La pandemia nos vino a recordar muchas cosas, pero hay un hecho que destaca: el poder curativo de vivir en comunidad con los espacios públicos que compartimos.
El aislamiento fue letal para la salud mental: alzas en el número de suicidios en todos los países, Estados Unidos registró un pico histórico en muertes por sobredosis de drogas con más de 100 mil víctimas en el último año; México es el país con mayor índice de ansiedad de los países que conforman la OCDE, el abuso de alcohol y de sustancias en nuestro país también se incrementó de manera exponencial.
Y la lista puede seguir.
Ante este panorama, como sociedad, hemos revalorizado el poder que tiene la conexión humana y la libertad de disfrutar de nuestros espacios públicos.
Ahora la construcción y mantenimiento de estos espacios, llámense parques, ciclovías, centros deportivos, centros para las artes, escuelas, centros comunitarios, entre otros, son prioridad para los gobiernos de todos los niveles porque resulta que son básicos para nuestro bienestar integral.
Hace 10 años quién hubiera pensado que un parque puede salvar una vida, que en la realidad del Covid los exteriores serían el lugar más seguro, que no es el individualismo lo que nos va a salvar, sino la cohesión social.
Por eso, es preciso que los gobiernos desde lo local actúen en consecuencia. Y algunos como San Pedro lo han hecho con su inversión en calles y banquetas.
Resulta por demás ridículo las voces que se oponen a la Vía Libre, la ciclovía en este municipio porque se niegan al cambio. Se rehúsan a aceptar que esta es la nueva realidad necesaria para nuestra supervivencia.
Hay que subir el nivel y construir más espacios compartidos, despojarnos de nuestros egoísmos, porque solamente el amor a la comunidad y el actuar en pro del bien común nos va a salvar como humanidad.