El Balance del 2015

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El 2015 ha sido un año de grandes alegrías y triunfos, pero también el de terribles tragedias. Este año nos mostró grandes ejemplos de los efectos de la profunda globalización que predomina nuestros tiempos, misma que, en su vorágine de eventos, no es ni buena ni mala, sino que sólo es. Por eso, así como la globalización, que abre fronteras a la vez que divide naciones, que genera oportunidades económicas para unos mientras que genera condiciones de vida difíciles para otros, el 2015 no fue ni un buen ni un mal año, sólo fue un vertiginoso ciclo en que presenciamos el conflicto bélico y la paz acordada, la apertura de unas fronteras y el levantamiento de barreras, la oportunidad económica y la crisis, la división de naciones y la unión.

El diccionario Oxford de inglés se unió a enmarcar el sentimiento irónico de este año, calificando al emoji de lágrimas de alegría como la “palabra del año”. Y es que este emoji resume a la perfección las emociones vividas: muchas razones por las cuales llorar, y muchas otras por las cuales reír. ¿Tal vez al mismo tiempo?

Cada uno de los hitos de este año tuvo su lado positivo y su lado negativo, es decir, sus razones para hacernos reír y sus razones para hacernos llorar.

Cada uno de los hitos de este año tuvo su lado positivo y su lado negativo, es decir, sus razones para hacernos reír y sus razones para hacernos llorar. Por ejemplo, mientras que en este año por primera vez las mujeres en Arabia Saudita pudieron emitir su voto en las elecciones municipales y pudieron postularse como candidatas —un obvio avance que no hemos de minimizar— se debate si esta elección en realidad tiene el potencial de traer cambios para las mujeres. En este conservador reino, la mayoría de las decisiones aún son tomadas por el rey, y muchas mujeres jóvenes, educadas y con trabajos ni si quiera se enteraron de las elecciones.

Por esto, mientras nos afligimos ante la muerte de casi 8 mil personas en el devastador terremoto de Nepal en abril, nos alegramos también de que en México el huracán Patricia no haya dejado ni una sola víctima en octubre.

Asimismo, celebramos que después de 29 años, una mujer es nombrada persona del año por la revista Times, la canciller alemana Angela Merkel en su décimo año de mandato. Sin embargo reconocemos que el título se lo gana ella a capa y espada, y bajo mucha protesta: por su lucha contra la creciente islamofobia, por sus esfuerzos por mantener las fronteras alemanas abiertas ante el desborde del flujo de refugiados a Europa, y por las duras medidas financieras propuestas por ella para rescatar a Grecia de su persistente crisis.

Nos alegramos también ante el restablecimiento de las relaciones diplomáticas entre Cuba y los Estados Unidos tras más de cinco décadas de haber cesado, pero lamentamos que, al otro lado del globo y tras unos ataques aéreos sin aclarar, Rusia y Turquía rompen relaciones indefinidamente y la guerra siria continúa creciendo y complicándose.

Nos duele el que muchos países hayan levantado muros contra el flujo de refugiados, pero nos entusiasma que, en Canadá, el nuevo primer ministro electo abre sus brazos públicamente para recibir a decenas de miles de personas huyendo del conflicto.

Nos duele el que muchos países hayan levantado muros contra el flujo de refugiados, pero nos entusiasma que, en Canadá, el nuevo primer ministro electo abre sus brazos públicamente para recibir a decenas de miles de personas huyendo del conflicto y de la violencia.

Nos alarmamos a principios del año cuando los ucranianos protestaban violentamente contra Rusia y su opresión política, y casi fuimos testigos de una secesión, pero nos unimos a celebrar que hemos encontrado agua en Marte y que es la primera vez que vemos con “ojos digitales” y de cerquita la cara de Plutón (la que tiene un corazón dibujado).

Nos compadecemos de en que los Estados Unidos se haya vivido uno de los años con más número de víctimas por tiroteos masivos, pero nos regocijamos juntos tras despenalizarse el matrimonio homosexual y el uso de la marihuana como sustancia recreativa.

¿Podríamos acaso imaginar hace unos años que 195 países se pudieran reunir en paz, armonía y con un sólo objetivo común: salvar a nuestro único hogar de su potencial catástrofe?

Y la ironía más grande, en una ciudad atacada dos veces masivamente por terroristas —Charlie Hebdo en enero y los ataques por ISIS en noviembre, de los eventos más “trending” en las noticias nivel mundial— se concreta un acuerdo internacional más ambicioso que nunca para hacer frente al cambio climático. ¿Podríamos acaso imaginar hace unos años que 195 países se pudieran reunir en paz, armonía y con un sólo objetivo común: salvar a nuestro único hogar de su potencial catástrofe?

Invito entonces a reflexionar que, ante todos estos altibajos, ante todos estos conflictos y celebraciones, nuestra tarea, como siempre, es la de observar ambas caras de la moneda, informarnos, educarnos sobre las perspectivas contrarias. Ver quién combate y quién es combatido, quién es víctima y quién es opresor, tratar si quiera de entender por qué los conflictos escalan y ver que nadie se salva de culpas. Como ciudadanos del mundo, como hombres y mujeres ligados a una misma tierra, es nuestro deber convivir con nuestro hermano y servirle ante toda esta necesidad, pues quién sabe cuándo —por azares de la vida— nos toque estar del lado no amigable del destino, tal y como este 2015 ejemplificó.

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– “Todos los puntos de vista son a título personal y no representan la opinión de Altavoz México o sus miembros.”

“El Talón de Aquiles”: CUANDO LO “MEJOR” ES POSIBLE

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Este 4 de noviembre de 2015 toma posesión en Ottawa, Canadá, Justin Trudeau, vigésimo-tercer Primer Ministro de ese país. El evento, más que un simple juramento ante David Johnston, Gobernador General (representante de la Reina Isabel II) puede simbolizar un cambio significativo en la historia contemporánea del país. Se trata del regreso al poder del Partido Liberal de Canada (PLC), el mismo que gobernó durante casi 70 años del siglo XX ese país de la mano, entre otros, de Wilfrid Laurier, MacKenzie King, Lester B. Pearson y, por supuesto, del padre del nuevo Primer Ministro, Pierre Elliott Trudeau. Se trata también del fin del reino conservador de Stephen Harper, electo por primera vez el 6 de febrero de 2006. Más que relatar el Canadá que ofreció Trudeau en su campaña, me planteo delinear aquí el país que deja Harper. Ello por cuanto es esencial entender el punto de partida del PLC para poder evaluar mejor cuando de discutir el punto de llegada se trate.

Se trata del regreso al poder del Partido Liberal de Canada (PLC), el mismo que gobernó durante casi 70 años del siglo XX.

El Canadá de los últimos diez años dista del país comprometido con la cooperación internacional y el mantenimiento de la paz a la que el PLC, e incluso el extinto Partido Progresista Conservador (PPC) de los primeros ministros Clark y Mulroney, nos acostumbró. En efecto, Ottawa renegó varias de sus posiciones tradicionales para reubicarse inesperadamente en otro lugar del espectro ideológico y geopolítico. Desde 2006, por ejemplo, el país es percibido como un inquebrantable aliado de Israel, cuando tradicionalmente los canadienses se presentaban como un Estado neutro. Además, Canadá comenzó a ignorar foros multilaterales a los que antes les prestaba atención, como las Naciones Unidas (ONU). Del mismo modo, Ottawa comenzó a apoyar ONGs y empresas transnacionales canadienses como parte de su política de cooperación internacional. Ejemplo de ello es el apoyo público a sociedades como la establecida entre Visión mundial y Barrick Gold para luchar contra la pobreza en Perú. Además, se aumentó el financiamiento a ONGs religiosas mientras que la Agencia Canadiense de Desarrollo Internacional (ACDI) dejó de financiar otras organizaciones con larga historia de cooperación internacional. La perspectiva conservadora parece indicar que si se desarrollan los lazos comerciales, lo que sigue es el mejoramiento en el respeto de los derechos humanos. Analistas señalan además que los nuevos conservadores ven a la ONU como un organismo controlado por países no-democráticos, que no tiene ni debe por qué tener poder.

El Canadá de los últimos diez años dista del país comprometido con la cooperación internacional y el mantenimiento de la paz a la que el PLC, e incluso el extinto Partido Progresista Conservador (PPC) de los primeros ministros Clark y Mulroney, nos acostumbró.

Pero la metamorfosis canadiense va más allá, y toca aspectos como la identidad y las políticas públicas. En cuanto a la primera, resaltan los esfuerzos del gobierno conservador para reforzar el orgullo nacional hacia lo militar. Esta agenda, que consiste en crear una identidad conservadora del país (que se contraponga a la identidad forjada por los liberales), incluye actos concretos, como la visita a las tropas desplegadas en Libia en el marco del despliegue canadiense en la OTAN, o actos simbólicos, como la reinserción del calificativo “real” en la marina y las fuerzas aéreas, para mostrar la cercanía canadiense con la monarquía británica. Es esa multiplicación de las fuentes de patriotismo que explica los intentos por redefinir como un hecho fundador de la identidad canadiense la poco conocida Guerra de 1812 (contra los tropas estadounidenses, que en aquel entonces saqueaban pueblos del Alto Canadá), y el recurso a retóricas sorprendentemente agresivas y nacionalistas para “proteger” los intereses canadienses en el Ártico. Es posible que el objetivo del gobierno fuese la de reforzar el respeto y orgullo hacia la historia militar canadiense sin importar la imagen que se pudiera proyectar a nivel internacional.

Sólo el aborto, una de las grandes conquistas sociales del siglo XX, no se intentó revertir. Este siguió siendo considerado como un derecho fundamental de la mujer.

En cuanto a las políticas públicas nacionales, en sectores tan diversos como el desarrollo económico, la seguridad, y la ciencia y tecnología, el cambio también fue significativo. En cuanto al primero, se privilegió al oeste del país, donde las arenas petrolíferas causaron un boom económico, en detrimento del este canadiense, históricamente más pobre. Se indica también que uno de los objetivos del gobierno fue desplazar el eje del poder, tradicionalmente asentado en el este del país (sobre todo en Montreal y Toronto) hacia Calgary, en el oeste canadiense. En materia de seguridad, el gobierno se mostró a favor de permitir más autodefensa ciudadana, aprobó leyes más severas contra los jóvenes criminales, y se mostró a favor de endurecer procedimientos para declarar ciertos criminales “no-culpables”. En fin, en cuanto a la ciencia y tecnología, se aprobaron compresiones presupuestarias que se convirtieron en protestas de científicos e investigadores que denunciaron una censura indirecta, por medio del rechazo de financiamiento federal a proyectos de investigación que no fuesen de espíritu conservador. La legalización de la marihuana, una de las promesas de Trudeau, ni como broma se mencionó durante el gobierno de Harper. Sólo el aborto, una de las grandes conquistas sociales del siglo XX, no se intentó revertir. Este siguió siendo considerado como un derecho fundamental de la mujer.

Una de sus primeras pruebas de fuego será la vigésimo primera Conferencia Marco de Naciones Unidas sobre el Cambio Climático de 2015.

El tiempo dirá cuales de estos cambios son profundos y cuales son coqueteos conservadores arrastrados por el viento. Trudeau llega hoy al gobierno con la promesa de frenar y restaurar mucho del Canadá que recordamos. La misión es entonces rescatar aquel país imparcial que actúa como tercera parte confiable y que contribuye constructivamente a la ONU. Se trata, tal vez, de la reivindicación de Montreal y Toronto, del regreso a la normal. Ahora, una de sus primeras pruebas de fuego será la vigésimo primera Conferencia Marco de Naciones Unidas sobre el Cambio Climático de 2015 (COP21/CMP 11). Sobre la forma, Trudeau prometió invitar a los primeros ministros provinciales a participar en este esfuerzo colectivo. En cuanto al fondo, se espera que Ottawa fije ambiciosas metas de reducción de emisiones de carbono. Como dijo el Primer Ministro la noche de su victoria electoral: “This is Canada, and better is always possible.” Esperemos que así sea, pues las expectativas generadas, no nos engañemos, son altas.

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Para mayor información sobre su trabajo de investigación, visite: https://udem.academia.edu/FernandoAChinchilla. Sígalo también en Twitter (@fdochinchilla) y Facebook: https://www.facebook.com/Fernando-A-Chinchilla-1409744802596247/timeline/
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Jarabe de maple

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La cabeza del gobierno canadiense ha cambiado, ¡y vaya que ha dado un giro interesante! Después de diez años de administración conservadora, el pueblo mismo ha decidido que Justin Trudeau debe ser la nueva cara del país. Hijo de uno de los primeros ministros más recordados por los canadienses, perteneciente al ala liberal, joven y con ganas de retomar el rumbo canadiense, Trudeau hoy causa sensación en el mundo.

Después de diez años de administración conservadora, el pueblo mismo ha decidido que Justin Trudeau debe ser la nueva cara del país.

Habrá quienes piensen que bajo la dirección de Trudeau y su ideología política Canadá sufrirá muchos cambios. Para la extrañeza de muchos, probablemente los cambios que se verán no serán tan contrastantes como lo estamos esperando. ¿Por qué? Porque al haber vivido dentro de un régimen latinoamericano de corte conservador y bien alineado a la derecha del espectro político, para nosotros hablar acerca de la llegada de un gobierno liberal podría implicar la pérdida de nuestros principios morales, el libertinaje sobre el uso de sustancias prohibidas, y escuchar acerca de propuestas muy ambiciosas en materia política tanto al interior como hacia afuera del país. Claramente estas políticas no siempre son así.

Hijo de uno de los primeros ministros más recordados por los canadienses, perteneciente al ala liberal, joven y con ganas de retomar el rumbo canadiense, Trudeau hoy causa sensación en el mundo.

¿Qué es lo que propone Trudeau? Nada imposible (para Canadá): retirar a las tropas que se encuentran luchando en contra de ISIS, la búsqueda por una política ambiental puntual (probablemente con una vuelta al Protocolo de Kyoto), lanzar nuevos programas sociales para beneficiar a las familias con padres trabajadores; en fin, en una palabra, Trudeau busca crear un verdadero estado benefactor.

¿Qué es lo que propone Trudeau? Nada imposible (para Canadá): retirar a las tropas que se encuentran luchando en contra de ISIS, la búsqueda por una política ambiental puntual (probablemente con una vuelta al Protocolo de Kyoto), lanzar nuevos programas sociales para beneficiar a las familias con padres trabajadores.

¿A caso hay algo malo en ello? ¿Por qué los canadienses no votaron antes por esta opción? Muy probablemente porque Canadá es uno de los mayores referentes a nivel mundial en cuanto a las áreas de educación, salud, libertad personal y capital social se refiere; todo esto de acuerdo al Índice de Prosperidad de Legatum del año 2014, el cual oportunamente considera que el PIB de una nación puede mostrarnos el verdadero valor de sus habitantes, sino que deben de considerase diversas variables para definir la verdadera calidad de vida de un país.

Además, en el reporte de 2015, el índice de Paz global sitúa a Canadá en el séptimo peldaño a nivel mundial y evidentemente el número uno del continente americano. A pesar de todo esto, la llegada de Trudeau implica un nuevo aire de frescura para los canadienses quienes, ya que tienen una base muy buena sobre la que pueden pisar, ahora buscan alcanzar el liderazgo en el aspecto humano, pues a nivel macro ostentan una posición de prestigio.

Dentro de América nos deberíamos de sentir privilegiados de contar con un miembro tan funcional como el estado canadiense y no verlo únicamente como uno de los socios comerciales más de EEUU o como aquél que recientemente optó por imponer controles migratorios más estrictos (visas) para los ciudadanos mexicanos, aún y cuando existe un exitoso programa de trabajadores agrícolas temporales perfectamente funcional coordinado por la SRE y su similar canadiense.

Enhorabuena para el pueblo canadiense que, me parece, ha hecho una elección inteligente y fue lo suficientemente pragmático como para dejarse reorganizar por los modelos conservadores y retomará ese aspecto de diversidad y enfoque social que siempre le ha caracterizado.

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