En los pasados días, se publicó un acuerdo por parte del CENACE sobre la limitación de privados en su participación en el mercado eléctrico.
El presidente ha usado una frase recurrentemente “Hay que poner el piso parejo” para CFE y ha sostenido que se les ha dado prioridad a los privados que a CFE en la compra de energía eléctrica.
Esto último es muy interesante de precisar, porque más allá si se está de acuerdo o no en la nueva normativa que limitaría a los privados, es una realidad el hecho de que se ha desmantelado el sistema eléctrico nacional a lo largo de los años, especialmente en el periodo neoliberal del que tanto hace alarde la 4T.
En los límites de Apodaca y San Nicolás de los Garza al norte de la ciudad están numerosas empresas y almacenes de diversos tipos, desde las plantas de Hylsa (ahora Ternium), un parque Kalos, KIR, Conductores Monterrey, entre otras. En la avenida López Mateos / Carretera a Roma durante muchos años existió una Termoeléctrica de la CFE de nombre Monterrey I. Las notas periodísticas de la época de Fox y Calderón hablan de que la planta era incosteable, era poco eficiente y con un panorama desolador. Actualmente, no existe más la termoeléctrica, sin embargo, las instalaciones son usadas como almacén y funciones varias. Esta situación ha pasado en diferentes estados y con plantas de diversos tipos.
La CFE desde la nacionalización de la industria eléctrica sirvió para conectar al país entero y dotarlo de un servicio vital para el desarrollo de un país. Sin embargo, los años pasaron y las capacidades de CFE fueron minadas, una parte, por el avance tecnológico al cual CFE no correspondió y otra parte, por su dependencia en recursos públicos cada día más escasos que no le alcanzaban para mejorar.
CFE se llenó de plantas viejas, poco productivas, sindicatos con pasivos laborales altos y con un atraso respecto a las empresas eléctricas del mundo. En el mundo, numerosos países como Reino Unido, Argentina, Francia, España, abrieron su paso a los privados en el sector.
Recordemos la nefasta extinción de Luz y Fuerza del Centro realizada por Felipe Calderón, justificada ampliamente en TV Azteca, principalmente, a quien se acusó de ineficiente y representar una carga. A decir verdad, LyF tenía adeudos enormes de privados e instituciones públicas que jamás quisieron pagar. De paso decir que desde De la Madrid se inventaron zonificaciones para LyF y para CFE especialmente en el Valle de México y sur del país generando ineficiencias en un reparto por demás arbitrario.
Estas historias refuerzan la percepción de la política gubernamental de abandono deliberado del sector energético en donde se buscó someter a las empresas a “competir” en franca desigualdad al tener saqueos fiscales y limitaciones presupuestarias. El objetivo era claro: Debilitar, desmantelar y privatizar.
El argumento histórico frente a las empresas estatales es que los monopolios, además de ser ineficientes por definición, distorsionan los precios al consumidor. Sin embargo, una empresa estatal tiene otras razones de existir, no solo el lucro y la maximización de beneficios, como una empresa privada, sino también la de subsidiar a los sectores menos favorecidos y llegar a zonas donde a un privado no le costea, especialmente en ese México rural y atrasado. Esa es la razón de ser de CFE.
Sin embargo, en los últimos 30 años, el gobierno fue cerrando o deshaciéndose de plantas, como la termoeléctrica de Apodaca, justificando con datos que, realmente, mostraban que la ineficiencia de las plantas, pero ignorando el desmantelamiento y la discrecionalidad para la entrada de privados nacionales y extranjeros, donde políticos y grandes empresarios figuran como socios. Además, se dieron casos de políticos y funcionarios del sector (Ej. Rosario Green, secretaria de Energía de Fox, el propio Felipe Calderón con Iberdrola) en un fenómeno de puerta giratoria pasaron a la iniciativa privada con información privilegiada del sector y quitándole más espacios a CFE.
Además, se brindaron subsidios justificados solo en politiquería a entidades e instituciones públicas aunado al perenne impago de empresas privadas. Todo esto suma al abandono.
Ahora, se pega el grito al cielo, desde los privados por la reglamentación que quiere el nuevo gobierno, cuando, por ejemplo, mediante políticas de despojo y contaminación del suelo, la industria eólica se ha establecido en lugares del Istmo de Tehuantepec. O también cuando los privados han relegado a la CFE a ser una empresa de distribución, puesto que los privados producen “más barato” y la CFE tiene que comprarles electricidad.
Los privados suman y son bienvenidos a participar en el sistema eléctrico nacional. No obstante, el presente gobierno quiere revivir una empresa en una competencia desleal y con numerosos atrasos tecnológicos que difícilmente serán subsanados en 6 años, lo cual resultará caro, lento y políticamente en disputa constante por la oposición vinculada a los lobbies energéticos.
Lo dicho, dicho está.