Pan y circo: Cómo se manipula a las masas

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Bien se sabe de los artilugios que en la antigüedad empleaban o aprovechaban los gobiernos para mantener controlada a la población; casos que se remontan a la antigua Roma, donde se incurría al entretenimiento a través de peleas entre gladiadores, muestran claramente lo ancestral que resulta utilizar al elemento previo, y a los respectivos empleadores del mismo, para conservar a los ciudadanos ocupados y alejados de los asuntos que les conciernen directamente (dicho de otra forma, los asuntos políticos). La trascendencia de dichas maniobras ha sido tal, que en la época moderna han podido observarse estas mismas en nuestro país.

Ahora bien, cabe resaltar que, si bien los elementos repetitivos e hiperbólicos de tales recursos empleados por algunos medios de comunicación, logran aumentar considerablemente las posibilidades de distanciar (más de lo que ya esta) al mexicano de los asuntos públicos de la nación, estos no deben encuadrarse de forma absoluta en las infames “cortinas de humo”, o más recientemente “cajas chinas”.

Hay que ser realistas: no siempre es el gobierno el responsable de utilizar estos mismos recursos para el cometido mencionado anteriormente, si no que en diversas ocasiones aquellos llegan a ser el producto de tener unos medios con una ínfima calidad que han visto en programas y noticias que no cultivan el intelecto, la forma perfecta de mantener sus niveles de rating.

… casos que se remontan a la antigua Roma, donde se incurría al entretenimiento a través de peleas entre gladiadores, muestran claramente lo ancestral que resulta utilizar al elemento previo, y a los respectivos empleadores del mismo, para conservar a los ciudadanos ocupados y alejados de los asuntos que les conciernen directamente…

NO OBSTANTE, esto no quiere decir que los servidores públicos no tomen ventaja, por ejemplo, de la programación pobre y repetitiva en los canales principales de la televisión, para así poder realizar libremente sus prácticas habituales consistentes en engañar a los votantes, traicionarlos y saquear las arcas de la nación.

Asimismo, ejemplos no muy distantes del presente sobran; de los casos actuales, cabe mencionar a aquel famoso “romance”, entre el nuevamente capturado Joaquín “El chapo” Guzmán, y Kate del Castillo, el cual ocupó semanas al aire de los noticieros de las televisoras principales, y dentro de aquellas semanas, una conversación filtrada de whatssapp donde incluso se contaba con intérpretes que dramáticamente leían cada uno de los supuestos mensajes enviados por parte de la “aparente pareja”.

Definitivamente, tal dramatización de los supuestos hechos no solo resulta en una pérdida de espacio informativo que pudo ser ocupado en asuntos de mayor relevancia, sino que también insultan y degradan la inteligencia del mexicano. Tristemente, el mencionado caso no es el primero que se presencia. Es, igualmente destacable el suceso ocurrido hace un par de años, que ganó los reflectores mediáticos por más de un mes: el caso Paulette.

…esto no quiere decir que los servidores públicos no tomen ventaja, por ejemplo, de la programación pobre y repetitiva en los canales principales de la televisión, para así poder realizar libremente sus prácticas habituales consistentes en engañar a los votantes, traicionarlos y saquear las arcas de la nación.

Tocando el tema asiduamente por los presentadores de noticias en horarios estelares, dicho suceso despertaba diversas preguntas: Siendo México, un país catalogado como uno donde se violan constantemente los derechos humanos, donde hay un considerable número de desaparecidos y de fallecidos producto del narcotráfico ¿Por qué hubo tanto empeño, por parte de los noticieros, en un solo caso, siendo que hay miles de ellos en todo el país? ¿Por qué no se le dedicó (y se le dedica) la misma cobertura a los demás aún desaparecidos de México?

Tales interrogantes, aunadas a la incapacidad del gobierno para responder de manera fehaciente y efectiva a los problemas que encara la nación, así como la todavía pobre y vergonzosa programación que se aprecia por parte de las principales televisoras, nos dejan clara una cosa: o exigimos y luchamos por tener el gobierno que merecemos, o continuamos en este círculo vicioso, hasta que este llegue a las generaciones venideras.

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– “Todos los puntos de vista son a título personal y no representan la opinión de Altavoz México o sus miembros.”

La apatía del pueblo mexicano

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Actualmente no existe ciudadanía, sino ciudadanos. Necesitamos como ciudadanía, actuar como tal. La ciudadanía es el estado en el cual a una persona se le reconocen sus derechos políticos y sociales, estos le conceden interponerse en la política del país al cual pertenece. No nos hacemos responsable de la situación en la cual se encuentra el gobierno de nuestro país, mientras que nosotros somos la causa por la cual se encuentre tan dañado el sistema político. Somos apáticos ante la política y nos referimos a esta como algo lejano a nosotros pero el hecho de que no nos involucremos, perjudica a la sociedad. Los gobernantes han ido tomando ventaja debido a nuestra indiferencia y ahora que se exponen casos de corrupción, criticamos el suceso pero no hacemos algo al respecto. Esto provoca que nosotros aportemos a estas situaciones, al no quejarnos de las acciones de los gobernantes y al no castigarlos por ello.

Somos apáticos ante la política y nos referimos a esta como algo lejano a nosotros pero el hecho de que no nos involucremos, perjudica a la sociedad. Los gobernantes han ido tomando ventaja debido a nuestra indiferencia y ahora que se exponen casos de corrupción, criticamos el suceso pero no hacemos algo al respecto.

Realmente los ciudadanos somos responsables de la corrupción que existe en el país. Si nosotros, como ciudadanos estuviéramos vigilando y le exigiéramos a nuestro gobernante que éste mismo haga su trabajo como debe, se disminuirá el problema. El obstáculo de esta situación es que el pueblo mexicano le da el poder a los gobernantes de hacer su trabajo de la forma que ellos elijan, esta puede ser buena o mala ya que no tendrán ninguna consecuencia de parte tanto de la sociedad como de los medios. Debemos dejar de darle importancia a los partidos y a las celebridades para aportar más a la discusión política. Al hacer esto estaremos exigiendo más a las personas con cargos públicos y estos harán su trabajo de una forma en la cual nos favorezca a nosotros como sociedad.

Debemos dejar de darle importancia a los partidos y a las celebridades para aportar más a la discusión política. Al hacer esto estaremos exigiendo más a las personas con cargos públicos y estos harán su trabajo de una forma en la cual nos favorezca a nosotros como sociedad.

La corrupción no es un problema que se pueda frenar desde el gobierno, tiene que venir desde nosotros ya que esto se ha ido desenvolviendo debido a nuestra indiferencia y a la falta de sanciones. El obstáculo de esta situación es que esperamos que el gobierno termine con la corrupción cuando en la realidad el problema no puede solucionarse desde la raíz de este. Para que la corrupción se elimine es necesaria una ciudadanía participativa pero sobre todo educada políticamente. Estas son las razones principales por las cuales la corrupción ha agarrado tanta fuerza en el país.

Requerimos que los ciudadanos actúen como una ciudadanía pero sobre todo, asimilar lo siguiente: Si no exigimos que las cosas cambien, no cambiaran. Si no le ponemos un alto a los gobernantes, no pararan. Si no frenamos la corrupción, nunca terminara.

Si no nos involucramos en la política, no mejorará.

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“El Talón de Aquiles” # 9: Radiografía de un Laberinto

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Por primera vez en cuatro años y medio le tomé el pulso al aparato burocrático mexicano. Voy directo al grano. He aquí mis dos conclusiones luego de esta modesta pero intensa experiencia: (1) la presunción de culpabilidad lleva a la culpabilidad y (2) el desordenado cambio para generar eficacia termina generando más desorden. Afortunadamente, lo último que se pierde es la esperanza. Veamos en detalle estas observaciones.

La presunción de culpabilidad lleva… ¡a la culpabilidad!

El Talón de Aquiles de la burocracia mexicana se resume de la siguiente forma: todo ciudadano es fundamentalmente culpable hasta que demuestre lo contrario. A sabiendas de lo odioso que son las comparaciones, me permitiré señalar que en Canadá, país que conozco bien, no solo se parte de la idea contraria, es decir que el ciudadano es inocente hasta que muestre lo contrario, sino que existe además en ese país una cultura positiva de servicio público, en donde el empleado público considera un privilegio – sí, leyó bien: un privilegio – servir a sus semejantes. Sabe el servidor, además, que es su responsabilidad hacer bien su trabajo, pues su sueldo proviene del esfuerzo colectivo generado por los impuestos. La historia es bien diferente en México: muchos de los servidores públicos tienen poco de “servidores”. O mejor dicho, no sirven para nada, tanto literal como figurativamente. He calculado que en el mejor de los casos, se necesita ir a una dependencia pública al menos dos veces: la primera para saber por qué no se pudo hacer el trámite esa primera vez y la segunda para hacerlo. Eso es así, si tiene suerte o si es meticuloso con los requisitos. Porque no es nada extraño perderse en la tramitología burocrática.

He calculado que en el mejor de los casos, se necesita ir a una dependencia pública al menos dos veces: la primera para saber por qué no se pudo hacer el trámite esa primera vez y la segunda para hacerlo.

Recientemente, tuve que ir dos veces a un segundo piso, esperar 45 días hábiles, pasar al primer piso de la misma dependencia para cotejar todo de nuevo, cumplir con nuevos requisitos y sacar copias, para nada. Presenté cinco veces los originales hasta que un día me dijeron que debían verificar que los originales fueran… originales. Ese día decidí tomar vacaciones de la burocracia. ¿Por qué hay tanta informalidad en México? Basado en estas experiencias, propongo dos formas de responder a esta pregunta. La cultura del “no se puede” produce tal pérdida de tiempo y de energía, que muchos deciden, si pueden, no hacer nada (aun cuando preferirían estar en regla). Pero cuando los trámites son indispensables, la carrera de desconfianza alcanza tales proporciones que los controles burocráticos cruzados improbables e inverosímiles terminan atizando la creatividad ciudadana a límites inimaginables. Sería mejor cotejar los documentos una o dos veces, confiar en el trabajo de los colegas y acompañar al ciudadano a alcanzar su objetivo, que por cierto es cumplir con las normas legales que el mismo Estado le impone. Pero eso es imposible: en México somos culpables ante el empleado público y ante tal laberinto, terminamos siendo culpables de verdad, ya sea por inacción o por invención.

Sin un cambio integral y ordenado, las reformas a favor de la eficacia crean… ¡más ineficacia!

En principio, la informatización y puesta en línea de los servicios públicos deberían aligerar la tramitología y acercar el Estado al ciudadano. Eso es cierto si se respetan dos principios. Primero, internet complementa, no sustituye, la oferta de servicios. Si se ponen los formularios en línea pero se retiran de la oficina, los que no tienen acceso a internet no podrán realizar su trámite, aunque se presenten en la oficina y tengan todos sus documentos, pues primero deberán “ir a Internet” para imprimir sus formularios. Esto es así en un país en donde personas van a papelerías a solicitar que les envíen un email. Lo he visto: por MXP 10 (USD 0.80) el cliente dicta su mensaje como en los tiempos de los jefes, las secretarias y las máquinas de escribir. Un gobierno en línea, tal y como se implementa en México, crea entonces una odiosa discriminación entre ciudadanos conectados y desconectados. Se inventa además un paso adicional en el triatlón burocrático.

Si se ponen los formularios en línea pero se retiran de la oficina, los que no tienen acceso a internet no podrán realizar su trámite, aunque se presenten en la oficina y tengan todos sus documentos, pues primero deberán “ir a Internet” para imprimir sus formularios.

El segundo requisito para que una reforma informática genere los resultados esperados, tiene que ver con la eficacia y transparencia en el manejo de la información. Si los trámites son digitalizados y “subidos” a Internet, pero no se rediseñan las páginas para que la información sea fácilmente accesible, entonces este cambio produce más ineficacia: el ciudadano, por más conectado que esté, terminará frustrado por no encontrar la información. Tal vez habrá intentado obtener respuesta telefónica, pero al no obtener éxito, probablemente deberá presentarse en la oficina para que le expliquen en donde encontrar la información… en Internet. Si tiene suerte, es decir si el funcionario conoce la respuesta, deberá ir a buscar un acceso a internet para imprimir, llenar el requisito y entonces volver a presentarse, ahora sí, con los papeles, en la oficina. Y si no tiene suerte, ya sea porque le tocó uno de esos empleados que exigen fotocopias redondas o porque interactuó con uno que intentó ayudar pero no sabía–en México existe también un serio problema de formación de empleados, tanto en empresas privadas como en el sector público– pues habrá, ahí sí, que implorar a la virgencita de Guadalupe, para que por lo menos no se “caiga el sistema”. Es decir, ser un ciudadano conectado no es suficiente.

Si los trámites son digitalizados y “subidos” a Internet, pero no se rediseñan las páginas para que la información sea fácilmente accesible, entonces este cambio produce más ineficacia: el ciudadano, por más conectado que esté, terminará frustrado por no encontrar la información.

El problema es tan serio, que se ha generado un mercado informal que vive a la sombra de esta ineficacia. Alrededor de las dependencias públicas hay papelerías en donde, por MXP 20.00, se pueden sacar citas por internet (cuando se pide este requisito para poder ser atendido), bajar formularios (que nadie logra encontrar por sí mismos). En estos negocios, el personal de fotocopiadora aconseja a su clientela cómo sobrevivir a esta deriva burocrática: no ponga el recibo a la derecha porque se lo rechazan: póngalo a la izquierda. Hágalo al revés, porque al derecho no se lo van a aceptar. Y también existen los “filólogos”. Me refiero aquí, por supuesto, a los especialistas en hacer las interminables filas a las que la administración nos tiene acostumbrados, y que aquellos que tienen un trabajo no se pueden dar el lujo de hacer. ¿Cómo explicar a un Jefe que se lleva días haciendo la misma fila para hacer el mismo trámite, sin resultado alguno? Es mejor pagarle a alguien para que se pelee por uno y que luego regrese con el trámite completo.

Conclusión: no todo está perdido (al menos hay esperanza)

Debo ser justo: en este laberinto burocrático, también me he topado con servidores públicos que sí son serviciales. Admiro, lo acepto, las leyes que obligan a contratar personal con capacidades diferentes. Y, a nivel organizacional, existen algunas islas de eficiencia dentro del mar de ineficiencia.

…en este laberinto burocrático, también me he topado con servidores públicos que sí son serviciales. Admiro, lo acepto, las leyes que obligan a contratar personal con capacidades diferentes. Y, a nivel organizacional, existen algunas islas de eficiencia dentro del mar de ineficiencia.

Existen programas de calidad que funcionan, por lo que algunas sedes se esfuerzan constantemente por ocupar los primeros puestos en atención al cliente. Otras oficinas funcionan con estándares de primer mundo, exigiendo la menor cantidad posible de papeles y simplificando al máximo el acceso a formularios en Internet. El Estado no es solo una colección de frustraciones e ineficiencias. Sin embargo, me queda un sabor amargo, pues mi argumento es más profundo y tiene que ver con la sociedad en la que queremos vivir: ¿Por qué debemos suponer que nos quieren engañar en vez de partir del supuesto que podemos ser solidarios? ¿Por qué vivir en una sociedad de desconfianza cuando podemos hacerlo en una sociedad basada en la confianza? Si en Canadá se puede, de seguro que en cualquier otro país latinoamericano también se debe poder. No. No es idealismo. Se trata de exigir, de reclamar los servicios a los que tenemos derecho, en los estándares de calidad que merecemos, y de no ser castigados por ello.

Fernando A. Chinchilla
Ciudad de México (México), mayo de 2016

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Política: mucho de qué hablar, mucho más por hacer

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Una de las realidades de este país es la siguiente: se habla mucho de la política, pero se hace poco para cambiarla. Pocos son los que pasan de las palabras a las acciones. Los temas más polémicos de hoy en día parecen ser sencillos cuando hablamos y discutimos sobre estos; además uno sólo escucha quejas y reclamos mediante los cuales no muchos logran analizar objetivamente lo que está sucediendo alrededor.

Un comentario que compartió hace unos días una compañera de clase me hizo reflexionar mucho: “Es increíble la cantidad de leyes que existen y lo poco que le importan a las personas”, —dijo. En parte, lo anterior nos pone a pensar en la cantidad de gente que se toma enserio las leyes, y no hablemos sólo de los ciudadanos, sino de la autoridad misma, que se dice ser “fiel a la ley”. Es interesante analizar este comentario y preguntarnos ¿De verdad yo como ciudadano estoy interesado en lo que me rodea? ¿Conozco y respeto la ley, o prefiero quedarme en la ignorancia y seguir viviendo en una burbuja de cristal?

¿Qué más tiene que suceder para que la ciudadanía crea que tiene voz en las decisiones de gobierno? ¿Qué otra tragedia debemos enfrentar como país para que nos demos cuenta de que el cambio depende de nosotros y no solo de los políticos?

La historia de México está llena de héroes y batallas, donde la sociedad salía a las calles, ejercía sus derechos y alzaba la voz. Veo con tristeza el que hoy en día solamente una minoría sea la que protesta y trata de hacer vigentes sus derechos. Desgraciadamente este grupo es solo eso, una minoría. Ante esto frecuentemente me pregunto: ¿Qué más tiene que suceder para que la ciudadanía crea que tiene voz en las decisiones de gobierno? ¿Qué otra tragedia debemos enfrentar como país para que nos demos cuenta de que el cambio depende de nosotros y no solo de los políticos?

¿De verdad yo como ciudadano estoy interesado en lo que me rodea? ¿Conozco y respeto la ley, o prefiero quedarme en la ignorancia y seguir viviendo en una burbuja de cristal?

Me encuentro inconforme con la situación que ocurre en mi estado y en mi país. Las actitudes que uno toma como ciudadano van de la mano con las acciones que las autoridades realizan; si alguien coopera para que estas actividades perjudiquen al bien común no debería estar inconforme. Si uno mismo no realiza su labor como ciudadano, poco podemos esperar de las autoridades. En otras palabras, la situación de Nuevo León —y la de México en general— no pude atribuirse únicamente a las autoridades, sino también a los ciudadanos que no usan su voz. Por ende, es necesario estar informado sobre las situaciones que el estado enfrenta hoy en día.

Me gustaría llegar a pensar que la falta de apoyo por parte de la ciudadanía tiene una fecha de caducidad. Toda esta controversia es generada por la falta de interés que existe en mí alrededor hacia temas de política, la cual nos abarca y nos pertenece a todos. Finalmente, le hago yo al lector la siguiente pregunta: ¿Qué harás hoy para combatir la ignorancia e impunidad que te rodea?

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¿Sólo 120 mil mexicanos contra la corrupción?

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FIRMA EN: www.ley3de3.mx

Para que el proyecto ciudadano Ley 3de3, elaborado por tres acreditados abogados y promovida por variadas organizaciones de la sociedad civil a nivel nacional, avance y entre a un proceso legislativo, se requieren de al menos 120 mil firmas de mexicanos.

Se trata de la primera iniciativa ciudadana que busca convertirse en lo que sería la Ley General de Responsabilidades Administrativas, que formaría parte de la Reforma Constitucional del Sistema Nacional Anticorrupción y sería avalada a más tardar en mayo del 2016.

En las elecciones de 2015 se lanzó a los entonces candidatos una propuesta para que de manera voluntaria dieran a conocer sus declaraciones patrimonial, de intereses y fiscal. Hoy pretende convertirse en ley a fin de que todo funcionario presente esta información al entrar en funciones, y la actualice anualmente por mandato.

Éste aplicará para los tres órdenes de gobierno federal, estatal y municipal. Además, contempla la clasificación de actos de corrupción como soborno, desvío de fondos públicos, tráfico de influencia, abuso de funciones, enriquecimiento oculto, obstrucción de la justicia, colusión, uso ilegal de información falsa o confidencial, nepotismo y conspiración para cometer actos de corrupción.

Se trata de la primera iniciativa ciudadana que busca convertirse en lo que sería la Ley General de Responsabilidades Administrativas…

Para ser recibida por el Congreso mexicano, cualquier iniciativa ciudadana debe ser respaldada por al menos el 0.13% del electorado, lo cual equivale a más de 100 mil personas, según las reglas que el Senado aprobó en abril de 2014.

Sin embargo, 120 mil firmas son apenas una parte significativa de los 120 millones de personas que habitan nuestro México tan golpeado por este problema, un lastre por los enormes costos económicos, políticos y sociales.

Para ser recibida por el Congreso mexicano, cualquier iniciativa ciudadana debe ser respaldada por al menos el 0.13% del electorado, lo cual equivale a más de 100 mil personas…

Y es que la corrupción corroe el estado de derecho de este país, y compromete nuestros aparatos legales y jurídicos en todos los niveles. Es un problema con muchas causas y amplias consecuencias para los ciudadanos, pero no para los corruptos, ya que los casos permanecen entre el olvido y la impunidad, lo que nos lleva a repetir continuamente la misma historia.

Tanto la impunidad como la corrupción han impedido nuestro desarrollo por años, y si algo tenemos en común los mexicanos es el hartazgo por estos males. No desaprovechemos esta oportunidad para pasar de la queja a la acción, súmate al movimiento en ley3de3.mx. Estamos seguros que si hacemos conciencia seremos millones quienes estemos dispuestos a firmar.

Haz algo por Monterrey, por Nuevo León, por México. Se lo debemos.

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Dimes y Diretes: “Se llevan entre las patas al ciudadano… y a Medina”

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Los intereses empresariales siempre van a existir, y estos mismos intereses siempre controlaran de una u otra manera la forma de actuar de los gobernantes. Claro está el caso de Rodrigo Medina con la empresa Multimedios, donde los intereses de Pancho González de expandir su parque de diversiones Bosque Mágico coincidieron la los deseos de Rodrigo Medina de mejorar su imagen. Tras la destapada de esta historia por El Norte, Pancho González contesto, pero no contra Alejandro Junco, no,no, contra FEMSA.

Los intereses empresariales siempre van a existir, y estos mismos intereses siempre controlaran de una u otra manera la forma de actuar de los gobernantes.

Milenio exploto en contra de FEMSA y publico todos los beneficios que esta empresa adquirió por parte del gobierno de Rorro Medina y por el otro lado de la entonces alcaldesa, Ivonne Álvarez. Según Milenio, periódico de la que es dueño Pancho González, los beneficios de FEMSA fueron millonarios, además a diferencia de Bosque Mágico, el Estadio BBVA Bancomer no le da ni un centavo al estado, ellos por lo menos pagan con boletos para accesar al parque, la nota no dice esto explícitamente, pero pues lo dan a entender. FEMSA boicoteo los periódicos de Milenio en sus tiendas de autoservicio, OXXO.

La cuestión aquí es que por mí que estas dos empresas se den con todo unas a otras, ¿a nosotros qué? Pero el problema es que la pelea entre estos dos tiene que ver con los terrenos del olvidado y desértico Parque La Pastora, pues cada quien tiene su interés, por el lado de Multimedios seguir expandiendo Bosque Trágico… Digo Mágico y por el lado de FEMSA tener un complejo “all-in-one” cerca de su majestuoso estadio, es decir al final el que pierde es el ciudadano de una u otra manera, por que todo lo están consiguiendo a través de que el Estado les regale los recursos o bueno por lo menos están tratando que este nuevo gobierno lo haga.

Al que si no me importa que se lleven entre las patas es a Rodrigo Medina, pues ahora sabemos que Medina le regalo mucho a FEMSA y que Ivonne también estuvo con los brazos abiertos para regalarle todo lo que quisieran, pues al final traía beneficios.

Por último quiero agregar que Multimedios le tira a la hipocresía a más no poder, por que por un lado critican el estado de los Rayados de Monterrey, pero por el otro andan aplaudiendo la construcción de un estadio (que no compadre, no es de Tigres lamento decirte) en pleno Río Santa Catarina, pues hasta fueron a Londres a realizar un reportaje ¿y adivina que? De construirse en ese espacio el Estado le regalará todo a los ingleses.

Buen fin de semana.

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El policía y el ciudadano. La confianza ciudadana en las instituciones para el éxito del trabajo policiaco

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Como respuesta ante el incremento de la violencia, tanto Fuerza Civil como los diversos cuerpos de seguridad pública municipales han buscado incrementar su estado de fuerza como estrategia a fin de contener (no reducir ni incidir en la comisión de delitos) los delitos y la inseguridad que se presenta en la entidad.

La Procuraduría General de Justicia en el Estado y Fuerza Civil, así como las dependencias encargadas de la pública municipales, han presumido de la detención de presuntos involucrados (inocencia hasta que un juez determine su situación jurídica) como resultado de su actuar, justificando con esto la necesidad de incrementar su estado de fuerza, así como capacidades, señalando que a mayor número de elementos mayor efectividad.

Sin embargo, esto no ha incidido en la percepción de la ciudadanía ante los cuerpos policiales, lo cual influye indirectamente en su actuar. ¿Cómo incide la percepción de la ciudadanía en estos casos?

Citando un ejemplo de participación e involucramiento de la ciudadanía a la denuncia anónima, como se ha visto al menos en casos a nivel nacional, ésta ha sido fundamental para el combate a la delincuencia, ya que es a través de ésta que se ha podido realizar acciones concretas que han mermado la operación de organizaciones delictivas (es común leer en los comunicados de fuerzas armadas y autoridades federales, la sintaxis: “derivado de trabajos de inteligencia y por medio de una denuncia anónima…)

Sin la confianza de la ciudadanía en las instituciones de seguridad, el trabajo de la policía se ve mermado y en cierta manera, limitado.

¿Qué conlleva la participación ciudadana en el combate a la delincuencia y su incidencia en los cuerpos de policía para la efectividad de los mismos? Sin la confianza de la ciudadanía en las instituciones de seguridad, el trabajo de la policía se ve mermado y en cierta manera, limitado.

El distanciamiento entre sociedad y policía lleva a tener una institución en la que no se confía y por tanto, con la que no se colabora. Esto genera más que un sentimiento de seguridad al ver a los policías, un recelo y una desconfianza generalizada.

La confianza en la ciudadanía se debe ir recobrando un paso a la vez, a través de un cuerpo policiaco profesional y capacitado, donde los controles de confianza sean para el bien de la corporación y no como una forma y justificación para despedir elementos.

La confianza en la ciudadanía se debe ir recobrando un paso a la vez, a través de un cuerpo policiaco profesional y capacitado, donde los controles de confianza sean para el bien de la corporación y no como una forma y justificación para despedir elementos.

Se debe de tener una policía más cercana a la gente, donde se privilegie un trato cercano y humano, dejando a elementos como los de Fuerza Civil, una policía de reacción, a hechos de violencia de mayor intensidad y privilegiando el uso de modelos de policías de proximidad, más cercanos a la gente.

El binomio policía-ciudadano propiciará un flujo de información constante entre autoridad y ciudadanía, que permitirá detectar los problemas de delincuencia previos a que se realicen, y así poder disuadirnos, y en su caso, prevenirlos.

El fracaso de las actuales políticas de seguridad tiene su base en que privilegian la reacción antes que la prevención. El ciudadano necesita de su policía, tanto como la policía necesita del ciudadano.

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Nuestra participación en el Estado de Derecho

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Hoy en día vivimos en una sociedad que muestra un mayor interés en la forma en que se gobiernan las ciudades y se imparte justicia. La administración pública ya no es sólo un tema de conversación para quienes trabajan en ella, cada vez son más los ciudadanos que emiten su opinión sobre los aciertos y desaciertos de las autoridades. Sin embargo, creo que nos hace falta involucrarnos aún más, pasar de ser críticos y convertirnos en partícipes de la solución.

El interés por elevar el estado de derecho de nuestro Estado debe de partir de nuestro compromiso por respetar las normas, las cuales fueron creadas buscando el bienestar común.

Como sociedad, nos hemos acostumbrado a denunciar públicamente la falta de legalidad en nuestro país, pero al mismo tiempo carecemos de un compromiso con los principios que nos rigen como ciudadanos. Criticamos la falta de seguridad vial, pero en muchos casos no se respeta el reglamento de tránsito y cuando se recibe una multa se busca la forma de no pagarla. Nos quejamos de que nuestra ciudad carece de servicios públicos, pero no nos interesamos por estar al corriente en el pago del impuesto predial. Nos asustamos de los niveles delictivos, pero no interponemos una denuncia cuando somos víctimas o testigos de un delito. El interés por elevar el estado de derecho de nuestro Estado debe de partir de nuestro compromiso por respetar las normas, las cuales fueron creadas buscando el bienestar común.

Algunas prácticas que violan la ley son tan comunes que a veces olvidamos que estamos cometiendo una falta o preferimos justificarnos pensando que si muchas personas no respetan esa ley, nosotros tampoco estamos obligados a hacerlo.

Para tener el estado de derecho que queremos, es necesario que realicemos la parte que nos corresponde. La legalidad no se construye con más reglas, sino con el respeto que se le dé a estas. Algunas prácticas que violan la ley son tan comunes que a veces olvidamos que estamos cometiendo una falta o preferimos justificarnos pensando que si muchas personas no respetan esa ley, nosotros tampoco estamos obligados a hacerlo. Toda legislación parte del análisis de una conducta que deber ser regulada, pensar que no pasa nada si hacemos caso omiso es lo que nos lleva a ciudades con altos índices de delincuencia.

No tenemos que esperar a convencer a un gran número de personas de que respeten el marco legal. Nuestro ejemplo puede servir para que alguien más lo haga, y esta cadena se puede convertir en un verdadero cambio para nuestro país. Debemos de ser parte de la solución de nuestros retos como nación, no parte del problema. El estado de derecho se construye cuando una acción social encuentra sustento en una norma, pero sobre todo cuando las personas estamos comprometidas a respetar nuestra legislación.

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