La mañana del miércoles un Juez Federal de Estados Unidos le dictó sentencia de cadena perpetua y 30 años de prisión a Joaquín “el Chapo” Guzmán, líder del Cartel de Sinaloa y acusado de por lo menos 10 cargos de los cuales fue declarado culpable (Narcotráfico, crimen organizado, posesión de armas, lavado de dinero, entre otros.)
Así culminaron 2 años y medio de este proceso desde que fue extraditado a Estados Unidos aquel 19 de enero de 2017, fecha desde la cual, se podía predecir que el desenlace de esta historia fuera el resultado que vimos el día de ayer. El “Chapo” será trasladado a la prisión de máxima seguridad ADX Florence, ubicada en Colorado, mejor conocido como “Alcatraz de las Rocosas” donde pasará los últimos días de su vida – por lo menos hasta que las condiciones de vida a las que será sometido afecten a su ya delicada salud y naturalmente fallezca -.
Sus nuevos compañeros, de los más peligrosos del mundo: Ted Kaczynski, alias “Unabomber”, Zacarias Moussaoui, conspirador de los atentados del 11 de septiembre, Terry Nichols, que perpetró el atentado con bomba de 1995 en Oklahoma, Dzhokhar Tsarnaev, que puso una bomba en el maratón de Boston y Ramzi Yousef, uno de los participantes en el atentado de 1993 contra el World Trade Center de Nueva York, entre otros asesinos seriales. Además, habrá de reecontrarse con dos mexicanos y ex rivales de su organización criminal: Osiel Cárdenas Guillen (del cártel del golfo) y Francisco Javier Arellano Félix (cártel de Tijuana).
A mi juicio, son varias las lecciones que este caso nos deja, mas allá de lo mediático que este pueda ser; las enlisto a continuación.
La primera, que cuando la Agencia Antidrogas – por sus siglas en inglés “DEA” (Drug Enforcement Administration) – y el Departamento de Justicia de Estados Unidos arman un expediente, difícilmente fallan; lo cual, no podemos decir lo mismo del sistema justicia mexicano y sus amplias deficiencias – sobra citar casos – por lo cual, nos apunta los retos institucionales que tenemos para poder juzgar en nuestro suelo a los mexicanos que delinquen y romper las redes de corrupción que impiden que existan las condiciones para ello, sin necesidad de extraditarlos para poder garantizar la impartición de justicia.
La segunda, que el desmantelamiento de los carteles de la droga sigue intacto, y el cártel de Sinaloa sigue operando a pesar de que su líder fue encarcelado y a las disputas internas provocadas por ese suceso; sigue siendo negocio, y la violencia y las drogas siguen en la ruta de ascenso. Por lo cual cabe resaltar lo que Alejandro Hope – analista experto en Seguridad – el día de ayer apuntaba en su columna del Universal: “La pacificación del país no pasa, o no pasa solo por la captura y encarcelamiento de uno o mil capos”.
El crimen organizado está ya tan institucionalizado y con intereses internacionales que difícilmente alteras ese negocio con la captura de un líder, así se llame Joaquín “el Chapo” Guzmán.
La tercera, que la dureza de las penas y las prisiones de Estados Unidos son – en muchos casos – inhumanas y con un profundo irrespeto a los Derechos Humanos. Estoy de acuerdo en el sentir de muchos de que “el Chapo” Guzmán fue responsable directa o indirectamente por acciones u omisiones del sufrimiento de muchas familias, y que el peso de la ley debe caer sobre el responsable del cártel. Sin embargo, existen condiciones humanas básicas para vivir una vida con el mínimo de respeto y dignidad; que a mi parecer, va mas allá del delito que hayas cometido o no. Me queda claro que el argumento de la reinserción a la sociedad de un personaje como el, no cabe aquí, pero el garantizar el estricto respeto a los derechos humanos debe ser indispensable en las prisiones no solo de Estados Unidos, si no también de México, lo cual por cierto, es una asignatura pendiente.
Y hago mucho hincapié en este tercer punto, pues es de todos conocido que la prisión de máxima seguridad de Colorado, la “ADX Florence”, tiene a los presos aislados evitando así la interacción entre ellos; no escuchan absolutamente nada al exterior de su espacio de 4 metros cuadrados, es decir, una extrema limitación de sus sentidos (no escuchar, no ver y no sentir lo suficiente); no existe un comedor, únicamente les entregan la comida por una rendija; estás 23 horas del día en tu celda y solamente 1 hora en un patio al exterior sin compañía alguna. Todo lo anterior bajo una estrategia de castigo muy poderosa: la soledad; que para efectos prácticos, es una tortura por el resto de su vida, donde quienes ya tenían algún tipo de trastorno mental, empeoran, y quienes llegan sin alguno, lo adquieren.
Falta ver qué información pueda este personaje todavía otorgar – en el supuesto de que quiera hablar, o en su caso, que lo dejen hablar – que permita el desmantelamiento de redes de complicidad, narcotráfico y lavado de dinero, incluso dentro del Gobierno de Estados Unidos, pues es de llamar la atención que no se mencione a ningún cómplice del país vecino, pero si exhiban a gobiernos mexicano.