Harris vs Trump: Una batalla por el alma de América

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Faltan solo un par de días para que EE. UU. vuelva a enfrentarse a uno de los espectáculos políticos que retoma viejas tensiones y abre nuevas divisiones. Kamala Harris y Donald Trump son la encarnación de dos visiones políticas muy distintas, pugnando por la atención de un país cuyo electorado ya se encuentra fuertemente polarizado.

Harris, con su mensaje de unidad y justicia social, y Trump, con su “Make America Great Again” y un combo de políticas nacionalistas, se dirigen a diferentes segmentos del espectro político. Sin embargo, es un hecho que las últimas tendencias reflejan un electorado que ha ido desplazándose hacia extremos más determinantes, particularmente desde la contienda del 2016.

Trump sin duda sigue siendo una figura altamente polarizada y, durante sus dos candidaturas anteriores, demostró ser capaz de movilizar una base sólida de electores que se sienten identificados con su postura nacionalista y autoritaria. Para sus seguidores, Trump significa una postura en contra de un grupo de poder político que perciben como el responsable del débil desempeño político de la nación y de políticas progresistas que amenazan con destruir los valores tradicionales del país.

Por otro lado, Kamala Harris, representa la renovación del partido demócrata hacia una postura inclusiva y progresista, especialmente en materias de justicia racial, de derechos civiles y salud pública. Su historial como exfiscal de California y primera mujer afroamericana y de ascendencia asiática en la vicepresidencia le da una fuerte identidad que resuena en los sectores progresistas del país quienes buscan una narrativa de cambio e igualdad de oportunidades.

Sin embargo, en esta elección, la capacidad de persuasión sin duda será crucial, y los dos candidatos están recurriendo a la retórica para fortalecer su mensaje central. Trump se ha mantenido su enfoque en redes sociales y eventos de campaña que recurren al descontento de ciertos sectores, con un discurso que posiciona a los demócratas como una amenaza directa a la libertad individual y los valores tradicionales. Esta retórica busca reforzar la lealtad de sus seguidores y persuadir a los indecisos a través de un enfoque de “nosotros contra ellos”, aprovechando los temores y resentimientos que persisten en temas como la inmigración y el manejo de la pandemia.

En cuanto a Kamala Harris, ha optado por una estrategia persuasiva que pretende acercarse a las mujeres y jóvenes que se han convertido finalmente en un bloque importante. Su núcleo se basa en la justicia social y la inclusión. Utilizando su posición como Vicepresidenta para posicionar su trabajo en temas de impacto social y polarización que su rival ha contravisto.

Trump sigue una estrategia que ha dado resultados en el pasado: movilizar a votantes desencantados, especialmente en estados clave del medio oeste y el sur del país. En elecciones anteriores, el voto rural y el de clases trabajadoras blancas le otorgaron una ventaja en el Colegio Electoral, incluso cuando perdió el voto popular. Las encuestas más recientes muestran que este patrón se mantiene en 2024; muchos de sus seguidores ven en él un defensor de sus intereses en contra de la “élite” política de Washington.

En cambio, Harris necesita construir una coalición diversa que incluya a las minorías raciales, mujeres, jóvenes y votantes urbanos progresistas. Esta es una estrategia que depende no solo de movilizar a estos grupos, sino de asegurar un índice de participación alto, especialmente en estados como Florida, Arizona y Georgia, donde la demografía ha cambiado y el voto de estos sectores puede inclinar la balanza. Sin embargo, esta es una tarea compleja, pues estos votantes suelen tener poca participación en las urnas, lo que representa un desafío para la campaña de Harris.

Basado en las tendencias actuales, el resultado de las elecciones de 2024 dependerá de la capacidad de ambos candidatos para movilizar a su base y ganar la confianza de los indecisos en estados clave. Trump sigue teniendo una ventaja en cuanto a la lealtad de su base, y su retórica populista ha demostrado ser efectiva en momentos de crisis. No obstante, los esfuerzos de Harris por presentarse como una figura de cambio e inclusión podrían resonar en un electorado que está cansado de la constante confrontación y busca una salida más unificadora.

Es difícil predecir un resultado con precisión, pero la historia actual ha demostrado que Trump posiblemente podría recuperar los estados que perdió en 2020 si logra mantener su participación. Y Si Harris logra movilizar a los votantes jóvenes y progresistas, probablemente podrá lograr una victoria bastante ajustada.

Al final, esta contienda se ha convertido en un reflejo de un país dividido en el que no solo se están disputando los votos, sino también la legitimidad de su visión del futuro.

La pregunta que queda es si los votantes finalmente optarán por un líder que promete estabilidad y continuidad, o si preferirán un líder que ofrezca cambio al enfrentar de manera directa e incisiva al sistema, sin duda ideologías que penetrarán para el futuro de Estados Unidos.

Hacia la recta final: Trump

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Hoy se debería haber celebrado el segundo de tres debates presidenciales de cara a las elecciones de Estados Unidos, pero tras el anuncio de que el presidente contrajo COVID-19 y que se negara tanto a hacerlo de manera virtual como a presentar pruebas que avalaran su estado de salud, como sabemos, esta pelea únicamente tendrá dos episodios antes de su batalla final en las urnas.

Estos últimos días han sido muy llamativos en términos de la comunicación del presidente. Es verdad que Trump siempre ha manejado un estilo provocador, altanero e impulsivo, pero los tweets, los videos y las declaraciones sobre su tratamiento rayan sido incluso en lo exagerado para lo que nos tiene acostumbrados

Desde presentarse al más puro estilo Avenger llegando en helicóptero y haciendo un saludo militar o bien ofreciendo tratamientos gratuitos y sin costo a todo el país, el equipo de comunicación de Trump está haciendo algo que semánticamente suena imposible: quieren que el presidente vuelva a ser un outsider. 

Hay una máxima en política que, aunque no le guste, también aplica para Trump: todo partido o político en el gobierno sufre desgaste una vez toca poder. La tarea titánica de los asesores es esconder los 1634 días que hoy lleva el presidente en el cargo y revivir el espíritu de 2016.

Hay varios indicios de lo anterior, pero uno que quizá pasa desapercibido es el regreso del eslogan Make America Great Again en lugar del olvidado Keep America Great que se había planteado tiempo atrás. El primero recuerda al triunfo de 2016 y el segundo hubiera sido un excelente eslogan si la gestión hubiera sido medianamente positiva o si no estuviera experimentando algún tipo de escándalo. Y justo aquí está la clave.

Otro ejemplo es buscar revivir la actitud de self-made businessman que había medianamente abandonado al tomar una actitud más de gestión a lo largo de la campaña. Basta con recordar que hace algunos meses uno de los primeros videos de la campaña hablaban sobre datos de gobierno y avances en la administración; video donde nuestro presidente hizo, por decirlo así, un “cameo”.

Presentarse como un hombre fuerte ha sido la línea luego de la evidente imagen de dificultad respiratoria de hace unas semanas y ha dado para todo tipo de ideas, incluso la de que el día de su regreso a la Casa Blanca, ante las cámaras, Trump abriera su camisa y debajo llevara una camiseta con el emblema de Superman. Afortunadamente fue desechada.

Trump y su equipo quieren evitar a toda costa que se le asocie con la palabra “continuidad”, pero el detalle es que no hay un rumbo claro. Están dejando que Trump hable fuerte, que sea imprudente, que provoque y que moleste y parece ser que la cosa no pinta para que el presidente siga cuatro años más. ¿Será que al interior del partido están dejándolo que Trump se hunda en su propio fango? 

La era irreversible del multiculturalismo

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A raíz de la campaña de Trump de “Make America Great Again” el discurso conservador extremo ha ido aumentando. En Estados Unidos se hicieron políticas estrictas de migración, separando familias en la frontera con México e inclusive no permitiendo la entrada de personas de Irán, Irak, Libia, Somalia, Sudán, Siria y Yemen por afiliar (erróneamente) el Islam con el terrorismo. 

A partir de este movimiento y de la victoria de Trump, salió a la luz el estadounidense “puro” a defender “su tierra” de los extranjeros. No solo se vieron afectados los latinos y los musulmanes por la discriminación, sino cualquier persona que no tuviera la apariencia del estadounidense “blanco”. Empezaron a surgir videos de gente siendo acosada y violentada física y verbalmente en supermercados, parques y espacios públicos en general por el hecho de verse diferente o hablar otro idioma que no fuera el inglés.

Y así como pasa en Estados Unidos, también sucede en otros países como Gran Bretaña, Francia y Alemania. Hace 2 días hubo un tiroteo en un bar en Hanau, Alemania, con 9 muertos y ha sido confirmado como un crimen impulsado por la xenofobia por el perfil de extrema derecha del asesino y porque más de la mitad de las víctimas eran turcos. 

En verdad a mi me intriga, ¿por qué se les hace tan difícil a las personas aceptar a gente de un contexto cultural diferente al suyo? ¿Por qué les causa tanto conflicto ver a alguien con un color de piel diferente o escuchar a alguien hablando otro idioma? Nadie pide dónde y cómo nacer y nadie debería de cambiar su manera de ser por querer encajar en una sociedad y sentirse aceptado. El ser respetado debería ser intrínseco sin tener que fijarse de qué nacionalidad, género o religión es uno.

Estamos en una era irreversible de multiculturalismo. La migración no es un fenómeno de la globalización, pues éste se remonta desde los nómadas hasta las colonizaciones de nuevos continentes. Pero la globalización sí ha permitido que hoy en día el intercambio cultural se dé más fácilmente y que las personas puedan explorar y migrar a lugares que les ayuden a crecer personalmente. Esta multiculturalidad no va a ser echada atrás porque un grupo de personas sienten que sus tradiciones y privilegios están “siendo atacados”. 

Trabajemos en enseñar a los demás que haber crecido en un contexto cultural diferente no es pecado, pues todas somos personas que deberíamos ser respetadas por el simple hecho de ser humanos. Nuestros derechos terminan hasta los que los de los otros empiezan, y la violencia en cualquier contexto es inaceptable. Luchemos para que en las próximas generaciones abunde la solidaridad sobre el odio y la división.

La Piel de Lobo

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“¿Quién es?” Preguntó la abuelita. “Caperucita Roja,” contestó el lobo. “Traigo pastel y vino, ábreme por favor.” – “Mueve la cerradura y abre tú,” gritó la abuelita, “estoy muy enferma y no me puedo levantar.” El lobo movió la cerradura, abrió la puerta y sin decir una palabra más, se fue directo a la cama de la abuelita y de un bocado se la tragó. 

Todos conocemos este cuento y haciendo memoria podemos recordar, que la principal estrategia usada por el antagonista fue el engaño.

Pero en la actualidad, ¿Qué nos dice este relato escrito por los hermanos Grimm?

El domingo pasado se publicó una encuesta sobre el nivel de aprobación del presidente Donald Trump durante sus primeros seis meses al frente del gobierno, de la cual resultó que sólo el 36 por ciento de los estadounidenses respaldan su desempeño, esto lo posiciona como el peor evaluado en los últimos 70 años. En la encuesta realizada por el diario The Washington Post se muestra que su aprobación ha disminuido en un promedio mensual de 1.5 puntos porcentuales desde el mes de abril a la fecha.

Al día de hoy, casi la mitad de los estadounidenses (48 por ciento para ser exactos) ven que ha disminuido el liderazgo del país ante el mundo, esto desde que llegó el magnate a la presidencia.

Durante el tiempo que Donald Trump fue candidato, su lema de campaña era Make America Great Again” (que América vuelva a ser grande) en este momento se puede observar que no se ha cumplido lo que tanto repetía el hoy presidente de Estados Unidos, que quizá fue sólo una frase de campaña o su más grande promesa, o tal vez, un engaño que utilizó para llegar a su objetivo, de la misma manera que lo hizo el lobo cuando se tragó a la abuelita de caperucita.

Como ciudadanos, tenemos que observar a nuestros candidatos, evaluar sus propuestas, revisar sus antecedentes, pero lo más importante, conocer su personalidad ya que ésta determinará la manera de ejercer el poder.

No podemos ver a lobos con piel de oveja y creerles por más fuerte que imiten el balido. No permitamos que los lobos se vistan de abuelitas, de mesías, de caballos, de inocentes o de patos. No podemos caer rendidos ante una estrategia de mercadotecnia política. Cada imagen o símbolo que se utiliza, busca abonar a un objetivo concreto, el triunfo electoral.

En nuestro país muchas veces los “lobos” han devorado a la “Caperucita Roja” o a su “abuelita”, no dejemos que ellos controlen el poder público a costa del bienestar de la ciudadanía, evaluemos, reflexionemos y participemos para transformar la realidad.

No es el poder por el poder, es el Poder para Servir.

Como Caperucita, que enfrentó los riesgos para ir ayudar a su abuelita.

Se vale debatir…