Nuevo León: Leyes que sofocan la libertad de expresión

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En México ejercer el periodismo es una actividad de alto riesgo. Ante la complejidad de este problema, en Propuesta Cívica A.C. realizamos una investigación exhaustiva sobre el marco legal mexicano para identificar las leyes que afectan negativamente la libertad de prensa. Estos marcos normativos incrementan el riesgo al que se enfrentan los periodistas en su labor, exponiéndoles a mayores situaciones de vulnerabilidad en el ejercicio de su profesión.

Uno de los hallazgos más alarmantes es la persistencia de delitos contra el honor (difamación, calumnia e injurias) en los códigos penales estatales, incluido el de Nuevo León. Estos tipos penales, imprecisos y desproporcionados, históricamente han amenazado la libertad de expresión como herramientas de censura. Aunque el Comité de Derechos Humanos de la ONU ha instado a México a despenalizar estos delitos en todos los estados, la falta de acción revela la resistencia para proteger los derechos de las personas periodistas.

Como respuesta a lo anterior, el pasado 11 de noviembre Propuesta Cívica A.C., la Red de Periodistas del Noreste y el Colegio de Comunicación y Periodismo de Nuevo León A.C. presentaron un paquete de iniciativas en el Congreso del Estado. El objetivo es impulsar cambios urgentes para que la legislación estatal cumpla con los estándares mínimos de protección al periodismo y a la libertad de expresión, derechos fundamentales en cualquier sociedad democrática.

En Nuevo León, la situación es especialmente crítica: la ambigüedad de la legislación permite que se utilice la ley para amenazar e intentar silenciar a periodistas, ya que carece de un marco claro de responsabilidad y protección. Esta falta de claridad fomenta la autocensura y limita el ejercicio pleno del periodismo.

La presentación de estas iniciativas en el Congreso de Nuevo León es un primer paso hacia la creación de un entorno más seguro para las personas periodistas. No obstante, se requiere voluntad política y compromiso real de las y los legisladores para que estas propuestas se traduzcan en leyes efectivas que protejan a quienes ejercen una labor esencial para la sociedad.

Las experiencias de otros estados y las recomendaciones de organismos internacionales han demostrado que la despenalización y la creación de estándares claros no solo protegen a las y los periodistas, sino que fortalecen la democracia y el derecho a la información de toda la ciudadanía.

Abrir el Senado a las y los nuevoleoneses

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El primero de noviembre marca los primeros dos meses del comienzo de la LXVI Legislatura del Senado de la República y por lo tanto, los primeros dos meses de mi compañera Judith Díaz y yo como representantes de Nuevo León ante el Pacto Federal.

Han sido meses de muchísimo trabajo y de la satisfacción de saber que estamos avanzando con los compromisos que asumimos durante la campaña.

Sobre todo, hemos abierto las puertas del Senado para las y los nuevoleoneses como tanto soñamos.

Al asumir mi responsabilidad en la Cámara Alta, fuimos claros en nuestra convicción de que la política debe ser de hechos, no de palabras. Dos meses después, puedo decir con orgullo que hemos cumplido con distintos compromisos.

Durante el primer mes votamos a favor de la Reforma al Poder Judicial y hemos iniciado con impulsar iniciativas de las leyes secundarias para establecer los cómos. También aprobamos la iniciativa la Reforma a la Guardia Nacional, para consolidar esta institución, garantizar su permanencia y mejorar su capacidad operativa, así como el incremento al salario mínimo, y el reconocimiento a los derechos indígenas.

También presentamos la iniciativa de Seguros Justos, para frenar los incrementos desproporcionados en las primas de seguros.

Luego, en octubre, le devolvimos el carácter de empresa pública a la Comisión Federal de Energía y Petróleos Mexicanos, para que el acceso a la electricidad sea un derecho y no un privilegio. Igual de importante fue la aprobación de la reforma en materia de vivienda digna, igualdad sustantiva y el reconocimiento de los programas de bienestar en la Constitución.

También se instaló la Comisión Ordinaria de Seguimiento a la Implementación del Tratado México, Estados Unidos y Canadá (T-MEC), donde mis compañeros legisladores me hicieron el enorme honor de designarme como su Presidente. Desde ahí he recibido a empresarios nacionales e internacionales de todos los sectores productivos del país para dialogar sobre los retos y las necesidades que cada uno de ellos tiene y que nos servirá para asegurarnos que éstos sean tomados en cuenta en la revisión del T-MEC.

Quizás lo más importante ha sido la enorme comunicación que hemos mantenido con las y los nuevoleoneses. Desde el día uno compartí mi teléfono de Whatsapp. Desde ahí he recibido cientos de quejas y peticiones de los ciudadanos con las que con mi equipo y yo estamos trabajando para traducirlos a mecanismos legislativos, tanto en el Senado como en el Congreso de Nuevo León.

Tan sólo durante octubre atendimos a 71 ciudadanos, generamos 41 oficios para trámites, otorgamos 17 asesorías legales y apoyamos en 7 solicitudes de salud.

Lo he dicho desde la tribuna, en los recorridos por las calles y en las reuniones que he tenido: hoy y siempre, tendrán una vía de comunicación con nosotros en mi WhatsApp 811800357.

LA SEGURIDAD NO SE POLITIZA

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La seguridad en México y en cada uno de los Estados del país es un asunto que debe ser prioritario para cualquier gobierno, es un asunto de acciones permanentes. Siendo un tema tan importante, se agrava aún más cuando en lugar de establecer planes, acciones, estrategias, los responsables de proveerla ponen por encima de la seguridad la política y, peor aún, intentan legitimarse a través de ella.

Observando a la distancia los tiempos del Gobierno de Felipe Calderón y su secretario de Seguridad, Genaro García Luna y su tan famosa Guerra contra el Narco, y luego de conocer las historias de contubernio con los líderes de los Cárteles de la droga, no queda más que sentirnos decepcionados por haber aceptado esa lucha que suponíamos era por el bien de los ciudadanos y que al final, solo se trató de un acuerdo plagado de corrupción.

Esperar que Calderón desconocía los acuerdos de su secretario de seguridad es de una ingenuidad insultante, pero más allá de ello lo que más preocupa es que el tema de la seguridad se use solo con un afán de legitimarse en el poder, el simple ego de un gobernante, más allá de lo que un país como el nuestro y sus familias necesitan.

Obvia decir que pasar de la Guerra contra el narco a Abrazos no balazos de ninguna manera solucionan la grave problemática de la inseguridad. Estrategias, coordinación entre la Federación, el Estado y los municipios, acciones conjuntas y, sobre todo la aplicación de la ley pueden ser la respuesta para obtener mejores resultados.

Todo esto siempre será mejor que politizar la seguridad.

Comisión de Seguimiento a la Implementación del Tratado México, Estados Unidos y Canadá (T-MEC)

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El 15 de octubre, con gran responsabilidad ante la coyuntura que vive y vivirá el país en los próximos años, en el Senado instalamos la Comisión Ordinaria de Seguimiento a la Implementación del Tratado México, Estados Unidos y Canadá (T-MEC), la cual tengo el honor de presidir.

Esta comisión no sólo se encargará de velar por el cumplimiento de un tratado comercial, sino de garantizar que México continúe siendo un pilar clave en la integración económica de América del Norte.

El T-MEC representa uno de los acuerdos comerciales más importantes para nuestro país. Desde su implementación, ha sido una herramienta esencial para el crecimiento económico y la creación de empleo en múltiples sectores. También ha sido fundamental para el fortalecimiento de nuestras industrias y para facilitar el flujo de bienes, servicios e inversiones entre las tres naciones que conforman este bloque económico.

Más allá de los beneficios tangibles en términos de comercio, el tratado ha actuado como un catalizador para la innovación y el intercambio de conocimientos, consolidando a México como un socio clave en la región.

Nos encontramos en un punto de inflexión para la economía global. La rápida transformación tecnológica y las nuevas tendencias en la producción y el comercio internacional presentan tanto retos como oportunidades. En este contexto, el T-MEC se perfila no solo como un tratado comercial más, sino como una plataforma de colaboración estratégica que puede posicionar a México como un líder en la relocalización de empresas, aprovechando nuestra ubicación geográfica privilegiada y nuestra capacidad productiva.

Uno de los momentos más críticos en el futuro cercano será la renegociación del T-MEC en 2026. Debemos prepararnos con antelación para adaptarnos a los cambios en las dinámicas económicas internacionales, buscando siempre defender los intereses de nuestro país y mejorar las condiciones de nuestra economía. Estoy convencido de que México tiene la capacidad de consolidarse como un actor de relevancia en el comercio global y regional, liderando el camino hacia una mayor integración económica y tecnológica.

La presencia de más de 30 de los empresarios más importantes de México en la instalación de esta comisión es un testimonio del compromiso del sector privado con el futuro de nuestro país. Ellos, con su visión, arriesgan su capital, generan empleos y fomentan la innovación. Su participación no es solo valiosa, es indispensable. El éxito de la Comisión del T-MEC dependerá en gran medida de la capacidad que tengamos de trabajar de la mano con quienes, día a día, hacen posible que nuestra economía se mantenga dinámica y en crecimiento. Agradezco profundamente su apoyo y estoy seguro de que juntos lograremos que el próximo acuerdo comercial beneficie directamente a los trabajadores y trabajadoras de México.

La comisión estará integrada por 15 legisladores y legisladoras que aportarán su experiencia y compromiso en esta tarea fundamental. Entre ellos, se encuentran figuras destacadas como Olga Patricia Sosa Ruiz y Luis Donaldo Colosio Riojas, quienes actuarán como secretarios, así como Alejandro Murat Hinojosa, Emmanuel Reyes Cardona, Cecilia Guadiana Mandujano, Enrique Vargas del Villar, Alejandro Moreno Cárdenas, Luis Armando Melgar Bravo, Maki Esther Ortiz Domínguez y Alejandra Barrales Magdaleno, como integrantes.

El trabajo que llevaremos a cabo desde la Comisión del T-MEC no solo será técnico y estratégico, sino también profundamente humano. Nos enfocaremos en generar un impacto positivo en las vidas de los mexicanos y mexicanas, creando las condiciones necesarias para que el comercio y la inversión sigan siendo motores de desarrollo y bienestar. Nuestro objetivo es claro: construir puentes de cooperación que fortalezcan nuestras relaciones comerciales y promuevan el crecimiento económico en beneficio de todos.

A los sectores productivos, a mis colegas legisladores y servidores públicos del gobierno federal, así como a los ciudadanos de Nuevo León y de todo México, les reitero mi compromiso firme e inquebrantable para trabajar arduamente para que el T-MEC siga siendo uno de los pilares del desarrollo de nuestro país, no como una simple formalidad, sino como una herramienta viva y activa que impulse el bienestar de todas y todos.

Los desastres no son naturales

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“Convenga usted que la naturaleza no construyó las 20 mil casas de seis y siete pisos, y que, si los habitantes de esta gran ciudad hubieran vivido menos hacinados, con mayor igualdad y modestia, los estragos del terremoto hubieran sido menores, o quizá inexistentes”. Carta de Rousseau a Voltaire, a propósito de un terremoto en Lisboa en 1755.

Normalmente, cuando nos referimos a desastres, hablamos de eventos únicos en el tiempo: el momento en que ocurrió un terremoto, las horas dentro de un huracán o los años que duran las guerras. Sin embargo, hablar del desastre es hablar de sus consecuencias: las muertes, los desaparecidos, los heridos, pero también las miles de casas perdidas, los hospitales, las escuelas y otros daños a la infraestructura de los territorios que experimentaron “el desastre”.

Pasamos, con justa razón, investigando qué se perdió durante esos momentos. Sin embargo, la mayor pérdida no suele ocurrir durante el desastre, sino después de él. Grandes segmentos de la sociedad se encuentran en una situación sumamente vulnerable, por lo que cualquier imprevisto los deja desamparados. En un plano social y personal, sobreponerse a situaciones como estas resulta complejo, pues no solo se requiere dinero público para la reconstrucción, sino que el contexto socioeconómico, institucional y el estado de derecho también condicionan la eficiencia de su aplicación. Siendo fatalistas, para psicoanalistas como Viktor Frankl, los momentos posteriores a un trauma causan desencanto, en donde “el sufrimiento que se tuvo (…) no fue el máximo, sino que se puede sufrir más al ver que todo ha cambiado y que nunca nada será igual…”.

De acuerdo con diversas investigaciones, la aparición de fenómenos climatológicos se ha vuelto hasta tres veces más común durante los últimos treinta años. Tan solo en el último mes, territorios como el sureste de los Estados Unidos han vivido ya dos huracanes de categoría 3 y 4: Helene y Milton, respectivamente.

Este periodo de desastres naturales ha sido el más mortífero para Florida desde el huracán Katrina. A falta de confirmar el cálculo de los daños, se han registrado más de 250 decesos, cientos de desaparecidos y pérdidas superiores a los 200 millones de dólares, superando las del evento de 2005.

Anualmente, millones de personas se ven expuestas, de forma directa o indirecta, a desastres naturales. Según el CRED (Centre for Research on the Epidemiology of Disasters), entre 2001 y 2020 ocurrieron en promedio 347 desastres cada año en el mundo. En 2021, se registraron 432 desastres que provocaron más de 10,000 pérdidas humanas e impactaron a más de 100 millones de personas. El CRED estima que la frecuencia de estos eventos seguirá en aumento y afectará a un número mayor de personas.

El verdadero desastre, sin embargo, ocurre en la reconstrucción. Más allá de los eventos, las consecuencias no son las mismas para todos los países, territorios o incluso para la población dentro de estos. No solo depende de la intensidad del evento, la extensión territorial, el número de personas afectadas o el impacto en la infraestructura; el factor más importante para determinar la magnitud de las consecuencias es la vulnerabilidad social. Esta es el resultado de las desigualdades que enfrenta la población para acceder a las oportunidades que brindan el mercado, el Estado y la sociedad, así como la falta de entornos equitativos que permitan aprovecharlas para desarrollar su potencial, lo cual incrementa la susceptibilidad de una persona, comunidad o grupo a sufrir los impactos de los desastres naturales.

Acuérdate de Acapulco…

México es un claro ejemplo de lo que explico en los párrafos anteriores. Los desastres naturales, mal que bien, suceden con una cadencia casi aceptada y resignada por la población mexicana; sin embargo, conforme pasa el tiempo, es cada vez más difícil volver a levantarse. Toma más tiempo y ha permitido que nos demos cuenta de cuán capaz es la clase política de aprovecharse económicamente de la vulnerabilidad social.

Hace exactamente un año, Acapulco vivía momentos de tensión con la llegada del huracán Otis, categoría 5. Las imágenes transmiten el inmenso vacío en el estómago que provoca vivir el abismo de una catástrofe de tal magnitud. Por supuesto que dolieron, y siguen doliendo, los retratos de la bahía entre escombros y el silencio del día después del impacto. Hoy, Acapulco no solo resintió el impacto del huracán, sino también la invertebrada respuesta de las autoridades.

De acuerdo con las cifras oficiales, Otis dejó más de 60 fallecidos, aunque la falta de credibilidad en las autoridades lleva a la población a pensar que en realidad fueron cientos de víctimas fatales, más de 350 según las funerarias del estado. De acuerdo con agencias como Bloomberg, la estimación de los daños económicos superó los mil millones de dólares (El Universal). Para cubrir esta obligación, el Gobierno Mexicano no cuenta con margen de maniobra. En 2021, el Gobierno Federal decidió eliminar el Fondo Nacional de Desastres, convirtiéndolo más en un programa de asistencia social que en un fondo de infraestructura, pero ese es otro tema.

México cuenta con recursos insuficientes para afrontar este tipo de situaciones: hoy el FONDEN tiene más de 18 mil millones de pesos, una línea presupuestal de más de 10 mil millones de pesos y 485 millones de dólares en un bono catastrófico manejado por el Banco Mundial. Todos estos recursos serían apenas suficientes para afrontar una tragedia como la de Acapulco, y nos quedaríamos sin presupuesto para enfrentar una nueva. El problema no son solo los recursos, sino también cómo se ejecutan y cuál es la columna vertebral de la estrategia y el accionar de las autoridades.

Sin poder pararse…

En México, los fenómenos naturales se han vuelto excusas para justificar infraestructuras obsoletas y potencialmente mortales. Las recuperaciones son tan improvisadas que Acapulco volvió a sufrir los estragos de una mala reconstrucción tan solo un año después.

En septiembre pasado, las calles se convirtieron en ríos nuevamente en Acapulco, y muchas casas se han perdido. Esta vez no fue Otis, sino John quien afectó a miles de personas y dejó en evidencia la ineficiencia en los operativos desplegados hace menos de 11 meses.

John revivió el trauma de miles de acapulqueños, pero también sepultó su esperanza. La verdadera tragedia no está solo en Otis o John, sino en la incapacidad de sobreponer una agenda política a una reconstrucción con sentido, a atacar problemas de raíz, no solo en la infraestructura, sino también en la lucha contra la vulnerabilidad de millones de mexicanos, susceptibles al desastre. No hace falta un huracán, sino un leve ventarrón, para destrozar los bienes materiales, los sueños y las esperanzas de la gran mayoría fuera del círculo privilegiado. A eso llamamos vulnerabilidad.

Sin planes de contingencia claros y un presupuesto especializado para hacer frente al desastre, es difícil volver a levantar una ciudad que ha visto apagarse sus luces desde hace un par de décadas. Reitero: no es solo el desastre, sino lo que viene después. Hoy, hay poco espacio en la agenda política para siquiera pensar en reconstruir una ciudad que compartió vida con el país.

Los estragos de la destrucción de los cimientos sociales y de infraestructura en la ciudad no se verán pronto, pero cuando se muestren, será demasiado tarde para enderezar este roble que crece descuidado, improvisado y en las garras de un grupo de interés que se aprovecha de la tragedia ajena.

*Las opiniones descritas en este texto corresponden exclusivamente al autor y no a sus enlaces profesionales

Más Allá de los Mandatos

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En un entorno político donde las administraciones cambian y los ciclos de poder se renuevan, los jóvenes como tú y yo enfrentamos un desafío crucial: mantenerse activos y comprometidos con el servicio público. Este compromiso no debe fluctuar con los cambios de mandato, sino que debe ser una constante que guíe sus acciones y decisiones.

La política es, por naturaleza, un campo de diversidad de ideas y perspectivas. Sin embargo, es precisamente esta diversidad la que enriquece el diálogo y fortalece la democracia.

Para los jóvenes, el reto es no dejarse atrapar por divisiones ideológicas que puedan limitar su capacidad de colaborar y contribuir al bien común.

En lugar de ello, deben buscar puntos de encuentro que les permitan trabajar juntos, más allá de las diferencias.

El cambio de administraciones puede traer consigo nuevas políticas y prioridades, pero los valores fundamentales del servicio público permanecen.

Los jóvenes deben recordar que su misión principal es continuar trabajando por un futuro mejor, utilizando su energía y creatividad para abordar los problemas más retadores de la ciudad.

Además, los jóvenes tienen la capacidad única de ser catalizadores de cambio. Su disposición para cuestionar el statu quo y explorar nuevas soluciones es vital para el progreso.

Al mantenerse involucrados en lo público, tienen la oportunidad de influir en las decisiones que afectan sus vidas y las de las generaciones futuras.

Es esencial que los jóvenes vean más allá de los mandatos y se enfoquen en lo que realmente importa: el impacto positivo que pueden tener en su entorno. Esto requiere un enfoque colaborativo, donde las diferencias se convierten en oportunidades para aprender y crecer, en lugar de ser barreras que dividen.

Por lo tanto, a todos los jóvenes: continúen participando, continúen alzando sus voces. No permitan que los cambios de lo público definan su compromiso con el servicio.

En su lugar, utilicen estas experiencias como una plataforma para desarrollar habilidades de liderazgo y fomentar un espíritu de colaboración y unidad.

El futuro de nuestro país depende de la capacidad de los jóvenes para mantenerse firmes en su compromiso con el servicio público. Con valentía y determinación, pueden superar las divisiones y trabajar juntos para construir un mundo más justo e inclusivo para todos.

La Violencia Digital Contra las Mujeres: Lo Virtual También es Real

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Hace unos días, la senadora Andrea Chávez, del grupo parlamentario MORENA, fue víctima de un ataque de violencia digital cuando se difundió en redes sociales una imagen manipulada que fusionaba su cuerpo con el de otra mujer en una pose degradante. Aunque algunos han intentado justificar su difusión bajo el argumento de la libertad de expresión y la crítica hacia una persona servidora pública, este tipo de ataques trascienden el ámbito político y entran en el terreno de la violencia de género. No importa si no estamos de acuerdo con sus posturas políticas, la violencia y la humillación nunca deben ser toleradas como formas legítimas de crítica.

La libertad de expresión, como bien sabemos, no es un derecho absoluto. Tiene límites cuando atenta contra la dignidad humana, incita a la violencia o fomenta la discriminación, tal como lo establece la Relatoría Especial para la Libertad de Expresión de la Comisión Interamericana de Derechos Humanos. Disfrazar la violencia de género como “crítica política” no es válido ni legítimo.

No caben excusas como “esa imagen ya circulaba por Internet” o “yo solo la subí”. Este tipo de violencia digital es una extensión de la que muchas mujeres enfrentan en su entorno físico. Lo que ocurre en el espacio digital también es real, y aunque los cuerpos o rostros de las víctimas no coincidan con las imágenes manipuladas, estas agresiones afectan profundamente su identidad y dignidad. Las repercusiones son tangibles: desde el daño a su reputación hasta el impacto en su bienestar emocional y profesional. Estos ataques no solo deshumanizan, sino que buscan silenciar las voces femeninas que ocupan espacios de poder o influencia pública.

Más allá de las implicaciones políticas, lo preocupante es cómo se ha normalizado este tipo de agresiones. Según ONU Mujeres, las formas más comunes de violencia en línea incluyen la difamación, el ciberacoso y el discurso de odio. En su estudio de 2022, advirtieron que la violencia digital está creciendo de forma exponencial, afectando especialmente a mujeres que ocupan posiciones de liderazgo político, periodístico y social.

Es un error considerar la violencia digital como algo distante de la violencia estructural que enfrentan las mujeres diariamente. Las agresiones en línea generan estrés, vulnerabilidad y, en muchos casos, fuerzan el alejamiento de las mujeres de los espacios de poder. Con la proliferación de programas de edición digital y la creciente disponibilidad de herramientas impulsadas por inteligencia artificial, las mujeres están expuestas a nuevas y peligrosas formas de violencia. No es solo la imagen distorsionada lo que está en juego; es su dignidad y su derecho a participar plenamente en la sociedad.

Aceptar la difusión de una imagen como esta es aceptar que la violencia puede ser justificada por diferencias de opinión o, peor aún, por ser mujer. Criticar a figuras públicas es legítimo, pero la crítica nunca debe transformarse en violencia de género. Mientras que los ataques hacia políticos hombres suelen centrarse en su desempeño, los dirigidos a mujeres tienden a centrarse en su género, reforzando un patrón de violencia de género.

En México, la Ley Olimpia representa un avance crucial en la protección contra la violencia digital. Sin embargo, muchas mujeres se encuentran con un camino lleno de obstáculos cuando intentan denunciar estos crímenes: desde la falta de conocimiento sobre sus derechos, hasta el miedo a represalias y la ineficacia del sistema de justicia. Aunque figuras públicas como Andrea Chávez cuenten con respaldo institucional para proceder legalmente, muchas otras mujeres en México no tienen el mismo privilegio ni acceso a justicia.

Es crucial que el caso de Andrea Chávez sea investigado y resuelto por las autoridades de justicia penal en México, ya que no solo se trata de su dignidad como servidora pública, sino también de enviar un mensaje claro de que este tipo de violencia no puede quedar impune. Sin embargo, no podemos ignorar que la mayoría de los casos de violencia digital, especialmente aquellos que no alcanzan la visibilidad mediática, rara vez llegan a una resolución favorable para las mujeres que denuncian. El acceso a la justicia para quienes no tienen una plataforma pública sigue siendo limitado, y muchas mujeres enfrentan largos procesos judiciales que a menudo terminan en la revictimización.

La justicia no debería depender de la visibilidad mediática ni del capital político de las víctimas. El caso de Andrea Chávez es solo un reflejo de un problema más amplio: la violencia de género no solo está en los agresores, sino también en la falta de respuesta adecuada por parte del sistema de justicia.

Ella Llegó, Pero Aún Faltamos Nosotras

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Es un hecho histórico. Por primera vez en la historia de México, tenemos una PresidentA. No solo eso, por primera vez, dos mujeres fueron las principales contendientes en una elección presidencial. Dos perfiles completamente diferentes, liderando propuestas políticas aún más divergentes, pero al final, dos mujeres. Y hoy, una de ellas se encuentra al frente del poder ejecutivo. Esto no es un detalle menor, especialmente en un país donde aún nos cuesta trabajo aceptar el uso del género femenino en nuestro lenguaje, mucho menos un lenguaje inclusivo que abarque a todas las personas. Decir “PresidentA” es un acto político, un acto de resistencia, porque nombrar es existir. Y ella es una PresidentA, no una PresidentE.

Pero no confundamos este hito con la llegada de todas las mujeres al poder. El hecho de que una mujer ocupe la silla presidencial no significa que la agenda feminista esté garantizada, ni que los derechos de todas las personas en México, incluyendo las diversidades, estarán automáticamente en el centro de su gobierno. Ser mujer no es sinónimo de ser feminista, ni asegura una perspectiva de derechos humanos. Sin embargo, el simple hecho de que una mujer haya alcanzado el más alto escaño de la política mexicana es histórico, y eso es digno de celebrarse.

Aun así, no debemos dejar de lado nuestras exigencias. Yo quiero una presidenta feminista, una que entienda que la estructura misma del poder que ahora ocupa puede perpetuar las violencias de género. Hemos avanzado un enorme paso, al tener una mujer como PresidentA, pero ese no debe ser nuestro destino final. La verdadera meta es la distribución equitativa del poder y las oportunidades, que no solo Claudia llegue, sino que lleguemos todas. Su llegada es un recordatorio de que el camino hacia la verdadera igualdad de género es mucho más complejo de lo que se nos hace creer.

Es también necesario dejar de replicar discursos violentos que la reducen a ser un simple “títere” de hombres. No importa si no estamos de acuerdo con sus políticas, es innegable que es una mujer que ha llegado por sus propios méritos a la cima de la política mexicana. Criticarla es necesario, como es necesario con cualquiera persona servidora pública, pero no desde la violencia de género. No es adecuado tachar de “dama de hierro” ni que llamarle fría, porque cuando un hombre se comporta de la misma manera, lo llamaríamos líder.

La fuerza de este momento histórico también se refleja en quienes la acompañan. Ifigenia Martínez, líder de la Cámara de Diputados, quien nació 28 años antes de que las mujeres en México pudieran votar, fue quien colocó la banda presidencial a nuestra primera PresidentA, después de que 65 hombres la portaran antes. Este acto, simbólico y poderoso, nos recuerda que, aunque la llegada de una mujer a la presidencia es significativa, no estamos en un momento en el que los derechos humanos y la equidad de género estén asegurados. Vivimos en un país donde la violencia feminicida sigue siendo normalizada, donde 10 mujeres son asesinadas cada día, y donde aún la violencia sexual es ocho veces más común contra niñas y adolescentes que contra sus pares varones.

Tener mujeres al mando de los tres poderes del Estado es un gran logro, pero eso no significa que la lucha por la equidad de género haya terminado. Nos recuerda que ser mujer en el poder no es suficiente; necesitamos más. Queremos una PresidentA que comprenda cómo el poder puede perpetuar las violencias que estamos tratando de erradicar.

Han pasado 203 años desde la consumación de la independencia de México, 108 años desde el primer Congreso Feminista en Yucatán, 71 años desde que las mujeres pudimos votar, y hoy tenemos una PresidentA. Sin embargo, el país que liderará Claudia aún enfrenta enormes desigualdades. Las mujeres seguimos ganando menos por el mismo trabajo, solo 2 de cada 10 empresas tienen mujeres en sus consejos de administración, y la paridad, al ritmo actual, no se alcanzará hasta el 2052.

Claudia dijo que no llegó sola, que llegamos todas, pero la realidad es más compleja. Llegaste tú, Claudia, pero aún faltamos muchas. Y lo que deseo para ti y para México es que uses tu poder para mejorar la vida de todas las personas. Que inviertas en escuelas, en transporte público, en clínicas. Que escuches a las madres buscadoras y no las ignores, que no fortifiques el Palacio Nacional cuando salgamos a protestar, porque seguiremos exigiendo que nos protejas, que nos unas y que nos defiendas.

PresidentA, tu llegada es un paso histórico, pero no el final del camino. Nos recuerda que aún queda mucho por hacer para que realmente lleguemos todas, para que cada mujer y persona en este país tenga acceso a las mismas oportunidades, derechos y libertades. El poder que ahora sostienes debe ser una herramienta para construir un México más justo, donde no solo una mujer pueda alcanzar la cima, sino donde todas las personas podamos caminar hacia adelante sin miedo. No es suficiente haber llegado tú; necesitamos que uses esa fuerza para abrir el camino para las que aún faltamos. Porque solo entonces podremos decir que, verdaderamente, llegamos todas.

Nuevo Gobierno en San Pedro: Retos y Oportunidades

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Inicia una nueva administración en San Pedro Garza García, y con ella, se presenta un conjunto de retos que no pueden ser subestimados. Antes de asumir tan significativa responsabilidad, es fundamental reflexionar sobre el estado actual del municipio y los desafíos que deberán enfrentarse para garantizar su óptimo desarrollo.

San Pedro ha alcanzado su posición de liderazgo nacional en gran medida gracias a sus ciudadanos, quienes se han distinguido por ser participativos, críticos, y propositivos. A lo largo de las últimas tres décadas, bajo la administración de líderes emanados del Partido Acción Nacional, y con una ciudadanía activa y comprometida, San Pedro se consolidó como el mejor municipio de México, fruto de una visión a largo plazo y gobiernos muy profesionales.

No obstante, hace seis años, el electorado decidió optar por un proyecto político distinto. Como en todo gobierno, se pueden identificar ciertos logros, aunque también es evidente que existen áreas de oportunidad significativas. Si bien se avanzó en ciertos aspectos, no podemos ignorar que el municipio se encuentra hoy con puentes colapsados, más de cien parques en condiciones deplorables, obras públicas mal planeadas y peor ejecutadas, y proyectos impuestos sin la consulta y aprobación de los vecinos.

Ante este escenario, el desafío es monumental y exige un enfoque serio y comprometido. Tenemos ante nosotros la oportunidad histórica de liderar desde lo local el cambio que México necesita, demostrando que un gobierno municipal como el de San Pedro puede ser ejemplar en el uso eficiente de los recursos públicos y que las obras y proyectos sean el resultado de un trabajo en equipo con la ciudadanía, que enfrentemos de manera decidida la problemática del tráfico, y que asumamos con determinación el reto de la seguridad.

Quienes estamos en el servicio público tenemos una responsabilidad y obligación: dejar al gobierno y a la ciudad mejor que como la encontramos. Y si existe un perfil capaz de alcanzar estos objetivos, es el de Mauricio Fernández. Su experiencia y visión estratégica son claves para lograr que esta nueva administración sea la mejor en la historia de San Pedro. El objetivo es claro: regresar al municipio a los primeros lugares en todos los indicadores de calidad de vida y gobernanza.