¿Quién es el culpable de la violencia en los estadios?

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Hay situaciones en donde la pasión por el deporte nos rebasa y nos dejamos dominar por el sentimiento que tenemos en ese momento. Hay ocasiones en las que nos sentimos agredidos o faltados al respeto con cualquier tipo de comentario; veces que estamos irritables, pero también, y es muy valioso reconocerlo, que nosotros igualmente hemos estado del otro lado de la grosería, del insulto, del sarcasmo y del comentario malintencionado; y que gracias a todo esto afectamos a otros. Aunque estas situaciones se viven en todo tipo de ámbitos, para efectos de esta narrativa, me permitiré abordar el tema de la violencia en relación con el fútbol.

Hace un par de fin de semanas, Monterrey vivió un paro sabatino que ha venido experimentando por lo menos dos veces al año durante las últimas décadas. Hay ocasiones en las que el paro también se da entre semana, pero garantía hay de que dos veces al año se vive. Este ‘paro’ al que me refiero se llama “Clásico Regio”. El Club de Fútbol Monterrey y los Tigres de la Universidad Autónoma de Nuevo León generan tanto furor y pasión que la ciudad misma se prepara con semanas de anticipación para recibir a los aficionados que se vuelcan con todo en favor de sus equipos. Lógicamente, entre más personas hay involucradas en un acontecimiento, nos podremos encontrar con más visiones, ergo con diferentes tipos de personas.

La violencia en los estadios es un fenómeno global que aqueja a todos los países y que se sufre cada fin de semana en alguna parte del mundo.

Según información del periódico El Horizonte, en el pasado clásico 106, al menos seis personas fueron detenidas por las autoridades y, ya que recientemente se aprobó un nuevo decreto que busca erradicar por completo la violencia en los estadios, los detenidos podrían ser multados con hasta $15,000.00 MN o bien pagar una condena de hasta cuatro años en prisión. Fuera de ello, y como es de conocimiento para todos quienes vivimos en Monterrey y su área metropolitana, los enfrentamientos a palos, pedradas, golpes y patadas se registraron en múltiples ocasiones y principalmente en las inmediaciones del inmueble. Este fin de semana, la historia se repite durante el América contra Chivas donde –y casi de forma literal– los equipos se batieron a duelo en el estadio Omnilife ubicado en la ciudad de Zapopan, Jalisco. Al igual que en el clásico regio, los disturbios, las riñas y los altercados no se hicieron esperar y varias personas resultaron detenidas por participar en estos actos y por alterar el orden.

Historias como estas no son exclusivas de este torneo, ni de esta liga, ni de este país, ni tampoco de esta época. La violencia en los estadios es un fenómeno global que aqueja a todos los países y que se sufre cada fin de semana en alguna parte del mundo. No debemos olvidar que, aunque ajeno al encuentro, no hace mucho existió un atentado en París mientras se jugaba un Alemania-Francia, o las varias avalanchas de gente que han provocado el tumulto y la desesperación por salir de los estadios; incluso en nuestro país ha habido muertes dentro de un estadio (Nou Camp del León) a consecuencia de los actos violentos por el desborde de la pasión.

¿Es imponer restricciones en los estadios y multar a los jugadores tras sus agresiones la solución al problema? Probablemente ayudan y ponen a pensar a las personas, pero lo interesante aquí es que no solamente ellos tienen un rol importante en cómo se vive la pasión por los equipos.

La pregunta: ¿Son los aficionados los únicos responsables de que exista violencia en los estadios? La respuesta: para nada. ¿Qué pasará por la mente de los jugadores al exhibirse frente a 40 o 50 mil espectadores mientras tienen como objetivo golpear al rival? ¿Qué sentirán al después verse en las repeticiones de las cadenas nacionales e internacionales agrediendo a un contrario? ¿O al ver sus caras en los diarios? Desafortunadamente, y para mal de todos los aficionados al fÚtbol, existen personas que alaban este tipo de actos y gustan de ver a sus jugadores agrediendo a los del otro equipo, alegando que ‘así se nota que los jugadores también viven la pasión’.

¿Es imponer restricciones en los estadios y multar a los jugadores tras sus agresiones la solución al problema? Probablemente ayudan y ponen a pensar a las personas, pero lo interesante aquí es que no solamente ellos tienen un rol importante en cómo se vive la pasión por los equipos. Los medios de comunicación –y en particular Multimedios Televisión y Radio– se han volcado a fomentar la violencia entre ambas aficiones al constantemente estar generando polémica sin fundamentos objetivos, o contribuyendo al dar motes como ‘el estadio de la violencia’ al referirse al Estadio BBVA Bancomer. Pero no solamente los medios son los que se encargan de esto, sino también algunas instituciones generan sentimientos de odio y violencia, como el Club Santos, que ha decidido llamar a su estadio ‘La Casa del Dolor Ajeno’, provocando que los aficionados se predispongan en contra de sus rivales en lugar de vivir en un clima de respeto.

Lectores, vivamos el fútbol como un deporte y no lo convirtamos en un asunto de desestabilización social ni le imprimamos tintes políticos, porque no vaya a ser que un día nuestros estadios se vean manchados de sangre, como alguna vez sucedió en el Estadio Nacional de Chile, donde por la pasión al deporte y las ideologías políticas, muchas personas vieron el final de sus vidas antes de los 90 minutos.

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