Transitable, peatonal, limpia, ordenada, justa, con banquetas de primer mundo, segura, con movilidad sustentable, con vialidades pavimentadas, con un desarrollo urbano reglamentado, con leyes que nos protejan, con espacios públicos dignos para la convivencia sana y familiar.
Con índices de contaminación bajos, con empresas socialmente responsables hacia sus empleados y la comunidad, con una policía cada vez más preventiva y menos reactiva, con una democracia palpable, con comunidades participativas, con cultura de la legalidad rigiendo nuestras actitudes diarias, con empleo, educación digna y de calidad.
Con seguro popular donde entren todos, con un sistema judicial que castigue a quien se brinque la ley, con políticas publicas efectivas, no de aquellas que malgastan el dinero (como sí sobrara), con indicadores que nos ayuden a medir el impacto de las decisiones de aquellos quienes hemos elegido como nuestros gobernantes.
Con una ciudadanía activa en el seguimiento a que todo lo que se nos fue prometido en campaña se cumpla, agréguele que también queremos políticos, empresarios, padres de familia, profesores, jóvenes, no tan jóvenes, vecinos, hijos, hermanos, sacerdotes, abogados, y sobre todo, ciudadanos honestos.
¿Tenemos la ciudad que queremos? ¿Trabajamos por la ciudad que buscamos? ¿O estamos esperando a que venga alguien y la construya por nosotros?
Estimado lector, la ciudad la construimos todos. Cada cual desde su trinchera pero unidos en el mismo objetivo, mejorar nuestra comunidad y a México. Mientras más rápido entendamos que nuestra herramienta más poderosa no es Twitter o Facebook, sino las iniciativas y herramientas de participación ciudadana, será que empezaremos a notar los cambios con mayor rapidez.
El político tradicional está pasando por una crisis existencial. No entiende y le cuesta adecuarse al nuevo paradigma que tiene enfrente donde la información es cada vez más rápida y la ciudadanía más crítica. Como tarea principal debería ser la modificación en los esquemas de comunicación e interacción con los electores, porque los cambios en la ciudad de hoy no se imponen, se consensuan con ellos, los ciudadanos.
Participar que no es nuestro derecho, sino una obligación.
Si no nos vemos, pues nos escribimos.
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