Para culminar estos textos referentes al acaecido Fidel Castro me remití hace un par de días a visitar el Museo Casa de León Trotsky en la Ciudad de México. La Revolución Cubana fue de corte marxista leninista como la rusa, sin embargo, claramente tuvo otros matices por los contextos históricos de cada país.
El comunismo tal como lo conocemos no era la visión trotskista enfocada más a la reducción de la burocratización y fundamentalmente a la “Revolución Permanente” sino una dictadura totalitaria y sanguinaria de Stalin. Castro nunca abandonó el pensamiento comunista original pero sí hizo que Cuba se metiera en una burocratización al estilo estalinista donde una élite controló y controla el país.
No es mi idea ni mi propuesta hacer de Cuba un país que mire hacia el trotskismo, el punto es dejar ver que el comunismo tal como lo vio Lenin ya no existe ni como lo vio Trotsky y afortunadamente no como lo sustentó Stalin.
Cuba tiene en sus manos la apuesta contundente y única por el comunismo como único modelo económico, será criticable y sin duda no es perfecto, pero en un mundo donde los países pequeños rara vez tienen independencia ante organismos internacionales y cuando tenemos una América Latina como la región más desigual del planeta, Cuba presenta una propuesta digna de ser analizada a la luz de los resultados.
Algunos amigos me comentaron que porqué escribí en este espacio cuando Castro cumplió sus 90 años y felicité a la persona y no al personaje que él encarnaba. Sin duda, el personaje va más allá de 90 años, Castro es un personaje icónico del siglo XX que en 100 años seguirá siendo recordado.
El comunismo es muy dogmático y conlleva una profunda congruencia ideológica que no siempre se ha visto en los países que han adoptado este modelo, algunos cubanos me han comentado que en La Habana hay más “fidelistas” que “marxistas” o “comunistas”, pero sin duda, en vista de lo trágico del comunismo estalinista y de las sucesivas fallas y mediocres propuestas de gobierno de las izquierdas en América Latina, Cuba necesita seguir en la “Revolución Permanente” como decía Trotsky (A pesar de que Castro fuera anti-trotskista) para no perder el rumbo de su proyecto de nación ni dejar atrás los ideales originales de dicha revolución.
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