El PRI no elegirá candidato por elogios o aplausos: Peña ante el “destape” de Videgaray a Meade

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“No despistarse” pidió el presidente Enrique Peña Nieto ante las interpretaciones de “destape” que el canciller Luis Videgaray habría hecho al colmar de elogios al titular de Hacienda, José Antonio Meade Kuribreña.

La declaración del presidente (quien recientemente admitió la importancia de su opinión en la designación de candidato del PRI a sucederlo) respondió a los cuestionamientos de reporteros que lo acompañaron a una gira por Baja California Sur, y fue contundente: el candidato no se elegirá con elogios ni aplausos.

 Aún más. Peña Nieto expuso su convicción de que el PRI elegirá al candidato que tenga las mejores condiciones de competencia, para luego insistir en que dicho partido no elige candidatos con aplausos y elogios.

Ayer se difundieron las declaraciones que el canciller Videgaray hizo al presentar ante el cuerpo diplomático acreditado a Meade Kuribreña, responsable del manejo económico del país, a quien comparó con Plutarco Elías Calles y por quien sostuvo, México tiene “rumbo, estabilidad y claridad”, declaración que motivó numerosos comentarios sobre un “destape” anticipando la decisión de Peña Nieto.

En el antiguo régimen priista, el llamado “destape” era uno de los momentos más relevantes de la política nacional. Consistía en la proclama que la CTM hacía de quien sería el candidato presidencial, previa “línea”, es decir, instrucción del presidente en funciones que conforme a los usos y costumbres del régimen tenía la prerrogativa metaconstitucional de resolver así el proceso sucesorio en elecciones de mero trámite.

Ante expresiones de apoyo anticipadas a la decisión presidencial, el dirigente cetemista Fidel Velázquez, acuñó un axioma de la cultura política priista, “el que se mueve no sale en la foto”, en el mismo sentido de lo que hoy expuso Peña Nieto.

Por su parte, el canciller Videgaray minimizó el alcance del aparente “destape” de Meade Kuribreña.

Aseveró en su cuenta de Twitter que “no hay que confundir (…) con otra cosa” la serie de elogios que declaró respecto al secretario de Hacienda, y añadió que “las decisiones políticas se tomarán dónde deben tomarse”.

Oposición en México ¿Dónde?

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Hablar de oposición en México me hizo concientizar del horizonte político que se aproxima en estos dos últimos años presidenciales de EPN, causando en mí curiosidad por saber cuál ha sido el papel de la oposición en la historia política del país y, principalmente, conocer si es esto lo que la sociedad mexicana requiere realmente.

La necesidad de un partido de oposición para evitar recaer en el repetido y fallido sistema partidista en el cual nos encontramos inmersos.

Encontré, algo que me sorprendió bastante, una estrecha relación entre las fechas de fundación de los partidos y algunos procesos electorales, es decir, partidos políticos que vieron su nacimiento coincidentemente en periodos previos a las elecciones presidenciales permitiendo la inmediata postulación de su candidato.

Y más contraproducente aún, los fundadores de dichos partidos provenían de las filas del partido hegemónico que al no ver posible una candidatura a su favor, rompían con el sistema, alegando corrupción, como excusa para su ruptura e inmediata postulación, o a mi parecer, un capricho demagogo que abusa del sistema y de su poder para alcanzar la presidencia, o al menos anhelar a ella.

El juego político que han abordado los partidos políticos para posicionarse en la silla presidencial a lo largo de los años, ha mantenido similitudes en su proceso de fundación e institucionalización, la búsqueda y lucha del poder, una ambición compartida entre los líderes políticos sin importar ideologías.




La historia comienza con la idea progresista del presidente, Plutarco Elías Calles, creando a lo que hoy conocemos como al Partido Revolucionario Institucional (PRI), precedido por dos nombres, en 1929 por el Partido Nacional Revolucionario (PNR) y posteriormente el Partido de la Revolución Mexicana (PRM) en 1938, con el ideal de unificar a todos los estratos sociales y avanzar a una era de institucionalización, sin embargo, fue la excusa perfecta que permitió a Calles perpetuarse en el poder estableciendo una hegemonía institucional en las elecciones próximas.

Tal proceso partidista fue repetido por Manuel Gómez Morín, al fundar el Partido Acción Nacional (PAN) en 1939, a raíz de la inconformidad social en medio de un sistema preponderantemente unipartidista, en el cual no logra la postulación de un candidato sino hasta 1952 pero que con el tiempo se volvería principal opositor electoral.

El poder hegemónico alcanzado por el PRI causó la retirada de muchos de sus integrantes para reagruparse en un nuevo conglomerado político, el Frente Democrático Nacional, preámbulo del Partido de la Revolución Democrática (PRD) creado en 1989, encausándose en las elecciones de 1988, esta unificación de diferentes partidos políticos fue con la intención de hacer frente a la hegemonía unipartidista pero que, irónicamente, fue liderado por ex miembros priistas que habían sido rechazados por el sistema de continuidad presidencial.




La última gran generación partidista fue llevado a cabo por Andrés Manuel López Obrador, cuando en 2012 fractura su relación con el PRD, al ser excluido a las próximas elecciones, para fundar en 2014 el Movimiento de Regeneración Nacional (MORENA), proceso repetitivo en la vida política del tabasqueño, cuando realizó lo propio al desertar de las filas del PRI en la década de los 80´s.

En la actualidad pareciese que el multipartidismo de México, no debe su razón de ser a excelsa capacidad democrática de la política mexicana, ni al de un sistema plural y diversificado, sino que es el resultado de la acción realizada por algunos personajes ambiciosos que antepusieron sus interés profesionales y políticos al querer continuar en la contienda y se vieron encasillados por un sistema que les coloco un techo de cristal en su carrera política.

Esta oposición suena más a un juego de niños, donde el que va perdiendo se lleva  su pelota y decide jugar con los niños de otra cuadra, similar ha sido la proliferación de partidos políticos, donde tomar el camino de la oposición es vía más fácil para seguir en la jugada y no finiquitar su carrera hacia la presidencia y, consecuentemente, seguir viviendo del financiamiento público campaña tras campaña.

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– “Todos los puntos de vista son a título personal y no representan la opinión de Altavoz México o sus miembros.”

Cáncer Sindical

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Lo que en el siglo XIX comenzó como un genuino interés de proteger a los obreros que eran explotados en fábricas y obligados a trabajar en condiciones inhumanas, se convirtió en una poderosa estructura de poder que ejerce presión incluso en las decisiones transcendentales del país.

En los años 20, el sindicalismo obtuvo una enorme fuerza y poder social debido a la dupla formada por el gobierno y las organizaciones obreras a propósito de reconstruir el estado mexicano quebrantado en la década de 1910.

Personajes como Luis Morones fueron clave en el fortalecimiento del movimiento sindical, apoyado en gran medida por Álvaro Obregón, Plutarco Elías Calles y otros jefes políticos que encontraron beneficios en el ordenamiento sindical.

“Los líderes actuaban mediatizando las demandas obreras y las decisiones eran tomadas en función de la alianza entre los dirigentes sindicales con los jefes políticos”, cita José Manuel Lastra, en su libro El sindicalismo en México. [1]

Durante todo el siglo XX y en la actualidad, los sindicatos han servido como un arma política y una impresora de votos que difícilmente algún candidato ha rechazado. Y es esta co-dependencia y beneficio mutuo la que ha alimentado su poderío y preservación en perjuicio de la actividad productiva del país.

Tanto la hacienda pública como la iniciativa privada son víctimas del gasto económico que representan los sindicatos. Por ejemplo “entre 2007 y 2015, el Sindicato de Trabajadores Petroleros de la República Mexicana (STPRM) ha recibido del erario más de 671.8 millones de pesos (mdp) por conceptos de apoyo económico al Comité Ejecutivo; festejos del Desfile del 1 de mayo; festejos de aniversario para la expropiación petrolera y gastos para la revisión del Contrato Colectivo de Trabajo”, escribe Gerardo Villafranco en Forbes México. [2]

La cantidad de recursos públicos que son destinados por concepto de prestaciones laborales al personal sindicalizado representa para los tres niveles de gobierno un importante gasto que impide a las finanzas públicas dirigir ese dinero a inversión o servicios públicos.

 




Para el sector privado, la constante amenaza de que estalle una huelga si no se aceptan las condiciones propuestas por el sindicato en el contrato colectivo de trabajo merma la productividad de las empresas y, por ende, el de nuestro sistema económico.

“La falta de un auténtico liderazgo y representación de las organizaciones obreras no ha respondido a las exigencias de la clase trabajadora, quien ha rebasado en mucho las expectativas de sus líderes, comprometidos, en política, con intereses personales y apetencias de poder y riqueza, no de defensa ni de mejoramiento de la clase que representan”, expone Lastra en el libro anteriormente citado.

En concordancia con la cita anterior, líderes sindicales como Elba Esther Gordillo y Carlos Romero Deschamps, por nombrar algunos, se han enriquecido estrepitosamente producto de la dirigencia del sindicato de maestros y de PEMEX, respectivamente, denotando la incongruencia entre los principios de un sindicato y los resultados reales de liderar uno. El poder político emanado de su cargo les ha permitido influenciar ampliamente en las decisiones transcendentales del país, incluso ejerciendo presión sobre distintos presidentes de la república.

 




Elba Esther Gordillo, quien fungió hasta 2013 como líder del Sindicato Nacional de Trabajadores de la Educación, fue arrestada por operación con recursos de procedencia ilícita, lavado de dinero y defraudación fiscal; Carlos Romero Deschamps se presume que participó en un desvío de más de $1,500 millones de pesos para la campaña de Francisco Labastida en 2000; Napoleón Gómez Urrutia, líder minero, se exilió en Canadá tras ser denunciado por un desvío de más de $55 millones de dólares del fideicomiso minero.

En la práctica, la representación de los trabajadores es eclipsada por la corrupción de los líderes sindicales, cuyo poder político y económico contraviene los motivos por los cuales los sindicatos fueron creados en un principio.

El sindicalismo en México representa una obstrucción al avance económico y al desarrollo de los trabajadores, quienes bajo el manto protector del sindicato, pueden llegar a ejercer mediocremente sus labores sin poder ser removidos ni sancionados.

Atendiendo a la primacía de la realidad, el líder sindical se enriquece y empodera con el apoyo de sus agremiados, éstos a su vez reciben prestaciones laborales más allá de las merecidas y ejercen un co-poder contra el patrón; donde, finalmente, este último se encuentra en desventaja ante exigencias económicas que sobrepasan la prudencia. Las características del sistema económico actual requieren empleados mejor capacitados y con mayor apertura a las exigencias de un mundo cada vez más competitivo.

[1] https://revistas-colaboracion.juridicas.unam.mx/index.php/anuario-mexicano-historia der/article/view/29632/26755
[2] http://www.forbes.com.mx/el-enorme-costo-de-los-sindicatos-en-mexico/#gs.gEIbLHI

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