“Los guerreros victoriosos ganan primero y después van a la guerra. Los guerreros derrotados primero van a la guerra, luego buscan ganar” – Sun Tzu.
Una de las máximas habilidades en el arte del general, o estrategia, es la capacidad de cálculo. La guerra y la política guardan una relación íntima, vital en su esencia: la noción amigo-enemigo; el conflicto; la lucidez al tomar decisiones; la moral de la tropa; el espionaje; el engaño. Hitler erró en su cálculo de abrir múltiples frentes y buscar invadir Rusia en el invierno. Nixon erró en su cálculo de permitir y posteriormente negar el infame escándalo de espionaje de Watergate. El desafuero contra Andrés Manuel López Obrador fue calculado como una estrategia para destruirlo, y terminó por colocarlo como el principal personaje opositor al “sistema” y fortaleciendo su primera candidatura presidencial. Nos dice Sun-Tzu: “No hay más de cinco notas musicales, sin embargo, estas cinco crean más melodías de las que podrán ser escuchadas”. El cálculo estratégico requiere de un elemento primordial: la imaginación, y cuando esta falta, se nota.
“La reputación de McConnell como un maestro de la táctica recibe un golpe” fue un titular de ayer del New York Times tras el revés que sufrió el Senador republicano Mitch McConnell, que se vio obligado a posponer la votación de la ley de salud que echaría por la borda el famoso “Obamacare”, que provocaría que millones de personas pobres perdieran su servicio de salud y beneficiaría a quienes más tienen. McConnell apostó a que todos los senadores republicanos se unirían a la que quizá sea la principal promesa del llamado “Grand Old Party”: echar abajo el sistema de salud construido por Obama. Se equivocó.
Senadores de diversos estados se echaron para atrás por la razón más lógica del mundo: la (contra) reforma afectaría gravemente a muchísimos de sus electores, que en campaña vitorearon rabiosamente los dichos de Trump, muchas veces sin la conciencia de que estos cambios les afectarían también a ellos. Quizá los republicanos acaben pasando una versión regresiva (aunque menos agresiva) de la ley, pero el error de cálculo fue evidente.
Los meses siguientes serán fundamentales en términos de cálculo para actores locales y nacionales: ¿Tiene sentido para Jaime Rodríguez volverse el principal enemigo de la prensa, desde el gobierno, antes de una posible candidatura presidencial? ¿Le conviene al PAN y PRD una candidatura presidencial conjunta, o perderían credibilidad y acabarían allanando el camino a AMLO? ¿El PRI debería impulsar una candidatura propia competitiva y al mismo tiempo pensando en apuntalar la de otro partido o coalición, dada su baja reputación? ¿Debería AMLO considerar la posibilidad de construir un gobierno de coalición? ¿Las organizaciones civiles de Nuevo León deberían dedicar su tiempo y esfuerzo a construir base social, más que a participar en consejos o espacios tradicionales?
Vienen tiempos que exigen cálculos complejos, y por ende, de las mentes que puedan realizarlos.