Se está derrumbando el mito en el que los puestos de poder y la política solo se ocupan después de muchos años acumulados. La experiencia ya no solo es sinónimo de edad sino del atrevimiento de acumular caminos y hacerlo desde temprano.
Grandes jóvenes están ocupando los puestos en los que se toman decisiones por el mundo. Lo hacen de una manera fresca, dinámica y no tienen miedo de probar nuevos sistemas y procesos que permitan detonar el desarrollo que no han logrado anteriormente sus países.
El fenómeno aunque reciente, ha tomado una fuerza muy sólida. Desde nombramientos por designación hasta ganar elecciones bajo el respaldo de la mayoría de los votos de sus ciudadanos.
Los jóvenes vienen de una generación atrevida, que le ven solución a los problemas y que no tienen miedo de retar al status quo. Son los que creen que hay mejores formas de detonar la economía y que “lo que siempre se ha hecho” tiene grandes oportunidades de mejorar y evolucionar. Además, los jóvenes suelen ser más sencillos, cercanos y francos; no han pasado el proceso burocrático que te distancia, te sumerge y te asfixia en un ego que es difícil de dejar.
En Francia Emannuel Macron logró llegar al poder a los 39 años, con el respaldo decisivo de la mayoría y proveniente de un partido prácticamente nuevo. Los que lo conocen dicen que su mayor virtud es “saber escuchar y aprender”, se sabe poderoso pero entiende que el poder más que un derecho es una responsabilidad que exige constante preparación y un debate continuo de ideas.
En Irlanda llegó un nuevo Taoiseah (presidente) que a sus 38 años y habiéndose declarado gay abiertamente, ha logrado sacar a su país de la crisis económica y se ha encaminado a ser uno de los países con mayor crecimiento en Europa.
En Nueva Zelanda decidieron tener a una mujer comandando el gobierno, Jacinda Ardern de 37 años ha enfrentado la inmigración con convicción, uno de los problemas de mayor repercusión en su país.
Justin Trudeau es quizá la figura más fresca y seguida en la política internacional. Con una gestión amigable, justa y para muchos “encantadora” ha logrado robarse los reflectores como primer ministro, puesto que tomó a los 43 años.
Sin duda, la juventud en el mundo se ha encargado de tomar las riendas del desarrollo de sus naciones. No pidieron permiso porque sienten que les pertenece, se sienten y se saben capaces.
En América Latina esto no ha pasado, los jóvenes siguen siendo rezagados a puestos de menor responsabilidad. Entre las numerosas razones está el límite de edad que exigen los procesos electorales de nuestros países, el llamado “compadrazgo” que distribuye el poder en grupos pequeños con el control total de los partidos políticos y el desinterés que lo anterior ha causado en una juventud que no cree en la política y que no tiene el deseo de participar en ella.
En México los jóvenes representamos poco más del 25% de la población y no ocupamos ni el 10% de los cargos de mayor toma de decisión en el país.
Las tendencias mundiales siempre nos alcanzan, ¿cuándo nos alcanzará ésta? Mientras que nos llega, hay que dar pasos al frente. Hay que dignificar la política, acercarnos a ella y convencernos de que es el medio para lograr el futuro que nos imaginamos, ese mismo futuro que no creemos que los políticos de ahora puedan causar.
Los jóvenes mexicanos menores de 40 toman el poder, ya imagino éste titular en los próximos años, estamos trabajando para provocarlo.