Recuperemos Nuevo León

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Nuevo León siempre fue un estado de trabajo. El de la fundidora y la cervecería. Donde surgieron grandes empresas como FEMSA y CEMEX o instituciones tan loables como el ITESM. Su gente era emprendedora y leal. Nuestras calles eran pacíficas y todas las familias se conocían. No por nada nos decíamos primos entre nosotros.

 




Cuando eras niño ¿Tuviste miedo alguna vez de caminar a solas rumbo la tienda a las 8 de la noche? ¿Vendiste limonada en la cochera de tu casa sin mayor riesgo que el de un fracaso económico?

Secuestros, extorsiones, cuerpos en la calle, muertos en los puentes, miedo a salir de tu casa. Eso era algo inimaginable ¿En qué nos convertimos? ¿Por qué dejamos que nos arrebataran a nuestro estado de las manos?

Cuando la corrupta policía atrapa a los criminales ¿podrías decir de qué familias provienen esos sujetos? ¿Es casualidad que a menudo no sean regiomontanos?

Los centroamericanos que están por las calles sin papeles ¿vienen a trabajar o a pedir limosna? ¿Por qué han sido sorprendidos cometiendo delitos?

¿No sientes miedo cuando ves camionetas con placas de determinadas entidades federativas?
¿No te molesta que los policías liberen a los criminales? ¿No serían más fácil si todos estuviésemos armados? ¿Por qué existen los derechos humanos para los que rompen la ley? ¿Por qué los delincuentes andan de llorones y no los pueden ni tocar? ¿No sería justo y hasta útil que se les intimidara para sacarles información?

El mundo está al revés.

Estamos hartos de la clase política que salta de un puesto a otro y vota en los congresos sin pensar en el beneficio de la ciudadanía ¿por qué? Porque los políticos sirven a su partido antes que a nosotros.

Los neoloneses somos gente de trabajo, somos gente honesta, nunca nos hemos dejado de nada ni de nadie ¿qué estamos esperando? hagamos de Nuevo León un gran Estado nuevamente.

Esa última frase te habrá dado una pista de a dónde me estoy dirigiendo pues lo que intento decirte es que si toda esa retórica barata llena de lugares comunes, conjeturas hechas sin el menor tiempo de reflexión y sentimentalismos de lo más elementales te parecieron atractivos, no puede sorprenderte que Donald Trump ganara la presidencia, por el contrario, me atrevo a decir que muy probablemente tú habrías votado por él.

Porque el truco de enaltecer a los locales y desdeñar “al otro”, al externo y después sugerir que todo tiempo pasado fue mejor, haciéndote sentir indignado por haber sufrido el despojo de una supuesta grandeza por un, también supuesto otro, puede enamorar a cualquier sector de la ciudadanía inconforme que no muestre interés en enterarse ni mucho involucrarse en la circunstancias de algo que exceda su esfera personal.

 




El discurso está repleto de falacias. Por Ejemplo: Todos pueden corroborar que Nuevo León era un estado ejemplar en lo que respecta a la industria pero ¿podemos establecer un nexo comprobable entre la disminución de la seguridad y la llegada de personas de otras entidades federativas?

Intente realizar el mismo ejercicio de comprobación en las demás aseveraciones contenidas en la primera parte de este texto por la que, de antemano, ofrezco una disculpa.

Eso es lo peligroso: no hace falta fundar porque no nos los exigirán, sólo hay que intentar convencer. Disfracemos nuestras deficientes conclusiones de “sentido común” o bajo frases como “Todos sabemos” o “Es bien sabido”.

Mezclar datos ciertos de comprobación sencilla con datos falsos de comprobación compleja y apelar a las emociones del auditorio, es y ha sido una estrategia efectiva, mucho más en tiempos de insatisfacción y el discurso del inicio, como el de Trump contiene datos innegables combinados con afirmaciones agresivas que no están sustentadas pero que fácilmente pueden convencer.

 




Es cierto que nuestra situación es diferente a la de Estados Unidos pero ello no significa que no estemos a merced de un artero seductor que nos conmueva y nos prometa recuperar algo que presumimos perdido.

Porque mientras no comprendamos nuestra realidad a fondo y nos refugiemos en frases como: “Todos son lo mismo, todos roban”, “Hay que pensar en uno mismo, en los suyos y ya”, “Los que verdaderamente mandan son otros”, “Está todo arreglado” y un largo etcétera, podremos parecer tan saturados de información que llegamos al hastío, cuando la realidad es que sólo estamos repitiendo frases que no entendemos pero nos permiten disfrazar nuestro desinterés e ignorancia.

Y es esa ignorancia la que nos coloca en una posición sumamente vulnerable. Pueden despojarnos de derechos, hacerse más poderosos y cometer múltiples atrocidades mientras nosotros creemos que lo hacen por nuestro bien, que son “daños colaterales”, que son sacrificios, actos en esencia malos que se llevan a cabo para garantizar un supuesto bien mayor.

Si no conocemos nuestro sistema político, las funciones de nuestros representantes, la razón de ser nuestros derechos y las limitantes del Estado, estamos bajando los brazos.

México es un país sumamente insatisfecho, con hambruna, pobreza, desempleo, impunidad, corrupción, analfabetismo y un fuerte desinterés. Me atrevo a decir que en cada rubro que mencioné superamos a EEUU. Nosotros ya hemos caído victimas del populismo y la demagogia que por “fortuna” ha sido utilizada por sujetos menos macabros.

Sin embargo, creo que la mesa está servida para cualquier persona déspota, ignorante, prepotente, narcisista, envalentonada que logre enamorarnos y eso me preocupa mucho más que lo que pueda hacer el déspota, ignorante, prepotente, narcisista y envalentonado Donald Trump.

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– “Todos los puntos de vista son a título personal y no representan la opinión de Altavoz México o sus miembros.”

EL PAÍS DE NUNCA JAMÁS

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Recientemente hemos vivido en México todo tipo de sucesos para identificar el tipo de sociedad en la que habitamos. En un país colorido, de fiesta y donde aguantamos bastante, todo pasa y nada cambia.

Hace una semana fuimos testigos de un clavo más al ataúd ya muy enterrado del presidente de la república: Don Enrique Peña Nieto. Ahora resulta que plagio casi un tercio de su tesis para graduarse de la licenciatura en la Universidad Panamericana, copió y pegó textos completos de libros y autores que olvidó- o no quiso citar- ni en el desarrollo de su tesis ni en la bibliografía.

Esto en contraste de su insistencia por impulsar una “educación de calidad” mediante la tan discutida reforma educativa, donde por cierto miles de maestros continúan en paro y millones de alumnos se encuentran sin tomar clases, como si no tuviéramos suficiente analfabetismo.

Pero, ¿qué respondió la Universidad Panamericana? Sorprendentemente mediante sus líderes estudiantiles y un comunicado de prensa oficial- que tardó varios días- prácticamente dejó en claro que no haría nada y que su ética no era aplicable a ex alumnos. Vaya, me queda claro que en México no existe institución con los suficientes pantalones para castigar y hacer justicia a un presidente de la república.

¿Cómo reaccionó la sociedad? Algunos indignados, otros muertos de risa. Lo cierto es que al día siguiente de la investigación- no tan bomba- que presentó Carmen Aristegui, millones de jóvenes mexicanos acudían a sus aulas con trabajos y tareas no muy bien citadas, vaya, es un reflejo cultural el que vivimos en el espejo del presidente.

Por otro lado, el país entero llora la repentina muerte del cantautor más aclamado en Latinoamérica: Juan Gabriel. Le lloran sus canciones, su talento y su capacidad para sobreponerse a situaciones de pobreza e injusticia, de esas que vive el mexicano promedio día con día.

Lo sorprendente- no tan sorprendente- es que semanas antes en varios Estados del país miles de personas marchaban contra los derechos de las comunidades LGBT, decían que esos “jotos” solo dañaban la moral (¿cúal moral?) de su sociedad, que no tenían derecho a reproducirse y amarse- ni ser humanos pues- y que eran casi casi la espuria y el opio de este país.

Así de incongruentes somos, así de persinados vivimos, así intentamos avanzar mientras no avance el vecino.

¡Bravo, Juanga! Porque con tu talento demostraste que eres por el alma y no por tu sexo, te impusiste en un país conservador y racista, un país al que amaste hasta el final. Bravo, porque jamás te avergonzaste de ser lo que eras y dejaste un legado que muchos deberíamos seguir: hacer lo que te apasiona con honestidad y para los demás.

El país de nunca jamás se persina en casa y sale a comer carne. Ha adoptado las redes sociales como el nuevo mundo para descargar su ira y su dolor. Critica el plagio y lo hace a diario, acusa a los “jotos” y escucha sus canciones, critica a los políticos y se queda en casa mirando. Así es la vida, en el país de nunca jamás.

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– “Todos los puntos de vista son a título personal y no representan la opinión de Altavoz México o sus miembros.”