Sobre la historia y la libertad

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Aquel que sabe controlar los símbolos lo controla todo; y las narrativas históricas no son otra cosa que relatos simbólicos. La historia es una falsificación basada en hechos reales.

Si las historias que nos contamos definen nuestra identidad, ¿hasta qué punto somos realmente víctimas de nuestro pasado o dueños de nuestro futuro? Para muchos pensadores, cada uno de nosotros, nuestras comunidades y países, somos un cúmulo de narrativas y símbolos. Pudiéramos bajo esta lógica ser perfectamente descritos y, por ende, nuestras conductas perfectamente predecibles gracias a aquellas historias a nuestro alrededor, la ropa que usamos, nuestro equipo de fútbol y demás signos por los que nos sentimos identificados. Tal vez esta reflexión no esté tan alejada de la realidad, sin embargo, implicaría tener que comprender la libertad como casi inexistente. ¿Es acaso que nuestra historia define nuestros gustos o nuestras decisiones? Y más importante aún, ¿tenemos poder sobre nuestra narrativa?

La percepción que tiene una persona de ser libre en sus acciones o elecciones es consecuencia de una falta de conocimiento de las causas que le influyen o que le condicionan. A medida que aumenta nuestro conocimiento y comprensión de las causas que influyen en nuestras acciones, es posible que esa sensación de libertad subjetiva se vea cuestionada o modificada, ya que nos damos cuenta de que nuestras elecciones están en gran medida determinadas por factores que previamente no habíamos tenido en cuenta. Tal vez no somos más que una consecuencia de causas anteriores, pero esto no significa que no poseamos libertad, sino que esta está vinculada al conocimiento y la comprensión de las influencias que operan en nuestra vida.

Las historias que nos han contado sobre nuestro país y nuestra sociedad pueden moldear las creencias, actitudes y comportamientos. Si nos vemos a nosotros mismos como actores aislados en la historia, si ignoramos las causas y los condicionantes que han dado forma a nuestra realidad, nuestra libertad subjetiva puede ser ilusoria.

La conciencia histórica implica mirar críticamente nuestro pasado, reconocer tanto los logros como los errores, y comprender cómo han influido en nuestro presente. Significa reconocer que somos el resultado de una larga cadena de acontecimientos, decisiones y circunstancias.

A lo largo de las eras, las cúpulas dinámicas de poder han forjado las narrativas que dan forma a nuestra comprensión del pasado. Las llamo dinámicas ya que ha habido diversos momentos de poder imperante por parte de ciertos grupos determinados a lo largo de la historia. Por ejemplo: la influencia de la Iglesia, quién fuera reemplazada por la ascensión de la monarquía y el posterior protagonismo de la burguesía y los capitalistas. Estas élites han desempeñado un papel crucial en la manipulación de las historias que perpetúan su dominio. Cuestionar las historias oficiales puede ser la clave para entender las complejidades y dinámicas cambiantes del poder a lo largo de la historia.

Esta dinámica en constante cambio subraya la necesidad de una comprensión más completa de la historia, destacando que incluso las élites están sujetas a transformaciones, y que su versión de la realidad puede ser moldeada por sus propios intereses. Cuestionar las narrativas propuestas a lo largo del tiempo se convierte entonces en un acto esencial para alcanzar una comprensión más auténtica y liberadora de nuestro pasado.

¿Es posible reescribir nuestra historia colectiva? La conciencia crítica y la búsqueda activa de una comprensión más completa se presentan como herramientas fundamentales para redefinir nuestra relación con el pasado. Al cuestionar las versiones preestablecidas, la sociedad puede embarcarse en la construcción de nuevas narrativas que reflejen una identidad más inclusiva y una visión de futuro diferente.

En esta búsqueda, la reevaluación de figuras históricas se convierte en una tarea imperativa. Para el caso de México, es necesario matizar en grises aquellos héroes de la SEP: Revisitemos historias como la de Benito Juárez, Hernán Cortés, Antonio López de Santa Anna o Porfirio Díaz. Revaluemos las civilizaciones prehispánicas y lo que nos han contado de ellas: si vivíamos en una utopía gracias a los aztecas o la mayas en este territorio, ¿por qué los Tlaxcaltecas y demás civilizaciones prefirieron aliarse con los españoles y “apoyar” la conquista?

Reconocer la complejidad de estas figuras nos invita a despojarnos de las etiquetas maniqueas de héroes y villanos, abriendo espacio para una apreciación más matizada de su legado. Así, la posibilidad de reescribir nuestra historia se manifiesta como un acto de empoderamiento colectivo, permitiéndonos crear un relato más auténtico y resonante que abrace la diversidad de experiencias y perspectivas que han tejido el tapiz de nuestra identidad histórica.

Los hombres se engañan al creerse libres; y el motivo de esta opinión es que tienen conciencia de sus acciones, pero ignoran las causas porque son determinadas; por tanto, lo que constituye su idea de libertad, es que no conocen causa alguna de sus acciones (Spinoza, B. [1677]. Ética.)

En este viaje de reflexión, enfrentamos desafíos y oportunidades al reconocer la influencia de la historia en nuestras vidas. No somos libres de nuestro pasado, pero sí somos libres para tomar decisiones a partir de él. Al abrazar el conocimiento de nuestras limitantes y lo que estamos “condenados” a ser, encontramos una libertad auténtica.

Los desafíos radican en desentrañar las complejidades de nuestras narrativas históricas, desafiando las versiones simplificadas que nos han sido impuestas. ¿Cómo podemos utilizar este conocimiento para empoderarnos en lugar de sentirnos atrapados por el pasado? La respuesta reside en la comprensión de que cada capítulo de nuestra historia presenta oportunidades para la transformación. Cambios individuales y colectivos pueden surgir de una comprensión más profunda, permitiéndonos abrazar nuestra diversidad y construir un futuro basado en la inclusión y la autenticidad. Así, en el viaje de la historia, descubrimos que la libertad es ilusioria, pero lo más cercano a ella se encuentra en la capacidad de saber que somos consecuencia de la interpretación del pasado; sin embargo, la consciencia de la información nos ofrece la posibilidad de redefinirnos y un lienzo sobre el cual pintar un nuevo y consciente destino.

 

*Economista, tuitero y consultor

#HojaDeRuta: “¿Perdida de memoria?”

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“Más recuerdos tengo yo solo que los que habrán tenido todos los hombres desde que el mundo es mundo…Mis sueños son como la vigilia de ustedes”, así describía el jovenzuelo Irineo Funes la magnífica maldición de tener una memoria perfecta, imparable, incontrolable: “Sabía las formas de las nubes australes del amanecer del treinta de abril de mil ochocientos ochenta y dos y podía compararlas en el recuerdo con las vetas de un libro en pasta española que sólo había mirado una vez y con las líneas de la espuma que un remo levantó en el Río Negro”.

Quizá Borges nos hablaba a través de Funes, el memorioso, acerca de cómo observar la realidad de las cosas es labor que fatiga y pesa, y que recordar puede ser doloroso. La memoria perfecta de su personaje no dejaba lugar a la imaginación: las cosas son lo que son, o mejor dicho, fueron lo que fueron. Memoria, dolorosa y necesaria memoria. Cada cual lleva consigo su versión de lo vivido, eso que literal e imaginariamente puede llamarse punto de vista: la dirección de la mirada para grabar lo sucedido, la construcción e interpretación que hacemos del mundo.

“Cuando un hombre entra a una habitación, trae su vida entera consigo. Tiene un millón de razones para estar en cualquier parte, solo pregúntale”, dice Matthew Winer a través de Don Draper, el enigmático publicista que protagoniza “Mad Men”. A cada momento cargamos la vida entera con nosotros, la vida que recordamos, nuestra versión de la película: la memoria. Cada historia es única, pero hay partes que nos son comunes: el tiempo (vivir una época), el espacio (el pueblo, la ciudad, el país), las circunstancias (un temblor, un presidente, un golazo). Existe tal cosa como el pasado público: las cosas que nos marcaron como colectividad – muchas veces, antes de nuestra propia existencia.

Tan marcados estamos por la colonia y su división racial, como por la sangre de Tlatelolco y el levantamiento de Chiapas. Tan marcados estamos por el desarrollo empresarial como por la Liga 23 de septiembre. Personajes y sucesos, con luces y sombras (que en buena medida dependen del cristal con que uno lo mire, o la perspectiva desde donde se coloque) que han alterado la realidad que hoy nos toca transitar.

El maestro Eric Hobsbawm advertía con agudeza que la juventud de este siglo ha crecido en una suerte de presente permanente que carece de cualquier relación orgánica con el pasado público de los tiempos que viven. De ahí, decía, que la labor de los historiadores más esencial que nunca, pues su trabajo es recordar lo que otros olvidan. Es lugar común escuchar la queja de la “corta memoria” de “la gente” como amasijo abstracto.

La memoria colectiva, el pasado público implica compromiso, el más elemental: el interés por quiénes somos, dónde estamos y dónde queremos ir como comunidad. Implica acción: interés de saber y reflexionar. A Funes le dolía la memoria, pues “discernía continuamente los tranquilos avances de la corrupción, de las caries, de la fatiga. Notaba los progresos de la muerte, de la humedad”. No es cosa fácil asomarse a nuestro pasado público, pero es vital: ¿cómo saber que no hay mal que dure cien años, si no podemos recordar lo que ocurrió hace diez?

El cine también es conocimiento

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Para consultar acerca de algún acontecimiento o conocer más acerca de la historia de un hecho en específico, los principales medios de comunicación —o los medios de comunicación tradicionales, más bien— son las fuentes de información preferidas por las personas. No conozco a nadie que jamás haya leído alguna nota periodística, que haya consultado algún diario o que haya visto las noticias por televisión. Evidentemente las redes sociales (y el Internet) han venido a revolucionar la manera en que nos informamos acerca de los hechos y en la actualidad es muy sencillo tener la información —en verdad está al alcance de nuestras manos—, pero considero que hay otro método informativo que muy pocos considerarían como tal: el cine.

El presidente mexicano se presentaba en actos cívicos y hacía propaganda de su gobierno frente a las cámaras, misma que después ordenaba se llevara a todos los rincones del país para su difusión.

Si nos basamos en su origen, el cine y las películas incursionaron como una nueva forma de documentar la historia. Recordemos que en nuestro país, los primeros filmes de los que se tiene registro son aquellos relacionados con la vida de Porfirio Díaz. El presidente mexicano se presentaba en actos cívicos y hacía propaganda de su gobierno frente a las cámaras, misma que después ordenaba se llevara a todos los rincones del país para su difusión. Esta medida fue probablemente muy aplaudida por el grueso de la población en esa época, y es que para ver una película uno no tiene por qué saber leer ni escribir, como sucedía en la mayoría de los casos.

Tampoco podemos olvidar que el cine fue una de las principales plataformas informativas durante los años 40, o que incluso había funciones especiales en las salas donde se transmitían las principales noticias del día. Recuerdo películas de época en donde se ve a la población acudiendo a los cines para así enterarse sobre las catástrofes que ocurrían en Europa durante la guerra, por ejemplo. Sin embargo, la poca inmediatez del cine es lo que hace que este medio de comunicación masiva entre en desventaja respecto a los otros, pues a pesar de que el mensaje transmitido se lleva a una cantidad considerable de personas, una producción cinematográfica requiere de mucho más esfuerzo y tiempo para materializarse que una columna en un periódico. Por fortuna, éste no es el único fin del cine.

Lector, si para este punto piensas que la única manera de aprender a través del cine es viendo documentales como los de National Geographic, Discovery o History, entonces te invito a que continúes leyendo.

Sé que cuando pensamos en el cine es imposible no traer a nuestra mente todas las películas que provienen de la industria hollywoodense y los grandes blockbusters que tanto gustan: las grandes películas de acción y crimen, los grandes dramas, entre otras. Hay quienes al pensar en el cine reducen su visión a una actividad de ocio y entretenimiento, buscando relajarse por al menos un par de horas mientras se disfruta de una historia; cualquiera que sea, mientras sea “divertida” o “llame la atención”. Lector, si para este punto piensas que la única manera de aprender a través del cine es viendo documentales como los de National Geographic, Discovery o History, entonces te invito a que continúes leyendo.

Si nuestro deseo es conocer, entonces recomiendo ampliamente combinar las fuentes de información actuales y comenzar a través del cine.

Sí, la falta de inmediatez del cine le hace ser deficiente como medio informativo, pero aún cabe en esta categoría si lo que se busca es conocer los datos más recientes de un determinado suceso. Por el contrario, si nuestro deseo es aprender acerca de la historia del mundo, acerca de los usos y costumbres contemporáneos, o si nos interesa conocer acerca de una nueva temática; en una palabra, si nuestro deseo es conocer, entonces recomiendo ampliamente combinar las fuentes de información actuales y comenzar a través del cine.

Por ejemplo, si nos interesa conocer de un tema tan exótico como podría ser el nacionalismo indio, podríamos empezar por ver la película Gandhi (Richard Attenborough, 1982) y protagonizada por el galardonado actor, Ben Kingsely. ¿Te interesa la psicología? La película alemana Das Experiment (Oliver Hirschbiegel, 2001) nos habla acerca de la recreación del famoso Experimento de Zimbardo, el cual trata acerca de la personalidad del ser humano al asumir un determinado rol. Para quienes gustan de conocer sobre la cultura indígena neozelandesa, la película Whale Rider (Niki Caro, 2002) es una excelente opción, pues muestra algunas de las tradiciones y cómo éstas se combinan con la vida de hoy.

Naturalmente, el cine mexicano no se puede quedar atrás. Películas como Rojo Amanecer (Jorge Fons, 1989) y Vámonos con Pancho Villa (Fernando de Fuentes, 1935) nos ayudan a recordar momentos muy importantes de nuestra historia. Más recientemente, la película Hilda (Andrés Clariond, 2015) también aborda el tema de los hechos de Tlatelolco, aunque lo hace más desde una óptica sobre la crítica a las diferentes percepciones de las clases sociales sobre un mismo fenómeno. Otras películas como La otra familia (Gustavo Loza, 2011) y Nos vemos, papá (Lucía Carreras, 2012) hablan acerca de temáticas un tanto más complejas, tales como la condición de los matrimonios homosexuales en México, los procesos de adopción en nuestro país, o bien ejemplifican temas tabúes como el Complejo de Electra en una situación común. Otro tipo de filmes como Fraude: 2006 (Luis Mandoki, 2007) o La dictadura perfecta (Luis Estrada, 2014) son una buena fuente de conocimiento para entender el funcionamiento de nuestro sistema político mexicano. Y así puede seguir la lista…

Sin desprestigiar a los medios de comunicación tradicionales, el cine es una herramienta de conocimiento mucho más enriquecedora, entretenida y artística. ¿A quién no le gusta platicar acerca de una película después de verla? Por pequeño que sea el diálogo, esa interacción y ese intercambio de conocimiento es lo que hace que ver una película e ir al cine sea toda una experiencia.

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– “Todos los puntos de vista son a título personal y no representan la opinión de Altavoz México o sus miembros.”

DAÑOS COLATERALES

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En México, desde su historia más antigua hasta la más moderna, hemos estado rodeado de sucesos que nos orillan a tomar el papel de víctimas, a encontrar siempre un culpable y a utilizar todas las tragedias como las excusas ideales para la estabilidad mediocre que hemos fomentado y así no alcancemos la etiqueta de país de “primer mundo” aún y cuando las condiciones geográficas, los recursos naturales y la esencia del mexicano favorezca para que lo seamos.

La vida diaria del mexicano incluye violencia, obstáculos, corrupción y falta de lealtad (características que deberían traducirse en experiencia) pero de la misma manera que nos quejamos de esto, lo realizamos siempre y cuando nos salve o nos beneficie. Esta doble moral que no nos permite avanzar. No podemos quejarnos a la luz pública de algo que hacemos en lo oscuridad.

¿Con qué moral reclamo que mis diputados sean honestos, si el moche del tránsito me sale más barato que la multa y el corralón?

¿Con qué moral reclamo que mis diputados sean honestos, si el moche del tránsito me sale más barato que la multa y el corralón? ¿Enrique Peña Nieto es un ignorante? Hola, mexicanos, tenemos 5.4 millones de analfabetas en nuestro país y un porcentaje de competitividad laboral de los más denigrantes del mundo.

¿Enrique Peña Nieto es un ignorante? Hola, mexicanos, tenemos 5.4 millones de analfabetas en nuestro país y un porcentaje de competitividad laboral de los más denigrantes del mundo.

Como país estamos en ese proceso de lanzarnos del bungee; ya firmamos un sinfín de acuerdos comprometiéndonos a hacerlo, pero nos encontramos viendo hacia abajo con el miedo de que el golpe sea mucho mayor al remedio. En efecto, el golpe será fuerte y duro, aunque sin duda el impacto postbungee se traduciría en un cambio profundo para México.

En mi resolución en un diplomado de manejo de crisis escribí lo siguiente: “Para las crisis que han vivido en mi país, y considerando que después de cada una de estas las naciones se vuelven extremadamente fuertes y abundantes, México debería ser ya una de las potencias más grandes del mundo”. Y la realidad dista mucho de serlo porque no tenemos cultura a aceptar los daños colaterales.

Los daños colaterales son la esencia de la imperfección de un colectivo que busca constantemente la perfección. Que acepta el hecho de que hacer las cosas bien tiene procesos largos, dolorosos y con daños temporales que nos permitan diseñar, planear y construir el largo plazo de un país en el que la riqueza alcance para todos.

Implica para los políticos pavimentar con cemento que dure generaciones y olvidarse de que “en el bacheo está el ganeo”. Requiere que el ciudadano acepte la multa del tránsito, aunque con ella deba trabajar horas extras para poder pagarla. Olvidarnos de la mentalidad a corto plazo que nos ha dado para sobrevivir en ocasiones y para soportar la conformidad a cambio de pensar a largo plazo con toda la confianza que implica aceptar las caídas del proceso, pero con la certeza de impulsar un país de primer mundo.

El crecer como país no es cuestión de personas buenas o malas, sino de personas congruentes haciendo cosas de manera constante.

A medida que logremos tener un mayor control sobre los daños colaterales entenderemos que la guerra es tan necesaria como la paz y también que el crecer como país no es cuestión de personas buenas o malas, sino de personas congruentes haciendo cosas de manera constante.

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– “Todos los puntos de vista son a título personal y no representan la opinión de Altavoz México o sus miembros.”

Cultura y orígenes de Corea: De Tangun, Confucianismo, Cheabols a “PSY”

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La cultura y los orígenes son importantes en la construcción de los países asiáticos. No podemos hablar de los países del Noreste Asiático sin conocer su tradición y cultura. Cultura que les permite tener una identidad nacional, y es base de su modernidad y forma de actuar con el exterior. El vínculo de la tradición con la modernidad es muy fuerte.

No podemos hablar de los países del Noreste Asiático sin conocer su tradición y cultura.

En el caso de Corea es importante iniciar los estudios sobre este país a partir de su mito de fundación, el de “Tangun”, pues el día de la fiesta nacional es el tres de octubre, día del nacimiento del fundador del pueblo coreano. También, las ideologías filosóficas que construyeron la sociedad son importantes para comprender la conformación y el comportamiento de la sociedad. Una de las más importantes es el Confucianismo. Éste es un pensamiento filosófico que permitió que existiera un orden y valores morales profundos en las relaciones de autoridad-subordinados; ya sea en la familia, el Estado o los conglomerados coreanos conocidos como Chaebol.

Pese a que LG ya lleva varios años en el estado, la inversión de KIA ha levantado más expectativas e interés por los neoleoneses por conocer más sobre el país de las “aguas tranquilas”.

Los Chaebol jugaron un rol importante dentro de la economía coreana que junto con el Estado-desarrollista y las políticas de fomento a las exportaciones, hicieron que Corea del Sur, de ser un país empobrecido por la Guerra de Corea (1950-1953), transitara hacia una economía altamente competitiva en los mercados internacionales. El mundo, en ese momento del “Milagro económico del Río Han” en los 1970´s, volteó a ver a los Tigres Asiáticos. Desde ese momento a la fecha, y en especial en este año, en Nuevo León se ha interesado en este país. Pese a que LG ya lleva varios años en el estado, la inversión de KIA ha levantado más expectativas e interés por los neoleoneses por conocer más sobre el país de las “aguas tranquilas”. En esta (columna/blog) mi papel es escribir sobre los temas coreanos con el fin de mostrar un panorama general y un acercamiento a un país tan fascinante que se ha dado a conocer actualmente, no sólo por los productos de LG y Samsung sino también por el KPOP y los dramas coreanos. ¿Quién no conoce a “PSY” y su canción de “Gangnam style”?