Gabinete paritario: primer acierto de Macron

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El pasado miércoles, la presidencia francesa anunció a quienes integrarían el nuevo gobierno tras las históricas elecciones que dieron el triunfo a Emmanuel Jean-Michel Frédéric Macron.

De 24 vacantes, 12 serán ocupadas por el género femenino y lo más interesante es que Macron no se limitó a asignar a las mujeres en los puestos “feminizados” (aquellos que tengan que ver con la igualdad, la cultura, la niñez, la juventud, etcétera) sino que habrá féminas al frente de la secretaría del trabajo y de las fuerzas armadas, por mencionar algunas.

Lo anterior constituye un gran avance hacia una democracia paritaria en Francia, la cuna de los ideales de igualdad, libertad y fraternidad.

Pero la universalidad que hoy nos cobija a todas y todos, no existía antes como la conocemos: la normatividad internacional y local se encontraba redactada exclusivamente para que los hombres fueran sujetos de derechos, claro ejemplo de ello fue la Declaración de los Derechos del Hombre y Ciudadano (1789), un documento clave en la historia de la construcción de los derechos humanos y producto de la Revolución Francesa, pero que excluía a las mujeres.

Nicolás de Condorcet, conocido filósofo durante la época de la Ilustración, argumentaba que el alcance del progreso requería de la igualdad de género y, más a profundidad, sostenía la importancia de la inclusión de las mujeres en la función pública para evitar la restricción de la libertad de los electores y la privación de las mujeres de las ventajas concedidas a los hombres, planteando: “¿No han violado todos el principio de igualdad de los derechos al privar tranquilamente a la mitad del género humano del derecho a concurrir a la formación de las leyes, al excluir a las mujeres del derecho a la ciudadanía?”

Hoy las mujeres pueden votar y ser votadas gracias al movimiento sufragista. Pero pareciera que aún hay grandes batallas que conquistar para que la voz de ellas sea efectiva y tenga eco, es decir, para lograr colocarse en puestos de poder.  Por ello, esfuerzos como éste causan singular esperanza.

El presidente francés no es el primero en demostrar su compromiso por el alcance de la igualdad sustantiva entre hombres y mujeres.  Por ejemplo, tan solo hace dos años, el Primer Ministro canadiense, Justin Trudeau, defendió su decisión por la integración 50/50 de su gabinete al declarar que estaba compuesto de esta manera “porque es 2015”.

Y tiene razón, en pleno 2015 (y ahora en 2017) el panorama debería ser distinto, la igualdad entre géneros debería ser ya una realidad. No debería extrañarnos que hombres y mujeres tengan las mismas oportunidades de incidir, de administrar, de tomar las decisiones. Ante la ausencia de ello, existen luchas que buscan transformar las relaciones de poder y erradicar esta práctica de discriminación de las mujeres en el campo de la política. Mucho le tienen que aprender otros países a decisiones como éstas, en las que se actúa más allá de la norma con el objeto de garantizar efectivamente el acceso a los derechos civiles y políticos de las mujeres. Enhorabuena por Francia que se suma a este esfuerzo.

¿Por qué no tenemos políticos como Justin Trudeau?

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Justin Trudeau es prácticamente el it boy de la política… carismático, amante de los animales, comprometido con la defensa de los derechos de los indígenas, impulsor de la equidad de género… en fin, el escenario internacional se vuelca en demostraciones de aprobación, afecto y afición hacia el Primer Ministro canadiense quien desde su campaña, demostró tener un perfil muy diferente al del político convencional.

Pero, ¿por qué en México no tenemos a un político como él? O por lo menos, uno que no tenga miedo de hablar de frente sobre temas como el feminismo, cambio climático, y la mariguana. Muchos podrán ser los motivos, pero me permito enlistar algunas de las razones por las cuales considero que en nuestro país, no vemos un liderazgo que busque romper paradigmas:

1. Por que no queremos.
Así, simple y llanamente no queremos. Nos gusta pensar en que necesitamos una irrupción en el orden establecido. Nos sentimos cómodos con el estereotipo de político que ha permanecido por varias décadas en México y que, para bien o para mal, nos ha llevado hasta donde estamos actualmente.

…es muy válido no compartir la idea de que el Primer Ministro canadiense es una figura política la cual debemos aspirar tener. Más bien, el objetivo de este ejercicio es invitarlos a la reflexión de que es posible divorciarnos de la idea que impera sobre el político como un ser egoísta, corrupto y vergonzoso…

2. Porque no nos la creemos.
O bueno, tal vez sí queremos tener a alguien con el liderazgo como el de Trudeau, pero ¿cómo? si “somos muy corruptos” y “es diferente porque es Canadá”. Y muchos otros argumentos pueden surgir… sin embargo, no olvidemos que desde el lenguaje inicia la construcción del mundo que percibimos con nuestros sentidos. Mientras que no nos creamos dignos de tener algo diferente, mantendremos el resultado constante.

3. Porque desconfiamos de los demás.
Relacionado al punto anterior, no solo nos falta creer que podemos tener líderes diferentes, sino que cuando surge un perfil preparado y dispuesto a hacer las cosas bien, la envidia de quienes hacen las cosas mal y la desconfianza del público general se encarga de opacar ese acenso. Justos pagando por pecadores y así el cuento de nunca acabar… o, aprendamos a observar y analizar antes de criticar y opinar.

4. Porque nos gusta que nos digan qué hacer.
Lamentablemente, este rasgo se puede trazar desde nuestro sistema educativo. Nos enseñan a seguir órdenes y ponernos límites que muchas veces están por debajo de nuestra capacidades reales. Lo peor de todo esto es que no solo nos subestimamos, sino que tomamos una actitud pasiva y nos deslindamos de nuestras responsabilidades, ya que estamos esperando a que ese líder mesiánico nos diga qué hacer, y nosotros contestarles “Sí, Lic.” “Sí, Inge” “Sí, señor presidente”.

Nos falta agudizar nuestro sentido crítico, y entender que la participación ciudadana va más allá de ir a votar o de ningunear a un político en las redes sociales, sino de vigilar, exigir e incluso trabajar en conjunto con ellos para que salgan adelante los proyectos que apoyen al bien común.

5.Por que nuestras instituciones son débiles.
Desde las electorales hasta las de procuración de justicia y de derecho… el común denominador de las instituciones en nuestro país es que la mayoría se doblegan ante los intereses de ciertas élites. Como consecuencia, se crea un ecosistema ideal para que lleguen al poder antes y más rápido personas incapaces pero picudas, que las capaces pero rectas. Fortaleciendo nuestras instituciones podemos evitar tener malos liderazgos, o liderazgos interesados solo en su beneficio (y en el del padrino que los llevó al poder).

6. Por que nos falta madurar nuestra participación ciudadana.
Si bien, es digno de reconocerse que en los últimos años se ha visto un aumento en la participación ciudadana, esto para nada es suficiente. Nos falta agudizar nuestro sentido crítico, y entender que la participación ciudadana va más allá de ir a votar o de ningunear a un político en las redes sociales, sino de vigilar, exigir e incluso trabajar en conjunto con ellos para que salgan adelante los proyectos que apoyen al bien común.

Como mencionaba, estos no son los únicos factores que influyen en el surgimiento de una figura como Justin Trudeau. E incluso me gustaría resaltar que es muy válido no compartir la idea de que el Primer Ministro canadiense es una figura política la cual debemos aspirar tener. Más bien, el objetivo de este ejercicio es invitarlos a la reflexión que es posible divorciarnos de la idea de que impera sobre el político como un ser egoísta, corrupto y vergonzoso; y por el contrario, sí podemos tener algo diferente, alguien a quien respetar, y que nos motive a trabajar en conjunto, siempre y cuando permitamos que las condiciones se den.

Por que lo merecemos.

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