Militares británicos se instruyen para repartir combustible en gasolineras

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Elementos del ejército británico comenzarán su adiestramiento para poder ayudar a transportar combustible a las gasolineras del Reino Unido, ante la escasez de camioneros y así evitar potenciales problemas en los próximos meses.

Este miércoles, el gobierno aprobó formalmente proveer con 150 conductores del ejército, que ya están siendo entrenados, para colaborar con el transporte de tanques de combustible a las gasolineras nacionales. De ser necesario, estos militares podrían ser desplegados en los próximos días.

Las largas colas para conseguir combustible y hasta altercados entre automovilistas se han convertido en una imagen común en el país, a consecuencia de una importante escasez de mano de obra, producto a su vez por la pandemia y el Brexit.

Por su parte, el primer ministro Boris Johnson afirmó que la situación de pánico ante la falta de combustible ha empezado a mostrar los primeros signos de “estabilización”, tras la crisis que ha sacudido al país desde hace varios días.

Además, aseguró reiteradamente que el Reino Unido no se está quedando sin combustible, sino que la escasez se debe a una demanda excepcional provocada por las compras de pánico de los consumidores, como sucedió al inicio de la pandemia con el papel higiénico y otros productos.

Asimismo, prometió que su administración trabajará para garantizar el suministro en los próximos días. «Lo que queremos hacer es garantizar que estamos preparados para llegar a Navidad y más allá«, sostuvo.

(Fuente: Luis Cárdenas MX)

Acuerdan Reino Unido y la Unión Europea pacto comercial tras Brexit

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Negociadores del Reino Unido y la Unión Europea llegaron a un acuerdo comercial post Brexit.

El acuerdo será enviado al primer ministro Boris Johnson y la presidenta de la Comisión Europea, Ursula von der Leyen  para ser aprobado.

A partir del jueves 31 de octubre, el acuerdo comercial facilitará un comercio libre de cuotas y aranceles. Sin embargo, la industria de servicios y el sector financiero no entrarán en dicho pacto. 

Este pacto sentará las bases para nuevas relaciones económicas y empresariales entre el Reino Unido y la Unión Europea. Sobre todo, libera al Parlamento británico de muchas limitaciones impuestas por la pertenencia a la Unión Europea.

Finalmente, este pacto marcará otro hito dentro del mandato del primer ministro Boris Johnson, quien había hecho la promesa de lograr el Brexit.

Con información de: “El Financiero”. 

Millones de británicos se dan cita el día de hoy en las urnas.

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Reino Unido inició una jornada electoral en unas elecciones generales en las que la actual primer ministra del Partido Conservador Theresa May busca elegirse bajo el voto el popular.

May convoco el pasado 18 de abril estos comicios adelantados, que originalmente debían de realizarse para el 2020. para buscar una mayoría amplia para poder negocia el Brexit.

Theresa May llego al poder tras la renuncia de David Cameron en Junio del año pasado tras perder en el referendum de la permanencia de Reino Unido en la Unión Europea.

Su contendiente mas cercano es el líder del Partido Laborista, Jeremy Corbyn.

Esta estimado una participación de 46.9 millones de personas inscritas en la lista electoral para renovar los 650 miembros de la Cámara de los Comunes del Parlamento.

Las casillas electorales abrieron el dia de hoy a las 07:00 hora local y cerraran a las 20:00 horas, en un día laboral, se han habilitado escuelas, iglesias y centro comunitarios para que la gente puede acudir a votar.

Al momento las encuestas realizadas diversos medios británicos han pronosticado a May como ganadora pero sin tener la mayoría absoluta en en el parlamento  pues se apunta que el Partido Conservador obtendrían 322 escaños, 9 menos de los que tienen actualmente, mientras que el Partido Laborista de su contendiente mas cercano Jeremy Corbyn obtendrían 261 asientos en el Parlamento, 29 lugares mas que los obtenidos en 2015.

Con información de Notimex.

#MartesDeGrilla: La Post-Verdad. Época electoral.

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Los políticos salen a prometer todo con tal de asegurar el tan ansiado voto del ciudadano. Nos prometen la luna y las estrellas para endulzarnos el oído, aunque parte de nosotros ya no crea en sus promesas. Hemos pasado de ser una sociedad que se creía las mentiras de los políticos, a una que les permite mentir aun sabiendo que lo que nos dicen no es verdad.

El economista lo llamó como la “post-verdad”, es decir, que hacen afirmaciones que tienen forma y se sienten como verdad, pero no tienen fondo. En los años recientes dicha “post-verdad” ha sido utilizada cada vez con mayor frecuencia.

Los impulsores del Brexit llamaban a salir del tratado porque existía una amenaza “real” de invasión turca en la Unión Europea (tras la inminente entrada de Turquía). Mentían también con la supuesta cifra que le costaba al Reino Unido permanecer en la UE de casi 500 millones de euros a la semana (Afirmación que ellos mismos después desmintieron).

Donald Trump ha sido otro de los que utilizó la “post-verdad” a su favor. En su campaña afirmaba que Obama no era estadounidense y que también era el creador del Estado Islámico. Decía que Hillary es la mujer más corrupta del mundo, y además una asesina, a quien perseguiría y arrestaría una vez entrando en el poder. También decía que acabaría con ISIS en quince minutos y mentía al decir que construiría un muro completamente financiado por México.

Y aquí no nos quedamos tan atrás. Andrés Manuel promete acabar con la corrupción en el primer segundo en que tome protesta como presidente constitucional, y lo hará fácilmente porque únicamente basta con su ejemplo para que ya no haya más corrupción en el país. También dice que cree en las instituciones, pero no en las existentes. Ah, y admite que aceptara el resultado de la elección presidencial, sea cual sea. Vaya usted a creerle.

La “post-verdad” es esa donde la gente escucha y asimila, pero no cree. Esa donde existe una oculta permisividad que aprueba, pero no concede. Una aceptación sumisa de que todo es parte del espectáculo de las campañas políticas.

Así las cosas. Si no nos vemos, pues nos escribimos.

El Secreto de los Estados Unidos

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Estados Unidos es un país admirable. Es una potencia económica, política y un modelo a seguir para muchos. Es el país que ha recibido a millones de inmigrantes abriendo la posibilidad de cumplir el sueño americano.

Sin embargo, pocos recuerdan que gran parte de su supremacía no se debe solamente a su gente o su sistema económico o político – como las corrientes de supremacía blanca que han tomado el poder del tal país sugieren – sino al hecho de que la moneda que respalda la economía global es el dólar estadounidense.

Estados Unidos se considera como potencia mundial desde antes de la Segunda Guerra Mundial. En aquel momento se le solicitaba su apoyo por el bloque de occidente para contrarrestar al fascismo Nazi y sus seguidores, España y Japón.




No obstante, Estados Unidos no fue tan desafortunado como sus aliados, pues si bien sufrió el ataque en Pearl Harbor en 1941, su territorio continental no sufrió mayores consecuencias permitiéndole tener intacta su cadena productiva al finalizar la guerra.

Una vez finalizada la Segunda Guerra Mundial, esta situación los posicionó estratégicamente para sobresalir como potencia mundial, mientras el resto de los países desarrollados de la época como Inglaterra, Alemania o Francia, pasaban dolores de cabeza para reconstruir sus instituciones, cadenas productivas y tejido social.

Lo anterior tuvo como consecuencia que en julio de 1944, un año previo a la finalización de la Segunda Guerra Mundial, se firmara el tratado de Bretton Woods. Este tratado internacional establecía al dólar estadounidense como moneda base global respaldado por el oro. El estar bajo estas circunstancias permitió a los Estados Unidos comenzar a financiar su propio crecimiento y el de otros países.

En otras palabras, Estados Unidos se convirtió en el banco de muchos países en vías de reconstrucción y/o desarrollo, obteniendo con ello no solamente control económico, sino geopolítico. Sin embargo, la impresión del dólar masivamente y su circulación por todo el mundo, puso entre dicho si en realidad estaba respaldado por oro.

Era inconcebible pensar que las Reservas de Fort Knox contaran con el oro suficiente para respaldar tan masiva distribución de la moneda. En 1971, la Guerra de Vietnam acrecentó esta situación con una alta impresión de dólares para financiar la guerra. Algunos países europeos comenzaron a comprar reservas en oro.

El caso más sonado fue Gran Bretaña y Francia, países  que exigieron a Estados Unidos convertir sus dólares a oro de manera repentina. Como era de esperarse, Estados Unidos no era capaz de respaldar el dólar en oro.

Es así, que Richard Nixon decide romper la relación dólar – oro. Sin embargo, ya era tarde, el dólar era la moneda que circulaba a nivel global y la moneda en que los países acumulaban sus reservas, muchos de éstos como cobertura para cubrir su deuda externa.

Estas deudas denominadas en dólares crecieron con mayor énfasis durante la crisis de petróleo de 1973, en donde grandes sumas de dólares se destinaron como deuda a países productores de petróleo, muchos de ellos países Latinoamericanos en vías de desarrollo. Y esta historia continúa hoy en día. El dólar sigue siendo la moneda base para la mayoría de las transacciones y préstamos internacionales.

Durante esta etapa y los años subsecuentes, Estados Unidos ha estado con la fortuna de seguir financiando su crecimiento con deuda. A diferencia de todos los otros países, su deuda está en dólares y ellos mismos tienen la manera de imprimir su propia moneda.

Ningún otro país tiene esta magnífica ventaja. Es en gran parte por esto, que su riesgo país, sus tasas de interés, su interminable cultura de crecimiento y consumismo por medio de la deuda, han permitido crear oportunidades y la potencia que es hoy en día.

Es por esto que cuentan con presupuestos ostentosos para su infraestructura y fuerza militar. Es por ello que tiene influencia geopolítica en cada rincón del planeta. No olvidemos, Estados Unidos es el país más endeudado del mundo.

En 2017, su deuda pública es equivalente a 19 mil millones de dólares ($19,000,000,000,000) representando aproximadamente el 105% de su PIB.  Se estima que para el 2020 su deuda pública sea de 22.6 miles de millones de dólares.

Pongamos todo lo anterior en términos coloquiales. Imagina que te invitan un amigo a jugar Monopoly. A diferencia de una partida bajo las reglas del Monopoly, el dueño de la casa decide contar con una condición especial: además de ser jugador, será el dueño del banco y además tiene una maquinita para imprimir billetes a su discreción.

Ahora bien, el resto de los otros jugadores – de los cuales tu formas parte – tienen un número limitado de billetes para pagar sus transacciones y si solicitan deuda, ésta es denominada en la moneda oficial del juego. ¿Se te hace justo el juego? ¿Qué le dirías a tu amigo? ¿Quién ganaría la partida?




Existen intentos aislados en los que se ha desafiado al dólar. Sin embargo, ninguno ha surtido efecto. Por ejemplo, la Unión Europea tenía como objetivo convertir su moneda en la competencia frente al dólar. Desde su fundación en  1993 a la fecha, ha logrado colocar al euro como una moneda importante a nivel global, sin embargo sigue siendo lejana competencia frente al dólar.

Si bien algunos países cuentan con reservas en euros, éstas son relativamente pocas contra el dólar. Estudios apuntan que en 2006, cerca del 65% de las reservas internacionales de los países estaban en dólares. Lo sigue el euro con un distante segundo lugar con el 26% de las reservas internacionales.

Un dólar fuerte y una Unión Europea en conflicto, sigue demeritando la posibilidad de quitar al dólar como moneda dominante.

No debe sorprendernos que Trump públicamente haya comentado su apoyo a la salida del Reino Unido de la Unión Europea y declarado que el modelo de la Unión Europea es obsoleto.

En 2003, Estados Unidos y sus aliados invadieron Irak aparentemente para desarmar a tal país de armas de destrucción masiva – armas que nunca fueron encontradas. Existen varias teorías sobre la verdadera razón por la cual Estados Unidos decidió invadir a Irak.

Una de estas teorías apunta a que la idea de derrocar a Saddam Hussein fue en respuesta a que Irak comenzó hacer todas sus transacciones de petróleo en euros. Cabe recordar que Irak es miembro de  la OPEC, el 12vo productor de crudo y el 5to país con mayores reservas de petróleo.

Estados Unidos no podía – ni puede – permitir que los países productores de petróleo decidan usar otra moneda como referencia al precio del petróleo y mucho menos la compra-venta a nivel global de tan preciado insumo.

Esto sería una seria amenaza a la hegemonía del dólar. Se dice que la invasión de Irak fue un claro mensaje para los líderes del mundo: El petróleo se cotiza en dólares y cualquiera que se descarrile de esta práctica, sufrirá las consecuencias.

En 2011 nace el bloque económico BRICS (Brasil, Rusia, India, China y Sudáfrica) como las economías emergentes más grandes del mundo. En 2014, el  bloque comenzó a introducir la idea de crear un Banco central (Banco BRICS) y una moneda única para sus transacciones.

Como resultado se perdería la dependencia de los bancos de occidente y del dólar. Hasta hoy, poco se ha avanzando en el tema.




Donald Trump ha creando fuertes turbulencias en todo el mundo, incluyendo desmanes con países aliados de los Estados Unidos. Ha sugerido desconocer tratados internacionales de comercio y promovido regresar a una etapa de proteccionismo.

No sólo eso, su administración ha tomado el atrevimiento de sugerir desconocer tratados que rigen la comunidad financiera. Es aquí donde el tema de la moneda juega un importante rol.

Si bien la hegemonía del dólar ha sido una desventaja competitiva para otros países, también puede ser el talón de Aquiles para los Estados Unidos.

Suena descabellado, pero ¿qué pasaría si los países se unen y determinan una nueva moneda base o un índice de monedas como referencia en vez del dólar? ¿Qué pasaría si el petróleo y otros commodities se comienzan a cotizar en otra(s) moneda(s) en el mercado global? ¿Qué pasaría si los países comienzan a cambiar sus reservas internacionales a otra(s) moneda(s)?

¿Qué pasaría si Estados Unidos se cierra al comercio global, pero el resto del mundo sigue abierto al comercio, utilizando otra(s) moneda(s) para sus transacciones?

Suena irreal llegar a ese nivel de coordinación global. Por otro lado, Estados Unidos lucharía con capa y espada contra estas iniciativas  como secretamente lo lleva haciendo desde 1944. Sin embargo, imaginemos por un momento que se llegue a concretar. Esto cambiaría el orden global a una escala sin precedentes.

Se tendría que estudiar a fondo las implicaciones de que el dólar se convierta en una moneda más. ¿Cómo tendría Estados Unidos que tratar ahora su deuda pública? ¿Tendría Estados Unidos que experimentar lo que otros países han vivido: inflación, políticas monetarias restrictivas, alza en tasas de interés? ¿Sería inevitable una recesión para Estados Unidos acarreando al resto del mundo? Sin hacer un análisis a detalle, podríamos adelantar que habría caos, guerras y en definitiva el derrumbe del orden mundial como lo conocemos hoy en día.

Las consecuencias son tan catastróficas que parece impensable en que tales cambios se den. Sin embargo, si Estados Unidos sigue siendo un bully en cuyas negociaciones posiciona al resto de los países siempre en una posición perder, ¿porqué no ir a una negociación perder – perder? Quizá este sacrificio es necesario para tener un mundo más justo y equilibrado hacia el futuro.

Esto dejaría a Donald Trump solo con sus vacías palabras – y desgraciadamente con sus armas – para negociar. Sin duda esta es una idea descabellada, pero si surge el juego Estados Unidos vs. El Resto del Mundo, es una idea que estos últimos podrían llegar a considerar al menos para dar la señal que también Estados Unidos requiere del resto del mundo.

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– “Todos los puntos de vista son a título personal y no representan la opinión de Altavoz México o sus miembros.”

Los 10 libros de 2016 (Primera Parte)

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Todo el tiempo hablamos de temas álgidos y estresantes. De política, economía, (in)seguridad, crisis de derechos humanos, violencia de género, etc. El año 2016 fue un año marcado por eventos de gran trascendencia como el Brexit o la victoria de Donald Trump (links de mi opinión sobre estos temas más abajo) que hacen tambalear la economía y estabilidad mundiales.

Olvidándonos un momento de estos y poniendo pausa a los tópicos del día a día, comparto los 10 libros que leí el año pasado y que sirvieron como escape del mundo de información y desinformación que fluye segundo a segundo.

Lee y conducirás, no leas y serás conducido”, Santa Teresa de Jesús.

  1. Kane y Abel, Jeffrey Archer

La historia de dos hombres que nacieron el mismo día pero en mundos completamente distintos, uno en la opulencia y el otro en la más grande miseria. No obstante estas diferencias, comparten las mismas cualidades que les abrirán paso en el mundo de los negocios, donde crearán una rivalidad por más de 50 años.




Es el primer libro de la trilogía que prosiguen los libros 1 y 2 de esta columna.

  1. La hija pródiga, Jeffrey Archer

La hija de Abel Rosnovsky tiene una meta clara: ser la primera mujer Presidenta de Estados Unidos. De la mano de su fiel esposo emprende una carrera política que la llevará en ascenso a la Casa Blanca.

Sin embargo, llegar a la oficina oval tiene un precio que aún no decide si está dispuesta a pagar.

  1. ¿Se lo decimos a la Presidenta?, Jeffrey Archer

El final de esta trilogía sitúa a la presidenta Florentina Rosnovsky como el blanco de una conspiración para asesinarla. Esta información llega a un agente del FBI sólo una semana antes de la fecha de intento de asesinato.

En siete días el FBI tendrá que sospechar de congresistas, la mafia, empresarios y hasta el propio gabinete de la Presidenta para salvarla.

  1. Ni un centavo más, ni un centavo menos, Jeffrey Archer

Releído por cuarta vez, este es el libro que hace 10 años marcó mi vida e hizo que me decidiera por aprender y adentrarme en el mundo financiero. Harvey Metcalfe aprendió a hacer negocios en la calle.




Su universidad fue un puesto de mensajero en Wall Street donde aprendió el funcionamiento del mercado bursátil. A partir de ahí, sin escrúpulos ni moral, Harvey amasará una enorme fortuna de dudosa procedencia.

Su mayor negocio lo hace embaucando a cuatro inocentes inversionistas que al ver esfumado su dinero se darán cuenta que fueron engañados. A través de un meticuloso plan se encargarán de recuperar todo su dinero, ni un centavo más, ni un centavo menos.

  1. El Padrino, Mario Puzo

Un libro que no necesita mayor introducción. Vito Corleone es un hombre respetado, amado y cabalmente temido. Desde la costa este, dirige una de las familias de la mafia más poderosas de Estados Unidos.

Michael Corleone, su hijo predilecto, tendrá que aprender a liderar el emporio que su padre le ha heredado en medio de un mundo de traiciones, conspiraciones, venganzas y brutal violencia.

Mañana el resto de las novelas que contribuyeron a mi 2016.

México respecto al Brexit: http://altavz.com/2016/06/27/mexico-respecto-al-brexit/

El mercado da like a Trump: http://altavz.com/2016/12/12/el-mercado-da-like-a-trump/

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El Mercado da Like a Trump

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El 9 de noviembre los mercados financieros reaccionaron dramáticamente a la victoria de Donald Trump como Presidente de Estados Unidos. Lo que los inversionistas globales anticiparon ante el triunfo del multimillonario fue un contexto de crisis y desaceleración económica que afectaría negativamente las ganancias de compañías y el crecimiento económico en general.

Los mercados financieros (bolsas de valores, commodities, divisas, instrumentos derivados) reaccionan de forma “sentimental” ante eventos económicos, políticos o sociales que afecten el precio de los activos que en ellos se negocian. Por lo tanto, el impacto que tendrá un determinado evento en el valor de un activo moverá hacia arriba o hacia abajo a los mercados, aún y cuando los resultados de dicho evento no se hayan materializado.




Un ejemplo de lo anterior es la reacción del mercado ante el Brexit, donde el viernes 24 de junio las bolsas de valores de los cinco continentes cerraron con pérdidas de hasta 13%. Si bien, las consecuencias económicas del Brexit no habían surtido efectos en ese momento, los inversores de todo el mundo anticiparon dichas consecuencias y decidieron vender sus posiciones para invertir su dinero en activos menos riesgosos. Por consiguiente, el valor de las bolsas de valores comenzó a decaer ante el miedo del público inversionista que observaba un futuro incierto.

Si bien actualmente existe incertidumbre global por las consecuencias que traerá la victoria de Trump, los mercados financieros han asimilado, al menos en Estados Unidos, un futuro más promisorio.

A un mes de las elecciones los índices accionarios norteamericanos han aumentado su valor ante una nueva expectativa de que las decisiones del próximo presidente traerán crecimiento a la economía del país americano. Del miércoles 9 de noviembre al viernes 9 de diciembre el Dow Jones aumentó 7.85%, el NASDAQ 5.84% y el S&P 500 6.00%, como resultado de un optimismo ante estímulos económicos, menos regulaciones y menores impuestos, lo que deriva en un mejor ambiente para las empresas instaladas en suelo estadounidense.

Además, una de las promesas de campaña fue la creación de más empleo para los norteamericanos, lo cual, de materializarse, se traducirá en más consumo e inflación que ayudarán a reactivar la economía del país vecino.

Sin embargo, esos resultados contrastan con los de países emergentes, los cuales se verán afectados por las acciones que emprenda el nuevo presidente. Por ejemplo, el índice MSCI Emerging Markets ha retrocedido 3.86%, la divisa japonesa ha perdido 7.81% y el Real brasileño 5.11%.

De concretarse los planes económicos de Donald Trump, los beneficios para Estados Unidos serán lo contrario para países como México, donde el IPC (índice de la bolsa mexicana de valores) perdió 3.17% y el peso se ha depreciado 9.40% ante el dólar.

Nos encontramos ante una situación ambigua, donde hay optimismo un día y pesimismo el otro. Por un lado, un mayor crecimiento de Estados Unidos beneficia a México de forma indirecta al ser nuestro mayor aliado comercial. De forma coloquial se podría decir que si les va bien a ellos, nos va bien a nosotros aun y cuando imponga las barreras comerciales que tanto ha prometido.




Es importante recordar que en un mundo tan globalizado será difícil que Trump aísle económicamente a su país y se sostenga únicamente de la producción y consumos locales. Por lo tanto una mezcla entre fortalecimiento de la economía local pero sin cerrar sus tratados comerciales podrán dar como resultado un crecimiento para todos sus socios comerciales incluido México.

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El Talón de Aquiles: EL RETROCESO DEL PROGRESO

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El 23 de junio de 2016, el 52% de los británicos votaron a favor de la salida del Reino Unido de la Unión Europea. El 3 de octubre, 50.21% de los votantes en un referéndum, seis millones y medio de colombianos, se opusieron a un acuerdo de paz. El 8 de noviembre, Hillary Clinton obtuvo más de dos millones y medio de sufragios que Donald Trump (voto popular), quien sin embargo ganó los votos electorales.

Presentar un texto argumentando que en este 2016 triunfaron el temor y la ignorancia es insuficiente, pues opinólogos y futurólogos ya se me adelantaron. Procedo entonces a desarrollar dos factores que dan profundidad a esa tesis: la incapacidad ciudadana a alimentar un régimen que requiere de participación de calidad, y una desconexión indulgente de las fuerzas políticas que deberían defender las conquistas sociales logradas durante la segunda mitad del Siglo XX, explican por qué estamos como estamos.

La democracia representativa: víctima del capitalismo (casi) salvaje

Soy el producto de un mundo socialdemócrata que la revolución neoconservadora de los años 1980 destruyó. Se me enseñó que cada derecho conlleva una responsabilidad, que es adeudo del ciudadano informarse y contribuir al debate, y que el interés colectivo pasa por encima del individual. No me considero “socialista”, mucho menos “comunista”, pero sin duda soy “izquierdista”.

 




Se me convenció que el principal rol del Estado es la moderación política: al redistribuir la riqueza y fortalecer la clase media, el Estado evita las derivas extremistas tanto de izquierda (revolución bolchevique) como de derecha (nazismo), que se alimentan de pobreza e ignorancia. La democracia solo funciona en donde la clase media, urbana, y educada, es fuerte. La educación es antídoto a la manipulación y demagogia.

Una de las primeras víctimas del neoliberalismo fue la educación. La obsesión por controlar el déficit fiscal y la nefasta idea que el sector privado siempre es mejor que el público, evaporaron presupuestos, debilitaron servicios, y alentaron privatizaciones.

La educación privada nunca ha sido reconocida por inculcar valores de solidaridad social; y la pública, aunque quisiera, no tuvo condiciones. Se crearon así brechas entre los que pudieron pagar una educación de calidad, y los que no.

Los resultados están a la vista: a los ciudadanos de hoy no les interesa lo público, ya sea porque no le dan importancia (creen que no la tiene), o debido al exceso de trabajo – la pauperización del mercado laboral también es una realidad – que no permite una participación política activa de calidad.

A este escenario agréguesele la explosión en importancia de internet, de las redes sociales, y la consolidación de una cultura en donde el límite entre espectáculo y realidad se borraron. Hoy, no se sabe qué información es real e irreal. Los “trolls” desinforman, distorsionan, y divulgan falsedades adrede a quienes no saben, y no quieren aprender a distinguir, como decía la canción, “entre besos y raíces”. Hoy, la política es espectáculo, el ciudadano espectador, y el votante consumidor.

Las marchas de salvación de la patria y de dignidad nacional organizadas por el uribismo contra un acuerdo de paz en Colombia, son ejemplo de ello. De nada sirvió defender uno de los acuerdos de paz más ambiciosos y sofisticados que se hayan firmado, que contaba con el apoyo unánime de la comunidad internacional.

Pudo más la desinformación. También eso explica el éxito de las campañas de los líderes aislacionistas del Reino Unido y de Trump, cuya sorpresa ante sus propias victorias apenas superó las evidentes muestras de la falta de preparación para las mismas. La cohesión social del consenso keynesianismo fue rota hace tiempo. Hoy, las consecuencias son evidentes.

Brechas y condescendencias

Claro, el neoliberalismo no es culpable de todo. La izquierda también lo es. Primero, dejamos de ser izquierda. Nos derechizamos. Nuestro supuesto proyecto inclusivo no lo fue tanto: siempre excluimos a religiosos y otros grupos que no dudamos en llamar “fundamentalistas”.

Si el Partido Demócrata hubiera defendido al proletariado blanco rural arruinado por la deslocalización empresarial fruto de la globalización, hubiera probablemente mantenido su apoyo. Pero la izquierda de Clinton, antiaborto y pro-gay (alienándose así el voto religioso y conservador) se convirtió además en la primera línea de defensa del libre comercio, con lo cual perdió el voto de los trabajadores. Segundo, existe en la izquierda una tendencia a la condescendencia.

Muchos nos vemos como una especie de vanguardia liberadora cuya misión es guiar a los alienados hacia el “progreso”. La educación, ese instrumento que extirpó nuestra ignorancia, nos da esa responsabilidad social, que constituye nuestra mejor muestra de consciencia y solidaridad.

Ser de izquierda es un privilegio de burgueses, y muchos de los votos “racistas, xenofóbicos, y sexistas” que vimos en 2016 son reacción a ese complejo de superioridad. ¿Cómo apoyar el aislacionismo en un mundo globalizado? ¿Cómo no entender que la paz es mejor que la guerra? Al ser parte de la “izquierda caviar”, nos hemos desconectado de las inquietudes del ciudadano común. Nos cuesta imaginar que haya gente que no piense como nosotros.

Los triunfos populistas de 2016 no nos gustan porque no se amoldan a la idea de progreso que nosotros, izquierdistas, hemos construido. Es casi patético constatar los fallidos esfuerzos del Presidente colombiano, Juan Manuel Santos, para explicar, con complejos tecnicismos, sin duda correctos pero también aburridos, el acuerdo de paz, mientras Uribe ejecutaba una retórica simple, sin duda simplista aunque apasionada, que tergiversó lo acordado y le dio la victoria.

Y cuando el elector nos dijo que éramos nosotros los que no habíamos entendido su grado de frustración, los frustrados fuimos nosotros ante mayorías que se atrevieron a no compartir nuestra opinión portadora de valores progresistas dignas del siglo XXI.

Los resultados en el Reino Unido, en Colombia, y en Estados Unidos no son antidemocráticos porque son el fruto de lógicas democráticas, pero ponen en entredicho la construcción del ideal democrático de centro-izquierda, basado en el respeto, la tolerancia, y el reconocimiento de la diversidad, y en la defensa de minorías.

 




Las mujeres, que rara vez han sido minoría, también cuentan en esa visión, que ahora vemos en peligro en un mundo en donde las mayorías progresistas brillan por su inexistencia. En Estados Unidos, un tercio de los ciudadanos es incapaz de nombrar uno de los tres poderes de gobierno.

¿Cómo darle poder a tantos ignorantes? Filósofos como Platón y John Stuart Mill ya han propuesto ideas para limitar los efectos políticos perniciosos de la inopia popular. Es aquí, precisamente aquí, en donde se abre la puerta al autoritarismo de izquierda, tan peligroso como el de derecha.

Conclusión: tengo miedo

Queda todavía mucho por analizar. Se debe aceptar que esta racha victoriosa populista de derecha no se alimenta solo del temor e ignorancia: una buena proporción de la clase media, individuos con ingresos anuales de USD 100,000 o más, votaron por Trump, así como lo hicieron 42% de las mujeres y 29% de los latinos (más de los que votaron por Romney). Además, 43% de sus votantes tienen título universitario.

El retroceso del progreso ha causado una profunda división social: los treinta millones de personas votaron en el Brexit (la tasa de participación casi alcanza 72%), dividieron al Reino Unido entre Inglaterra y Gales (favorables a salir de la Unión Europea) y Escocia e Irlanda del norte (a favor de la permanencia).

Colombia, como Estados Unidos, es un país dividido, como lo muestra el proceso que actualmente se desarrolla para aprobar una nueva versión del acuerdo de paz (que sigue generando oposición). Tercero, las mayorías silenciosas pesan fuerte. El abstencionismo debe ser estudiado con mayor detalle.

 




En 2016, los intolerantes afirmaron su voz, por tanto tiempo irrespetada y ridiculizada. Basta de hablar de integración, de paz, de cambio climático, de musulmanes, y de comunidades sexualmente diversas: es hora de ocuparse de la gente “normal” con problemas reales. A partir de 2016, el fenómeno es mundial.

En Francia, los analistas monitorean con atención el apoyo a Marine Le Pen y al Frente Nacional. En Costa Rica, gárrulos oportunistas como Otto Guevara se atreven a reivindicar el discurso incendiario de Trump. Ya se propuso estudiar la abolición del beneficio de la nacionalidad costarricense a los hijos de nicaragüenses nacidos en Costa Rica. Veamos si se le ocurre construir un muro entre Costa Rica y Nicaragua.

El retroceso del progreso se alimentó por una derecha neoliberal que cercenó el consenso keynesiano, pero también por una “izquierda champagne” que en un inicio se quiso oponer, pero que terminó pactando con el capitalismo de la post-Guerra fría.

Ayer fueron los que vemos como “fundamentalistas reaccionarios” los que temieron la llegada a la Casa Blanca, de lo que vieron como un presidente negro, musulmán, que ni siquiera había nacido en Estados Unidos. Hoy, somos nosotros, izquierda y centro-izquierda, los que tememos la llegada a esa misma Casa Blanca de lo que vemos como un populista ignorante, irresponsable, e imprevisible. ¿Ignorancia versus prepotencia?

Fernando A. Chinchilla
San José (Costa Rica), diciembre de 2016

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Votó el Enojo

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Una vez más fuimos testigos de que las urnas fueron visitadas por votantes disgustados con la clase política tradicional y deseosos de ver un cambio radical en el status quo del gobierno. Sucedió con El Bronco, el Brexit y ahora con Donald Trump por nombrar sólo tres ejemplos. En lo personal creo que dos grandes temas se desprenden de estos hechos.

El primero es que la democracia quizá no funciona, siendo un sistema fallido que permite que gente sin conocimientos y movilizados por el sentimiento y no por la razón lleven al poder hasta al más incompetente.

 




Segundo, que la gente en todo el mundo está harta de sus gobernantes, que en algunos casos representan la corrupción del poder y el dinero y el abuso de funciones, en todos los niveles y en diferentes alcances.

Atribuyamos la culpa a los millenials, a los rebeldes, a los insurrectos. No importa, los ciudadanos están exigiendo un cambio a los gobernantes y su manera de gobernar. Tal vez es que el sistema de gobernanza debe renovarse y escuchar más de cerca las necesidades de un electorado cada vez más involucrado en las decisiones del sector público y sobre todo cada vez más críticos, con conocimiento o desde la ignorancia, de los resultados de dichas decisiones.

Sin importar si es Nuevo León, la Unión Europea o el país más poderoso del mundo, los gobernados mandan un mensaje que diverge del tradicionalismo y el conservadurismo, al cual sería necio no hacer caso. Como en los negocios, no importa qué tan bueno es el producto sino qué tanto lo compra la gente, de esta forma, más allá de estar de acuerdo con los votantes o de darles la razón, la clase política debe hacer caso a lo que la gente demanda.

También es prudente resaltar que comúnmente el ciudadano pide a sus gobernantes la probidad y virtud que él mismo no tiene. Como ciudadanos exigimos que los funcionarios públicos sean cuasi perfectos cuando nosotros mismos somos partícipes de la corrupción al dar mordida a un policía; del abuso cuando construimos una casa sin uso de suelo; de evasión cuando hacemos lo imposible por no pagar nuestros impuestos; y un sin número de casos más donde somos muy buenos para exigir pero malos para cumplir con nuestras obligaciones.

Toda proporción guardada y bajo el contexto adecuado, pero todos somos partes de la decadencia o avance de nuestro entorno.

Lo he mencionado antes y lo reafirmo ahora, la clase política debe reinventarse, los servidores públicos debemos prestar mayor atención a la coyuntura actual y transformar la forma de ejercer el gobierno de un municipio, de un estado y sobre todo de un país.

El futuro del orden mundial dependerá de la capacidad de entrelazamiento de gobierno, sector privado y ciudadanos; de la cercanía de las necesidades de la gente y de las posibilidades de los gobiernos; y de la participación del empresario en la infraestructura pública.

 




Todo esto tomando como premisa que el crecimiento y desarrollo económicos son la directriz del estado de derecho y la principal variable del bienestar social. Sin embargo, tal vez lo anterior puede ser logrado con un sistema electoral distinto a la democracia. Como ejemplo, a pesar de que muchos resultarán ofendidos, el crecimiento económico de México en la época de Porfirio Díaz fue inaudita.

La modernización social y de infraestructura lograda en su mandato hizo que nuestro país se transformará de una nación rural a una con ciudades industriales con servicios públicos y trabajo para todos.

La democracia permite que un gobernante llegue al poder con tan sólo 30% de los votos del electorado, tal y como sucedió en 2012 con el triunfo de Enrique Peña Nieto, cuya aprobación es cada vez menor. Si bien en 2015 las elecciones de Nuevo León dieron el triunfo a Jaime Rodríguez con 50% de los votos, a un año de su paralizada gobernanza la gente se empieza a dar cuenta, afortunadamente, de la inmensa incompetencia de su administración.

Ahora con Donald Trump como Presidente, no sólo Estados Unidos, sino el mundo entero está a la espera de sus acciones y de los efectos que su victoria traerá. El futuro inmediato de la economía y política mundiales depende, para bien y para mal, de lo que suceda en el país americano. ¿Le damos al President Trump el beneficio de la duda?

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– “Todos los puntos de vista son a título personal y no representan la opinión de Altavoz México o sus miembros.”

TIEMPOS DE REFLEXIÓN SOBRE LA DEMOCRACIA

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La salida de la Unión Europea por parte del Reino Unido vía referéndum popular, el rechazo del acuerdo de paz con las FARC propuesto al pueblo colombiano mediante plebiscito, y ahora la elección popular del candidato por el Partido Republicano, Donald J. Trump, como Presidente de los Estados Unidos de América. ¿Difícil año para la democracia en el mundo?

Este tipo de decisiones, que no han sido ni populares ni bien recibidas por los sectores intelectuales de las poblaciones respectivas de sus países (y diría yo, no solo en sus países, sino en el resto del mundo), han traído severos cuestionamientos a esta forma de gobierno, cuyos orígenes se remontan a la antigua Atenas.

Pareciera ser que después de más 2,500 años de historia y progreso, aún no ha terminado de comprenderse la naturaleza y características inherentes al sistema político más utilizado del mundo.

Es por todos conocido que la democracia parte de una premisa fundamental: La igualdad, misma que en los últimos 100 años ha alcanzado tal importancia que además de ser un concepto ineludible al hablar de cualquier tipo de justicia, incluso se ha reconocido como un derecho humano, inherente a la propia dignidad de las personas.

 




Errónea resultaría la apreciación de esta sola parte del rompecabezas, pues existe otra característica, mucho menos popular y muchas veces difícil de digerir (como en estos casos), que le es inherente al sistema griego: La solidaridad.

La democracia obliga a quienes no fueron mayoría al momento de manifestar su voluntad en una decisión (por ejemplo, una elección popular) a someterse y sujetarse a lo decidido por quienes conformaron la mayoría, sin importar si la decisión cumple con los estándares mínimos aceptables de racionalidad, moralidad e inteligencia.

 




Podrán pensar muchos en que lo anterior le da la razón a los críticos de esta forma de gobierno, pero se equivocan. La solidaridad democrática, antes de constituir una falla, representa una fortaleza porque nos obliga a todos los integrantes de una sociedad a crecer juntos en conciencia, sensibilidad y educación. Impide que un sector de la población más consciente que el resto se aisle del resto de la sociedad y avance por sí solo, pues lo obliga a compartir su progreso intelectual.

Los líderes políticos del Reino Unido, el Presidente de Colombia y el Presidente de Estados Unidos, todos le fallaron a su sociedad. Les faltó trabajar en la educación de la gente, les faltó trabajar en su sensibilización, y les faltó mucha inteligencia a ellos mismos por no anticipar estos resultados.

La democracia sigue siendo la mejor forma de gobierno en el mundo, y el día de ayer, por tercera vez este año, nos mandó un fuerte mensaje a todos. ¿Ya iremos a responder, o hasta cuándo?

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– “Todos los puntos de vista son a título personal y no representan la opinión de Altavoz México o sus miembros.”