La “infodemia” que habitamos

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Últimamente trato de evitar a toda costa mi feed de Twitter. Entre tuits de mis amigas y amigos activistas que se hacen virales provocando reacciones iracundas (y hasta algunas veces violentas) por parte de quienes piensan de manera distinta, hasta tratar fallidamente de esquivar los hashtags de intentos de “cancelación” de alguna figura pública, decir que Twitter ha creado un ambiente hostil para cualquier tipo de comunicación política es una atenuación de la realidad. 

Vivimos en una infodemia y Twitter es uno de los principales medios de transmisión. 

El clima político actual en México es complejo y polarizado, donde el discurso diario radica en el “ellos” y “nosotros”, los “fifís” y los “conservadores”, los simpatizantes de nuestro actual presidente y todos los demás. Todo se trata de absolutismos, no hay cabida para los matices ni puntos intermedios. Y en dado caso de que alguno no se haya percatado de la connotación de esta diatriba, tan solo es necesario sintonizar los primeros minutos de la conferencia mañanera de AMLO para percibirlo de primera mano. No creo que ninguno de estas posturas sea la “correcta”. Sin embargo, creo que a ambas carecen de profundidad en las conversaciones actuales. 

Poco se puede esperar cuando la comunicación del máximo poder ejecutivo del país radica en herramientas discursivas populistas y donde los medios de comunicación fungen como cámaras de eco para difundir su mensaje. “Divide y vencerás” ha sido la estrategia de la actual administración y vaya que les ha funcionado; basta con ver el mapa político del país de las últimas elecciones a gobernador y las altas tasas de aprobación de la mayoría de nuestros mandatarios.

Actualmente tenemos una gran brecha entre dos polos opuestos que incentivan el divisionismo. Este fenómeno se extrapola a todas las causas y movimientos sociales, el claro ejemplo de ello es el diálogo (o ausencia de este) entre miembros del movimiento feminista en redes sociales. 

Dentro de los feminismos, siempre ha habido convicciones ideológicas diversas. Ahora, debido a la coyuntura entre el auge de las redes sociales, la polarización política actual y la atención mediática y de la sociedad civil ante la crisis de violencia de género en el país, estas diferencias internas se han acentuado exponencialmente. 

No me malentiendan, históricamente, dentro del movimiento feminista nunca hemos estado de acuerdo en su totalidad. La dignificación del trabajo sexual, los vientres de alquiler y la inclusión de las mujeres trans al movimiento han sido algunos de los puntos de discordia entre los feminismos. 

Parafraseando a la historiadora Rosalind Delmar en su ensayo What is feminisim? (1980), la unidad del movimiento nunca ha podido basarse en el hecho esencialista de la creación de una identidad compartida por el simple hecho de ser mujeres. Sí, todas somos mujeres, pero no compartimos vivencias generalizadas. Sí, nunca nos hemos puesto de acuerdo, pero ahora parece que ni siquiera nos podemos escuchar las unas a las otras. O en su defecto, no podemos leer los tuits ajenos a nuestro propio pensar.

En uno de los más recientes sucesos de esta constante riña ideológica en materia de género, la periodista y activista, Lydia Cacho fue foco de polémica al retuitear un vídeo con una declaración transfóbica. Poco después, Cacho borró el tuit y este fue reemplazado por una disculpa hacia la comunidad trans por parte de la periodista, arrepintiéndose de haber dado visibilidad a una postura basada en odio y admitiendo su error. 

Soy fiel creyente de que no hay un feminismo que realmente luche por todas hasta que se incluyan las prioridades y necesidades de las mujeres trans en la agenda feminista. No simpatizo, ni comprendo en lo más mínimo la perspectiva mujerista que se aferra a la biología para distinguir lo que significa “ser mujer”. Sin embargo, al ver las conversaciones ensordecedoras y poco fructíferas que se llevaron a cabo después del tuit de Lydia Cacho y posterior a su disculpa, caí en cuenta que estas “guerras verbales”, como ella misma lo menciona, no son la respuesta. 

En una plataforma plagada de declaraciones de disculpas con el único fin de conservar reputaciones y evitar represalias sociales, creo que el comunicado de Lydia Cacho es uno de los pocos que he percibido sincero. 

A como yo lo veo, no creo que la respuesta en torno a la polarización sea la tibieza, pero tampoco creo que la solución sea la cultura de cancelación en la cual estamos inmersos, la cual no da pie a ningún tipo error ni rectificación. Tampoco creo que la solución radique en tolerar lo intolerable y de mantenernos impasibles ante situaciones violentas y discursos de odio. 

La semana pasada, en su columna de opinión en el Washington Post, Ignacio Rodríguez Reyna aborda la búsqueda del “antídoto” de la polarización entre la sociedad mexicana, donde hace un llamado a permitirnos vivir en los “grises” y los matices, donde exista un discurso deliberadamente plural.

Definitivamente no tengo las respuestas absolutas, ni mucho menos el “antídoto”, pero creo que el primer paso consta en poder escuchar activamente al “otro” lado, tratar de cuestionar lo que nos parecen verdades únicas, preguntarnos, rectificarnos, sacar por un momento las miradas de nuestras pantallas y algoritmos y crear puentes de entendimiento. Porque mientras nos ponemos de acuerdo entre “fifís” y “conservadores”, cada día nos acercamos más al 2024 y perdemos la oportunidad de crear una fuerza y discurso político “que honre la complejidad que nos habita” a los mexicanos, como lo mencionó Cacho en su cuenta de Twitter. 

Acusan intelectuales a AMLO de sembrar odio y dividir

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Académicos, intelectuales y periodistas advirtieron que la libertad de expresión y la democracia están bajo asedio en el País.

A través de un pronunciamiento, señalaron que el Presidente AMLO utiliza, estigmatiza y difama a los que llama adversarios, degrada el lenguaje público y rebaja la tribuna presidencial de la que, consideran, debería emanar un discurso tolerante.

Sus palabras son órdenes: tras ellas han llegado la censura, las sanciones administrativas y los amagos judiciales a los medios y publicaciones independientes que han criticado a su Gobierno. Y la advertencia de que la opción para los críticos es callarse o dejar el País”, expresaron.

Asimismo, indicaron que López Obrador ha despreciado la lucha de las mujeres y el feminismo.

Ha despreciado también el dolor de las víctimas por la violencia, ha ignorado los reclamos ambientalistas, ha lesionado presupuestalmente a los organismos autónomos, ha tratado de humillar al Poder Judicial, ha golpeado a las instituciones culturales, científicas y académicas, y ahora pretende socavar la libertad de expresión“, alertaron.

Entre los firmantes están Ángeles Mastretta, Arnoldo Kraus, Roger Bartra, Enrique Krauze, Agustín Basave, Francisco Valdés Ugalde y Mauricio Merino Huerta.

También Diana Bracho, David Huerta, Denisse Dresser, Javier Sicilia, Valeria Luiselli y José Woldenberg.

 

(Con información de Reforma)

Cuando lo Personal, es Político (y mediático)

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Hay una frase que se generó durante la segunda ola del feminismo que expresa “Lo Personal es Político”. Esta busca establecer que lo que sucede en los ambientes privados, en nuestras experiencias personales, es un reflejo de las estructuras sociales, políticas, y culturales en las que nos encontramos inmersas. Ayer vimos un claro ejemplo de esto ante las desafortunadas declaraciones del Senador Samuel García dirigidas hacia su esposa, la influencer Mariana Rodriguez.

Samuel y Mariana son una pareja peculiar en el sentido que nos invitan a ser expectadores de su vida diaria. Ambos estando constantemente bajo el escrutinio publico. Esto claramente debido a las profesiones y estilo de vida que han decidido tener y seguir. Constantemente nos invitan a su espacio privado e intimidad como pareja, queramos o no somos audiencia cautiva puesto que su vida esta expuesta en redes sociales, en las noticias, y en la radio. De una forma u otra nos enteramos de lo que les sucede, siendo sus vidas orquestradas para entretener y generar una base de seguidores mientras se intenta balancear con el ser servidor público dentro de la política de nuestro país. 

Los comentarios que hace el Senador, con justa razón han generado indignación y críticas. Demuestran diferentes formas de violencia que se ejercen en contra de las mujeres mexicanas a diario. Frases por las que el Senador Samuel ha hecho un intento de disculpa, tanto por tweets como por videos. En estas justifica su actuar bajo un umbral de “bromas machistas” que él mismo califica como estúpidas y retrogradas al reconocer el error de sus comentarios. Sin embargo intenta minimizarlos bajo su actuar político en favor de las mujeres y los “mil actos de amor que se derrumban con una frase estúpida”. Ignorando así el problema que se tienen en el fondo; la normalización de la violencia de género en contra de las mujeres y estrategias de dominación ejercidas en contra de las mismas.

Y ese es justo el problema. No el hecho en sí de los comentarios que ha hecho el Senador, que claramente son reprochables, sino la naturaleza y normalidad con las que se hicieron. El tono serio y la seguridad con las que se dijeron. El hecho de que claramente no se arrepiente por lo que dijo, sino por el efecto que sus mismas palabras han tenido en contra de su imagen pública. El hecho de que no es el único hombre que de forma denigrante se refiere a las mujeres dentro de su vida como si fuesen de su propiedad. El hecho de que no es el único hombre que, en mayor o menor medida, ha buscado ejercer control sobre las mujeres, particularmente sobre la autonomía tanto corporal como de identidad personal o pública, de aquellas que consideran como suyas.

Nuestra cultura es profundamente machista. Vivimos en un país que tiene sobrenormalizada la violencia, y la violencia con razón de género es una de las más arraigadas socialmente. Hombres y mujeres replicamos en nuestro hablar y nuestro actuar esta violencia de forma constante. Ayer toco presenciarlo en una relación que es extraordinariamente pública, es un espejo de lo que sucede a puerta cerrada en miles de relaciones mexicanas. 

La igualdad de género, como concepto, es ondeada por varios como bandera política y de postura para buscar agradar a un gran porcentaje relevante de la población. Hemos visto esto a nivel local y federal con representantes justificando su actuar en “la defensa de las mujeres” y aprobando normas redactadas a medias, haciendo propuestas apresuradas, y sin entender cuestiones de género. Muchas veces estas normas inclusive terminan afectando de forma negativa a las mujeres. Por que para muchos políticos la redacción y publicación de estas normas se traducen en apoyo electoral y material para las siguientes campañas, no en herramientas necesarias para garantizar la dignidad y los derechos de las mujeres. Pero de nada sirven leyes, por mejor redactas y completas que estén, si nuestras actitudes como sociedad no se modifican, si no hay un cambio profundo cultural en relación al trato hacia las mujeres en nuestro país. Hasta que no entendamos que lo personal, es claramente político, y que nuestro actuar tiene efectos más grandes de lo que podemos visualizar.

La evolución feminista

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Las feministas de hoy juegan un rol controversial en la charla cotidiana. Pero la realidad es que el feminismo es uno de los movimientos de liberación y de búsqueda de igualdad más grandes a nivel mundial, dado que más de la mitad de la población es mujer.

Decirse feminista, es equivalente a pronunciarse a favor de que las mujeres sean merecedoras de Derechos Humanos (resultado de la Primera Ola Feminista en el siglo XVIII), de que las mujeres puedan votar (resultado de la Segunda Ola en el siglo XX), de que puedan usar anticonceptivos (Tercera Ola en 1984), y de que vivan una vida libre de violencia de género (Cuarta Ola en la actualidad). 

La conquista gradual de objetivos, no significa que actualmente las mujeres sean iguales a los hombres en términos de condiciones de acceso a oportunidades. Las barreras no se han derrumbado ni desaparecido por completo, sino que se han transformado, y las mujeres de hoy se enfrentan a retos distintos a los que se enfrentaban las mujeres de hace años atrás.

La desigualdad de géneros es explicada de una manera brillante por la sobresaliente y polémica escritora británica Virginia Woolf en su libro Una habitación propia. Ahí, crea personajes ficticios a los cuales inserta en un contexto social real en Reino Unido. Uno de los personajes es llamado Judith Shakespeare, y es caracterizado por Woolf como la supuesta hermana de William Shakespeare, una mujer que nació en la misma familia adinerada y poderosa que el famoso escritor, en el siglo XVI. No obstante, debido a que era mujer, fue privada de educación, del acceso a la cultura, de viajes, entre otras cosas; y en su lugar, fue encomendada a las tareas del hogar para contraer un matrimonio arreglado y criar alrededor de diez hijos. Virginia Woolf muestra con este personaje ficticio, una situación muy real: la manera en la que el género por sí mismo, impacta enormemente en la capacidad de las mujeres para desarrollarse o incluso, siquiera aspirar a hacerlo. 

Ahora, si bien el libro de Woolf fue publicado en 1928, y puede decirse que las oportunidades para las mujeres han aumentado en el último siglo; los impedimentos para su desarrollo han cambiado de nombre, mas no han desaparecido. Aunque prácticamente la mitad de los matriculados en las universidades de México y del mundo son mujeres, sigue habiendo una brecha salarial que afecta a las egresadas y las vuelve automáticamente más pobres que los hombres. Por otro lado, los estigmas que rodean a las mujeres en puestos de toma de decisiones y de poder, violentan, restan autoridad, y en ocasiones, invalidan el largo camino que tuvieron que recorrer para lograr llegar ahí. 

Cambiar las condiciones de oportunidades solo es posible tras reconocer que éstas son desiguales e injustas y que requieren de una acción afirmativa para que todos, tanto mujeres como hombres, sean capaces de cohabitar y funcionar en sociedad. Conocer la historia y la desigualdad sistemática que ha afectado particularmente a la mujer por siglos, nos permite entender el valor de la lucha feminista, apreciar sus logros y apoyarla hasta lograr una vida plena para todos por igual. 

Otros Datos…

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El coronavirus ha sido la excusa perfecta para olvidar en la agenda pública lo que las marchas y protestas feministas habían logrado. Si bien esta emergencia sanitaria es un caso extraordinario que se debe de atender, no podemos descartar, aminorar o negar la crisis en materia de perspectiva de género que se vive y se ha vivido en México. 

Hace unos días el presidente Andrés Manuel López Obrador, en la famosa  “mañanera”, afirmó que el 90% de las llamadas por violencia doméstica al 911 son falsas. También manifestó que la violencia no es un valor propio de las familias mexicanas y que este confinamiento ha reunido a las familias para reforzar sus lazos. Curiosamente, la Secretaria de Gobernación, Olga Sánchez Cordero, declaró que no ha disminuido la violencia de género en el país. De igual forma, la ONU ha dicho que debido a este periodo de aislamiento en América Latina han incrementado los casos de abuso doméstico, resaltando los casos de México, Argentina y Brasil.  

Antes de la contingencia, el tema de discusión nacional  era el alarmante número de feminicidios, violaciones y agresiones realizados de forma descarada en nuestro país. Por fin se había obtenido la atención internacional, de los medios de comunicación y del gobierno. Ahora, no solamente se ignora, si no que también se niega su existencia por nuestro mandatario. “Yo tengo otros datos…” es ya la respuesta más desgastada del titular del ejecutivo federal. Pero la pregunta debe ser ¿cuánto más podremos tolerar esta  respuesta? Pareciera que su propio equipo encargado de darle estos “datos” dice lo contrario a lo que el presidente declara en cada mañanera. Ya fue suficiente de tanta incongruencia, y desconozco el  mundo fantástico en el que vive Andrés Manuel, pero claramente no es el México de la realidad. Un buen gobierno es aquel que busca alcanzar los ideales político-sociales, pero la única forma de lograrlo es atendiendo a la realidad, le acomode o no al ejecutivo. 

No se puede continuar maquillando la realidad, no  se debe aplazar más la toma de acciones. Bajo la situación actual será cada vez más difícil visibilizarse para exigir al gobierno nuestros derechos básicos, pero te invito a ti que lees esto que no te detengas y hagas dentro de tus posibilidades este reclamo para evitar la invisibilización de esta crisis que tanto padecemos las y los mexicanos.

Esta semana se ha demostrado algo positivo también, que si nos juntamos y alzamos la voz  podemos lograr la acción de las autoridades competentes. Tal es el caso de lo acontecido con “Johnny Escutia” y la youtuber Yuya. En el que por medio de la denuncia en redes sociales por el repulsivo y deleznable contenido de sus “letras”,  en las que describe de forma explícita cómo abusar, violar, matar y desmembrar a una mujer. Gracias al apoyo e indignación de miles de usuarios fueron retiradas sus “canciones” (o mejor dicho discurso de odio) de las distintas plataformas digitales de reproducción. Aquí se refleja cómo la misma sociedad unida y organizada puede reclamar y hacer justicia, misma que el gobierno por su falta de empatía o habilidad para abordar estos temas es incapaz de solucionar. 

Este caso al igual que muchos otros evidencia que estamos profundamente alejados de la realidad que nuestro presidente elucubra. Es doloroso y lamentable pero no incurable. La incapacidad del gobierno para llevar dos agendas públicas es evidente e imperdonable para las y los mexicanos,  ya que deja un inmenso vacío en la búsqueda de una perspectiva de género como política pública. Por un lado es evidente que en esta crisis sanitaria no se han tomando las mejores decisiones en cuestión de política sanitaria para las y los mexicanos, ya que tenemos un rezago significativo en materia de salud, y por el otro el gobierno muestra su incompetencia en abordar el ya muy dicho y discutido problema de la violencia de género.

El presidente como reiteramos tiene “otros datos”, mismos que nunca parecieren ser claros, demostrando que su gobierno no cuantifica o le da la importancia necesaria a estas tragedias humanitarias. Uno no puede mejorar lo que no puede medir, quizá si escuchara al Subsecretario Hugo López Gatell, sabría que ‘es un error metodológico pensar que sólo lo que se ve existe y lo que no se ve no existe’, por decir lo menos.

Basta del silencio, si tenemos hoy esta emergencia sanitaria ataquemos de forma paralela también a la crisis de derechos humanos que afecta a las mujeres. Unidos podemos y como mexicanos lo lograremos. Ni una más, y ni una menos.

Somos fuego, somos valientes, ¡somos historia!

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El pasado 8 de marzo ocurrió un evento histórico en el país: miles de mujeres salieron a las calles a marchar por su seguridad y sus derechos, los que han sido pisoteados una y otra vez por el gobierno. 

Se realizaron 60 manifestaciones a lo largo del país siendo las de mayor concurrencia, de acuerdo con cifras oficiales, las de Ciudad de México con más de 80 mil asistentes, Guadalajara con 35 mil y Monterrey, con una grandiosa cantidad de 15 mil mujeres, un número nunca visto en una movilización feminista en la ciudad. 

Dejando de lado las cifras, en esta ocasión quiero compartirles mi experiencia. En una de mis publicaciones anteriores comenté que soy una mujer que desde hace relativamente poco se siente identificada y comprometida con la causa feminista; es por eso que este 8M viví mi primera marcha. 

Cuando se hizo el llamado al paro del 9 de marzo y se dio a conocer la fecha de la movilización en la CDMX comencé a buscar información sobre la convocatoria de Nuevo León; para mi sorpresa, no encontré nada. Se me hizo algo extraño, pero pensé: “tal vez aún es muy pronto y no sé quién hará el llamado”. Por una semana investigué diariamente, pero al no hallar un evento o una imagen lo dejé de lado. 

Dos semanas antes de la fecha llegó a mi la invitación por medio del Frente Feminista UDEM. Me emocioné mucho pues por fin tendría la oportunidad de manifestarme con mis hermanas feministas. Llamé a mi mejor amiga para preguntarle si me acompañaría, me dijo que sí y lo agradezco inmensamente pues, honestamente, no quería ir sola. 

Una semana antes comencé a arrepentirme. ¿Y si era inseguro? ¿Y si me pasaba algo? ¿Y si no me sentía incluida? Estaba muy nerviosa, no sabía cómo sería, lo que experimentaría, o a lado de quién estaría. Aún el sábado en la noche pensé en escribirle a mi amiga para decirle que no iría, pero no lo hice. 

Llegó el domingo, me preparé, me encontré con mi acompañante y salimos destino a la Explanada de los Héroes. Es casi imposible describir lo que sentí al llegar, tanta alegría, tanto orgullo, pero a la vez tanta impotencia por las que, aunque quisieran, no podían estar con nosotras. 

Lo primero que pude apreciar fue la Fuente de Neptuno teñida de rojo; lagrimas de tristeza rodaron por mis mejillas al pensar que mi sangre podía ser la siguiente en derramarse. Esas lágrimas se transformaron en felicidad pura al llegar al punto de reunión y ver tantas niñas, jóvenes, adultas y mujeres de la tercera edad con pancartas, pañuelos, ropa y maquillaje de los colores característicos del movimiento. ¡No podía creerlo!

Al son de la batucada se entonaban cánticos y se reunían los contingentes. Poco a poco cada uno, siguiendo el orden previamente establecido, se ordenó en la calle para comenzar a marchar. Aún estaba nerviosa, pero tenía en mi mente todas las indicaciones que se habían dado en redes sociales. Mi amiga y yo nos tomamos fuerte de la mano para permanecer juntas pasara lo que pasara y entonces, comenzó…

El miedo se fue, nos convertimos en luchadoras. Caminamos juntas, gritamos juntas, nos protegimos entre nosotras; no éramos sólo dos personas que llegamos en el mismo auto, éramos miles convertidas en una misma, consientes de que nos cuidábamos entre nosotras y que la voz de una, era la de todas. 

Entiendo que no todas las mujeres están de acuerdo con estas manifestaciones, con la forma en la que se hacen, pero tendrían que estar ahí para entender el amor y el apoyo que se siente, para comprender que la causa de una no es la destrucción de la otra. 

Las presentes el 8M marchamos por todas: por las niñas, por las jóvenes, por las adultas y por las ancianas, por las que ya no están, por las que pudieron quedarse, por las que están por venir. Nos movemos porque queremos un México seguro, buscamos un país donde no nos falte una más; nos movilizamos porque estamos convencidas de que, si alguna de nosotras es la siguiente, queremos ser la última.

Rodearme de mujeres empoderadas me hizo sentirme fuerte, ellas me abrazaron y me dieron la bienvenida. Gracias a las que tienen mucho tiempo en esto porque me han inspirado y ayudado a deconstruirme. Y a ti lector/lectora no te pido que estés de acuerdo, pero si que nos permitas luchar, porque cuando logremos estar todas, tú también serás beneficiado.

#Kleroterion: “No Hay Formas que Valgan”

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El lunes pasado, en el marco de  #UnDiaSinEllas subí a mi fanpage un video en vivo en el cual reflexionaba sobre ese día y hacía hincapié en el trabajo de Paola, Marcela y Miriam, quienes son pieza fundamental de mi equipo y cuya ausencia fue notoria. Ese día también como parte de esa reflexión subí a facebook una serie de infografías en fondo morado que buscaban despertar conciencia, algunas, y otras provocar la reacción tanto de hombres y mujeres en torno al tema. Por ejemplo: “Hubieran sido más en la marcha de ayer, pero un hombre las mató” o “Los monumentos se reparan, las vidas de las mujeres no”.

El resultado fue por demás interesante y me demostró que existe una parte de la  sociedad que se niega a comprender que existe una situación de violencia por la que atraviesan las mujeres de nuestro país. Comentarios como “Eres un oportunista”, “Te estás subiendo la tren” o “No tenían porqué rayar los monumentos” demostraron que, sin importar la forma en la que se apoye o quien les apoye, terminarán criticando e insultando a quienes buscamos generar conciencia sobre la situación.

Para ser honesto, los insultos y los reproches no me molestan. Mi apoyo a la causa es genuina y durante años lo he demostrado con hechos, ya sea  con donativos personales o donando mi salario como funcionario público a asociaciones que atienden el tema u organizando eventos o mediante iniciativas en favor de las mujeres.

Lo que me preocupa es esta venda en los ojos que una parte de la sociedad insiste en mantener. Que se regatee el apoyo a la causa mediante argumentos tan vacíos como el “hay formas”. Por el contrario, para mi queda claro queda claro que para quienes han sido víctima de violencia o acoso, para quienes han perdido a una mujer amada por culpa de la violencia de una machista definitivamente NO HAY FORMAS QUE VALGAN. 

TEC y UANL llevan a cabo pláticas por el #ParoNacionalDeMujeres

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Alumnos del Tecnológico de Monterrey llevaron a cabo este 9 de marzo un momento de reflexión para hablar sobre los privilegios y estereotipos del ser varón.

Durante el evento convocado por la Federación de Estudiantes del Tec de Monterrey y llamado “Y nosotros, ¿qué hacemos”, no hubo profesores impartiendo cátedra, sino que los alumnos tomaron el micrófono para expresar sus dudas e ideas sobre lo que es ser hombre.

“¿Qué privilegios tiene el hombre exactamente?”, fue una de las preguntas lanzadas casi al inicio de la sesión de hora y media en el Pabellón “La Carreta” del Campus Monterrey.

Varios jóvenes dieron sus puntos de vista, algunos mencionaron la fuerza física, otros la libertad de salir por la noche. Unos más hablaron sobre la diferencia al sufrir un asalto.

“No me van a violar cuando me roben el celular, no me van a violar mientras me están tratando de matar, antes o después del asalto”, dijo uno de los estudiantes.

Por otro lado, otro de los jóvenes dio un ejemplo cercano.

“Somos estudiantes del Tec y tenemos,os este privilegio enorme de tener una educación privada. Nosotros venimos a un espacio seguro donde sabes que no te van a asaltar ni insultar. No te va a pasar nada malo como hombre, pero muchas compañeras viven una realidad donde los mismo profesores o compañeros las acosan”, apuntó.

Otra de las actividades en el campus, fue guardar un minuto de silencio por las víctimas de feminicidio en el País, ceremonia que se llevó a cabo en los jardines del Espacio de Reflexión dentro del Campus Monterrey.

Mientras tanto en las Prepas Tec, se guardó un minuto de silencio y los estudiantes participaron en dinámicas sobre el tema de género.

Por otro lado, en la Universidad Autónoma de Nuevo León (UANL) alumnos participaron en el “Espacio Reflexión sobre el 9M. Trabajando juntos por la equidad”, en el Auditorio del Centro de Investigación y Desarrollo en Ciencias de la Salud.

“Vimos estadísticas de México que revelan que menos del 5 por ciento de las mujeres participa en la toma de decisiones de las grandes empresas. Si seguimos a este paso, necesitaríamos 100 años para tener realmente equidad. Necesitamos acelerar el paso”, dijo la investigadora Patrcia Zambrano, organizadora de la actividad.

Mientras tanto en la Prepa 16 se dieron tiempo para analizar la violencia de género.

“Tratamos en clase de las leyes de Newton y en los últimos 15 minutos aprovechamos para hablar del Día Internacional de la Mujer y del 9M”, comentó el maestro de física, Johnny Contreras.

En la Prepa 3, los alumnos asistieron a la conferencia “Las masculinidades”, que impartió el director de Formación Integral al Estudiante de la Universidad, Guillermo Hernñandez.

“Esta fecha, #UnDíaSinNosotras, debe ayudar a que surja una reflexión seria del daño que genera la masculinidad hegemónica a mujeres y niños”, señaló.

(Con información de Grupo Reforma)

El papel de los hombres el 9 de Marzo

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Debo confesar, que al momento de escribir esta columna me encuentro un poco indeciso sobre escribir o no sobre este tema por lo sensible del mismo, y antes de comenzar, quiero expresar que esta columna esta escrita con un profundo respeto a las mujeres, y que no se que tan válida sea la opinión de un hombre que ha vivido beneficiado de distintas formas por el sistema patriarcal y machista que ha imperado en este país, que nos pone en condiciones desafortunadamente muy desiguales en temas laborales, sociales, etc; pero que de igual forma, sentí una responsabilidad con mi libertad de expresión, pues estoy convencido de que los hombres debemos tener una actitud empática frente al movimiento feminista y debemos ser parte de la conversación.

Frente a mi indecisión sobre si escribir o no de este tema, quise preguntarle a mujeres feministas sobre el paro y el papel que le toca al hombre, y me he encontrado con posturas muy distintas que me han hecho reflexionar sobre el tema y quiero compartirlo muy brevemente con todos ustedes. 

Por un lado, hay mujeres feministas que me expresaron su inconformidad con que los hombres participen en las marchas del 8 de marzo, pues argumentan que son espacios 100% para mujeres y rechazan, incluso, otras más, que un hombre toque el tema aunque sea para apoyar al movimiento bajo la idea de que son parte del problema como promotores de una cultura machista. Pero por otro lado, me encontré con mujeres que aceptan por ejemplo la participación de los hombres en las marchas (aun que sea hasta el final de ellas) y que creen necesario hacer a los hombres participes de la discusión.

Ahora bien, reconozco que existen hombres con quienes si bien comparto el sexo, definitivamente no comparto sus posturas, es por eso que no acepto cuando nos intentan meter a todos en el mismo costal -por decirlo de forma coloquial- como si por el hecho  de ser hombre pensáramos todos igual, explico el por qué: 

En estos días, he escuchado a muchos hombres posicionándose respecto al paro, y he comprobado que algunos no hacen más que reflejar una profunda insensibilidad y una incomprensión terrible frente al movimiento, con frases vacías como por ejemplo: “no quieren ir a trabajar o estudiar por flojas”; o políticos que han dicho: “yo no les voy a dar el día para que anden en su arguende”. Dejando en evidencia su total ignorancia frente al tema, mismos que por lo general son quienes no entienden que el feminismo NO es un antónimo del machismo, si no que es un movimiento que busca la igualdad entre el hombre y la mujer y todo lo que esto conlleva. 

Generalmente estos hombres son adultos mayores de 40 años, que crecieron en otra época donde era mas “normal” escuchar expresiones machistas y quedarse callado, incluso, difícilmente se hablaba del tema, pero hay otros, que preocupan todavía más, pues son jóvenes, que uno pensaría son un poco más críticos y empáticos y resultan no solo no ser críticos o empáticos si no ser hipócritas, pues se manifiestan a favor del feminismo por ser socialmente bien vistos, pero por otro lado expresan comentarios como: “no hay que despenalizar el aborto ni darles el derecho a decidir sobre su propio cuerpo a las mujeres, o que se manifiesten pero nada más que no vayan a hacer destrozos en la calles”, o peor aún, argumentos torpes como “matan más hombres que mujeres“, personas jóvenes pero moralmente muy incoherentes.

Por otro lado, también he escuchado preguntas como: “¿y el paro qué va a resolver?” y es que lo importante no es ese día como tal, si no la discusión en torno al tema y como ha permeado en la sociedad, pues el que se este discutiendo qué vas a hacer este lunes 9 de marzo, nos obliga a todos a tomar una posición en torno al tema, lo cual evidencía por un lado a quién es sensible ante el tema, y por otro, a quienes se encuentran cómodos con este sistema que vulnera a la mujer y que realmente no entienden absolutamente nada sobre el fondo del tema del paro.

Todos estos comentarios que vienen de hombres, realmente no me sorprenden, lo que no solo si me sorprende, si no que también me entristece, es escuchar a mujeres que están en contra de este movimiento, y que no se si no alcanzan a comprender que si pueden votar, estudiar, trabajar, hacer deporte, casarse con quien ellas prefieran, manifestarse, etc; se lo deben justamente a este histórico movimiento feminista.

Este tema esta más que estudiado y “de cajón” sabemos que una parte de lo que nos toca a los hombres hacer es sencillo: No acosarlas, no insultarlas, no maltratarlas, y evidentemente no matarlas, etc; es decir, que la violencia no sea un recurso a utilizar contra la mujer. Es por ello que estoy convencido de que el papel que debemos tomar los hombres ante este paro es escuchar a las mujeres, ser empáticos con su lucha, acompañarlas si ellas así lo deciden y sobre todo aprender del tema.

Por último, quiero expresar que comparto totalmente el enojo que las lleva a manifestarse en contra de un Gobierno que prioriza la rifa de un avión sobre el movimiento feminista y que le molesta profundamente que le modifiquen la agenda, pues desgraciadamente, tenemos un Presidente que no entiende que esto no es contra el, si no contra un sistema patriarcal y machista que ha vulnerado a las mujeres mexicanas desde hace muchas décadas.

Por Ingrid, Fátima, Abril, y miles de mujeres violentadas en todo el país, aplaudo que se este hablando del paro en todos los rincones de México y en el contexto internacional, pues eso, ya es un gran avance, y a ti que es leyendo esto, te invito a no soltar esta inercia y a erradicar la violencia de género en cualquiera de sus múltiples expresiones.

El debate enriquece la mente, se vale discrepar. 

El Estado y los hombres

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A principios del siglo XX, Simone de Beauvoir escribió que “el problema de la mujer siempre ha sido un problema de hombres”, y no podía estar tan vigente. Las mujeres están tomando los espacios y debates públicos para reclamar justicia, seguridad, derechos, y exigir que nuestra sociedad elimine uno de sus grandes  comportamientos asesinos: el machismo. Ellas salieron a las calles a dibujar la verdad; salieron al tenor de las 114 menores de edad asesinadas en México. Gritaron y corearon al tono de las mil 119 mujeres que perdieron la vida a manos de la violencia machista, según datos del Secretariado Ejecutivo del Sistema Nacional de Seguridad y Protección Ciudadana.

Las mujeres salieron y harán un paro porque en nuestro país, 10 mujeres son asesinadas diariamente, según datos del SESNSP y el INEGI. Salieron en honor a las que ya no están, y por las que quieren que estén, salieron por aquellas que vienen. Salieron, porque en los últimos cuatro años el feminicidio aumentó en un 97 por ciento. Gritaron y consignaron porque en nuestro país, el simple hecho de ser mujer, es mortífero. Salieron por la impunidad que las acalla, que las ata, que las victimiza una y otra vez. Salieron para denunciar y decir ya basta. Salieron porque las que están, el 66% ha sufre agresión física, el 34% violencia emocional y sexual el 41.3%, de acuerdo a la ENDIREH. Las mujeres en México tuvieron que salir, porque como escribe Denise Dresser:  “porque a las mujeres en mi país las están matando, violentando, violando, humillando, ignorando. Su dolor, que es el nuestro, merece ser reconocido y dignificado. Y  en esta tragedia mexicana, existen dos sujetos obligados: los hombres y el Estado. 

El primero por su obligación intrínseca de prevenir, investigar, atender y sancionar esta violencia sistemática y dolosamente naturalizada por las autoridades ante casos de violencia contra la mujer. Al Estado Mexicano le toca responder ante un panorama oscuro y sombrío y violento y que calla ante la violencia feminicida. Pero también nos toca a los hombres; he aquí el punto más importante. Todos los hombres somos, en menor o mayor medida, culpables de lo está pasando en México. Porque ellas no tendrían que salir a marchar, gritar, protestar y parar, si sus maestros no las acosaran, si sus parejas no las violentaran y golpearan, si sus amigos y conocidos no las humillaran, si las autoridades no las ignoraran, si la sociedad no las juzgara. 

Porque a nosotros nos toca callar, escuchar y transformar esos patrones que matan y lastiman y violan y humillan a tantas miles y millones de mujeres en México. Nos toca eliminar las masculinidades tóxicas y violentas. Masculinidades que permitan una sociedad segura y justa para ellas. Eliminar todo rastro de comportamientos estereotipados de supremacía masculina de dominio y control, que sean tanto sutiles como extremos y que llegan a violencias. Nos toca eliminar la violencia de género, pero también la homofobia y transfobia, y ver qué existen otras formas de ser hombre en México, formas que no maten, formas que permitan una igualdad sustantiva, porque no se trata de hombres justos, sino de hombres distintos. Nos toca fomentar y educar una visión de responsabilidades familiares compartidas y de nuevos paradigmas sociales. 

 Yo escribo y vivo desde el horrible privilegio de ser hombre en México, pero hablo desde la necesidad de reformar a los hombres y sobre todo, a mí mismo. Ojalá y estemos viviendo un nuevo capítulo en nuestra vida pública; ojalá y el movimiento feminista logre transformar profundamente la sociedad mexicana. La empatía y el diálogo serán fundamentales en los próximos días y debates. ¡Se va a caer! ¡Sí se va caer! Y tendremos que construir algo nuevo.