Las sequías extremas que se registran desde 2023 ya no son fenómenos puntuales, sino una condición permanente causada por el cambio climático y el uso intensivo del agua y la tierra.
Un informe respaldado por la ONU, presentado en Sevilla, identifica regiones críticas en África, América Latina, Asia y el Mediterráneo, donde millones enfrentan escasez de alimentos, agua y energía.
El estudio fue elaborado por el Centro Nacional de Mitigación de Sequías de EE. UU. y la Convención de la ONU contra la Desertificación. Advierte que el costo económico de las sequías se ha duplicado desde 2000 y podría crecer más del 100 % hacia 2035. En África, más de 90 millones de personas necesitan asistencia alimentaria, mientras que el Amazonas y el Canal de Panamá han sufrido fuertes impactos ambientales y logísticos.
Los autores advierten que la sequía ya no es un problema futuro, sino una amenaza estructural que exige una respuesta global urgente. Proponen restaurar ecosistemas, aplicar tecnologías de agua alternativas, fortalecer alertas tempranas y adaptar políticas con enfoque de género para proteger a los más vulnerables.
Ningún país está al margen del problema, según el informe. Ejemplos como España, Marruecos y Turquía reflejan los efectos de una sequía persistente, que podría anticipar el futuro bajo un calentamiento global sin control. La principal recomendación: prepararse para convivir con esta nueva realidad climática.