En la música y en el teatro es muy notorio cuando los tiempos traen cambios. El público deja de consumir determinado contenido y los artistas tienen que renovarse para seguir vigentes. El olvido es el destino para los que no lo hicieron.
Así pasa en la política y eso le pasa a Andrés Manuel en este 2020. El siglo XXI trae nuevos retos y complejidades que vivimos día con día. Entre tantos temas, incluido el recrudecimiento de la violencia vinculada al crimen organizado, está la reivindicación de las cuestiones de género.
Andrés Manuel es un luchador social nato, viene desde los movimientos populares de Tabasco. Sin embargo, viene de una época donde los debates incluían a Stalin, al PRI y al movimiento ferrocarrilero o de electricistas. Movimientos de hombres, por hombres y para hombres.
Andrés Manuel fue creciendo en fama y en poder. Llegaron los 2000s y el “proyecto de nación” se fue configurando. Desde una narrativa contestaría en 2006 a una centro-izquierda en 2018.
Sin embargo, aunque el triunfo fue aplastante en 2018, las alianzas de AMLO lo han vuelto tibio en numerosos temas, especialmente de corte progresista. Se niega a hablar del matrimonio igualitario, de los feminicidios, del aborto, de la migración, etc.
Es cierto que el Gobierno no es sólo él y que tanto en su staff como en su partido existen personas con la capacidad y voluntad para impulsar agendas de todo tipo, a final de cuentas, la 4T es un movimiento heterogéneo en su composición.
Andrés Manuel, así como un cantante viejo, tiene que aprender nuevas canciones y adaptarse al mercado. No puede repetir el decálogo irrisorio de hace días para hacer frente a las demandas de los grupos feministas. Es mejor no hablar, que decir algo incorrecto. Como bien dice, Zepeda Patterson, Andrés Manuel ve a los feminicidios como parte de la espiral del terror que fue la narcoguerra desde 2006. Sin embargo, el fenómeno va más allá de eso, por ejemplo, lo que pasaba en Ciudad Juárez. Son crímenes de odio, crímenes de una sociedad donde la mujer tiene un lugar inferior.
No se necesitan Constituciones Morales, ni sólo buenas intenciones -que creo él tiene-. Los terribles casos de Ingrid y de la niña Fátima son reflejo de instituciones débiles, de una ruptura en el tejido social, de desatenciones del DIF y los sistemas de seguridad social y de una burocrática impartición de justicia.
La propia Claudia Sheinbaum ha reconocido las negligencias en diversas instituciones en estos casos.
AMLO tiene que asesorarse y hacerse acompañar por un equipo que lo instruya debidamente en temas de género, de derechos humanos y demás temas que desconoce. En su afán personalista, sus respuestas han sido con falta de tacto y sin medir el alcance. No puede salir a pedir que no se rayen paredes o no se publique algo en prensa de un tema.
Guste o no, la violencia de género es un tema que nos atañe a todas y todos y que nos tiene sumidos en una crisis nacional. Las marchas tienen que seguir, las compañeras tienen que seguir en movilización constante y el gobierno tiene que seguir bajo asedio, aunque “les caliente”, aunque los saquen de contexto, la oposición sea mezquina y se tengan que defender. Esto es así, es el costo de hacer una mejor sociedad.
Lo dicho, dicho está.