El 2015 cierra con broche verde… cito

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Concluyen las dos semanas más importantes del año y con ellas se consolida por fin el Acuerdo de París. El 2015 cierra con broche verde, ¿más o menos? El Acuerdo es un tratado internacional vinculante [1] que persigue la reducción de emisiones de gases de efecto invernadero a la atmósfera para frenar el aumento de la temperatura global a no más de 1.5º C por encima de los niveles per-industriales [2]. El 2015 es histórico puesto que es la primera vez que 196 países signatarios (en otras palabras, casi el mundo entero, países desarrollados y en vías de desarrollo) se comprometen a trabajar juntos hacia una eliminación gradual de las energías basadas en los combustibles fósiles para llegar a un mundo de bajas emisiones de carbono y con resiliencia al clima.

Sin embargo, aunque la voluntad internacional apunta hacia economías y sociedades limpias de emisiones cero, es muy probable que a nosotros no nos toque ver los resultados finales de este acuerdo, que no nos toque vivir en un mundo con 100% de energías renovables. ¡Pero “pa’ allá vamos”! En el gran panorama de las cosas, los resultados de esta conferencia son positivos, haciendo que ambientalistas, activistas, funcionarios de gobierno, diplomáticos alrededor del mundo (y yo) celebren el que se haya comenzado la carrera por salvar el planeta —literalmente— de una catástrofe ambiental.

Todavía hay quienes desean extender lo más que se pueda los beneficios que trae la extracción de este tipo de recursos para su economía.

The catch, como dicen, la “trampa” de este acuerdo es que existen países y economías que aún quieren sacar el máximo provecho económico de explotar sus recursos de carbono, y tienen todo el derecho de hacerlo. Digo, no a todos les tocó el boom industrial al mismo tiempo. A lo que en décadas pasadas a los países desarrollados les tocó el boom de la explotación de sus recursos de carbono, algunos países a penas se encuentran en su propio boom. En otras palabras, todavía hay quienes desean extender lo más que se pueda los beneficios que trae la extracción de este tipo de recursos para su economía. Estos países “frenan” la necesidad de muchas naciones y poblaciones vulnerables de hacer la transición hacia las energías renovables. Y para estas naciones, el fin de la cumbre no da muchos motivos por qué celebrar.

Como el cambio climático es uno de los temas más complejos de la humanidad, por supuesto que el diálogo es mucho más grande de lo sucedió en París. Aún así, los pros y los contras de este acuerdo se pueden resumir (amplia e imperfectamente) en los siguientes puntos:
¥ Lo primero es que hace unos meses se hablaba de mantener las temperaturas globales por debajo de los 2º C, y ahora se firmó una meta de no más de 1.5º C.
¥ Las Metas de Contribuciones [3] Determinadas Nacionalmente (mi traducción de Intended Nationally Determined Contributions o INDCs) propuestas por los países previo a las negociaciones fueron mucho más ambiciosas, comprometedoras y específicas que hace seis años, cuando se acordaban por primera vez nuevas metas post-Protocolo de Kioto, y post-2020. Pero, de acuerdo a los expertos climáticos, aunque hubo progreso y se estipula que los nuevos compromisos mantengan las temperaturas dentro de un rango de 2.7 a 3.7º C (a diferencia de los casi 5º calculados con un modelo de business as usual), este rango no es lo suficiente bueno como para evitar catastróficas consecuencias medioambientales y sociales. Además, las INDCs seguirán siendo voluntarias y sin consecuencias jurídicas de no cumplirse.
¥ Por otro lado, el nuevo sistema de chequeo de las INDCs cada 5 años, implementado en el nuevo acuerdo y referido en las negociaciones como el mecanismo de “trinquete” de los compromisos, es el que se espera continue empujando a una mayor ambición por país para la reducción de emisiones.

Los países también lograron establecer una línea del tiempo para llegar a las emisiones cero, y se espera alcanzar entre los años 2050 y 2100.

¥ Los países también lograron establecer una línea del tiempo para llegar a las emisiones cero, y se espera alcanzar entre los años 2050 y 2100.
¥ El financiamiento destinado a ayudar a los países en desarrollo a adaptarse al cambio climático y la transición a la energía limpia se estableció también, por lo menos hasta el 2025 se movilizará colectivamente un flujo de $100 mil millones de dólares, y a partir de ese año, los 100 mil millones serán tan sólo un “piso” a partir del cual se debe de escalar. Por otro lado, los países más pobres, los más afectados por el cambio climático y quienes más necesitan este financiamiento no celebran este punto, puesto que esta parte del acuerdo se ha movido a la sección de “texto de decisión”, o la sección jurídicamente no vinculante. Esto se considera por muchos una especie de concesión a los Estados Unidos, cuyo senado podría volver a impedir que el país firmara el acuerdo, como sucedió con el Protocolo de Kioto.

Numerosos grupos indígenas y de defensa a los derechos humanos levantan la bandera roja de protesta, con toda razón, alegando que, de nuevo, las negociaciones resultaron de nuevo en un acuerdo meramente “comercial”.

¥ Numerosos grupos indígenas y de defensa a los derechos humanos levantan la bandera roja de protesta, con toda razón, alegando que, de nuevo, las negociaciones resultaron de nuevo en un acuerdo meramente “comercial”, permitiendo a las naciones desarrolladas “mercantilizar y vender tierras boscosas como compensaciones de carbono en esquemas fraudulentos […] que proporcionan un mecanismo de lavandería financiera en el traspatio, en los países del sur”. El acuerdo sí contempla las necesidades de estos grupos, así como las cuestiones de género y de derechos humanos, pero las “movió” a una parte del acuerdo en donde no están operacionalizadas, es decir, que no describen mecanismos lo suficientemente claros como para proteger a estos grupos y no existen consecuencias claras para quienes no aborden estas cuestiones en sus compromisos.

¿Avances? Los hubo. ¿Suficientes? Por supuesto que no. Este acuerdo es un comienzo, es el inicio de la carrera hacia un mundo totalmente limpio.

¿Avances? Los hubo. ¿Suficientes? Por supuesto que no. Este acuerdo es un comienzo, es el inicio de la carrera hacia un mundo totalmente limpio y en donde las personas más afectadas por el cambio climático están siendo asistidas por quienes son los mayores responsables. Como comentaba en contribuciones pasadas a Altavoz, por lo menos ya hay consenso de que es posible llegar a este mundo en donde las energías renovables y el crecimiento económico van de la mano. Tal vez no todos lleguemos a ver el mundo en el año 2100, cuando hayamos hecho la transición completa hacia un mundo libre de emisiones de gases de efecto invernadero y en donde los mayores riesgos de un aumento en las temperaturas se hayan evadido, pero ya vamos entendiendo que es posible, y por lo pronto nos vemos en cinco años para “checarnos” a ver cómo vamos en la labor que nos toca a todos.

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[1] Que otorga a los signatarios responsabilidades con consecuencias legales (de derecho internacional).
[2] Los niveles de emisiones de gases de efecto invernadero que tenía el mundo previo a la revolución industrial.
[3] Contribuciones de Gases de Efecto Invernadero (GEI) a la atmósfera por país.

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– “Todos los puntos de vista son a título personal y no representan la opinión de Altavoz México o sus miembros.”

Recuento de la Primera Semana de la COP21

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En su fiesta de 21º aniversario, las Partes (los países miembros) de la Comisión Marco de las Naciones Unidas para el Cambio Climático parecen estar pasándola genial. En la COP21 reina un ambiente de optimismo tras la primera semana, pues se completó el borrador del acuerdo, hay cooperación entre países tradicionalmente antagonistas, los intereses están alineados y existe un sentido de urgencia compartido. Pero como todo rito de pasaje, incluyendo el de cumplir 21 años y tomar más responsabilidades que antes, para algunos puede ser muy significativo, pero otros tantos creen que nada cambia.

A grandes rasgos, existen tres objetivos por cumplirse de aquí a 2050 con ayuda del nuevo acuerdo que saldrá de estas negociaciones; 1) detener el aumento de la temperatura global hasta 1.5º C por encima de los niveles pre-industriales; 2) aumentar la capacidad de los países para adaptarse a los efectos adversos del cambio climático; y 3) perseguir una transformación hacia un desarrollo sustentable, que promueva sociedades y economías resilientes y de bajas emisiones de gases de efecto invernadero.

El primer borrador del acuerdo comprende todos estos puntos, reconoce la vulnerabilidad que tienen las naciones insulares ante los efectos adversos de los cambios, prevé la necesidad de checar cada cinco años los compromisos establecidos, considera permitir a los países en desarrollo cubrir su demanda de energía por unos años más y no obstaculizar su crecimiento económico basado en energías hidrocarburos, contempla la posibilidad de establecer un comité de revisión de los compromisos, entre muchos otros puntos que hacen a la negociación una cosa muy compleja. El documento borrador consta, hasta hoy, de 26 páginas aproximadamente, con muchos paréntesis y opciones de compromisos aún por negociarse.

La parte difícil de la negociación, la que puede estar atrasando el proceso, como suele suceder en toda negociación, es la de las finanzas: quién paga qué.

La parte difícil de la negociación, la que puede estar atrasando el proceso, como suele suceder en toda negociación, es la de las finanzas: quién paga qué. Por ejemplo, se había establecido un monto por 100 mil millones de dólares para un fondo destinado a acciones de adaptación cuya distribución sería de 50/50 entre los asistidos y los asistentes. Este monto, así como el porcentaje de distribución, están cambiando y son inciertos aún. Los Estados Unidos y China demandan que más países contribuyan al fondo para comprometerse, porque se reconoce 100 mil millones serán tan sólo una base para el fondo, no una cantidad fija.

De entre los haters de la “fiesta” se encuentran algunos científicos que han revisado las propuestas de reducción de gases de efecto invernadero de los países. Desconcertantemente, afirman que estas no serán suficientes para evitar que la temperatura global pase de los 1.5º C estipulados y desafortunadamente sobrepasarán los 3º o casi 4º C con temibles consecuencias para la vida como la conocemos.

Recordemos que un 95% de los países asistentes ya habían entregado sus propuestas voluntarias, en lo que llaman las responsabilidades comunes pero diferenciadas, uno de los nuevos elementos clave de este acuerdo.

Otros analistas políticos argumentan que no habrá mucha diferencia entre esta conferencia y las de años pasados. Términos que se usan para describir este acuerdo han sido: evasivo, completamente voluntario, no vinculante. Recordemos que un 95% de los países asistentes ya habían entregado sus propuestas voluntarias, en lo que llaman las responsabilidades comunes pero diferenciadas, uno de los nuevos elementos clave de este acuerdo. Aunque, vaya, consideremos también que algunos de estos analistas también se apoyan en la idea de que los efectos del calentamiento global ¡no se sentirán tan gachos como nos imaginamos! Que son una exageración, y que todo está basado en inciertos. Mientras estos supuestos sí son sólo eso, supuestos… estudiados, no creo que nos podamos dar el lujo de una actitud de brazos cruzados (o de haters, valga el chiste), y el ímpetu que cargan estas negociaciones es importante fomentar y mantener.

El problema del cambio climático nos concierne a todos los humanos en todos los niveles de acción.

Los últimos haters son miembros de la sociedad civil (que no figuraron como invitados a la misma, ¡bah!) quienes argumentan que lo que está sucediendo dentro de las instalaciones de la COP21 es una pérdida de tiempo. Comentan que los países que contribuyen con la mayor parte de las emisiones están en una actitud de business as usual, que son sólo una bola de políticos de alto nivel sentados y aburridos. Estos activistas realizan simultáneamente una COP simbólica, alternativa, con una diversidad de actividades, desde exposiciones de arte, un foro alternativo sobre el clima, un mercado campesino y demás. Con estas actividades buscan demostrar que es la sociedad civil, empoderada a través de su conocimiento y el consumo local y verde, la que puede traer el mayor cambio. Aplausos, aplausos libres de sarcasmo. El problema del cambio climático nos concierne a todos los humanos en todos los niveles de acción.

Aún con cinco días para la conclusión de la COP, y con toda la incertidumbre aquí comentada, hago hincapié en que no se debe de subestimar el progreso de los últimos años hacia energías, economías y sociedades más sustentables. En palabras del presidente de los Estados Unidos, Barack Obama, el año pasado la economía global creció mientras que las emisiones globales de hidrocarburos se mantuvo “plana”. Hemos roto ya con la antigua creencia de que un fuerte crecimiento económico y un medio ambiente más saludable son términos incompatibles. Estaré al pendiente de los avances del acuerdo a medida que cierran las negociaciones. Les cuento más tarde, por lo pronto, peace out.

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– “Todos los puntos de vista son a título personal y no representan la opinión de Altavoz México o sus miembros.”

Patricia: La Tormenta Perfecta

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“Tormenta perfecta” es un término que se utiliza coloquialmente para describir una rara combinación de circunstancias que agravan a una situación drásticamente, pero también describe fenómenos naturales reales que ocurren en tal confluencia, que resultan en un evento de magnitud inusual.

Patricia ha sido la tormenta perfecta en el sentido meteorológico. Comenzó como una serie de tormentas eléctricas poco organizadas, se intensificó gracias a la inusual potencia del fenómeno estacional de El Niño, y en menos de diez horas, se coronó como la femme fatale de todas las tormentas en su carácter de “sistema tormentoso más potente y perverso del planeta”, según autoridades del Centro Nacional de Huracanes de los Estados Unidos y del Servicio Meteorológico Nacional de México. Pero Paty también es perfecta en otro sentido: es el susto meteorológico más grande de la historia con un saldo de víctimas humanas de cero (hasta ahora).

Quizás también, Patricia haya sido el milagro por el que rezaba nuestro querido Peña Nieto, pues le otorga al impopular presidente una oportunidad de redimirse declarando que la estrategia de alerta y prevención del gobierno funcionó de tal manera que evitó la perdida de cientos de miles de vidas que se encontraban vulnerables a lo que fue el “huracán más fuerte que haya conocido el hemisferio occidental”. Menudas suertes las que le trae Patricia.

Patricia se convierte en el presagio de las catástrofes naturales por venir a consecuencia del aumento de la temperatura global.

Por otro lado y en una escala más grande, Patricia se convierte en el presagio de las catástrofes naturales por venir a consecuencia del aumento de la temperatura global, que en años recientes se ha visto exacerbado con temperaturas récord en los océanos, porcentajes de albedo[1] bajísimos también récord, temperaturas récord en diversas regiones continentales, entre muchas otras banderas rojas de temperaturas. Casi en divina casualidad, en menos de dos meses todos los países miembros de las Naciones Unidas se reúnen en París para celebrar la 21o Cumbre de Cambio Climático para firmar, tras casi cinco años de planeación, el siguiente tratado internacional vinculante[2] de mitigación de cambio climático. Este acuerdo, auspiciado por la Convención Marco de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático (CMNUCC), es el más ambicioso de toda la historia de la humanidad, pues se reescribe tras las enseñanzas que trajo el primer ejercicio de mitigación de emisiones de Gases de Efecto Invernadero (GEI) a nivel internacional, el famoso Protocolo de Kyoto.

Este año, los países se vuelven a unir; ahora con esperanzas de que dos de los países que más contribuyen a las emisiones de GEI y los únicos no signatorios de aquél acuerdo, China y los Estados Unidos, se unan y esta vez pongan la pauta de cuán ambiciosos deben de ser los países en sus metas de reducción de GEI.

El Protocolo de Kyoto, que inició en 1997 y finalizó su segundo periodo de vigencia en 2012, fue excepcional porque estableció principios para la mitigación de GEI a nivel global y logró que casi la totalidad de las naciones se comprometieran. De ahí que nacieran los mercados de carbono, que se establecieran fondos verdes para la conservación, que se canalizaran fondos para la innovación energías renovables, entre otros muchos esfuerzos revolucionarios. Pero como todo primer intento, fue un proceso de mucho aprendizaje, de prueba y error. Este año, los países se vuelven a unir; ahora con esperanzas de que dos de los países que más contribuyen a las emisiones de GEI y los únicos no signatorios de aquél acuerdo, China y los Estados Unidos, se unan y esta vez pongan la pauta de cuán ambiciosos deben de ser los países en sus metas de reducción de GEI. A este nuevo acuerdo se le está llamando “el Tratado de París”.

Patricia tuvo que tocar el continente americano, y en especial tuvo que tocar a México que de por sí se ha mostrado muy comprometido con los objetivos de los acuerdos de mitigación desde sus comienzos hasta el fin de la etapa de vigor. Esperemos que una alerta tan fuerte, que marcó récord y dejó exclusivamente daños materiales, ponga más peso a la balanza de compromisos a los que México y sobre todo los Estados Unidos se unan. La postura que tome este país va a marcar la pauta de comportamiento de muchas regiones del planeta. Bajo esta línea, el presidente Barack Obama se ha hecho popular entre la población estadounidense y en muchas regiones del mundo comportándose como vocero e impulsor de estrategias de reducción de GEI y a las industrias de energías renovables con su Climate Action Plan. México por su parte ha sido instrumental en la creación del Fondo Verde para el Clima (GCF por sus siglas en inglés) y en la búsqueda de soluciones alternas y complementarias al próximo Tratado de París como el Programa Conjunto de las Naciones Unidas para la Reducción de Emisiones provenientes de deforestación y degradación de los bosques (ONU REDD), entre otros esfuerzos.

De entre los estragos que nos trae Patricia, que sin duda no habremos de menospreciar, existe la esperanza de que un susto como éste vaya a ser benéfico a la hora de firmar con pluma los compromisos de reducción de GEI en las mesas de París.

Así que de entre los estragos que nos trae Patricia, que sin duda no habremos de menospreciar, existe la esperanza de que un susto como éste vaya a ser benéfico a la hora de firmar con pluma los compromisos de reducción de GEI en las mesas de París. Esperemos estos récords den la pauta para que por fin haya un cambio drástico en el paradigma internacional hacia la sustentabilidad. Gracias Paty, por ser la Tormenta Perfecta.

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1 El albedo es el porcentaje de radiación solar que “rebotan” las superficies de la tierra. En los últimos años, a medida que se reduce la capa de hielo polar durante los veranos (siendo el hielo la superficie de la tierra con albedo más alto) el porcentaje de luz solar reflejada ha disminuido, calentando aún más la superficie terrestre.
2 Vinculante: que otorga responsabilidades cuyo incumplimiento trae consecuencias legales a los países.

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– “Todos los puntos de vista son a título personal y no representan la opinión de Altavoz México o sus miembros.”