Reglamento vs. Usos y costumbres

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“¿Por qué se llevan mi carro si yo siempre me he estacionado del lado derecho y nunca me habían dicho nada?”

“Me estacioné sobre la banqueta porque aquí no hay donde estacionarme, no se pueden llevar mi carro nada más así”

“De acuerdo a la autoridad y ‘su’ reglamento está prohibido estacionarse en la esquina y por eso se está llevando el auto la grúa, ¿cómo ven?”

“Eso de las fotomultas es pura robadera, primero arreglen los baches”

“Ahora sí están haciendo su agosto con las multas, ya hablé con el oficial y con tres mil pesos lo bajan de la grúa aquí a la vuelta”.

“Está mal que te multen, cada quien interpreta el reglamento a su manera y a lo que se necesita”




Estos son solo algunos de los comentarios que he escuchado con relación a la aplicación del reglamento de tránsito en los municipios del área metropolitana de Monterrey.

Las críticas al reglamento han sido severas pero al cuestionar a quienes las hacen siempre me he topado con un factor común: No han leído el reglamento de tránsito.

Las multas de las que hay quejas no son producto del nuevo reglamento, siempre han existido.

La realidad es que aprovechando la falta de agentes de tránsito que por muchos años no han hecho recorridos frecuentes por las calles aplicando las multas que marca el reglamento, se ha dado pie a que las reglas de tránsito válidas sean las impuestas por la comodidad de los que usan un auto.

El resultado ha sido una comunidad ajena a la autoridad regida por los usos y costumbres que ahora se resiste a cambiar sus hábitos y se le dificulta ver en el reglamento un mecanismo regulador que busca el orden, la seguridad y la armonía de la sociedad.

Vale la pena entender las diferencias entre vivir un reglamento o seguir viviendo bajo los usos y costumbre con algunos ejemplos:

• La diferencia entre salir vivo o muerto de un hecho de tránsito está en el diferencial de velocidad permitida y la excesiva a la que se protesta por una multa.

• La diferencia entre la libre circulación de una persona con discapacidad o un peatón está en ese auto estacionado en una esquina o sobre la banqueta que nos sorprende que se lleve la grúa.

• La diferencia entre un peatón que cruza una calle con seguridad o hacerlo con peligro está en interpretar que una vuelta a la derecha en luz roja significa revisar la presencia de un peatón en lugar de voltear sólo a ver si no viene otro auto.

• Y aunque suene utópico, parte de la diferencia entre un municipio con recursos para mantenimiento en sus calles y uno sin recursos está en evitar pagar una multa que tiene el comprobante de pago de una dependencia o el ser parte de la corrupción y preguntar directamente a un oficial de tránsito: ¿cómo nos podemos arreglar?

¿Qué ciudad queremos tener? Una ciudad en la que participen peatones, personas con discapacidad, ciclistas, usuarios de transporte público, transporte de carga y automovilistas con seguridad y armonía o una que beneficiando la comodidad de unos cuantos deja vulnerables a los demás.

Si la que queremos es la primera, hay que empezar por conocer el reglamento, vivirlo y respetarlo. Y como no estamos exentos al error, en caso de equivocarnos se deben afrontar las sanciones, son el costo del aprendizaje de una vida en sociedad.

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– “Todos los puntos de vista son a título personal y no representan la opinión de Altavoz México o sus miembros.”

Exhibiendo a México en Internet

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Hace unos cuantos días comenzó a hacerse viral el video de una chica que trataba de sobornar a oficiales de tránsito con un billete de $100 pesos tras haber chocado ligeramente con varios automóviles y estar en completo estado de ebriedad. Gracias a esta acción, Lorena Daniela hoy se llama Lady $100. Hace algunos años también se viralizó otro video donde se exhibió a mujeres faltándole al respeto a los agentes de tránsito y ahora son referidas como las Ladies de Polanco… pero verdaderamente ese no es el problema.

La clase alta mexicana –y no solamente esa– está acostumbrada a mirar por encima del hombro a todos los servidores públicos y más si se tratan de los que ‘velan’ por nuestra seguridad. Estamos acostumbrados a faltar al respeto a la autoridad y hacemos caso omiso a tantas recomendaciones que nos indignamos cuando los agentes comenten un error, pero no nos ponemos a pensar que mucho de lo que pasa es porque está en nosotros. ¿Qué hubiera pasado si Lorena Daniela no hubiera conducido aquella noche? Estoy casi seguro de que solamente la seguiría conociendo el mismo grupo de personas que sabía de su existencia hace menos de un mes, pero también sé que seguiría intentando sobornar a oficiales de tránsito en cuanto tuviera la oportunidad.

La clase alta mexicana –y no solamente esa– está acostumbrada a mirar por encima del hombro a todos los servidores públicos y más si se tratan de los que ‘velan’ por nuestra seguridad. Estamos acostumbrados a faltar al respeto a la autoridad y hacemos caso omiso a tantas recomendaciones…

Por otro lado, el problema presenta una óptica que no solamente tiene que ver con cómo la sociedad se maneja, sino cómo ‘nos cuidan’. En México, los sueldos de los policías y agentes de tránsito varían mucho dependiendo de la zona donde se encuentren y el rango o cargo que ostenten. Según información del Sistema Nacional de Seguridad Pública (2011), un policía de bajo rango en Tamaulipas puede ganar tan poco como $3600.00 MX, mientras que su homónimo en Aguascalientes recibe más de $18000.00 MX. En Nuevo León, según esta misma información, un policía estatal tiene un sueldo promedio de aproximadamente $9500.00 MX mensuales. Por cierto, si gustan consultar más datos como este, sólo se necesita hacer una búsqueda rápida en Google.

¿Qué se puede esperar de la calidad de servicios de seguridad si los policías ganan una mínima parte de lo que podrían obtener por participar, por ejemplo, en actividades del crimen organizado? La brecha de ingreso que existe entre los padres de una chica que conduce un auto de lujo en completo estado de ebriedad por las calles de Guanajuato y el sueldo de un policía de su entidad (aprox. $8300.00MX al mes), es probablemente tan grande que no solamente se puede medir en términos de sueldos e ingresos, sino que también pone en evidencia la carencia de valores como el respeto y la congruencia.

Aunque suene alarmista, nos estamos enfrentando a un tiempo donde lo oculto ahora es público y lo embarazoso es ‘lo que vende’: lo viral es lo de hoy. La era del desarrollo de las telecomunicaciones es tan impresionante que nuestra sociedad puede estar completamente sincronizada a unas cuantas publicaciones en Facebook, algunos mensajes de WhatsApp, o a un video de YouTube. La comunicación es tan rápida, que la vida de las personas puede terminar en instantes, como ha sucedido con otros casos de personas que tras ser exhibidas en Internet, han optado por quitarse la vida.

Aunque suene alarmista, nos estamos enfrentando a un tiempo donde lo oculto ahora es público y lo embarazoso es ‘lo que vende’: lo viral es lo de hoy. La era del desarrollo de las telecomunicaciones es tan impresionante que nuestra sociedad puede estar completamente sincronizada a unas cuantas publicaciones en Facebook, algunos mensajes de WhatsApp, o a un video de YouTube.

Más allá de la burla, el mayor aporte que puede hacer este tipo de videos “denuncia” es que nos dejan entrever las carencias y las necesidades que tiene nuestra misma gente: carecemos de cultura vial, de respeto, de educación cívica y de valores y principios que alienten el buen vivir. En México, seguimos adoleciendo las consecuencias de vivir en una sociedad paternalista donde las decisiones se siguen tomando desde arriba, donde el dedo del rango más alto pesa más que el sudor de la clase media mexicana, y si no, volteen a ver a ‘Los Porkys’.

¿De qué lado te gustaría estar: del lado del México impune donde no nos enteramos de nada y cada quien vive lo suyo, o donde nos damos cuenta de que la impunidad se compra a billetazos o se construye con relaciones de compadrazgo, amiguismo y se aprovecha de la estructura patriarcal?

Con todo respeto, ahí se las dejo.

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– “Todos los puntos de vista son a título personal y no representan la opinión de Altavoz México o sus miembros.”