Esta semana la transparencia fue la piedra en el zapato de AMLO. Gracias a la aún existente pero endeble autonomía de la Auditoría Superior de la Federación se entregó el análisis de la cuenta pública y sus resultados no cayeron bien en el ejecutivo federal. No se pueden negar los señalamientos claros que hace la ASF a la falta de medición, evaluación, seguimiento, transparencia y control en todos los proyectos prioritarios de la 4T. La Auditoría lo confirma, los proyectos de infraestructura y los programas sociales prioritarios de AMLO presentan un alto riesgo de no ser rentables, son opacos, están mal diseñados y se empezaron a implementar antes de contar con todos los estudios y permisos, todo esto de 2019.
Empecemos con los programas sociales de López Obrador. Como sabemos se están dando apoyos directos a jóvenes, madres solteras, adultos mayores y otros grupos sociales. Entre Jóvenes Construyendo el Futuro, becas, pensiones y apoyos a los servidores de la nación, el ejecutivo federal no ha logrado realizar las políticas públicas como se debe, con metodología, evaluación y mejora continua. El CONEVAL mantiene su postura que si bien las intenciones y objetivos de los programas sociales son adecuados, su implementación es causa de preocupación. Los resultados no son los esperados, no se está asegurando la inclusión laboral de los jóvenes y no son pocos los casos donde los proveedores de las supuestas capacitaciones son inexistentes. También vemos que no hay vinculación de políticas de género para las mujeres. No hay espacios adecuados para fomentar la educación en los niños, niñas y adolescentes. No hay quien cuide y apoye a los adultos mayores. Lo que sí sucede es que hasta los fallecidos están recibiendo la beca de acuerdo a la Auditoría. Incluso hay jóvenes que dobletean beca y se señala un posible daño al erario por 50 millones de pesos. En resumen, hay un ejército de Servidores de la Nación que no saben cómo implementar los Programas Integrales de Bienestar.
El Tren Maya sufrió otro descalabro que se suma a la ausencia de estudios, la falta de consulta con la población indígena, además de la opacidad en la adjudicación de contratos. Fonatur, responsable del proyecto, rechazó los señalamientos de la ASF pero aún no presenta pruebas que demuestren sus dichos. Mientras, está claro que se desconoce el destino de 156 millones de pesos, no se tomó en cuenta a más de la mitad de la población indigena y no se analizó el impacto social del proyecto. El objetivo sigue siendo una realidad económica que hay que cambiar en el sureste del país. Pero las buenas intenciones no han sido suficiente para una implementación correcta.
La refinería Dos Bocas en su natal Tabasco también sufre del mismo diagnóstico. Iniciaron las obras sin contar con los permisos ambientales correspondientes y se desconocía de los riesgos de inundación y erosión del terreno de la obra. Una vez que tuvieron los estudios, la administración no hizo por buscar mitigar el impacto de la refinería al medio ambiente. A esto le sumamos 75 millones de pesos de los cuales no se conoce a fondo su destino.
Para cerrar con broche de oro, el nuevo aeropuerto de Santa Lucía, o Aeropuerto Internacional Felipe Ángeles no tiene un análisis de viabilidad del proyecto, por lo que se desconoce si el proyecto es rentable. Esto se determina ya que es necesario “un gran rediseño del espacio aéreo y cambios en los procesos de tráfico comercial”. La Auditoría también identificó obstáculos cercanos al aeropuerto y cómo el terreno podría afectar sus operaciones. Estas conclusiones se dan gracias a la información proporcionada por la misma SEDENA. Aun así, no es toda la verdad, ya que argumentan causas de seguridad nacional para mantener la opacidad de la obra y sus contrataciones.
Estamos en una administración llena de buenas intenciones. Apoyos directos para enfrentar el golpe económico a quienes han sido más afectados, soberanía energética para protección de nuestro futuro, desarrollo económico en zonas del país históricamente ignoradas e infraestructura para seguir siendo centro de atracción turística internacional. Pero de intenciones no está hecha la realidad. La implementación en todos los programas y proyectos deja mucho que desear y no se vislumbra que esto se resuelva en el corto plazo.
Que no se nos olvide que de buenas intenciones está empedrado el camino al infierno.