los males que sufre la población de un país, así como el hecho de decir a la ciudadanía lo que esta quiere escuchar y colmarla de falsas promesas. Habiendo dicho esto, y siendo realistas ¿qué político se libra de no haber hecho todo lo anterior al menos una vez en campaña? ¿No es, lo previamente establecido, un reflejo de cómo está nuestra política actualmente? Lo que plantean los implícitamente autodenominados “enemigos del populismo” no es ese término carente de sustento y de argumentos sólidos, sino que va hacia algo más sencillo y practicado desde el nacimiento de la política: la demagogia.

Entendida como aquel discurso donde se pretende atrapar al ciudadano mediante propuestas irrealizables, oratorias cautivadoras que exaltan los sentimientos y crean simpatía con el aspirante a algún cargo público, la demagogia (sea en forma total o parcial) es un mal del que lamentablemente pocos servidores públicos se escapan. ¿Que si el hecho de mencionar que el avión presidencial del mandatario en turno será vendido una vez que la persona que lo mencionó, sea votada para ejecutivo es demagogia? Seguro que sí, tanto como el hecho de declarar la nueva independencia (caso Bronco) de un estado en el que se ganó la gubernatura, o bien, como el pavonearse en redes sociales, cambiando constantemente las fotos con el fin de intentar ganar simpatía de las minorías (caso Peña).

Entendida como aquel discurso donde se pretende atrapar al ciudadano mediante propuestas irrealizables, oratorias cautivadoras que exaltan los sentimientos y crean simpatía con el aspirante a algún cargo público, la demagogia (sea en forma total o parcial) es un mal del que lamentablemente pocos servidores públicos se escapan.

No obstante, volviendo al eje central, ¿por qué motivo se ha optado por encasillar de populistas a ciertos personajes? O mejor dicho ¿qué características ideológicas comparten en común estos mismos? Dejando de lado el concepto de “demagogia” (debido a que, a mis ojos claro, no hay político que se salva de adoptarla) puede decirse que, tanto grupos políticos que han sido “insultados” con este término, como PODEMOS en España, Syriza en Grecia, y hasta MORENA en México, coinciden en replantear un aspecto clave de la democracia: devolver la soberanía al pueblo y volver a las raíces de lo que se conoce como la cosa pública (mejor conocida como república. A pesar de tales descalificaciones, por individuos que incluso lucran y viven de concebir al populismo como el mayor de los males (Gloria Álvarez, por ejemplo), cayendo por cierto en la paradoja de ese supuesto populismo al emplear uno de sus elementos, la lucha por tener un gobierno auténticamente democrático y republicano deberá de seguir, y si algo nos ha mostrado la historia es que las personas que lograron cambiar al país fueron en algún punto tachados por los grupos de poder, tal como ahora.

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