El Talón de Aquiles: “Uno de esos Límites”

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El martes 4 de abril, aviones de guerra atacaron la localidad de Khan Sheikhoun, Siria. Acto seguido, paramédicos observaron personas ahogándose, desmayándose, o presentando vómitos. También se notaron casos de espuma alrededor de la boca. Diversas informaciones apuntaron a la utilización de armas químicas por parte del Gobierno de Bashar al-Ásad, quien negó su responsabilidad.

Rusia, su más cercano aliado, indicó que el arsenal químico pertenecía a los rebeldes. No hay números precisos sobre el número de víctimas resultante de este nuevo episodio de utilización de armas químicas: algunos refieren a 58 muertos, mientras que el Observatorio Sirio para los Derechos Humanos apunta a 67 (y 300 heridos); otras fuentes cifran a más de 100 las víctimas mortales.

Tampoco se sabe qué se utilizó, si bien se apunta al uso de Gas Sarín, un agente nervioso 20 veces más letal que el Cianuro, difícil de detectar. Los países occidentales dieron por un hecho el uso de armas químicas por parte del Gobierno sirio – Rusia sigue insistiendo que la autoría del hecho no es clara – y más temprano que tarde, 59 misiles crucero Tomahawk estadounidenses, lanzados desde navíos desplegados en el mediterráneo, atacaron la base aérea Sharyat (asociada al programa sirio de armas químicas).

Un acto ilegal e inmoral

El inicio del uso de armas químicas en el mundo contemporáneo tiene lugar hace poco más de un siglo, el 22 de abril de 1915, cerca de Ypres (Bélgica), cuando tropas alemanas lanzaron 180 toneladas de clorhídrico asfixiante a los aliados, intoxicando a 15,000 personas.

La indignación de la opinión pública internacional fue tal, que diez años después, en 1925, se firmaba del Protocolo de Ginebra sobre las armas químicas y biológicas, el primer intento multilateral para impedir el uso de ese tipo de armas en contextos bélicos. El convenio es importante, si bien no penaliza la producción y almacenamiento de armas químicas (solo su uso). Además, muchos de los Estados que lo ratificaron se guardaron el derecho de usar estas armas contra los no firmantes, o como represalia si eran víctimas de armas químicas.

De hecho, durante la Guerra Fría, alrededor de 25 Estados desarrollaron armas químicas. Japón utilizó Gas Mostaza, Lewisita, Fosgeno, Cianuro, y otros durante su guerra contra China (1937-45).

Entre 1961 y 1971, Estados Unidos lanzó 72 millones de toneladas de Agente Naranja para destruir los bosques en donde se ocultaban guerrilleros vietnamitas. Las enfermedades y trastornos genéticos causados por la dioxina afectan hoy a más de tres millones de personas.

En 1988, Saddam Hussein, en el marco de la guerra Irán-Iraq (1980-88), bombardeó la ciudad de Halabja (Kurdistán Iraquí) con Gas Sarín, Tabún, Mostaza, y VX. Documentos publicados por Wikileaks señalan que Washington autorizó el uso de agentes químicos – fósforo blanco y uranio empobrecido –  en Faluya (2004), durante la guerra en Iraq.

Y en 2013 se denunció el uso de armas químicas por parte del régimen de Bashar al-Ásad, en Guta (suburbio de Damasco, la capital de Siria). Las víctimas se estiman a entre 281 y 1729. En esa ocasión, el Presidente Barack Obama aceptó no atacara Siria, a cambio de desarrollar negociaciones exitosas con Rusia para desmantelar el arsenal químico de al-Ásad.




También hay esfuerzos para eliminar la posibilidad que tales episodios se produzcan. En 1980, inició un proceso de negociación que llevaría a la firma, en 1992, de la Convención sobre la Prohibición del Desarrollo, Producción, Almacenaje, y Uso de Armas Químicas y sobre su destrucción, conocida como la Convención sobre Armas Químicas (CAQ), que entró en vigencia el 29 de abril de 1997.

El acuerdo es importante al menos por dos razones. Primero, prohíbe, como es el caso del Protocolo de Ginebra, el uso de agentes químicos en las guerras. Pero además, ilegaliza su producción y almacenamiento, e incluye medidas de verificación. El empleo de herbicidas como método de guerra es prohibido, y los Estados firmantes se comprometen no solo a no usar agentes químicos con finalidades bélicas, sino también a no desarrollar, ayudar, alentar o inducir a otros Estados a producir este tipo de armas.

También se comprometieron a destruir los stocks existentes. Segundo, por primera vez se negoció un acuerdo multilateral, de aplicación universal, con un mecanismo de ejecución permanente – la Organización para la Prohibición de Armas Químicas (OPAQ) – cuyo objetivo es la eliminación de una categoría de armas de destrucción masiva.

En suma, el uso de armas químicas es considerado una ofensa grave a nivel internacional. Siria ratificó la convención  el 14 de septiembre de 2013, la cual entró en vigor en ese país el 14 de octubre de ese mismo año. La utilización de armas químicas convierte entonces a los autores del ataque en violadores de la convención.

Además, pone al país en flagrante desacato de las resoluciones emitidas por el Consejo de Seguridad de la ONU. Recuérdese que el mismo ha solicitado implementar el Comunicado de Ginebra (2012), que busca crear un gobierno de transición de consentimiento mutuo con amplios poderes ejecutivos.

También solicitó a las partes, en enero de 2016, asistir a “conversaciones de acercamiento” para discutir sobre un cese al fuego y un periodo de transición conducente a nuevas elecciones. Y si bien los ceses al fuego anunciados por Estados Unidos y Rusia (septiembre de 2016), así como Rusia, Irán y Turquía (enero de 2017) no surtieron ningún efecto, el uso de armas químicas no solo implica un fracaso en los intentos por resolver pacíficamente el conflicto, sino también una evidente escalada militar. Además, demuestra que el arsenal químico no ha sido desmantelado, como debía ser el caso a partir de 2013.

Una guerra compleja

Las raíces inmediatas del conflicto sirio se encuentran en la “Primavera Árabe” (2010-13), esa ola de democratización que se llevó a su paso a los regímenes de Hosni Mubarak (Egipto) y de Muamar Gadafi (Líbano). En Siria también, el pueblo se levantó contra un régimen autoritario, corrupto, iniciado por Háfez al-Ásad, en 1971, que no cumplía con las expectativas de la población.

Pero aquí la represión fue inequívoca. Las protestas estudiantiles prodemocráticas de marzo de 2011 fueron seguidas de la represión, lo cual generó indignación nacional y el pedido de renuncia de Bashar al-Ásad. El gobierno respondió entonces con más represión. Acto seguido, la oposición se armó para defenderse, y también para expulsar a las fuerzas gubernamentales de sus regiones. El gobierno etiquetó entonces a estos grupos de “terroristas”, y escaló el conflicto. Hasta aquí, la violencia colectiva es una de exclusión política, común en diversos contextos de conflicto armado interno.




Pero la guerra civil se complejizó cuando se transformó en una pugna entre la mayoría musulmana sunita, opositora, y los chiitas alauitas, grupo al que pertenece el Presidente al-Ásad. Claro, definir las identidades en conflicto en estos términos, es reduccionismo, pues en la oposición se encuentran amalgamados desde revolucionarios moderados (Ejército Libre Sirio, ELS), hasta islamistas yihadistas ligados al Estado Islámico (EI). También se encuentra a Tahrir al Sham, el mayor grupo armado opositor después del EI. Además, los kurdos del norte, que son otro elemento identitario del conflicto a considerar (con implicaciones en Turquía) buscan asentar su control sobre el territorio donde se encuentran presentes.

El rol de actores externos también es importante. Irán, que es chiita, es uno de los más cercanos aliados de al-Ásad, y puede haber invertido miles de millones en asesoramiento militar y armas. Además, por Siria pasan armamentos que Teherán envía al Hezbolá (Líbano). Para contrarrestar esta situación, Arabia Saudita (rival regional de Irán) ha financiado a grupos rebeldes sirios (incluyendo a islamistas). Ante el avance de los kurdos (simpatizantes del proscrito Partido de los Trabajadores de Kurdistán) cerca de su frontera, Turquía decidió intervenir a favor de la oposición a los kurdos; dichos grupos también han logrado simpatía en Jordania y Qatar. Estados Unidos, por su parte, había evitado involucrarse más allá de su lucha contra el Estado Islámico. Y Rusia, como se indicó, es un fiel aliado de al-Ásad.

Ser o so ser (los policías del mundo): he ahí el dilema

Durante su campaña electoral, el Presidente de los Estados Unidos, Donald J. Trump, advirtió que la superpotencia debería abstenerse de inmiscuirse en el conflicto sirio. Los Estados Unidos no son la policía del mundo. Hoy, el Secretario de Defensa, James Mattis, asegura que esa posición no ha cambiado. Los 59 misiles lanzados el 6 de abril pueden entonces ser vistos como un cambio radical en la posición aislacionista anunciada por Trump durante su campaña electoral, pero otros insisten en que es un operación cosmética que no tiene incidencia en el conflicto armado interno sirio.

En todo caso, Damasco calificó el acto de Washington como “idiota” e “irresponsable”, contrario al derecho internacional (pues se trata de una agresión a un Estado soberano). Rusia apoyó esta tesis y congeló sus canales de comunicación con Estados Unidos. Irán señaló que el ataque puede reforzar los grupos terroristas, complicando la resolución de conflicto.

Mientras “occidente” sigue bailando al ritmo de sus intereses geoestratégicos, para abril de 2016, la ONU estimaba que 400,000 personas habían muerto desde inicios del conflicto. A marzo de 2017, el Observatorio Sirio de Derechos Humanos estimaba esta cifra a 465,000 los muertos; la ONU estimaba en ese mismo mes, que 4.8 millones de personas habían sido desplazadas. Se estima también que se requieren de USD 3,200 millones para ayudar a los 13,5 millones de personas urgidas de asistencia humanitaria dentro del país.




Otro momento habrá para discutir qué tanto cinismo, ignorancia, estrategia visionaria, o pragmatismo político refleja la operación estadounidense. Por ahora, el apoyo recibido de Alemania, Arabia Saudita, Canadá, Francia, Israel, Japón, Reino Unido, y Turquía, señala que el movimiento de Washington fue el correcto.

Washington ya se declaró dispuesto a repetir, incluso a ir más allá, si las condiciones lo ameritan. Ahora, más allá de las manipulaciones y oportunismos, que sin duda los hay – el realpolitik es inevitable aquí – usar armas químicas también es traspasar uno de esos límites trazados por el liberalismo, sobre el cual se base parte del sistema de cooperación multilateral internacional. Y en ese sentido, el ataque de Khan Sheikhoun no podía ni debía quedar impune. En el siglo XXI, ningún actor político debería contemplar, entre sus posibles acciones de guerra, el gasear ciudades repletas de población civil. Eso es, simple y sencillamente, inadmisible.

Fernando A. Chinchilla

San José (Costa Rica), abril de 2017

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– “Todos los puntos de vista son a título personal y no representan la opinión de Altavoz México o sus miembros.”

El Secreto de los Estados Unidos

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Estados Unidos es un país admirable. Es una potencia económica, política y un modelo a seguir para muchos. Es el país que ha recibido a millones de inmigrantes abriendo la posibilidad de cumplir el sueño americano.

Sin embargo, pocos recuerdan que gran parte de su supremacía no se debe solamente a su gente o su sistema económico o político – como las corrientes de supremacía blanca que han tomado el poder del tal país sugieren – sino al hecho de que la moneda que respalda la economía global es el dólar estadounidense.

Estados Unidos se considera como potencia mundial desde antes de la Segunda Guerra Mundial. En aquel momento se le solicitaba su apoyo por el bloque de occidente para contrarrestar al fascismo Nazi y sus seguidores, España y Japón.




No obstante, Estados Unidos no fue tan desafortunado como sus aliados, pues si bien sufrió el ataque en Pearl Harbor en 1941, su territorio continental no sufrió mayores consecuencias permitiéndole tener intacta su cadena productiva al finalizar la guerra.

Una vez finalizada la Segunda Guerra Mundial, esta situación los posicionó estratégicamente para sobresalir como potencia mundial, mientras el resto de los países desarrollados de la época como Inglaterra, Alemania o Francia, pasaban dolores de cabeza para reconstruir sus instituciones, cadenas productivas y tejido social.

Lo anterior tuvo como consecuencia que en julio de 1944, un año previo a la finalización de la Segunda Guerra Mundial, se firmara el tratado de Bretton Woods. Este tratado internacional establecía al dólar estadounidense como moneda base global respaldado por el oro. El estar bajo estas circunstancias permitió a los Estados Unidos comenzar a financiar su propio crecimiento y el de otros países.

En otras palabras, Estados Unidos se convirtió en el banco de muchos países en vías de reconstrucción y/o desarrollo, obteniendo con ello no solamente control económico, sino geopolítico. Sin embargo, la impresión del dólar masivamente y su circulación por todo el mundo, puso entre dicho si en realidad estaba respaldado por oro.

Era inconcebible pensar que las Reservas de Fort Knox contaran con el oro suficiente para respaldar tan masiva distribución de la moneda. En 1971, la Guerra de Vietnam acrecentó esta situación con una alta impresión de dólares para financiar la guerra. Algunos países europeos comenzaron a comprar reservas en oro.

El caso más sonado fue Gran Bretaña y Francia, países  que exigieron a Estados Unidos convertir sus dólares a oro de manera repentina. Como era de esperarse, Estados Unidos no era capaz de respaldar el dólar en oro.

Es así, que Richard Nixon decide romper la relación dólar – oro. Sin embargo, ya era tarde, el dólar era la moneda que circulaba a nivel global y la moneda en que los países acumulaban sus reservas, muchos de éstos como cobertura para cubrir su deuda externa.

Estas deudas denominadas en dólares crecieron con mayor énfasis durante la crisis de petróleo de 1973, en donde grandes sumas de dólares se destinaron como deuda a países productores de petróleo, muchos de ellos países Latinoamericanos en vías de desarrollo. Y esta historia continúa hoy en día. El dólar sigue siendo la moneda base para la mayoría de las transacciones y préstamos internacionales.

Durante esta etapa y los años subsecuentes, Estados Unidos ha estado con la fortuna de seguir financiando su crecimiento con deuda. A diferencia de todos los otros países, su deuda está en dólares y ellos mismos tienen la manera de imprimir su propia moneda.

Ningún otro país tiene esta magnífica ventaja. Es en gran parte por esto, que su riesgo país, sus tasas de interés, su interminable cultura de crecimiento y consumismo por medio de la deuda, han permitido crear oportunidades y la potencia que es hoy en día.

Es por esto que cuentan con presupuestos ostentosos para su infraestructura y fuerza militar. Es por ello que tiene influencia geopolítica en cada rincón del planeta. No olvidemos, Estados Unidos es el país más endeudado del mundo.

En 2017, su deuda pública es equivalente a 19 mil millones de dólares ($19,000,000,000,000) representando aproximadamente el 105% de su PIB.  Se estima que para el 2020 su deuda pública sea de 22.6 miles de millones de dólares.

Pongamos todo lo anterior en términos coloquiales. Imagina que te invitan un amigo a jugar Monopoly. A diferencia de una partida bajo las reglas del Monopoly, el dueño de la casa decide contar con una condición especial: además de ser jugador, será el dueño del banco y además tiene una maquinita para imprimir billetes a su discreción.

Ahora bien, el resto de los otros jugadores – de los cuales tu formas parte – tienen un número limitado de billetes para pagar sus transacciones y si solicitan deuda, ésta es denominada en la moneda oficial del juego. ¿Se te hace justo el juego? ¿Qué le dirías a tu amigo? ¿Quién ganaría la partida?




Existen intentos aislados en los que se ha desafiado al dólar. Sin embargo, ninguno ha surtido efecto. Por ejemplo, la Unión Europea tenía como objetivo convertir su moneda en la competencia frente al dólar. Desde su fundación en  1993 a la fecha, ha logrado colocar al euro como una moneda importante a nivel global, sin embargo sigue siendo lejana competencia frente al dólar.

Si bien algunos países cuentan con reservas en euros, éstas son relativamente pocas contra el dólar. Estudios apuntan que en 2006, cerca del 65% de las reservas internacionales de los países estaban en dólares. Lo sigue el euro con un distante segundo lugar con el 26% de las reservas internacionales.

Un dólar fuerte y una Unión Europea en conflicto, sigue demeritando la posibilidad de quitar al dólar como moneda dominante.

No debe sorprendernos que Trump públicamente haya comentado su apoyo a la salida del Reino Unido de la Unión Europea y declarado que el modelo de la Unión Europea es obsoleto.

En 2003, Estados Unidos y sus aliados invadieron Irak aparentemente para desarmar a tal país de armas de destrucción masiva – armas que nunca fueron encontradas. Existen varias teorías sobre la verdadera razón por la cual Estados Unidos decidió invadir a Irak.

Una de estas teorías apunta a que la idea de derrocar a Saddam Hussein fue en respuesta a que Irak comenzó hacer todas sus transacciones de petróleo en euros. Cabe recordar que Irak es miembro de  la OPEC, el 12vo productor de crudo y el 5to país con mayores reservas de petróleo.

Estados Unidos no podía – ni puede – permitir que los países productores de petróleo decidan usar otra moneda como referencia al precio del petróleo y mucho menos la compra-venta a nivel global de tan preciado insumo.

Esto sería una seria amenaza a la hegemonía del dólar. Se dice que la invasión de Irak fue un claro mensaje para los líderes del mundo: El petróleo se cotiza en dólares y cualquiera que se descarrile de esta práctica, sufrirá las consecuencias.

En 2011 nace el bloque económico BRICS (Brasil, Rusia, India, China y Sudáfrica) como las economías emergentes más grandes del mundo. En 2014, el  bloque comenzó a introducir la idea de crear un Banco central (Banco BRICS) y una moneda única para sus transacciones.

Como resultado se perdería la dependencia de los bancos de occidente y del dólar. Hasta hoy, poco se ha avanzando en el tema.




Donald Trump ha creando fuertes turbulencias en todo el mundo, incluyendo desmanes con países aliados de los Estados Unidos. Ha sugerido desconocer tratados internacionales de comercio y promovido regresar a una etapa de proteccionismo.

No sólo eso, su administración ha tomado el atrevimiento de sugerir desconocer tratados que rigen la comunidad financiera. Es aquí donde el tema de la moneda juega un importante rol.

Si bien la hegemonía del dólar ha sido una desventaja competitiva para otros países, también puede ser el talón de Aquiles para los Estados Unidos.

Suena descabellado, pero ¿qué pasaría si los países se unen y determinan una nueva moneda base o un índice de monedas como referencia en vez del dólar? ¿Qué pasaría si el petróleo y otros commodities se comienzan a cotizar en otra(s) moneda(s) en el mercado global? ¿Qué pasaría si los países comienzan a cambiar sus reservas internacionales a otra(s) moneda(s)?

¿Qué pasaría si Estados Unidos se cierra al comercio global, pero el resto del mundo sigue abierto al comercio, utilizando otra(s) moneda(s) para sus transacciones?

Suena irreal llegar a ese nivel de coordinación global. Por otro lado, Estados Unidos lucharía con capa y espada contra estas iniciativas  como secretamente lo lleva haciendo desde 1944. Sin embargo, imaginemos por un momento que se llegue a concretar. Esto cambiaría el orden global a una escala sin precedentes.

Se tendría que estudiar a fondo las implicaciones de que el dólar se convierta en una moneda más. ¿Cómo tendría Estados Unidos que tratar ahora su deuda pública? ¿Tendría Estados Unidos que experimentar lo que otros países han vivido: inflación, políticas monetarias restrictivas, alza en tasas de interés? ¿Sería inevitable una recesión para Estados Unidos acarreando al resto del mundo? Sin hacer un análisis a detalle, podríamos adelantar que habría caos, guerras y en definitiva el derrumbe del orden mundial como lo conocemos hoy en día.

Las consecuencias son tan catastróficas que parece impensable en que tales cambios se den. Sin embargo, si Estados Unidos sigue siendo un bully en cuyas negociaciones posiciona al resto de los países siempre en una posición perder, ¿porqué no ir a una negociación perder – perder? Quizá este sacrificio es necesario para tener un mundo más justo y equilibrado hacia el futuro.

Esto dejaría a Donald Trump solo con sus vacías palabras – y desgraciadamente con sus armas – para negociar. Sin duda esta es una idea descabellada, pero si surge el juego Estados Unidos vs. El Resto del Mundo, es una idea que estos últimos podrían llegar a considerar al menos para dar la señal que también Estados Unidos requiere del resto del mundo.

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– “Todos los puntos de vista son a título personal y no representan la opinión de Altavoz México o sus miembros.”