Hace alrededor de 7 años, cuando comencé mi carrera profesional, una maestra de la universidad nos explicó de manera breve y concisa los efectos del TLCAN en México. Ella decía que antes del tratado de libre comercio con Estados Unidos y Canadá, solamente existían chicles como el “Chicle Totito”. Pero después de la apertura del tratado en 1994, llego el Trident, con mejor calidad y no te tiraba los dientes. En resumen, el chicle totito estaba destinado a desaparecer, mientras que el gringo Trident se volvía el estándar de calidad.
La cuestión es que desde esa entonces y desde la última vez que vi un chicle totito en la calle, la calidad y sabor de este no han mejorado, en nada. Esa es la historia de México frente al TLCAN, tratado con el que Salinas prometió que nuestro país entraría a la “modernidad” y se volvería una de las principales economías del mundo.
El tratado no es malo, pero la disparidad entre la fortaleza de la economía estadounidense frente a la mexicana, era y es tremenda.
¿Qué hizo el gobierno mexicano para combatir esta disparidad? Buscar inversión extranjera directa, ni más, ni menos. En México, el TLCAN no se vio como una oportunidad de fortalecer la economía y el mercado interno para competir con el mercado estadounidense y canadiense.
Al contrario, fue el momento para muchos de dormirse en sus laureles, y ver como poco a poco manufactureras gringas llegaban, sí con mucho dinero para invertir, sí con trabajos, pero mal pagados y muchos con mínimas prestaciones.
Hoy por hoy, esta actitud de estar esperando que del norte nos cayera dinero, ha causado que México esté en contra de la pared durante las renegociaciones del TLCAN. No nos dejemos engañar, por más que muchos expertos consideren que es mejor abandonar a la de ya el tratado de libre comercio y voltear para otros lados, esta acción afectaría más a México que a los Estados Unidos.
De golpe miles de fábricas cerrarían, millones de trabajos se perderían y negocias que han podido lograr exportar sus productos, tendrían un desplome en sus ganancias.
Tampoco la solución es abrirse a mercados como China. Aunque muchos proponen que volteemos al gigante asiático, la realidad es que, si no pudimos con la magnitud del mercado estadounidense, mucho menos podremos con el chino.
Los chinos en lo que son expertos es en fabricar en masa y su mercado se distingue por ser depredador. Hoy uno puede encontrar artesanía mexicana pirata, hecha en China, siendo este un claro ejemplo de que la apertura completa con ese mercado, tendría los mismos efectos que el TLCAN, es decir los sectores más pobres y vulnerables serían los más afectados.
La verdadera solución es que se apoye incondicionalmente al mercado interno. Se debe de apoyar al sector primario, a las PyMES y a las grandes ideas que tienen muchos emprendedores mexicanos.
Sí, hay grupos que apoyan cada uno de estos rubros, pero no son suficientes, se necesitan más. El día de ayer leía una entrevista al empresario regiomontano Alfonso Romo, quien forma parte del proyecto de nación de Andrés Manuel López Obrador, y él mismo mencionaba esto, “se debe de fortalecer el mercado interno”.
Lo importante es que este chip, no lo traiga solamente el candidato de Morena, sino todos los candidatos hacia el 2018. Aún de más importancia es que el actual gobierno comience con las acciones en apoyo de la economía mexicana, aunque hay que mencionar que ya van muy tarde, puesto que el chicle totito, sigue siendo lo mismo que antes del TLCAN.
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