“La gran ironía de por qué mueren las democracias es porque se utiliza como pretexto la defensa de la misma democracia.” — Steven Levitsky y Daniel Ziblatt.
La democracia, el supuesto sistema político que promueve la participación ciudadana y la representación igualitaria, está enfrentando una crisis global sin precedentes. En varios rincones del mundo, la promesa de gobiernos democráticos se está desvaneciendo, reemplazada por la sombra del autoritarismo y el poder concentrado. Este fenómeno no es exclusivo de una región, sino que se manifiesta tanto en naciones desarrolladas como en desarrollo, afectando a potencias mundiales y a países con democracias emergentes.
El regreso de la hegemonía en México
Las elecciones recientes en nuestro país han puesto de manifiesto una tendencia hacia el resurgimiento de un poder hegemónico. Durante décadas, el país luchó para liberarse del dominio de un solo partido, logrando establecer una pluralidad política que, aunque imperfecta, representaba un avance significativo. Sin embargo, los resultados recientes sugieren un regreso a los viejos tiempos, donde una élite política y moral busca monopolizar el poder.
La concentración del poder no solo erosiona la pluralidad política, sino que también amenaza la rendición de cuentas y la transparencia. Este resurgimiento hegemónico podría llevar al deterioro de las instituciones democráticas, una disminución de los derechos civiles y la generación de una apatía social.
Frente a la democracia como espectáculo
Del otro lado del Río Bravo, se preparan para unas elecciones que parecen más un espectáculo de entretenimiento que un proceso democrático serio. Las campañas políticas se asemejan a programas de televisión, donde los candidatos actúan más como celebridades que como servidores públicos. Esta teatralización de la política ha desviado la atención de los problemas fundamentales y ha polarizado aún más a la sociedad.
Estados Unidos pareciera estar cimentado sobre instituciones sólidas; sin embargo, el ADN de la sociedad del espectáculo infecta la política, provocando una aparente polarización. Debord, en su libro “La sociedad del espectáculo”, argumenta que la vida social auténtica ha sido sustituida por su imagen representada en forma de espectáculo en la sociedad moderna. Existe una “separación espectacular” donde la vida real está mediada por una serie de imágenes o filtros que nos alejan de la capacidad de generar una realidad diferente. Las lógicas míticas que constituyen nuestra manera de pensar y entender el mundo son el espectáculo.
Hoy en día, la línea entre realidad y ficción parece desdibujarse cada vez más. Incorporamos ilusiones y elementos irreales en nuestra vida diaria a través de la realidad aumentada y virtual. Parece que realidad y ficción han encontrado su punto de encuentro e interaccionan entre sí para cambiar el mundo real y virtual según nuestras necesidades.
En este contexto, no es sorprendente que pensar en “conspiraciones” sea visto con menos escepticismo, cuando en realidad podrían ser estrategias de control de la narrativa por parte de quienes detentan el poder político y económico.
El sistema político estadounidense enfrenta desafíos similares a los de muchas otras democracias en crisis. El próximo 5 de noviembre vivirán una de sus elecciones más interesantes, la sexagésima. En medio del delicado atentado contra Trump y la renuncia de Biden a su reelección, el futuro político de una de las economías más trascendentales se enfrenta a la incertidumbre.
Reflexión: ¿Hacia Dónde Van los Sistemas Políticos?
La crisis de la democracia es solo una parte de un fenómeno global más amplio: la transformación de los sistemas políticos. ¿Es la democracia todavía un sistema vigente en el siglo XXI? ¿Vale la pena luchar por ella, o debemos explorar alternativas más adecuadas para las realidades contemporáneas?
El libro “Cómo mueren las democracias” de Steven Levitsky y Daniel Ziblatt analiza cómo las democracias pueden deteriorarse y colapsar, incluso sin un golpe militar o una revolución violenta. Los autores, investigadores de la Universidad de Harvard, argumentan que las democracias actuales tienden a morir de una manera más sutil, a manos de líderes electos democráticamente que subvierten gradualmente las instituciones y normas democráticas. Esto se logra a través de reformas constitucionales, plebiscitos y fallos judiciales, sin necesidad de tanques en las calles.
Los líderes autoritarios suelen llegar al poder a través de elecciones, utilizando la democracia como pretexto para socavarla. Emplean estrategias como polarizar a la sociedad, deslegitimar a los oponentes y debilitar instituciones clave como la prensa y el sistema judicial. La preservación de la democracia requiere un esfuerzo constante de la sociedad civil y el compromiso de los partidos políticos con las normas democráticas. Los autores proponen vías para evitar el declive democrático, como la destitución de líderes antidemocráticos, la no reelección y el fortalecimiento de los contrapesos institucionales.
“La gran ironía de por qué mueren las democracias es porque se utiliza como pretexto la defensa de la misma democracia”. Levitsky y Ziblatt nos recuerdan que la democracia puede ser socavada desde dentro. Si se quiere evitar que el poder se concentre en manos de unos pocos y asegurar que la democracia, o cualquier sistema político que adoptemos, sirva a los intereses de todos los ciudadanos, es necesario rescatar el interés público e involucrarnos activamente.
La pregunta fundamental es si estamos dispuestos a comprometernos y reinventar nuestros sistemas políticos bajo la idea de hacerlos más inclusivos, justos y representativos. La respuesta no es simple, pero la necesidad de un cambio es innegable.
*Economista y consultor