El 30 de marzo iniciaron las campañas electorales para el Poder Judicial, 3,422 personas compitiendo por: nueve cargos de ministros de la Suprema Corte de Justicia de la Nación (SCJN); cinco magistraturas del Tribunal de Disciplina Judicial; dos magistraturas de la Sala Superior del Tribunal Electoral del Poder Judicial de la Federación (TEPJF); 15 magistraturas de las salas regionales del TEPJF; 464 magistraturas de circuito y 386 personas jueces de distrito. Es decir, 881 cargos.
Si bien podría dedicar páginas enteras a cada una de las irregularidades del proceso desde que este inició, en esta columna me centraré en dos aspectos que han sido particularmente notorios en el inicio de las campañas: El flagrante nepotismo y la presencia de candidatos afines al régimen, y por otro lado, la superficialidad de algunas campañas.
Primero, es paradójico que, pese a los reiterados pronunciamientos de la Presidenta en contra del nepotismo en candidaturas, en la elección del Poder Judicial, los líderes de Morena volvieron a aplicar la misma receta y permitieron la participación de hijos, parientes y personas afines a la cúpula de su partido.
Ejemplo de lo anterior, es la candidatura de la hija de la ex ministra Olga Sánchez Cordero, Paula María García Villegas Sánchez Cordero, y su sobrino, Jorge Emilio Sánchez Cordero Grossman. Otros más, como Lenia Batres, quien busca repetir como ministra y es hermana del ex jefe de gobierno de la CDMX, Martí Batres. Por supuesto, también quiere repetir la que plagió su tesis, Yasmín Esquivel. Bernardo Batiz, otro afín obradorista, y María Estela Ríos, consejera jurídica del ex Presidente López Obrador, y así podríamos nombrar a muchísimas personas que pretenden poner al poder judicial al servicio del régimen.
Aunque estas personas se encuentran en su derecho de postularse, ignoraron por completo una supuesta “máxima” del Obradorismo: Si no es ilegal, es inmoral.
Por otro lado, es decepcionante ver cómo se transforma la credibilidad de este proceso en un circo disfrazado de democracia. La campaña de algunas candidatas y candidatos roza lo ridículo: desde figuras que adoptan apodos como “Dora la Transformadora”, haciendo alusión a la caricatura “Dora la Exploradora” sí, no es broma… hasta un candidato que, preparando un “durito”, hace alusión a que él está igual de preparado que ese “chicharrón”.
Estos ejemplos no hacen más que evidenciar la superficialidad de un proceso que, en teoría, debería regirse por principios de seriedad, compromiso y profesionalismo.
Nos esperan todavía más de 55 días de insensateces que, a dos meses de la elección, se puede pronosticar una participación nula y no es para menos: el desinterés generalizado ante una contienda que, en realidad, nadie pidió, es el síntoma de un desencanto que ya se empieza a vislumbrar en un panorama electoral invadido por cuotas y cuates.