¿Para quién son los puentes peatonales?

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‘Quedamos muy lejos, mejor damos otra vuelta para buscar un estacionamiento más cerca’. Esa es una frase común al buscar estacionamiento y no encontrarlo frente al lugar que se visita.

Sin embargo, al ver un peatón cruzar una avenida también es común escuchar dentro de un auto, muchas veces a exceso de velocidad: ‘mira nada más, que flojo, por no usar el puente peatonal que está allá a varias cuadras se cruza corriendo’.




En días pasados, casi al mismo tiempo que nos enteramos que los diputados del Congreso del Estado de Nuevo León se autorizaban la compra de 22 autos nuevos, escuchamos su exhorto para hacer obligatorio el uso de los puentes peatonales y solicitar a los ayuntamientos colocar mallas ciclónicas y muros de concreto ya que se ven a diario peatones víctimas de atropellos por no usar los puentes peatonales y su “falta de pericia”.

Para entender un poco mejor los puentes peatonales realizamos un ejercicio para medir la distancia que recorre un peatón por un puente peatonal y comparemos con la distancia que recorrería si lo hiciera a nivel de calle. 45 metros a nivel de calle contra 203 metros usando el puente peatonal con rampas de pendiente cansada y superficie derrapante.

Para tomar una iniciativa dentro del Congreso o en cualquier ámbito de trabajo, se deben hacer una serie de cuestionamientos que den fundamentos sólidos más allá de los hechos.

Primero me preguntaría si los que hicieron y avalaron la propuesta son usuarios de transporte público, caminan a diario y usan los puentes peatonales. De no serlo, con una semana que lo hagan les dará una buena perspectiva y sensibilidad del tema y podrán ver las cosas como automovilistas y como peatones. Quizás vean que el problema está en la infraestructura que se le brinda al peatón y no en su uso.

Después preguntaría si investigaron ¿cuántos de los accidentes mortales en avenidas en las que se involucran peatones se registran a exceso de velocidad o alguna otra falta al reglamento de tránsito?




Y después haría una serie de preguntas que den valor a la propuesta, como puede ser si la iniciativa proporcionará facilidades de manera obligatoria a las personas con discapacidad y de la tercera edad.

También preguntaría si conocen las distancias y condiciones de banquetas en las que los usuarios de transporte público tienen que recorrer desde su lugar de origen a una parada de transporte público y de nuevo de una parada de camión al puente y de ahí a su lugar de destino.

Ya que se habla de hacer el uso obligatorio preguntaría si esto incluye los puentes que indebidamente están en calles que cuentan con semáforos, velocidad restringida y sirven sólo como anuncios publicitarios generando contaminación visual a la ciudad.

Y ya por último ¿revisaron el reglamento homologado de tránsito que está a punto de entrar en vigor para no estar duplicando propuestas o generar otras que no vayan en su contexto?

Desde la caída del muro de Berlín la tendencia es eliminar barreras y no crear nuevas. Hacemos burla de la iniciativa del candidato presidencial de Estados Unidos, Donald Trump por su propuesta de un muro fronterizo para evitar el paso a quienes considera indeseables mientras localmente los encargados de hacer las leyes proponen muros a los más desfavorecidos para dar tranquilidad y libre paso a los autos que muchas veces circulan sin respetar los límites de velocidad.

Estoy consciente que el tema siempre es polémico y que habrá casos en que la existencia de los puentes se justifique, pero también es un tema digno de tratar para cambiar la visión del modelo de ciudad actual por el de una mejor planeada que considere al peatón en lugar de limitarlo y ponerle barreras.

También hay una gran tarea de análisis para generar propuestas con una visión de largo plazo donde las iniciativas estén enfocadas a crear y no a parchar, limitar y discriminar.

Una atenta invitación a buscar mejores alternativas para generar cambios efectivos en temas de movilidad.

Si se sigue pensando de la manera actual, no duden que pronto se exhorte a que las mallas y los muros sean pagados por los peatones.

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– “Todos los puntos de vista son a título personal y no representan la opinión de Altavoz México o sus miembros.”

Día mundial sin auto

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El 22 de septiembre se celebró el día mundial sin auto. Ese día se acostumbra demostrar que es posible llevar a cabo las actividades del día sin utilizar un automóvil privado.

En mi caso, era posible no utilizar mi auto durante el día si planeaba mis actividades al inicio de semana. Pero esa no es la realidad de un gran número de personas que a diario salen en sus autos a realizar sus actividades, así que me puse a hacer el ejercicio del día sin auto como un análisis y reflexión de lo que pasaba en el contexto en el que habito.

Vivo en una zona céntrica de la ciudad en la que se mezclan casas, algunos edificios habitacionales, muchas escuelas y muchos negocios de distintos tamaños y número de empleados en lo que antiguamente fueron viviendas unifamiliares.

Decenas de autos llegan todos los días a la zona y estacionan sus autos en la calle durante toda una jornada laboral dejando muy limitadas las opciones de estacionamiento a los residentes que no cuentan con cocheras o estacionamientos exclusivos.




Sumada a esta situación, encontramos camiones de reparto, personas que llegan de vista a casas u oficinas que al no encontrar donde estacionar sus vehículos utilizan con este fin y en completa impunidad la banqueta y otros espacios prohibidos en el reglamento de tránsito generando graves dificultades a los peatones.

Los mismos negocios al no contar con espacios suficientes de estacionamiento han transformado sus predios para crear cocheras y cajones de estacionamiento, muchas veces tomando parte de la banqueta, obligando a peatones a circular por el arroyo vehicular. Si llegas a reclamar la invasión del espacio público peatonal te dicen que con el tiempo han logrado ‘derechos adquiridos’.

Bajo este contexto me surgieron algunas preguntas: ¿es la opción más sustentable trasladarse al trabajo en un auto que estará parado todo el día ocupando un espacio de estacionamiento de la vía pública? ¿Realmente es el centro de la ciudad el lugar adecuado para oficinas que no cuentan con estacionamiento y sí con un gran número de empleados y visitantes que llegan en autos? ¿Se pueden adquirir derechos de un bien público para el uso privado? Supongo que no, pero de ser así, ¿cuándo y de qué manera los ciudadanos adquieren de nuevo el derecho al bien público que le corresponde y les ha sido arrebatado para beneficiar a particulares?




Si bien el ejercicio de un día sin auto nos enfrenta a observar nuestras acciones y ver con otra perspectiva los usos y abusos de movernos en auto, nos deja abierta la opción de replantear el modelo de ciudad que tenemos y buscar soluciones enfocadas en un mejor transporte público, en restricciones de estacionamiento en zonas que se busca repoblar y en el cumplimiento de un reglamento de tránsito enfocado a la seguridad del peatón.

Al menos en el tema de movilidad, el mejor ejercicio será no pensar en la ciudad que queremos solo un día del año en el que se nos invita a vivir la ciudad sin auto. Todos los días pueden ser momento de reflexionar la ciudad que vivimos, la que queremos tener y las soluciones en las que podemos participar.

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Reglamento vs. Usos y costumbres

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“¿Por qué se llevan mi carro si yo siempre me he estacionado del lado derecho y nunca me habían dicho nada?”

“Me estacioné sobre la banqueta porque aquí no hay donde estacionarme, no se pueden llevar mi carro nada más así”

“De acuerdo a la autoridad y ‘su’ reglamento está prohibido estacionarse en la esquina y por eso se está llevando el auto la grúa, ¿cómo ven?”

“Eso de las fotomultas es pura robadera, primero arreglen los baches”

“Ahora sí están haciendo su agosto con las multas, ya hablé con el oficial y con tres mil pesos lo bajan de la grúa aquí a la vuelta”.

“Está mal que te multen, cada quien interpreta el reglamento a su manera y a lo que se necesita”




Estos son solo algunos de los comentarios que he escuchado con relación a la aplicación del reglamento de tránsito en los municipios del área metropolitana de Monterrey.

Las críticas al reglamento han sido severas pero al cuestionar a quienes las hacen siempre me he topado con un factor común: No han leído el reglamento de tránsito.

Las multas de las que hay quejas no son producto del nuevo reglamento, siempre han existido.

La realidad es que aprovechando la falta de agentes de tránsito que por muchos años no han hecho recorridos frecuentes por las calles aplicando las multas que marca el reglamento, se ha dado pie a que las reglas de tránsito válidas sean las impuestas por la comodidad de los que usan un auto.

El resultado ha sido una comunidad ajena a la autoridad regida por los usos y costumbres que ahora se resiste a cambiar sus hábitos y se le dificulta ver en el reglamento un mecanismo regulador que busca el orden, la seguridad y la armonía de la sociedad.

Vale la pena entender las diferencias entre vivir un reglamento o seguir viviendo bajo los usos y costumbre con algunos ejemplos:

• La diferencia entre salir vivo o muerto de un hecho de tránsito está en el diferencial de velocidad permitida y la excesiva a la que se protesta por una multa.

• La diferencia entre la libre circulación de una persona con discapacidad o un peatón está en ese auto estacionado en una esquina o sobre la banqueta que nos sorprende que se lleve la grúa.

• La diferencia entre un peatón que cruza una calle con seguridad o hacerlo con peligro está en interpretar que una vuelta a la derecha en luz roja significa revisar la presencia de un peatón en lugar de voltear sólo a ver si no viene otro auto.

• Y aunque suene utópico, parte de la diferencia entre un municipio con recursos para mantenimiento en sus calles y uno sin recursos está en evitar pagar una multa que tiene el comprobante de pago de una dependencia o el ser parte de la corrupción y preguntar directamente a un oficial de tránsito: ¿cómo nos podemos arreglar?

¿Qué ciudad queremos tener? Una ciudad en la que participen peatones, personas con discapacidad, ciclistas, usuarios de transporte público, transporte de carga y automovilistas con seguridad y armonía o una que beneficiando la comodidad de unos cuantos deja vulnerables a los demás.

Si la que queremos es la primera, hay que empezar por conocer el reglamento, vivirlo y respetarlo. Y como no estamos exentos al error, en caso de equivocarnos se deben afrontar las sanciones, son el costo del aprendizaje de una vida en sociedad.

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La rotonda del Tec sin darle vueltas

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Las adecuaciones de la rotonda del Tecnológico de Monterrey han generado gran polémica entre algunos vecinos y automovilistas que circulan principalmente por la Avenida Eugenio Garza Sada.
Algunos muestran dudas y descontento sobre la importancia de esta obra. Yo me pregunto si ya escucharon la opinión de los cientos de peatones que cruzan por este espacio público diariamente. La mayoría son estudiantes que cruzan varias veces al día y lo hacen en condiciones poco seguras.

Hago esta pregunta porque generalmente se critica cualquier adecuación vial desde la perspectiva del automovilista que busca el beneficio reflejado en velocidad y tiempo de traslado. Pero no sólo el transporte privado participa en la movilidad. También hay usuarios de transporte público, ciclistas y por supuesto hay peatones.

La visión de urbanismo de la ciudad está cambiando y se empieza a dar prioridad a mejorar las condiciones del espacio público bajo una jerarquía.

Parte de este cambio y la aplicación de esta escala se ve reflejado en el nuevo reglamento de tránsito del área metropolitana de Monterrey.

De acuerdo a este nuevo reglamento, en su artículo segundo, que es el que da fundamento a todo su contenido, dice lo siguiente:

ARTÍCULO 2.- El uso del espacio público en los diferentes modos de desplazamiento marcará las prioridades conforme a la siguiente jerarquía:

I. Peatones;
II. Ciclistas;
III. Motociclistas;
IIII. Usuarios y prestadores del servicio de transporte público individual o colectivo;
V. Usuarios de transporte particular automotor; y
VI. Usuarios y prestadores del servicio de transporte de carga.

Bajo esta perspectiva de convivencia la obra que se realiza en la rotonda del Tec es mucho más que un arreglo estético. Es el primer paso para la construcción de una ciudad que en sus calles mueve personas y no autos.

Era de esperar las reacciones negativas a este proyecto porque no es el proyecto tradicional que busca dar mayor fluidez y velocidad a los autos, pero de nuevo cuestiono: ¿haciendo los proyectos tradicionales se han solucionado los problemas de movilidad de la ciudad? Definitivamente no. Solo han sido parches para tratar de disimular la obsolescencia de obras previamente construidas.

Seguramente habrá quien prefiera que se construyan mas carriles para autos y pasos a desnivel, pero ya sabemos que al poco tiempo las calles vuelven a estar colapsadas y recordemos que la zona del Tec es una zona escolar que por reglamento tiene una velocidad moderada que actualmente no se respeta.

También habrá quien exija “por seguridad” que se construya un puente peatonal para los peatones que cruzan por la rotonda, pero esto no está de acuerdo a la jerarquía de movilidad, eso es darle prioridad y velocidad al flujo vehicular y desde el auto no se ve que un puente peatonal es inaccesible para personas con discapacidad, ni se ve con perspectiva de género para darse cuenta que es crear un espacio peligroso para mujeres solas.

La rotonda es un proyecto urbano acorde a una nueva visión de ciudad congruente con el reglamento de tránsito. Su eficiencia dependerá del respeto y la aceptación al cambio que en la práctica le den los usuarios y de su adecuado y frecuente mantenimiento.

A una rotonda que dará paso seguro a peatones, no disminuye los carriles para automóviles y cambia el contexto estético y de movilidad de la zona, hay que darle la oportunidad. Puede ser el inicio de una verdadera regeneración urbana.

FB: https://www.facebook.com/LABANQUETASERESPETA

Twitter: @banquetalibre

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La Lucha del peatón regiomontano

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El tradicional superhéroe mexicano usa máscara, pero ante todo es un luchador. Peatónito es un luchador y activista social por los derechos de los peatones en la Ciudad de México y estuvo de visita en Monterrey conociendo las dificultades que tienen los peatones regiomontanos.

En un breve recorrido por la Avenida Simón Bolívar cerca del área médica universitaria, encontramos banquetas convertidas en estacionamiento que no dejan el más mínimo espacio para la circulación segura de los que transitan a pie.

Y si esto ya es un problema serio, el cruzar las calles se convierte en un peligro al no existir pasos cebra, tener que esquivar mobiliario publicitario, no contar con semáforos adecuados para el cruce seguro de peatones y muchas vueltas a la derecha en luz roja en las que la precaución significa ver si no viene otro auto y no si está un peatón cruzando la calle.

La prioridad del peatón en la ciudad no es respetada. De este recorrido se realizó un vídeo que se publicó en las redes sociales de la plataforma Cómo Vamos Nuevo León y los comentarios fueron tan variados desde los que vieron con gusto la visita de Peatónito apoyando sus acciones hasta los conductores que se defendían diciendo que no eran cuidadores de los peatones poniendo por encima de todo la preferencia del auto.

Pero los comentarios que más llamaron mi atención fueron los que consideraban que las banquetas no estaban tan mal, no veía la velocidad de la avenida como excesiva, ni veían mal que se estacionaran autos sobre la banqueta si dejaban un pequeño espacio para circular a pie.

Normalizar el exceso de velocidad, ver con indiferencia las malas condiciones de banquetas y la apropiación del espacio público para uso privado es la terrible realidad de la cultura vial regiomontana.

Existe el reglamento de tránsito pero no es respetado y al momento de ejercer sanciones la gente lo ve como una medida recaudatoria del gobierno. Hay un gran reto para mejorar esta cultura y comprender que los límites de velocidad son para respetarse y reducir accidentes que involucren a peatones porque pueden ser mortales, las banquetas son un bien público que no se puede apropiar ni reducir su tamaño para el beneficio privado y sus condiciones deben ser tan optimas como las que a diario la ciudadanía exige para las calles.

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Ciudadanos en lo público

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Los cambios se hacen a través de disciplina y convicción.

Son las palabras con las que me quedó de la charla en la que estuve con el que fuera alcalde de Medellín y gobernador de Antioquia en Colombia: Sergio Fajardo. Toda una referencia en el tema de participación ciudadana.

En días recientes fuimos invitados por la organización Líderes Ciudadanos en Pro de la Cultura de la Legalidad a tener una conversación con él y rápidamente se convirtió en una sesión de preguntas y respuestas.

Era notoria la preocupación de los miembros de organizaciones civiles en temas de corrupción, inseguridad e impunidad y las preguntas se enfocaron en conocer la experiencia vivida en Colombia y poder encontrar fórmulas que se aplicaran a la realidad mexicana y en específico a la realidad en que se vive en el estado de Nuevo León.

Era notoria la preocupación de los miembros de organizaciones civiles en temas de corrupción, inseguridad e impunidad y las preguntas se enfocaron en conocer la experiencia vivida en Colombia y poder encontrar fórmulas que se aplicaran a la realidad mexicana y en específico a la realidad en que se vive en el estado de Nuevo León.

Como miembro del colectivo La banqueta se respeta, siempre busco encontrar en estas conversaciones la conexión de la movilidad peatonal en un contexto más amplio que las condiciones físicas de banquetas que ya es tema con el que trabajamos diariamente. En esta plática encontré una importante conexión entre caminar y el construir políticas públicas.

En la charla, Fajardo nos compartió la experiencia de su campaña en Medellín mediante caminatas en las que mantenía un contacto directo con los ciudadanos. En esas caminatas se pudo vivir de manera muy cercana la realidad de una ciudad. Se escuchaban los problemas, las carencias, pero también las soluciones de viva voz de la ciudadanía. La gente de a pie, fue parte de la construcción de las decisiones políticas de la ciudad.

También nos dijo que llegó a la política entendiendo que los políticos toman las decisiones más importantes para la sociedad y aquí es donde me surge la pregunta.

En la charla, Fajardo nos compartió la experiencia de su campaña en Medellín mediante caminatas en las que mantenía un contacto directo con los ciudadanos. En esas caminatas se pudo vivir de manera muy cercana la realidad de una ciudad.

Podría preguntar qué hacen los gobiernos para lograr el contacto cercano a la ciudadanía, pero prefiero verlo de una manera proactiva ciudadana y preguntar ¿qué estamos haciendo los ciudadanos para contactar, debatir y llegar a consensos que ayuden a que los políticos tomen las decisiones adecuadas para construir en conjunto las ciudades que queremos?

Participar en este tipo de procesos nos ayuda a reducir la desconfianza que se tiene en los políticos. Nos hace sentir parte de importantes decisiones pero también algo a lo que debemos perderle el miedo: nos hace responsables de las decisiones tomadas.

Estamos viviendo importantes cambios en la forma de vivir la política en el estado, la sociedad civil se organiza y participa, lo importante es mantener la disciplina y la convicción y no desesperarnos por no ver resultados inmediatos. Se necesita disfrutar y ser parte de los procesos con el gobierno y dejar descansar un poco nuestros intereses privados para lograr entender la importancia de construir en lo público.

Sobre el Autor: Eduardo Quintanilla, Licenciado en economía con maestría en administración del ITESM campus Monterrey. Con mas de 20 años de experiencia en marketing, forma parte del colectivo ciudadano La Banqueta se respeta, que busca mejorar las condiciones de movilidad peatonal en Monterrey. Participa en acciones de las plataformas Alcalde cómo vamos? y Gober cómo vamos ? que tienen como objetivo establecer una comunicación efectiva entre sociedad civil y funcionarios y la evaluación de las actividades de los gobiernos municipales y estatal.

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