París en Inglaterra

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Criticado por muchos, el balompié muchas veces ha sido pretexto para exacerbar el patrioterismo, pues al final se trata de una confrontación entre representantes de dos naciones, y los sentimientos o resentimientos fácilmente pueden salir a flote. Javier Aguirre alguna vez le llamó: “La guerra sin muertos”.

Al final se trata de una confrontación entre representantes de dos naciones, y los sentimientos o resentimientos fácilmente pueden salir a flote. Javier Aguirre alguna vez le llamó: “La guerra sin muertos”.

A veces estos enfrentamientos no sólo involucran a naciones sino que en ocasiones a ciudades o hasta a barrios de un mismo pueblo. Motivos geográficos, históricos, socioeconómicos o incluso religiosos, enemistan a los seguidores de dos oncenas al grado en que la victoria de un equipo más que ser vista como un triunfo deportivo que en nada cambia nuestras vidas, es percibida como la derrota de la cosmovisión contraria. Les ganamos.

Los partidos entre Serbia y Croacia (repúblicas ex yugoslavas), Fenerbache y Galatasaray (zona europea contra zona asiática de Estambul) Celtic y Rangers (Católicos contra protestantes de Glasgow) desgraciadamente muchas veces han llevado a sus aficionados a conductas violentas.

No olvidemos la “Guerra del fútbol” entre Honduras y El Salvador a finales de los años 60, o a los mexicanos que cantaron “Osama, Osama” en un México contra Estados Unidos en Guadalajara.

Más cerca de nosotros, no olvidemos la “Guerra del fútbol” entre Honduras y El Salvador a finales de los años 60, o a los mexicanos que cantaron “Osama, Osama” en un México contra Estados Unidos en Guadalajara.

Podría decirse que los futbolistas suelen entender mejor que se trata de un juego (o tal vez el temor a suspensiones o lesiones los haga entenderlo mejor) y aunque no pocas veces se han visto rebasados, la realidad es que las agresiones son más comunes y extendidas en la tribuna.

Las colectividades reunidas parecen formar entes que manifiestan ideas o sentimientos de forma simplificada a través de frases breves o conductas más primitivas. No hay diálogo entre los miles de un color y los miles del otro. Además de las obvias imposibilidades físicas, tal vez principalmente porque no se trata del espacio idóneo y porque ahí se siente mucho más de lo que se piensa.

Pero estos entes colectivos de comportamiento precario no siempre han sido violentos, sino que a veces han sido lapidarios al abuchear o rechiflar a mandatarios como Díaz Ordaz o Miguel de la Madrid, o se han hermanado a pesar de la enemistad de sus gobiernos como en el partido entre la Alemania Federal y la Alemania Democrática de 1974, o en el Estados Unidos contra Irán de 1998 en el que los jugadores de ambos equipos se tomaron la foto juntos.

Y todo esto nos lleva al día de ayer en Wembley. Si bien es cierto que la rivalidad entre ingleses y franceses es más bien añeja, seguía pareciendo impensable que una enorme colectividad británica entonara la Marsellesa francesa en territorio inglés, y sin embargo, esto ocurrió antier durante el partido entre Francia e Inglaterra.

Los muertos no tienen la culpa de sus gobiernos y eso ni a través de la “representación popular” puede negarse.

Nadie se detuvo a pensar en para qué serviría, qué cambiarían, si había otros conflictos de mayor relevancia en el mundo, si los gobiernos occidentales han castigado cruel y severamente al Medio Oriente, si hay otros muertos que también merecen importarnos, sino que simplemente así lo sintieron: mostrar apoyo a los franceses por los hechos lamentables de la semana pasada, pues al final, los muertos no tienen la culpa de sus gobiernos y eso ni a través de la “representación popular” puede negarse.

La Marsellesa cantada con francés mal pronunciado no cambia nada, al igual que el abrazo de alguien no te regresará a un ser querido que ha muerto, o las lágrimas no te devolverán a tu perro perdido (a menos que comas comida para perro en exceso, como sugería Homero Simpson). Pero no deja de ser un gesto de apoyo que no debemos privar de su nobleza por el pragmatismo: no sirve de nada pero significa mucho.

La condena a las potencias occidentales por su brutalidad en Medio Oriente —muchas veces disfrazada o callada—, la solidaridad con los sirios, musulmanes o con otros sucesos lamentables no es excluyente de un abrazo a los ciudadanos franceses que fueron víctimas el viernes y a una colectividad dolida más por la pérdida de sus personas que por la vulneración de su gobierno o de sus principios ideológicos. Después de todo, nadie le dedicó nada a sus gobernantes ni les pidió que invadieran o tomarán represalias.

Más allá de los dirigentes del país, de sus representantes deportivos, territorios o incluso lenguajes, los miles de un color sintieron la necesidad de abrazar a los miles de otro color, y la forma que encontraron de hacerlo fue cantando al unísono la misma canción.

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– “Todos los puntos de vista son a título personal y no representan la opinión de Altavoz México o sus miembros.”

En la política y en la cancha

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En los periódicos abundan las notas con referencias a la política y la economía. Abundan las notas sobre cómo el país (dependiendo el caso) se desploma y sobre cómo las problemáticas globales tienen relevancia en nuestro contexto actual. Sin embargo, y a pesar de que los principales actores en las noticias suelen ser políticos, secretarios, empresarios y activistas, hay otros actores que, aunque no los tomamos en cuenta con frecuencia, tienen una influencia mucho más trascendente en nuestras vidas: los deportistas.

Si nos ponemos a pensar, la vida de un deportista profesional realmente podría tener el mismo impacto en la vida de un individuo, que una decisión política. ¿Y por qué? Porque la industria del entretenimiento deportivo genera más expectativa en la vida de las personas que lo que la vida política de un país puede hacerlo. ¿Por qué? Porque los deportistas despiertan emociones en las personas que, con mucha seriedad puedo decir, el contexto político no puede hacer. Sin embargo, me parece que la combinación de ambas prácticas hace una estupenda combinación.

¿Cómo explicar que México fue el primer país a nivel mundial que albergó la Copa Mundial de la FIFA por dos ocasiones, pero nuestro combinado nacional jamás ha logrado trascender de manera importante en esta competición?

El documental Ilusión Nacional de Olallo Rubio hace este vínculo y presenta la historia de la Selección Mexicana de Fútbol desde su origen y pone en contraste cómo el fútbol ha sido una herramienta de uso político para lograr objetivos y para atraer (o alejar) a la población en torno a una situación de índole nacional. ¿Cómo explicar que México fue el primer país a nivel mundial que albergó la Copa Mundial de la FIFA por dos ocasiones, pero nuestro combinado nacional jamás ha logrado trascender de manera importante en esta competición? Espero que para este punto las preguntas comiencen a surgir en el pensamiento de muchos.

¿Por qué suspendemos nuestras actividades académicas y laborales cada que juega la Selección Mexicana en el mundial?

¿Por qué el Presidente de la República se despide de los jugadores de fútbol en una ceremonia protocolaria que se transmite en los noticieros más importantes del país cada vez que el equipo sale a disputar la justa mundialista? ¿Por qué el Presidente de la República se refiere a los jugadores de la misma manera que probablemente se podría referir a su ejército? ¿Por qué suspendemos nuestras actividades académicas y laborales cada que juega la Selección Mexicana en el mundial?

Seguramente esto sucede porque los federativos —y el gobierno— saben que este pueblo mexicano sigue teniendo la esperanza de trascender en la competición; o saben que los mexicanos queremos triunfar y sobreponernos ante toda situación, o que los mexicanos queremos sentirnos orgullosos de formar parte de una estadística positiva que no hable sobre lo corruptos que somos, lo poco transparente que es nuestro sistema de rendición de cuentas, o que nuevamente estamos en la parte baja de cualquier estadística de la OCDE.

Casos como el de Diego Maradona, Pelé, Zlatan Ibrahimović, Didier Drogba o Samuel Eto’o lo avalan. Sobre los hombros de estos hombres ha descansado, al menos en alguna situación de la historia, todo el peso y la imagen de un país.

¿Qué pasará por la cabeza de los futbolistas? ¿Estarán conscientes sobre todo el poder que tienen en sus botines? ¿Se darán cuenta de que la población entera los ve como héroes y líderes? Lo curioso —por darle algún adjetivo— es que el endiosamiento hacia ellos como figuras públicas se replica en todo el mundo. Casos como el de Diego Maradona, Pelé, Zlatan Ibrahimović, Didier Drogba o Samuel Eto’o lo avalan. Sobre los hombros de estos hombres ha descansado, al menos en alguna situación de la historia, todo el peso y la imagen de un país. Las voces de estos individuos mueven a la población de maneras en que muchos líderes políticos ya quisieran hacer. Sus hazañas deportivas se comparan con las hazañas de los revolucionarios más entrañables de sus países, ganándose toda la autoridad moral de un pueblo que simplemente ama el fútbol, ¿o es que acaso hemos olvidado que el Papa Francisco, en más de una ocasión, ha recibido como regalos las camisetas del uniforme de varios equipos del mundo?

La próxima vez que escuchemos a alguien decir que el fútbol es sólo un deporte, hagamos la corrección: el fútbol, además de ser el deporte más popular del mundo, es pasión, entrega, coraje, ilusión, y una herramienta de uso estratégico a la que los actores políticos de hoy recurren. Aprendamos a distinguir los usos que tiene el deporte en nuestro día a día y hagámonos conscientes de cómo nuestras administraciones buscan influir en nosotros a través de muchos canales. No nos debe de sorprender que esta actitud se haya materializado en la victoria de Cuauhtémoc Blanco como presidente municipal de Cuernavaca o que veamos a Paola Longoria y a Antonio de Valdés fomentando que nos vacunemos contra la influenza. Señoras y señores, como siempre acostumbro a decir, “en política no hay nada que no esté planeado”.

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– “Todos los puntos de vista son a título personal y no representan la opinión de Altavoz México o sus miembros.”