Bronco: Plan presidencial

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En las últimas semanas México se ha visto enfrascado en una serie de protestas en torno al aumento de la gasolina con exigencias sociales que ponen en jaque al presidente Enrique Peña Nieto, entorpeciendo la futura carrera política y electoral del PRI.

En lo que parece ser el peor sexenio de la historia del país y eso ya es mucho decir si lo comparamos con lo ocurrido en los 90s con los expresidentes Carlos Salinas de Gortari y Ernesto Zedillo.

Sin embargo, es importante no dejar en el olvido al estado, lo que aqueja en nuestra propia casa, Nuevo León. Donde el gobernador Jaime Rodríguez Calderón, el Bronco, no se queda atrás, siendo que no hace mucho tiempo su administración nos dejaba boquiabiertos con decisiones un tanto alarmantes, como mantener la tenencia o pretender contender en las elecciones presidenciales en 2018.

Siendo esta última declaración la que más resuena en mi cabeza cuando vienen a mi mente las propuestas de campaña de hace dos años. Donde “el chapulinazo” se hablaba con veto y desprecio. Dejando en claro que esa vía política sería una opción inaceptable e inaccesible para un gobierno independiente.




No obstante, ahora más que nunca este “brincoteo” es casi una realidad. A un año de comenzar las campañas electorales, el Bronco se encamina a la carrera política por la grande, pretendiendo dejar a un lado la gran hazaña de ser el primer gobernador con un partido independiente para glorificarse con un título más magnificente, el primer candidato independiente en lograr ser el presidente de México. No es noticia nueva, pero…

¿Qué es aquello que me causa más conflicto al examinar esta idea? El financiamiento de su campaña.

La fuente monetaria del cual el Bronco obtendrá los recursos para pretender aparecer en las boletas electorales, y es que cada vez que se le pregunta, haciendo referencia a la cantidad de dinero necesaria para posicionarse en todo el país, el gobernador siempre hace mención a la austeridad de sus campañas y lo económico de manejarse vía redes sociales.

Dejando en claro que dinero es lo que menos necesita para lograr ser presidente. Para el cumplimiento de dicho objetivo la gubernatura cumple dos funciones específicas:

La primera, popularizar su nombre a cada rincón del país, con una administración caracterizada en reducir los impuestos y limitar el despilfarro económico del estado, ya sea refinanciando la deuda o créditos estatales, reestructurando al estado, recortando nóminas, reduciendo la tenencia o mejorando el uso de los recursos para liquidación de adeudos así como de otras alternativas que contribuyen al crecimiento económico de Nuevo León, a la par de su popularidad en el resto de los estados.

Y la segunda, obtener los recursos necesarios, tanto políticos, social-electorales, económicos y empresariales que respalden su candidatura durante el largo y costoso proceso que conlleva una campaña presidencial.

Y es que si nos detenemos un momento a pensar, poco de lo prometido en campaña se le ha podido encontrar una solución viable y económica, sin embargo, el gobierno estatal ha logrado mantener al margen la grave situación estatal acarreada por malas administraciones pasadas.

Pero que por otro lado en materia de recaudación de impuestos se mantienen, por lo pronto, las fuentes de ingresos estatales, saliendo siempre a la luz el, ya desgastado, discurso de responsabilidad fiscal, austeridad y “apretarse el cinturón”, al menos en lo que a la sociedad concierne.

Y no me mal entiendan, no es que el Bronco sea el peor gobernador que los nuevoleonenses han tenido o desorbitante la cantidad de dinero acumulado en impuestos, solo hago mención de los objetivos y metas que el gobernador ya ha establecido y consecuentemente la necesidad de explotar a la gallina de los huevos de oro para cumplir cada uno de los deseos de este bronco tan ambicioso.




Solo espero que la gubernatura, las deudas estatales y la recaudación fiscal no sea su fórmula mágica de donde obtenga cada uno de los centavos que ocupara para competir contra los otros partidos, en lo que parece será una de las contiendas electorales más desafiantes y despiadadas en la historia.

Ya que solo necesita mantener esta fórmula del gobernante excelso por lo que resta del año, el próximo ya no estará aquí y no sabremos si lo que ha prometido, como la eliminación de la tenencia, será acatada y cumplida por su sucesor.

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– “Todos los puntos de vista son a título personal y no representan la opinión de Altavoz México o sus miembros.”

La ‘corona abollada’: El PRI

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Un intenso fin de semana fue el que se vivió a nivel nacional tras realizarse elecciones en distintos estados de la República. Haciendo cuentas, el PRI perdió más o menos la mitad de la elección, pues de las entidades donde hubo sufragios, siete fueron las que ahora se vistieron de azul, por cinco tricolores. Lo que hizo que el golpe se sintiera aún más fuerte tiene que ver con las pérdidas de Durango, Quintana Roo, Veracruz y Tamaulipas, entidades donde básicamente el priísmo había tenido control toda su vida: gobernaban ahí desde hace 86 años.

Sí, se habla de la gran pérdida que tuvo el PRI y esto de alguna manera para muchos representa la antesala de una nueva alternancia del poder en la presidencia. Sí, en redes sociales se armó la fiesta porque los dinosaurios nuevamente fueron castigados por el pueblo y, en visión de los facebookeros y tuiteros, la sociedad ha despertado nuevamente. En esta ocasión, lo mediático está cubriendo una realidad que podría no ser desagradable del todo para los priístas. Me explico.

Lo que hizo que el golpe se sintiera aún más fuerte tiene que ver con las pérdidas de Durango, Quintana Roo, Veracruz y Tamaulipas, entidades donde básicamente el priísmo había tenido control toda su vida: gobernaban ahí desde hace 86 años.

A juicio de su servidor, lo que realmente ha sucedido es que los focos rojos y las alarmas –las mismas que en 2012 mandaron guardar– únicamente se han vuelto a encender. Lectores, el PRI se sigue manteniendo como una fuerza política dominante, pues a pesar de lo sucedido, tiene el control del 45% de las entidades federativas. Preguntémonos: ¿alguna vez, en la historia de México, ha tenido tanto control algún otro partido político que no sea el PRI? La respuesta: jamás. Es más, ni durante el primer trienio de Vicente Fox, donde aparentemente se vislumbraba la nueva democracia mexicana, ni en ese entonces el PAN llegó a tener tanta fuerza política como la que el PRI hoy aún ostenta.

¿Por qué decir algo así? Porque nuestro sistema multipartidista es el primero que lo propicia. A pesar de la caída en números, el PRI sigue manteniéndose en lo más alto de la política nacional. Haciendo uso de la jerga futbolera, se puede decir que al PRI se le ‘abolló la corona’, lo que no significa que no siga siendo ‘el campeón’: el 55% del territorio que no controla está distribuido entre varias fuerzas –PAN, PRD, Morena (ni más ni menos que con la CDMX), y nuestro Bronco neoleonés– y sus poderes en lo individual siguen sin superar al ‘partido oficial’. ¿Quién tiene la mayor cantidad de escaños en el Congreso? La respuesta ya la saben.

Lectores, el PRI se sigue manteniendo como una fuerza política dominante, pues a pesar de lo sucedido, tiene el control del 45% de las entidades federativas. Preguntémonos: ¿alguna vez, en la historia de México, ha tenido tanto control algún otro partido político que no sea el PRI? La respuesta: jamás.

Muy probablemente por eso es por lo que Beltrones se encuentra muy tranquilo: su declaración sobre la ‘reflexión de lo que pasó’ no tiene cara de ‘derrotista’ y por ningún motivo se compara con la actitud de, por ejemplo, Gustavo Madero cuando el PAN también se vino abajo por primera vez. ¿Por qué será? Pues porque es la único tropezón grande que Manlio ha tenido como presidente del partido (recordemos que tomó la protesta en agosto de 2015), y porque su alta jerarquía y trascendencia histórica dentro de la institución lo avalan: no se puede achacar a este hombre, él mismo que fue uno de los principales impulsores de Zedillo y uno de los últimos herederos de la escuela salinista, la aparente ‘caída’ del PRI en estas elecciones.

Mucho se puede leer sobre lo que aconteció este fin de semana y mucho se puede especular sobre el futuro del país, pero lo cierto es que nuestra realidad sigue siendo un poco la misma: hoy nuestro México sigue pintado de los mismos colores de la bandera, pero no precisamente por hacer alusión a nuestra identidad nacional. No lo digo con orgullo ni con desdén, sino como mera aseveración a la realidad inmediata de los mexicanos. Sí, es positivo que el poder no se concentre en una sola fuerza, y poco a poco –o al menos así pareciera ser– se irá revirtiendo la tendencia, pero aún falta por hacer. Falta menos, pero todavía falta.

‘Gánale al PRI’, dicen por ahí.

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El espejo mexicano

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El manto febril de la noche comenzaba a cubrir el horizonte. Las partículas exangües de la luz del día se perdían ante sus ojos. En sintonía, el chisporroteo de la fogata y las cigarras entonaban su última melodía del año. No parecía importarle el cada vez más incómodo respaldo del roble sobre el cual reposaba su cansado cuerpo.

Esperó así hasta que la luna decidió mostrarse a través de un espeso telón de nubes. Un efímero rayo de luna nueva lo atravesó hasta descansar su reflejo en el gran lago adyacente al roble.

Armado de valor, se levantó, y se atrevió a asomarse al lago. Lo que vio le sorprendió: era su rostro, sin embargo, ajeno. El reflejo le mostró todo aquello que reprimía en lo más obscuro de su corazón.

De inmediato se alejó del agua y emprendió su marcha de regreso. Pero ya era muy tarde.

Le afligía el rostro la cicatriz que no lucía. Le azotaban decisiones que aún no había tomado. Le repugnaban las facciones que había adorado. Le asustaba la violencia que había observado.

¿Qué clase de maldición era aquella? ¿Qué clase de dios lo había condenado a observar su reflejo?

Es sólo a través de espejos que el ser humano se descubre a sí mismo. Tienen la capacidad de mostrarnos el más temible de nuestros demonios y de hallar la más sigilosa inseguridad. Así, el reflejo que muestra es, tantas veces, aterrador como lo es complaciente. Después de todo, nos alarman porque nos muestran ese lado que intentamos reprimir. Bien hacía Borges en temerles. La magia de los espejos, paradójicamente, oscila entre lo que muestra y lo que oculta.

Quizá por esa razón regresamos constantemente a ellos: para constatar lo que somos (y lo que aún no somos).

Es sólo a través de espejos que el ser humano se descubre a sí mismo. Tienen la capacidad de mostrarnos el más temible de nuestros demonios y de hallar la más sigilosa inseguridad. Así, el reflejo que muestra es, tantas veces, aterrador como lo es complaciente.

Su maravilla: están presentes en todo momento. No son sólo los cristales de vanidad erguidos en alcobas. Y de ahí el terror constante de Borges. Muestran el reflejo del humano las aguas serenas de un lago; los sueños taciturnos del desamor; la tinta vertida al papel; las letras que sosiegan el alma; al igual que las cosechas de la amistad. ¡Qué dicha (y que terror) el poder observarse a través de tantos espejos!

Pero, ¿tendrá toda una nación la misma fortuna? ¿Podrá observarse a través de espejos tan certeros y mágicos toda una sociedad?
La respuesta es cruel, pues el espejo nacional no reviste las cualidades poéticas y heroicas antes descritas. Muestran el reflejo de una nación su clase política. ¡Con qué terror se postra México frente a su espejo!

Su reflejo es producto de los demonios que lo han consumido durante años: poca participación ciudadana y políticos corruptos. Y así los muestra. Sin máscaras: el orgullo reformador de Peña Nieto; la ira incrédula de Calderón; la ignorancia en el discurso de Fox; la envidia política de Zedillo; la avaricia capitalista de Salinas; la gula electoral de Miguel de la Madrid; y la lujuria monetaria de Portillo.

Hoy lucen ajenos, pero son viva imagen de nuestra cultura. De indignación, pero conformista. Y es que a través de los años, no hemos querido enfrentar el reflejo. No hemos querido cambiar nuestro espejo, a pesar de tener las herramientas para hacerlo: el voto y la participación ciudadana.

Sin máscaras: el orgullo reformador de Peña Nieto; la ira incrédula de Calderón; la ignorancia en el discurso de Fox; la envidia política de Zedillo; la avaricia capitalista de Salinas; la gula electoral de Miguel de la Madrid; y la lujuria monetaria de Portillo. Hoy lucen ajenos, pero son viva imagen de nuestra cultura. De indignación, pero conformista.

El problema del mexicano es que a la hora de enfrentarse al espejo, en ocasiones, huye con cobardía del reflejo, y decide no inmiscuirse en los asuntos políticos; en otras, peca de vanidad y se enamora del reflejo, optando por una continuidad electoral pocas veces racional; y en otras tantas, se ahoga en su propia inseguridad y, con temor, decide una alternancia poco favorable.

Pero el espejo nacional no tiene que ser visto necesariamente como algo negativo. Es, de hecho, una de las herramientas más útiles: nos muestra los rostros de lo que fuimos, de lo que somos, y de esa manera, nos es posible vislumbrar el horizonte de una manera clara.

…el espejo nacional no tiene que ser visto necesariamente como algo negativo. Es, de hecho, una de las herramientas más útiles: nos muestra los rostros de lo que fuimos, de lo que somos, y de esa manera, nos es posible vislumbrar el horizonte de una manera clara.

Ahí están los Gobernantes demagogos. Con tintes de héroes dedicándose a destruir una partidocracia desde una plataforma independiente, nos han indicado el camino a seguir: la reinvención de partidos políticos. Las leyes prohibicionistas, que al reflejar los resultados obsoletos de las posturas retrógradas y conservadoras, han obligado a la tinta legislativa a tomar modelos liberales y con estricto apego a los derechos humanos.

México debe postrarse, sí, con terror frente a su espejo, pero con valentía, para darse cuenta de lo que es y el rumbo que debe tomar. Sólo a través de una participación activa en la vida política del país podrá el espejo mostrarse benigno con México. Es vital entonces que el ciudadano, con valentía, se postre frente al espejo y acaricie las cicatrices del pasado que le muestre, no como recuerdo nostálgico, sino como presagio de un futuro próspero.

México debe postrarse, sí, con terror frente a su espejo, pero con valentía, para darse cuenta de lo que es y el rumbo que debe tomar. Sólo a través de una participación activa en la vida política del país podrá el espejo mostrarse benigno con México.

Regresó al palacio aún con la última Luna de 1514 a sus espaldas. Faltaban horas para el nuevo amanecer, pero a Nezalhualpilli le aterraba aquello que había observado en el lago de Texcoco. No era la primera vez que sus deidades le revelaban sus maquinaciones sin claridad alguna.

Como tlatoani, había gobernado sabiamente, lo que le ganó la reputación de buen gobernante entre los nobles. Su congoja jamás fue la política, sino su espíritu de poeta. Sin lugar a dudas, su fascinación por la adivinación y por los agüeros también había contribuido a sus pesares, pero siempre fue la poesía la que lo acechaba inclusive en sus sueños. Esa noche antes de ir a la cama, no concilió el sueño. Los dioses le habían mostrado un sufrimiento que no le pertenecía.

A un año de morir, ¿qué le habían mostrado los dioses a tan dotado gobernante? Hay quienes aseguran que fue sólo el proemio de su muerte; el epitafio de su sepulcro. Otros afirman que fue la inminente llegada de Cortés a territorio nacional. Pocos otros aseguran que fue su propio reflejo pero sin la vanidad de la belleza que tanto le caracterizó. Y otros más, aseguran que el reflejó que observó aquella última noche de 1514 fue el reflejo de una nación condenada a sufrir durante más de quinientos años.

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– “Todos los puntos de vista son a título personal y no representan la opinión de Altavoz México o sus miembros.”