Era su obligación y cumplió…

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Después de un jueves largo y cansado llegamos al departamento, estaba a punto de dormir y a las  11:49 de la noche, se escuchó ese fuerte sonido, era la alerta sísmica, sin pensarlo tome mis cosas y comencé a descender por las escaleras, todos caminábamos muy tranquilos pero a prisa, como lo marcan los protocolos, cuando llegamos a la calle se podían escuchar los vidrios quebrándose, pude observar que la luz se había cortado y después de algunos segundos el sismo se detuvo y el susto fue pasando.

Después de un jueves largo y cansado llegamos al departamento, estaba a punto de dormir y a las  11:49 de la noche, se escuchó ese fuerte sonido, era la alerta sísmica, sin pensarlo tome mis cosas y comencé a descender por las escaleras, todos caminábamos muy tranquilos pero a prisa, como lo marcan los protocolos, cuando llegamos a la calle se podían escuchar los vidrios quebrándose, pude observar que la luz se había cortado y después de algunos segundos el sismo se detuvo y el susto fue pasando.

Este 7 de septiembre hubo un hecho sin precedentes en nuestro país, un sismo de 8.2 grados en la escala de Richter que tuvo su epicentro en Tonalá, Chiapas. Hasta el momento se ha determinado que 95 personas fallecieron debido al movimiento telúrico por lo cual el Presidente de la Republica declaró 3 días de luto nacional.                                                                                    

Minutos después del terremoto, a las 12:08 a.m. para ser exactos, Enrique Peña Nieto emitió su primer comunicado a través de Facebook; a los 42 minutos del suceso, el Presidente da una rueda de prensa con gran parte del gabinete en las instalaciones de Centro Nacional de Prevención de Desastres. Ahí comentó los hechos y compartió la información que tenía el gobierno de la república sobre el sismo. En esa rueda de prensa comunicó la decisión de suspender las actividades académicas en los estados de Chiapas, Tabasco y Oaxaca con el fin de salvaguardar la integridad de los estudiantes hasta que se pudiera determinar el estado físico de las escuelas.

Al día siguiente, el Presidente recorrió las zonas afectadas de Juchitán de Zaragoza en Oaxaca. En las imágenes de diversos medios informativos se puede ver a un mandatario cercano a la gente, escuchando las necesidades y, lo más importante, dando instucciones a los Secretarios de Estado para resolver las problemáticas de la población. La destrucción fue tanta que el New York Times publicó un ártículo que llevó por nombre “Juchitán golpeada por el terremoto: ‘Es como si la ciudad hubiera sido bombardeada'” La pronta respuesta del Gobierno Federal, la coordinación evidente y el apoyo inmediato del ejército mexicano es la más fehaciente prueba del liderazgo efectivo del presidente en esta nación.

Nuestro presidente ha sido muy criticado en distintas situaciones, la mayoría de ellas sin argumento sólido; simplemente, pareciera que siguen tendencias generadas por la desinformación de las redes sociales.

Pero lo que se percibió este fin de semana fue diferente, Peña Nieto estuvo al frente de la nación; su discurso acertivo, sus acciones congurentes y su liderazgo evidente. Con esta columna no pretendo elogiarlo, solo deseo reconocer que en los momentos de crísis e incertidumbre tuvimos a un presidente firme y con decisión.

Vale la pena mencionar que Trump se tardó 4 días para llegar a la ciudad de Houston despues del huracán “Harvey” y a pesar del tiempo fue reconocido por los ciudadanos.

Lo que hizo Peña Nieto no es ajeno a sus responsabilidades, es su obligación y la cumplió. Con su presencia y su discruso apoyó y dio confianza al pueblo mexicano cuando más la necesitaba. Es lamentable que tenga que pasar una tragedia de esta magnitud para observar la empatía, la decisión y la acción de nuestro presidente.

Es válido criticarlo, pero tiene más valor reconocer las decisiones acertadas que ha tomado. Tiene más valor, reconocer lo positivo que ha realizado. Tiene más valor, construir y engrandecer a nuestra nación que el  buscar dividir y destruir. Nuestro país necesita que todos nos sumemos a un mejor proyecto de nación; debemos entender que si no somos nosotros los que trabajemos por nuestro México, nadie lo hará.

Cuando subimos al departamento después del sismo observamos que no todo estaba en su lugar, pero eso no importaba porque estábamos bien…estábamos vívos. Al día siguiente, al despertar, vímos el gran desastre que causó este terremoto, mucha gente sin hogar y eso nos ayudó a valorar lo que tenemos.

Y como siempre,
Se vale debatir…

El cuarto de hospital

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Y ahí estaba, en ese lugar con las paredes blancas, el olor tan peculiar, a lo lejos, escuchaba voces, no entendía lo que decían, y yo en ese cuarto, sólo podía ver una ventana que daba a la ciudad, los vehículos pasaban pero se veían tan pequeños. En ese momento se abre la puerta y entra una persona con bata blanca y le pregunte ansioso, ¿Cuál es el problema? Hubo silencio después de mi pregunta, fueron segundos que parecieron eternos, suspiró y después me contestó “El diagnóstico es más complejo de lo que parece…”  estaba desesperado porque no entendía nada, después el doctor volvió a hablar y me dijo “Lo que usted tiene es una enfermedad muy común que afecta a una gran cantidad de la población, pero en sus resultados encontramos que hay algo atípico, son varios los factores que desafortunadamente han contribuido a que se llegara a esta gravedad…

Hoy en día, nuestro país pasa por situaciones difíciles, lo que vemos en las calles o lo que leemos y escuchamos en medios de comunicación es poco alentador, los temas de todos los días sobre inseguridad, impunidad, corrupción, desigualdad entre muchos otros; y al reflexionar sobre todo esto, surgen preguntas como: ¿Qué pasa en nuestro país? ¿Qué pasa en nuestra sociedad? ¿Qué estamos haciendo? o ¿Qué dejamos de hacer?

Quizá, es prudente decir que nuestra sociedad está enferma, tenemos síntomas que han ido empeorando con el paso del tiempo, nos hemos alejado de la vida comunitaria por un sentido de protección, en nuestras casas cada vez ponemos más barrotes protegiéndonos del exterior, cediendo espacio, -y pensar que eso mismo pasa cuando uno está enfermo-, nos aislamos del exterior para protegernos de los daños del ambiente.

Haré una comparación con una de las enfermedades más comunes en México, la diabetes mellitus tipo dos, por cierto, desde el año 2000 es la primera causa de muerte en mujeres y la segunda en hombres, según el Instituto Nacional de Salud Pública; y en el panorama internacional, la Organización Mundial de la Salud menciona que al día de hoy, más de 180 millones de personas la padecen, cifra que se duplicará en el año 2030 según los estimados de esta organización.

El cuadro clínico de esta enfermedad es el siguiente: ceguera debido a las lesiones en los vasos sanguíneos de los ojos, daño en el sistema nervioso y en los casos más avanzados amputaciones.

Hoy en día, nos hemos cegado ante el dolor ajeno, la indiferencia ha marcado nuestra manera de vivir y el individualismo nos hace pensar sólo en nosotros mismos sin importar lo que le pase al de enfrente, el interés personal por encima del interés de la comunidad; también estamos paralizados por el daño en nuestro sistema nervioso, son pocos los que se mueven para transformar el entorno,  preferimos quedarnos inmóviles y esperar a que el mal pase; y lo más grave es que nosotros mismos nos amputamos para no hacer nada, nos callamos para no causar ruido, guardamos las manos para no levantarlas, nos quitamos los oídos para no escuchar los gritos del otro.

No podemos continuar  viviendo así, tenemos que cambiar nuestro estilo de vida como sociedad y quizá, revertir la enfermedad, algo de lo que podemos hacer es tener una buena alimentación, pero es muy importante recordar que no es sólo lo que llega a nuestro estómago, sino también lo que entra en nuestra mente y a nuestro espíritu. Hacer ejercicio nos ayuda a recuperar el espacio público, -que es nuestro-, el espacio de los ciudadanos, salir a la calle para dejar los barrotes que protegen nuestras casas, nos ayuda a mantenernos vivos y observar la realidad, y lo que es fundamental, consultar al médico periódicamente, pero ese doctor que encontramos frente al espejo, ese que es el único capaz, de mejorar nuestra vida, mejorar la sociedad y transformar el entorno, si seguimos estos pasos podremos entender que si cambio YO, cambia México.

“Le debo de decir (aquí va su nombre) que todavía estamos a tiempo, a tiempo de que el diagnóstico sea positivo si usted así se lo propone” en ese momento el doctor dejó el cuarto y yo, me quedé pensando…

Se vale debatir.

El héroe de los desprotegidos

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“Sucedió que una mañana, después de ayudar a unos peones de la hacienda a reconstruir el techo de una casa, regresé de improviso con mi ama. Ah, que escena tan cabrona la de ver a mi madre muerta de miedo, dando explicaciones a Don Agustín de por qué no podía llevarse a mi hermana, él por supuesto exigía el derecho a desvirgarla, con el permiso de su madre o a la fuerza o por la mala. Como venía de fueras corrí a la parte trasera de nuestra casa tan pobre, donde colgaba junto a las palas, el fusil, nomás porque mi mamacita no podía ver las armas en el mismo lugar donde dormía. Sin pensarlo, corté cartucho y entré como alma que lleva el diablo a apuntarle a Don Agustín en el meritito pie. Al momento se desplomó con la mano sobre la hebilla del cinturón; Martina se quedó salpicada de sangre, petrificada y sin poder emitir una palabra” Según el libro de Pedro Ángel Palou, No me dejen morir así, de esa manera empezó la vida de fugitivo de José Doroteo Arango Arámbula mejor conocido como Pancho Villa.

Casi a todos, alguna vez nos vistieron con sombrero, botas negras, pistola de juguete y carrilleras en el pecho, representando lo que ha sido una de las narrativas políticas más grandes, duraderas, interesantes y universales del siglo XX.

El héroe de los desprotegidos, el hombre que encabezó la mayor fuerza revolucionaria en América Latina, Pancho Villa representó el sueño de la lucha contra el más fuerte, del que se levanta en armas contra el invasor y contra el rico en defensa de sus hermanos más pobres.

Hoy, a poco más de 94 años de su muerte (20 de Julio del 1923), ya no encontramos a hombres o mujeres con convicciones tan arraigadas capaces de cambiar el rumbo de una nación, o si los hay, poco se sabe de ellos.

Durante los años que el General Villa estuvo al frente, se escuchaban historias y leyendas de sus hazañas; los pueblos estaban ansiosos de pelear al lado del “Centauro del Norte” hombre que luchaba por la libertad de los mexicanos, fue protagonista en una revolución que dejó un ordenamiento público y sentó las bases de lo que hoy es la democracia en nuestro país.

Hoy en día, nuestra sociedad necesita hombres y mujeres capaces de sentir empatía y buscar el bienestar común, tenemos que dejar a un lado el individualismo que tanto daño nos ha hecho, hay que reconocernos como parte de una sociedad y entender que no somos los únicos en la tierra, hay que dimensionar el impacto de nuestras acciones u omisiones.

Cada vez es más frecuente escuchar que la clase política toma decisiones por su beneficio propio, sin pensar en la ciudadanía que los eligió, quizá, ya llegó el momento en que las convicciones, los valores y las fortalezas de las buenas personas lleguen a los puestos de decisión pública.

No queremos a un nuevo Pancho Villa sino a muchos; a personas convencidas de transformar su entorno, cada quién, desde su trinchera. No es levantarnos en armas para buscar la paz sino vivir la paz para guardar las armas.

En la navidad de 1913, la revista Leslie´s, una de las más populares de la época en Estados Unidos, dedicó su portada al “audaz líder” Pancho Villa, en ese entonces se imprimieron 400,000 ejemplares promoviendo al feroz mexicano.

Quizá, ya es momento que los ojos del mundo volteen a ver a México por las hazañas que podemos lograr.

Somos más los buenos, pero quizá, no hemos hecho tanto ruido.

Se vale debatir.

La Piel de Lobo

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“¿Quién es?” Preguntó la abuelita. “Caperucita Roja,” contestó el lobo. “Traigo pastel y vino, ábreme por favor.” – “Mueve la cerradura y abre tú,” gritó la abuelita, “estoy muy enferma y no me puedo levantar.” El lobo movió la cerradura, abrió la puerta y sin decir una palabra más, se fue directo a la cama de la abuelita y de un bocado se la tragó. 

Todos conocemos este cuento y haciendo memoria podemos recordar, que la principal estrategia usada por el antagonista fue el engaño.

Pero en la actualidad, ¿Qué nos dice este relato escrito por los hermanos Grimm?

El domingo pasado se publicó una encuesta sobre el nivel de aprobación del presidente Donald Trump durante sus primeros seis meses al frente del gobierno, de la cual resultó que sólo el 36 por ciento de los estadounidenses respaldan su desempeño, esto lo posiciona como el peor evaluado en los últimos 70 años. En la encuesta realizada por el diario The Washington Post se muestra que su aprobación ha disminuido en un promedio mensual de 1.5 puntos porcentuales desde el mes de abril a la fecha.

Al día de hoy, casi la mitad de los estadounidenses (48 por ciento para ser exactos) ven que ha disminuido el liderazgo del país ante el mundo, esto desde que llegó el magnate a la presidencia.

Durante el tiempo que Donald Trump fue candidato, su lema de campaña era Make America Great Again” (que América vuelva a ser grande) en este momento se puede observar que no se ha cumplido lo que tanto repetía el hoy presidente de Estados Unidos, que quizá fue sólo una frase de campaña o su más grande promesa, o tal vez, un engaño que utilizó para llegar a su objetivo, de la misma manera que lo hizo el lobo cuando se tragó a la abuelita de caperucita.

Como ciudadanos, tenemos que observar a nuestros candidatos, evaluar sus propuestas, revisar sus antecedentes, pero lo más importante, conocer su personalidad ya que ésta determinará la manera de ejercer el poder.

No podemos ver a lobos con piel de oveja y creerles por más fuerte que imiten el balido. No permitamos que los lobos se vistan de abuelitas, de mesías, de caballos, de inocentes o de patos. No podemos caer rendidos ante una estrategia de mercadotecnia política. Cada imagen o símbolo que se utiliza, busca abonar a un objetivo concreto, el triunfo electoral.

En nuestro país muchas veces los “lobos” han devorado a la “Caperucita Roja” o a su “abuelita”, no dejemos que ellos controlen el poder público a costa del bienestar de la ciudadanía, evaluemos, reflexionemos y participemos para transformar la realidad.

No es el poder por el poder, es el Poder para Servir.

Como Caperucita, que enfrentó los riesgos para ir ayudar a su abuelita.

Se vale debatir…

El cuento de Hadas

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Había una vez, una persona que estaba encerrada en la torre más alta del castillo, la acechaba un peligroso dragón, con dientes afilados, alas gigantes y capaz de aventar fuego por su boca, nadie se acercaba al castillo por miedo a caer en las garras de la peligrosa criatura, pero un día, un noble caballero con imponente armadura, estaba dispuesto a enfrentar al dragón y salvar la vida de su víctima en ese momento… vale la pena imaginar el desenlace.

A lo largo de la historia, los cuentos han formado parte fundamental de la educación y la trasmisión de cultura con hechos o sucesos de los grupos sociales. En cada cuento hay símbolos que representan mensajes que explican sucesos de la vida diaria.

Hoy en día somos capaces de identificar las amenazas que nos acechan; los robos, la violencia, la impunidad, entre muchas otras. Pero nos cuesta mucho identificar a esas personas sin importar el género, capaces de salvarnos, esas personas dispuestas a luchar contra nuestros “dragones” para mejorar nuestra calidad de vida.

También vale la pena reflexionar, cuantas veces nos hemos encerrado en nuestro “castillo” con miedo a luchar, impotentes por no poder hacer algo.

Quizá en estos tiempos, los cuentos de hadas nos dejan un gran mensaje, cuentan una narrativa social donde encontramos los tres actores principales; una persona en peligro sin poder hacer nada, un dragón muy malo y otro u otra, dispuesto a enfrentar todo, por proteger la vida.

En lo personal creo que no es un héroe lo que estamos buscando, sino a personas dispuestas a cambiar su comodidad, a transformar el entorno, a enfrentar a “dragones” para mejorar nuestra vida y la de nuestra sociedad.

La historia puede cambiar, pero lo más importante es entender que nosotros somos los protagonistas, ya no esperemos a que alguien más venga a salvarnos, no esperemos a que sean otros los que mejoren nuestro entorno, no esperemos que el “dragón” se muera solo. Es momento de escuchar al grito de México, que tanto nos necesita.

Y si, el caballero venció al dragón.

Se vale debatir…