El cuasi-nombramiento de Enrique Ochoa Reza al PRI es una prueba interesante de ver como evoluciona el partido frente al futuro de la próxima década.
Ochoa, de perfil bajo, peñanietista, tecnócrata del corte de Nuño y Videgaray, un sujeto del que hace ocho días nadie hablaba está a un paso del trono que dejó Beltrones.
La imposición presidencial de Ochoa es un regreso al echeverrismo rancio, a la época del dedazo. Una lección total de que el PRI a pesar de sus derrotas no quiere cambiar sus formas, no quieren modificar estructuras y un guiño de que el presidente sigue teniendo el poder para impulsar las “cargadas” de la CTM, CNOP, CNC, anexas… que son una tradición tan vigente como en los 70s.
Este capricho de Peña Nieto demuestra un claro golpe de autoridad frente a las cúpulas priistas que fueron totalmente derrotadas en las pasadas elecciones. Ante las derrotas estrepitosas de Beltrones y los gobernadores, Peña da un golpe de timón para tomar por él mismo el control del PRI frente a las elecciones de 2017 y 2018.
El que Peña asuma este liderazgo y confronte a los perdedores relegándolos de la dirigencia muestra la gravedad de la derrota vista desde el mismo PRI y desde Los Pinos.
El ex secretario de la CFE llegará a solidificar el peñanietismo como modelo de gobierno interno del PRI dejando claro que las reformas no se negociarán y que se morirán “en la raya” con tal de no ceder ante las presiones externas.
Otra imagen que se muestra, es la fragilidad sindical cada día más débil y anticuada que con tal de mantener prebendas y posiciones apoya a Ochoa o a quien sea con o sin afiliación sindical. El legendario Jesús Reyes-Heroles, expresidente del PRI, alguna vez dijo “En política, la forma es fondo” y el tiempo le ha dado la razón. Las formas en el PRI siguen siendo anticuadas, llenas de oscuridad y llenas de grupos de interés con posturas y perspectivas tan dispares pero que al final comulgan en el entendido de mantener el poder.
Visto desde cierta óptica esta imposición es un movimiento antidemocrático y que infantiliza al PRI como partido haciéndole ver débil y necesitado de un control parental, en este caso, desde Los Pinos. Sin embargo, hablar en el PRI de democracia es hablar de utopías.
Sin duda, Ochoa Reza es un erudito del mundo energético y sus capacidades técnicas pocos se deberían atrever a dudar, sin embargo ¿tendrá el capital y la capacidad política para llevar al PRI a buen puerto? Me parece que la caída de aquí al 2018 es inminente y el barco se les hundirá… el tiempo hablará.
Lo dicho, dicho está.
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