Gabinete paritario: primer acierto de Macron

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El pasado miércoles, la presidencia francesa anunció a quienes integrarían el nuevo gobierno tras las históricas elecciones que dieron el triunfo a Emmanuel Jean-Michel Frédéric Macron.

De 24 vacantes, 12 serán ocupadas por el género femenino y lo más interesante es que Macron no se limitó a asignar a las mujeres en los puestos “feminizados” (aquellos que tengan que ver con la igualdad, la cultura, la niñez, la juventud, etcétera) sino que habrá féminas al frente de la secretaría del trabajo y de las fuerzas armadas, por mencionar algunas.

Lo anterior constituye un gran avance hacia una democracia paritaria en Francia, la cuna de los ideales de igualdad, libertad y fraternidad.

Pero la universalidad que hoy nos cobija a todas y todos, no existía antes como la conocemos: la normatividad internacional y local se encontraba redactada exclusivamente para que los hombres fueran sujetos de derechos, claro ejemplo de ello fue la Declaración de los Derechos del Hombre y Ciudadano (1789), un documento clave en la historia de la construcción de los derechos humanos y producto de la Revolución Francesa, pero que excluía a las mujeres.

Nicolás de Condorcet, conocido filósofo durante la época de la Ilustración, argumentaba que el alcance del progreso requería de la igualdad de género y, más a profundidad, sostenía la importancia de la inclusión de las mujeres en la función pública para evitar la restricción de la libertad de los electores y la privación de las mujeres de las ventajas concedidas a los hombres, planteando: “¿No han violado todos el principio de igualdad de los derechos al privar tranquilamente a la mitad del género humano del derecho a concurrir a la formación de las leyes, al excluir a las mujeres del derecho a la ciudadanía?”

Hoy las mujeres pueden votar y ser votadas gracias al movimiento sufragista. Pero pareciera que aún hay grandes batallas que conquistar para que la voz de ellas sea efectiva y tenga eco, es decir, para lograr colocarse en puestos de poder.  Por ello, esfuerzos como éste causan singular esperanza.

El presidente francés no es el primero en demostrar su compromiso por el alcance de la igualdad sustantiva entre hombres y mujeres.  Por ejemplo, tan solo hace dos años, el Primer Ministro canadiense, Justin Trudeau, defendió su decisión por la integración 50/50 de su gabinete al declarar que estaba compuesto de esta manera “porque es 2015”.

Y tiene razón, en pleno 2015 (y ahora en 2017) el panorama debería ser distinto, la igualdad entre géneros debería ser ya una realidad. No debería extrañarnos que hombres y mujeres tengan las mismas oportunidades de incidir, de administrar, de tomar las decisiones. Ante la ausencia de ello, existen luchas que buscan transformar las relaciones de poder y erradicar esta práctica de discriminación de las mujeres en el campo de la política. Mucho le tienen que aprender otros países a decisiones como éstas, en las que se actúa más allá de la norma con el objeto de garantizar efectivamente el acceso a los derechos civiles y políticos de las mujeres. Enhorabuena por Francia que se suma a este esfuerzo.

El Talón de Aquiles: “Realidades Alternativas”

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El número de estadounidenses que dicen arrepentirse de haber votado por Donald J. Trump aumenta. Y es que lo menos que se puede decir es que las dos primeras semanas de la era Trump han sido intensas.

A mi me han hecho desear llegar al fin de semana, días que hasta el momento han sido “Donald-free”, y que me han permitido respirar y descansar de la cascada de pésimas noticias que llegan de lunes a viernes.

A decir verdad, el solo hecho de referirme al Presidente de Estados Unidos como el “hombre naranja” – jamás pensé hacer algo similar, en su respectivo color, con el expresidente Obama – indica la profunda crisis de credibilidad y de legitimidad por la que atraviesa Washington. Trump no genera respeto. Esta realidad alternativa impacta el mundo entero, iniciando naturalmente por América del Norte.




El 10 de enero, el Primer Ministro de Canadá, Justin Trudeau, procedió a un cambio de gabinete, entre los que resalta la salida del canciller Stéphane Dion, antiguo líder del Partido Liberal de Canadá (PLC), y conocido ecologista.

Sin duda, Ottawa recibió señales de que la nueva administración estadounidense se aprestaba a desbloquear la construcción de los oleoductos Dakota Access y Keystone Pipeline, por lo que, con un pragmatismo sorprendente, engavetó sus principios ecológicos para alinearse con la política de Washington.

Dion, quien estuvo a cargo de la cumbre sobre cambio climático de Montreal (2005), debe haber juzgado inaceptable el cambio. Claro, no todo fue pérdida para Dion: su premio de consolación fue su designación como embajador de Canadá ante Alemania y la Unión Europea. México, por su parte, también hizo lo suyo, a su manera.

La vieja política del compadrazgo, que en esta ocasión puso en el puesto de Canciller a Videragay, fue un intento de adaptación, si bien en este caso no hizo más que aminorar a un gobierno ya de por sí debilitado por su improvisación crónica.

Interactuar con “el Donald” equivale a atragantarse un curso intensivo de diplomacia, guerra y paz. Por lo tanto, Videragay, que llegó “a aprender”, debe estar bien contento con la suerte que le ha tocado. ¡Saldrá hecho todo un erudito en relaciones internacionales este canciller Mexicano!

Pero no exageremos: no todo es impredecible. El intento por frenar la implementación de la Ley del Cuidado de Salud a Bajo Precio (Obamacare), por ejemplo, era de esperar.

Son 60 votos los que la Cámara de Representantes ha emitido, a lo largo de los últimos años, para anularla. Y si bien ahora los Republicanos no tienen la menor idea de qué hacer en este tema, es una posición tradicional del partido oponérsele y tratar de derogarla.

También era de esperar que Trump, como Bush, restableciera la prohibición, ideada por Reagan, de financiar ONG’s a favor del aborto (y que Clinton y Obama habían eliminado).

No es tampoco raro que se congelen temporalmente las contratos en el Gobierno Federal, ni que se revisen las decisiones que Obama tomó antes de acabar. Los conservadores siempre desconfían del Estado y de su aparato burocrático.




Varios de los decretos ejecutivos, sin embargo se convirtieron en coordenadas que indican, sin lugar a dudas, la existencia de una dimensión desconocida. Primero, la luz verde para construir el muro en la frontera entre México y Estados Unidos, merece nuestra atención. Seamos honestos: ya existe alguna forma de barrera en gran parte de la frontera, y eso desde hace años.

El problema es firmar el decreto cuando el canciller mexicano estaba en Washington preparando una visita del presidente Peña Nieto, continuar afirmando públicamente que México pagaría el muro de una forma u otra, le guste o no, confirmar los planes de deportación masiva de inmigrantes sin papeles, ordenar la publicación de una lista semanal de los crímenes cometidos por inmigrantes, y crear incertidumbre al sugerir gravar importaciones y/o remesas para pagar el muro.

¡Todo eso en 48 horas! Añádase a la lista la intención de renegociar el Tratado de Libre Comercio (TLCAN), buscando un pacto respetuoso para Estados Unidos (porque la víctima es Washington), y señalar que la negativa de México de pagar el muro no haría más que agrandar su tamaño.

Los Republicanos nunca fueron reconocidos por su elegancia y multilateralismo , pero esto es franca provocación. ¿Queda claro por qué no sólo los mexicanos, sino el mundo entero, perciben que México ha sido humillado?

Segundo, la suspensión del programa de refugiados y el veto a la entrada de ciudadanos de siete países (Irak, Irán, Libia, Siria, Somalia, Sudán, y Yemen) ha mostrado ser explosiva. Finalmente, un juez, quien tampoco escapó a los insultos del Presidente, interrumpió una medida que, más allá de su ilegalidad o inconstitucionalidad, resalta por ser inhumana y discriminatoria.

El problema inmediato fue la inseguridad jurídica creada por la confusión. Personas con visas válidas, con Green Cards, o con doble nacionalidad, fueron detenidas durante el fin de semana del 28 y 29 de enero de 2017.




En la semana siguiente, líneas aéreas rechazaron pasajeros en los puntos de embarque que podían generar problemas a su llegada. Tan solo 48 horas después de la firma del decreto, los procuradores generales de California, Connecticut, Hawái, Illinois, Iowa, Maine, Maryland, Massachusetts, Nueva York, Nuevo México, Pennsylvania, Oregon, Vermont, Virginia, Washington, Washington DC publicaron un comunicado condenándolo.

Cuatro jueces (Brooklyn, Boston, Alexandria, y Seattle) emitieron ordenes señalando que quienes poseen una visa válida no pueden ser rechazados en la frontera.

Protestas tuvieron lugar en varios aeropuertos estadounidenses y no pocos abogados ofrecieron servicios gratuitos a las víctimas de estos actos arbitrarios. Hoy, la orden ejecutiva no está rigiendo, pero ya se anunció una batalla judicial al respecto.

El 21 de enero, una marcha contra la misoginia, pero también en defensa de los derechos reproductivos, a la igualdad y a la protección de las minorías latina y musulmana, congregó a miles de manifestantes, que llenaron 1.6 kilómetros.

Fiel a su marca de comercio – Trump siempre se presentó como un político no tradicional – el Presidente se preguntó por qué los manifestantes no habían votado (como si no hubiera perdido el voto popular por casi tres millones).

La inconformidad no es porque el candidato incumpla sus promesas, sino porque puede cumplirlas. La lógica del electorado estadounidense fue peligrosa: es fanfarronería, se dijo, pues al asumir, el sistema lo moderará.

También se afirmó que el sistema estadounidense lo detendría, como si la democracia se tratara de elegir líderes irresponsables para luego contenerlos a toda costa.

En la realidad alternativa en la que se nos ha obligado a vivir, el Presidente de la supuesta democracia más poderosa del mundo – siempre he tenido mis dudas al respecto – inspira terror; un líder comunista defiende el libre comercio mientras que un conservador republicano saca a Estados Unidos del Acuerdo Transpacífico de Libre Comercio (TTP); un vecino incómodo parece amenazar con invadir al vecino pobre. Lo grave no es especular, sino el hecho que no se pueda descartar que de verdad haya sucedido. La incertidumbre en esta realidad alternativa es elevada.

México no está preparado para enfrentar a Trump. Pero Canadá tampoco lo está. Los (supuestamente acalorados) intercambios con Turnbull, Primer Ministro australiano muestran que nadie sabe cómo enfrentar al hombre naranja.

En esta realidad alternativa, el olfato político de Trudeau puede valer lo mismo que la incompetencia de Peña Nieto. Ya ha indicado el Primer Ministro que Canadá recibirá a los inmigrantes que Estados Unidos rechace, lo que lo convierte en un blanco ideal de los insultos de Trump.

En algún momento me pasó por la mente hacer un esfuerzo consciente  para ignorar al  Trump. La mejor táctica es no alimentar ese ego. Pero aquí estoy, apenas dos semanas después de su juramento como Presidente, haciendo exactamente lo contrario.

Lo acepto: la realidad alternativa me ganó. Como intelectual, estoy convencido que es mi responsabilidad unir mi voz para contribuir a contener esta amenaza. Hacer otra cosa es irresponsable e inconsciente. ¿No es extraño que ahora Arnold Schwarzenegger y Kim Jong-un se perciban ahora, de un momento a otro, como chicos casi decentes?

Bienvenidos a la era Trump.

Fernando A. Chinchilla

Cholula (México), enero de 2016

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– “Todos los puntos de vista son a título personal y no representan la opinión de Altavoz México o sus miembros.”

 

 

Hay que tener buen gusto…

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Hola amigas, ¿cómo están? Les escribo desde Vancouver, ando aquí aprovechando que el galanazo de Trudeau(uffff) nos quitó la visa y de paso jugándole una partida de té canasta a mi amiguito Napoleón Gómez Urrutia, ex líder minero y que ahora, corrido/exiliado de la patria, es modista de altos vuelos aquí en Vancouver.

Les cuento que me escribió un wasapt, la Nena, una amiga de la parroquia de la Nati muy preocupada porque fue a comprar sus revistas Hola, Proceso, el suplemento Cumbres, TVNotas y el semanario de los Millonario$$ de Cristo y vio como gente de muy mal gusto se está metiendo en estas revistas.

Para empezar sale en todos lado un tal Agustín Basave, un muchacho muy mono con finta de chófer de la ruta 1, que me enteré que anduvo de outsourcing en la presidencia del PRD. Un tipo que agarró el trabajo en una feria del empleo que hizo el PRD al no encontrar un líder surgido de sus tribus.

De muy mal gusto que este señor salga en todos lados con su cara de depresión junto con esos famosos Chuchos que tienen menos moral y menos ética que los narcocorridos que escucha Silvano Aureoles…Luego me enteré del romance del senador Javier Lozano con una asesora de imagen llamada Desiree Navarro… de muy mal gusto que alguien tan corriente como Lozano salga en Hola donde debidamente sale gente de nuestra clase como el Rey de España, Barbarita Coppel, Alejandrito Hank, el presidente Peña, gente de bien, gente nice.

La entrevista que pareció una declamación de cursilerías de Lozano rayó en lo grotesco, se dijo conocedor de la música clásica, la ópera y admirador de la filosofía de la salsa… Supongo que para Lozano, Celia Cruz era prima hermana de Hegel y Kant… pobrecito Javier, ¿quién con 3 dedos de frente le va a creer que tiene buen gusto cuando de ser salinista y vocero de la fatídica campaña del ahora buchón y vocero del Opus Dei, Francisco Labastida Ochoa pasó a ser calderonista?

No me imagino cuanto tiempo tardó el fotógrafo de Hola para tomarle una foto donde Lozano se viera bien, con esa cara de mapache encandilado que no se maneja ni con el photoshop de Obama. (comentario patrocinado por Frijol with Gorgojo S.A)

Y para colmo ver la cara del esposo de Anahí, ídolo en TV Notas, con su finta de gringo vacacionando en San Cristóbal, invocando el fantasma de Díaz Ordaz da muy mal imagen a la socialité del país.

Pero bien me dice Napito, todos estos son priistas y tienen escuela del figureti, del vacilón desmedido en prensa, herederos del prócer aquel José López Portillo, el buen Pepe, nuestro Pepe el perro, ese hombre horrible pero que con sus devaluaciones sexies conquistó el corazoncito de Sasha Montenegro

La Nena es de esas groopies regiomontanas de la izquierda… no le vayan a decir esto, pero… de esas groopies que ni le entienden, no conocen a Marx ni a Engels, de esos que aprendieron de oídas… gente como Cristina Sada, Poncho Romo o Fernando Turner. Lo bueno es que son poquitos, creo…

Me dice Napito que deje de hacer bilis por lo que me dijo la Nena… y tiene razón, políticos corridos van y vienen en todos los partidos y en todas las clases sociales (Con o sin lucha de clases diría Marx), al fin, aquí, en Canadá y en China, para corridos… Los Cadetes de Linares… corridos classy, chic como deben ser.

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¿Por qué no tenemos políticos como Justin Trudeau?

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Justin Trudeau es prácticamente el it boy de la política… carismático, amante de los animales, comprometido con la defensa de los derechos de los indígenas, impulsor de la equidad de género… en fin, el escenario internacional se vuelca en demostraciones de aprobación, afecto y afición hacia el Primer Ministro canadiense quien desde su campaña, demostró tener un perfil muy diferente al del político convencional.

Pero, ¿por qué en México no tenemos a un político como él? O por lo menos, uno que no tenga miedo de hablar de frente sobre temas como el feminismo, cambio climático, y la mariguana. Muchos podrán ser los motivos, pero me permito enlistar algunas de las razones por las cuales considero que en nuestro país, no vemos un liderazgo que busque romper paradigmas:

1. Por que no queremos.
Así, simple y llanamente no queremos. Nos gusta pensar en que necesitamos una irrupción en el orden establecido. Nos sentimos cómodos con el estereotipo de político que ha permanecido por varias décadas en México y que, para bien o para mal, nos ha llevado hasta donde estamos actualmente.

…es muy válido no compartir la idea de que el Primer Ministro canadiense es una figura política la cual debemos aspirar tener. Más bien, el objetivo de este ejercicio es invitarlos a la reflexión de que es posible divorciarnos de la idea que impera sobre el político como un ser egoísta, corrupto y vergonzoso…

2. Porque no nos la creemos.
O bueno, tal vez sí queremos tener a alguien con el liderazgo como el de Trudeau, pero ¿cómo? si “somos muy corruptos” y “es diferente porque es Canadá”. Y muchos otros argumentos pueden surgir… sin embargo, no olvidemos que desde el lenguaje inicia la construcción del mundo que percibimos con nuestros sentidos. Mientras que no nos creamos dignos de tener algo diferente, mantendremos el resultado constante.

3. Porque desconfiamos de los demás.
Relacionado al punto anterior, no solo nos falta creer que podemos tener líderes diferentes, sino que cuando surge un perfil preparado y dispuesto a hacer las cosas bien, la envidia de quienes hacen las cosas mal y la desconfianza del público general se encarga de opacar ese acenso. Justos pagando por pecadores y así el cuento de nunca acabar… o, aprendamos a observar y analizar antes de criticar y opinar.

4. Porque nos gusta que nos digan qué hacer.
Lamentablemente, este rasgo se puede trazar desde nuestro sistema educativo. Nos enseñan a seguir órdenes y ponernos límites que muchas veces están por debajo de nuestra capacidades reales. Lo peor de todo esto es que no solo nos subestimamos, sino que tomamos una actitud pasiva y nos deslindamos de nuestras responsabilidades, ya que estamos esperando a que ese líder mesiánico nos diga qué hacer, y nosotros contestarles “Sí, Lic.” “Sí, Inge” “Sí, señor presidente”.

Nos falta agudizar nuestro sentido crítico, y entender que la participación ciudadana va más allá de ir a votar o de ningunear a un político en las redes sociales, sino de vigilar, exigir e incluso trabajar en conjunto con ellos para que salgan adelante los proyectos que apoyen al bien común.

5.Por que nuestras instituciones son débiles.
Desde las electorales hasta las de procuración de justicia y de derecho… el común denominador de las instituciones en nuestro país es que la mayoría se doblegan ante los intereses de ciertas élites. Como consecuencia, se crea un ecosistema ideal para que lleguen al poder antes y más rápido personas incapaces pero picudas, que las capaces pero rectas. Fortaleciendo nuestras instituciones podemos evitar tener malos liderazgos, o liderazgos interesados solo en su beneficio (y en el del padrino que los llevó al poder).

6. Por que nos falta madurar nuestra participación ciudadana.
Si bien, es digno de reconocerse que en los últimos años se ha visto un aumento en la participación ciudadana, esto para nada es suficiente. Nos falta agudizar nuestro sentido crítico, y entender que la participación ciudadana va más allá de ir a votar o de ningunear a un político en las redes sociales, sino de vigilar, exigir e incluso trabajar en conjunto con ellos para que salgan adelante los proyectos que apoyen al bien común.

Como mencionaba, estos no son los únicos factores que influyen en el surgimiento de una figura como Justin Trudeau. E incluso me gustaría resaltar que es muy válido no compartir la idea de que el Primer Ministro canadiense es una figura política la cual debemos aspirar tener. Más bien, el objetivo de este ejercicio es invitarlos a la reflexión que es posible divorciarnos de la idea de que impera sobre el político como un ser egoísta, corrupto y vergonzoso; y por el contrario, sí podemos tener algo diferente, alguien a quien respetar, y que nos motive a trabajar en conjunto, siempre y cuando permitamos que las condiciones se den.

Por que lo merecemos.

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“El Talón de Aquiles”: CUANDO LO “MEJOR” ES POSIBLE

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Este 4 de noviembre de 2015 toma posesión en Ottawa, Canadá, Justin Trudeau, vigésimo-tercer Primer Ministro de ese país. El evento, más que un simple juramento ante David Johnston, Gobernador General (representante de la Reina Isabel II) puede simbolizar un cambio significativo en la historia contemporánea del país. Se trata del regreso al poder del Partido Liberal de Canada (PLC), el mismo que gobernó durante casi 70 años del siglo XX ese país de la mano, entre otros, de Wilfrid Laurier, MacKenzie King, Lester B. Pearson y, por supuesto, del padre del nuevo Primer Ministro, Pierre Elliott Trudeau. Se trata también del fin del reino conservador de Stephen Harper, electo por primera vez el 6 de febrero de 2006. Más que relatar el Canadá que ofreció Trudeau en su campaña, me planteo delinear aquí el país que deja Harper. Ello por cuanto es esencial entender el punto de partida del PLC para poder evaluar mejor cuando de discutir el punto de llegada se trate.

Se trata del regreso al poder del Partido Liberal de Canada (PLC), el mismo que gobernó durante casi 70 años del siglo XX.

El Canadá de los últimos diez años dista del país comprometido con la cooperación internacional y el mantenimiento de la paz a la que el PLC, e incluso el extinto Partido Progresista Conservador (PPC) de los primeros ministros Clark y Mulroney, nos acostumbró. En efecto, Ottawa renegó varias de sus posiciones tradicionales para reubicarse inesperadamente en otro lugar del espectro ideológico y geopolítico. Desde 2006, por ejemplo, el país es percibido como un inquebrantable aliado de Israel, cuando tradicionalmente los canadienses se presentaban como un Estado neutro. Además, Canadá comenzó a ignorar foros multilaterales a los que antes les prestaba atención, como las Naciones Unidas (ONU). Del mismo modo, Ottawa comenzó a apoyar ONGs y empresas transnacionales canadienses como parte de su política de cooperación internacional. Ejemplo de ello es el apoyo público a sociedades como la establecida entre Visión mundial y Barrick Gold para luchar contra la pobreza en Perú. Además, se aumentó el financiamiento a ONGs religiosas mientras que la Agencia Canadiense de Desarrollo Internacional (ACDI) dejó de financiar otras organizaciones con larga historia de cooperación internacional. La perspectiva conservadora parece indicar que si se desarrollan los lazos comerciales, lo que sigue es el mejoramiento en el respeto de los derechos humanos. Analistas señalan además que los nuevos conservadores ven a la ONU como un organismo controlado por países no-democráticos, que no tiene ni debe por qué tener poder.

El Canadá de los últimos diez años dista del país comprometido con la cooperación internacional y el mantenimiento de la paz a la que el PLC, e incluso el extinto Partido Progresista Conservador (PPC) de los primeros ministros Clark y Mulroney, nos acostumbró.

Pero la metamorfosis canadiense va más allá, y toca aspectos como la identidad y las políticas públicas. En cuanto a la primera, resaltan los esfuerzos del gobierno conservador para reforzar el orgullo nacional hacia lo militar. Esta agenda, que consiste en crear una identidad conservadora del país (que se contraponga a la identidad forjada por los liberales), incluye actos concretos, como la visita a las tropas desplegadas en Libia en el marco del despliegue canadiense en la OTAN, o actos simbólicos, como la reinserción del calificativo “real” en la marina y las fuerzas aéreas, para mostrar la cercanía canadiense con la monarquía británica. Es esa multiplicación de las fuentes de patriotismo que explica los intentos por redefinir como un hecho fundador de la identidad canadiense la poco conocida Guerra de 1812 (contra los tropas estadounidenses, que en aquel entonces saqueaban pueblos del Alto Canadá), y el recurso a retóricas sorprendentemente agresivas y nacionalistas para “proteger” los intereses canadienses en el Ártico. Es posible que el objetivo del gobierno fuese la de reforzar el respeto y orgullo hacia la historia militar canadiense sin importar la imagen que se pudiera proyectar a nivel internacional.

Sólo el aborto, una de las grandes conquistas sociales del siglo XX, no se intentó revertir. Este siguió siendo considerado como un derecho fundamental de la mujer.

En cuanto a las políticas públicas nacionales, en sectores tan diversos como el desarrollo económico, la seguridad, y la ciencia y tecnología, el cambio también fue significativo. En cuanto al primero, se privilegió al oeste del país, donde las arenas petrolíferas causaron un boom económico, en detrimento del este canadiense, históricamente más pobre. Se indica también que uno de los objetivos del gobierno fue desplazar el eje del poder, tradicionalmente asentado en el este del país (sobre todo en Montreal y Toronto) hacia Calgary, en el oeste canadiense. En materia de seguridad, el gobierno se mostró a favor de permitir más autodefensa ciudadana, aprobó leyes más severas contra los jóvenes criminales, y se mostró a favor de endurecer procedimientos para declarar ciertos criminales “no-culpables”. En fin, en cuanto a la ciencia y tecnología, se aprobaron compresiones presupuestarias que se convirtieron en protestas de científicos e investigadores que denunciaron una censura indirecta, por medio del rechazo de financiamiento federal a proyectos de investigación que no fuesen de espíritu conservador. La legalización de la marihuana, una de las promesas de Trudeau, ni como broma se mencionó durante el gobierno de Harper. Sólo el aborto, una de las grandes conquistas sociales del siglo XX, no se intentó revertir. Este siguió siendo considerado como un derecho fundamental de la mujer.

Una de sus primeras pruebas de fuego será la vigésimo primera Conferencia Marco de Naciones Unidas sobre el Cambio Climático de 2015.

El tiempo dirá cuales de estos cambios son profundos y cuales son coqueteos conservadores arrastrados por el viento. Trudeau llega hoy al gobierno con la promesa de frenar y restaurar mucho del Canadá que recordamos. La misión es entonces rescatar aquel país imparcial que actúa como tercera parte confiable y que contribuye constructivamente a la ONU. Se trata, tal vez, de la reivindicación de Montreal y Toronto, del regreso a la normal. Ahora, una de sus primeras pruebas de fuego será la vigésimo primera Conferencia Marco de Naciones Unidas sobre el Cambio Climático de 2015 (COP21/CMP 11). Sobre la forma, Trudeau prometió invitar a los primeros ministros provinciales a participar en este esfuerzo colectivo. En cuanto al fondo, se espera que Ottawa fije ambiciosas metas de reducción de emisiones de carbono. Como dijo el Primer Ministro la noche de su victoria electoral: “This is Canada, and better is always possible.” Esperemos que así sea, pues las expectativas generadas, no nos engañemos, son altas.

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Para mayor información sobre su trabajo de investigación, visite: https://udem.academia.edu/FernandoAChinchilla. Sígalo también en Twitter (@fdochinchilla) y Facebook: https://www.facebook.com/Fernando-A-Chinchilla-1409744802596247/timeline/
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Jarabe de maple

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La cabeza del gobierno canadiense ha cambiado, ¡y vaya que ha dado un giro interesante! Después de diez años de administración conservadora, el pueblo mismo ha decidido que Justin Trudeau debe ser la nueva cara del país. Hijo de uno de los primeros ministros más recordados por los canadienses, perteneciente al ala liberal, joven y con ganas de retomar el rumbo canadiense, Trudeau hoy causa sensación en el mundo.

Después de diez años de administración conservadora, el pueblo mismo ha decidido que Justin Trudeau debe ser la nueva cara del país.

Habrá quienes piensen que bajo la dirección de Trudeau y su ideología política Canadá sufrirá muchos cambios. Para la extrañeza de muchos, probablemente los cambios que se verán no serán tan contrastantes como lo estamos esperando. ¿Por qué? Porque al haber vivido dentro de un régimen latinoamericano de corte conservador y bien alineado a la derecha del espectro político, para nosotros hablar acerca de la llegada de un gobierno liberal podría implicar la pérdida de nuestros principios morales, el libertinaje sobre el uso de sustancias prohibidas, y escuchar acerca de propuestas muy ambiciosas en materia política tanto al interior como hacia afuera del país. Claramente estas políticas no siempre son así.

Hijo de uno de los primeros ministros más recordados por los canadienses, perteneciente al ala liberal, joven y con ganas de retomar el rumbo canadiense, Trudeau hoy causa sensación en el mundo.

¿Qué es lo que propone Trudeau? Nada imposible (para Canadá): retirar a las tropas que se encuentran luchando en contra de ISIS, la búsqueda por una política ambiental puntual (probablemente con una vuelta al Protocolo de Kyoto), lanzar nuevos programas sociales para beneficiar a las familias con padres trabajadores; en fin, en una palabra, Trudeau busca crear un verdadero estado benefactor.

¿Qué es lo que propone Trudeau? Nada imposible (para Canadá): retirar a las tropas que se encuentran luchando en contra de ISIS, la búsqueda por una política ambiental puntual (probablemente con una vuelta al Protocolo de Kyoto), lanzar nuevos programas sociales para beneficiar a las familias con padres trabajadores.

¿A caso hay algo malo en ello? ¿Por qué los canadienses no votaron antes por esta opción? Muy probablemente porque Canadá es uno de los mayores referentes a nivel mundial en cuanto a las áreas de educación, salud, libertad personal y capital social se refiere; todo esto de acuerdo al Índice de Prosperidad de Legatum del año 2014, el cual oportunamente considera que el PIB de una nación puede mostrarnos el verdadero valor de sus habitantes, sino que deben de considerase diversas variables para definir la verdadera calidad de vida de un país.

Además, en el reporte de 2015, el índice de Paz global sitúa a Canadá en el séptimo peldaño a nivel mundial y evidentemente el número uno del continente americano. A pesar de todo esto, la llegada de Trudeau implica un nuevo aire de frescura para los canadienses quienes, ya que tienen una base muy buena sobre la que pueden pisar, ahora buscan alcanzar el liderazgo en el aspecto humano, pues a nivel macro ostentan una posición de prestigio.

Dentro de América nos deberíamos de sentir privilegiados de contar con un miembro tan funcional como el estado canadiense y no verlo únicamente como uno de los socios comerciales más de EEUU o como aquél que recientemente optó por imponer controles migratorios más estrictos (visas) para los ciudadanos mexicanos, aún y cuando existe un exitoso programa de trabajadores agrícolas temporales perfectamente funcional coordinado por la SRE y su similar canadiense.

Enhorabuena para el pueblo canadiense que, me parece, ha hecho una elección inteligente y fue lo suficientemente pragmático como para dejarse reorganizar por los modelos conservadores y retomará ese aspecto de diversidad y enfoque social que siempre le ha caracterizado.

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