México es un país donde el manejo de crisis debería ser perfecto, hemos vivido tantas de ellas que la experiencia adquirida debería ser profunda. Casi tan profunda como el fondo de los problemas que vivimos semana tras semana, tal parece que la capacidad de asombro ante la incertidumbre y el caos ya no es una característica nuestra.
Cuando creímos haber tocado fondo con la matanza de Tlatelolco, cuando pensamos que “la caída del sistema” era el último ridículo que viviríamos, cuando el narcotráfico estrechó lazos cercanos al gobierno, cuando aparecieron las famosas “casas blancas” de la primera dama y el Secretario de Hacienda, cuando desaparecieron a los 43, cuando Javier Duarte empobreció y ridiculizó a Veracruz, cuando Trump nos escupió en la cara y lo recibimos en casa y recientemente cuando Odebrecht sobornó a nuestra clase política.
La lista es larga e interminable, el hoyo parece tener una profundidad sin límite, no se vislumbra un tope y no se sabe a ciencia cierta de qué tamaño es el hoyo. México es ese país del que todos nos podemos sentir orgullosos, aunque muchos prefieren hacerlo exclusivamente en éste mes; pero también del que todos en alguna ocasión hemos sentido vergüenza.
En México uno cree que toca fondo, se indigna, reflexiona y continúa con su vida al día siguiente. Siempre hay un nuevo hoyo, siempre caemos un poco más en la profundidad de las situaciones más oscuras y de escándalo.
Si en algo coincidiremos todos los mexicanos en alguna ocasión, es que México se encuentra en un hoyo, grande, profundo y oscuro. Un hoyo que se ha construido a modo, a conveniencia de acrecentar la pobreza de los más pobres en paralelo con enriquecer a los ya de por sí más poderosos. Un hoyo donde el acusado y su acusante comen en la misma mesa, pertenecen a la misma institución y, en algunos casos, hasta guardan nexos familiares lejanos.
¿De qué tamaño es el hoyo? Soy de los que creen que todo es cuantificable con sus ligeras excepciones, contarlo nos permite mantener el control de la evolución de un país o el retroceso del mismo, nos permite planear si es que tenemos intención de hacerlo. Pero ¿quién cuenta la profundidad del hoyo mexicano?
Muchos grandes intelectuales han decidido separarnos geopolíticamente, hablan de México como un caso extraño, sin posibilidad de clasificación ni cuantificación. Hablan de los sistemas latinoamericanos, de los occidentales, analizan los orientales y permiten la distinción de casi cada rincón en el mundo. Nadie se atreve a analizar México, es un caso raro, extraño, tanto que ni los mexicanos lo entienden.
¿De qué tamaño es el hoyo? La profundidad quizá sea cercana a la del mar.